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Venga a comer el coctel de camarones más grande del mundo a la tierra de las masacres más terribles de México

For one day, a Mexican town devastated by years of drug cartel violence attempted to replace the smell of death with the smell of fish.
Photos by Víctor Hugo Valdivia

En la Laguna Madre, una inmensa bahía de agua salada que atraviesa la línea divisoria entre México y Estados Unidos y abarca una decena de pueblos de Tamaulipas y Texas, un ejército de pescadores capturó más de 17 mil camarones peneidos para que el gobierno local organizara un Festival del Mar y cocinara, en la playa La Carbonera, un coctel de una tonelada con 160 kilogramos de crustáceos. Con este evento se pretende cambiar la imagen negativa de San Fernando, donde una tarde de agosto de 2010 fueron asesinados —en el galpón de una pradera— 72 migrantes, en su mayoría centroamericanos, y una mañana de abril de 2011 se encontraron —entre pastizales verdes— los restos de 196 personas torturadas, asesinadas y enterradas clandestinamente. Durante las siguientes semanas se hallaron más fosas con un número impreciso de restos, aunque algunas estimaciones de autoridades locales manejan la cantidad de 500 cuerpos. A través de facebook y twitter circuló por esos días una broma macabra que decía: "Ven a San Fernando, te esperamos con las fosas abiertas". Aquí, en el sitio en el que han ocurrido las mayores masacres conocidas del siglo 21 en México, el gobernador de Tamaulipas, Egidio Torre Cantú, acompañado por una decena de alcaldes de la región, celebró el viernes santo de 2014 —alrededor de una monumental copa de vidrio— la obtención de un nuevo récord: el coctel de camarón Más Grande Del Mundo.Mariana Seoane entertains the crowd.

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Junto con la agricultura, la pesca era una de las principales actividades económicas de San Fernando, antes de que la guerra de Los Zetas contra el Cártel del Golfo, y la presencia del Ejército y la Marina colapsaran la vida del pueblo. Esta situación llevó también a que entre 2009 y 2013 desparecieran las celebraciones masivas. Por eso el Festival del Mar se volvió un acontecimiento entre los pobladores de la región, algunos de los cuales no podían creer que pisaría estas tierras Mariana Seoane, una actriz de Televisa que ha posado desnuda en revistas para caballeros y es autora del disco Seré una niña buena. La artista se convirtió en la Reina del Festival, durante el cual cantó sus tres éxitos volteándose constantemente para mostrarle su trasero al eufórico público que se lo pedía. Otro de los momentos álgidos fue la participación de la Sonora Dinamita, entre cuyos integrantes se encontraban dos mulatos que —de acuerdo con el alcalde de San Fernando, Mario de la Garza— daban a las mujeres sanfernandenses el equivalente atractivo visual que Seoane había dado a los hombres.

Pero la gran estrella del viernes santo fue el camarón peneido. Este pequeño crustáceo tiene ojos negros saltones que contrastan con su cuerpo encorvado y cilíndrico, dos pares de antenas (unas cortas y otras largas), además de cinco pares de patas y una pequeña cola puntiaguda que junto con su cara es lo primero que se le extrae antes de ser comido. Con una docena de estos animalitos, agua y salsa catsup, se puede preparar un pequeño coctel, aunque en Tamaulipas y muchos otros lugares se les suele agregar aguacate, ajo y limón; y en la vecina Texas, además, pepino y chile serrano. Cuando a este coctel se le suman ostiones y almejas es común que se le llame "Vuelve a la vida", un nombre que en San Fernando por ahora no viene al caso.

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Durante el Festival discutí con un hombre que estaba convencido de que los camarones habían sido creados para ser deglutidos en un coctel y nada más. Según él, en la copa de vidrio tenían un sabor muy superior a cuando eran preparados a la diabla, o al mojo de ajo, o enchipotlados, o a la mantequilla, con philadelphia, o envueltos en tocino con queso, o a la veracruzana, e incluso cuando eran servidos en ese aguachile que tan bien hacen en Mazatlán, Sinaloa donde antes poseían el récord Guinness del coctel de camarón Más Grande Del Mundo. Los camarones suelen ser un manjar caro, pero en el noreste de México puedes encontrar camarón seco en la carretera a precios increíbles. Los retenes que el Ejército instala por esta zona para supuestamente evitar la violencia han representado un apoyo para este pequeño sector económico, ya que durante las colas de espera, los vendedores de camarón aprovechan para comercializar su producto con los automovilistas impacientes y temerosos. Mientras viajábamos de Reynosa a San Fernando, me topé con uno de estos vendedores carreteros a quien le pregunté si el camarón que ofrecía era de San Fernando. Él respondió que sí, que era de Laguna Madre. Cuando dijo Laguna Madre lo hizo con un respeto tan solemne que me pareció que se refería a una especie de deidad aridoamericana. Lo mismo pasaba con los locutores de las estaciones de radio de la región cada vez que mencionaban La Laguna Madre en sus alocuciones. Entre corridos de Ramón Ayala y baladas de Julión Álvarez saturando el cuadrante radiofónico, no se hablaba de otra cosa más que de camarones y de la hazaña que estaba por llevarse a cabo en San Fernando. Por la mañana del viernes santo, en las afueras del casco principal del pueblo, caravanas de camionetas pickup atiborradas de familias se organizaban en la gasolinera Loma Colorada para salir juntos rumbo a La Carbonera, ubicada a menos de 50 kilómetros de distancia. Ruido de banda sinaloense cubría todo el sitio porque los despachadores de una tienda de conveniencia, ubicada junto a la gasolinera, decidieron sacar unas potentes bocinas y amenizar la mañana a su manera. Unos kilómetros adelante, tres patrullas de la policía estatal aguardaban a un grupo de hombres armados hasta los dientes: eran los escoltas del gobernador que habían llegado una noche antes vía terrestre sin su jefe mayor. El mandatario acudió en helicóptero, pero necesitaba que su escolta lo cuidara durante los apenas tres kilómetros de distancia que separan una cancha de futbol improvisada como helipuerto del foro donde se celebró la proeza.

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Los policías aceptaron posar para la cámara del fotoperiodista Víctor Hugo Valdivia mientras esperaban el paso de los escoltas del gobernador. "Hay mucho movimiento", decía con una sonrisa enorme el jefe del grupo policiaco mientras apuntaba con su ametralladora en dirección a la carretera; hacia un antiguo rancho ganadero que hace un par de años fue ocupado como cuartel por la Marina Armada. En este mismo lugar, tanto Los Zetas como el Cártel del Golfo, e incluso algunos "equis" —como se les llama con menosprecio a delincuentes novatos— montaban retenes para vigilar quién entraba y salía de San Fernando. El viernes santo eran los policías y los soldados los que habían puesto una serie de retenes. Para esta ocasión, el Ejército decidió estrenar su más reciente adquisición en el mercado armamentista: El Sandcat, un camión ultrablindado muy rápido y con un arsenal diverso. El Gato de Arena es el vehículo con el que los militares de la región se enfrentarán a los "Monstruos": armatostes vehiculares que Los Zetas diseñaron y pusieron a operar por estos rumbos hace ya tiempo. El teniente que dirigía a este equipo tenía una metralleta MAG calibre .762 y no dejaba que se le hicieran muchas fotos a su Gato de Arena, "porque luego los criminales nos lo copian". ¿Cómo podrían hacerlo si son diseñados en Estados Unidos?, le pregunté con cierta ingenuidad. "Pues secuestran a la gente que sabe hacerlos y los obligan para que los hagan". Mientras platicábamos, pasaron los escoltas del gobernador, escoltados a su vez por las patrullas estatales escoltadas por un grupo de la Marina.

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En la entrada de La Carbonera había un barco antiguo sobre el cual unos empleados estaban poniendo una manta promocionando la presencia de Mariana Seoane. Se trataba de un anuncio del evento convocado para celebrarse a las diez de la mañana, porque hacerlo por la tarde, o peor, en la noche, hubiera sido demasiado arriesgado, por más escoltas, policías y retenes militares que se pusieran. La Carbonera es un pequeño asentamiento camaronero que sólo tiene una avenida principal de tierra, en esta ocasión llena de coches esperando su turno para estacionarse. Pronto se formó una larga fila que avanzaba a ritmo muy lento, lo cual permitió que algunos conductores se bajaran a comprar camarones secos que sacaron familias de pescadores para ofrecerlos en venta afuera de sus casas. Estos pescadores logran sus capturas con una trampa llamada charanga, que es una red sujetada por una barrera en forma de "V" que se coloca en canales marinos por donde se prevea que pasen los camarones. Algunos de los pescadores prefieren dejarlas por las noches, cuando estos animales andan más activos.

El tráfico para llegar se volvió aún más lento a la altura de un campo llanero de futbol, donde ya estaban las tres camionetas blindadas, las patrullas estatales, la Marina, y un camión de bomberos que escoltarían al gobernador durante su recorrido de tres kilómetros por territorio de San Fernando.Al llegar a la orilla de la Laguna Madre, donde ya había un buen nivel de murmullo y gentío, una parvada de muchachos se acercó hasta el coche con camisas de "Tamaulipas somos todos". Estas playeras, así como vasos de plástico con caricaturas camaroneras que celebraban la hazaña, eran obsequiadas al por mayor en la entrada. Tras caminar por la orilla del estero, se podía llegar a un foro techado; los asientos de las primeras filas eran ocupados por funcionarios de gobierno vestidos con camisas color naranja camarón mezclados con algunos jefes militares que llevaban su riguroso uniforme de campaña. Todavía no había empezado nada, pero el maestro de ceremonias agarraba de vez en cuando el micrófono y con su voz que parecía resonarle en la garganta soltaba frases de antología: "Hermosa copa transparente que habrá de atraer los ojos del mundo, con un coctel de camarón de una tonelada o máaaas". Si la intención era avivar a los presentes, el hombre fracasaba porque después de sus intervenciones, el murmullo seguía tal cual, perdiéndose sus palabras en el aire caluroso de la mañana. Sólo cuando un par de empleados municipales comenzaron a quitarle a la copa gigante el plástico que la envolvía y la había cuidado de cualquier rayadura durante su traslado desde la Ciudad de México hasta acá, el murmullo del público declinó un poco, quizá porque pensaban que el gobernador estaba por llegar, pero éste en realidad llegaría casi dos horas después de lo anunciado. Quien aprovechó el silencio fue el maestro de ceremonias: "Hoy más que nunca estamos orgullosos del recurso hídrico de nuestra Laguna Madreeeee". A unos diez metros de ahí, sentado frente a una laptop vieja y con un tono cuasicientífico, el notario que daría fe del récord explicaba que la copa de vidrio pesaba 374 kilogramos.De todos los hombres de camisa color naranja camarón que estaban en las primeras filas, el más eufórico era el dentista Mario de la Garza, alcalde de San Fernando. Durante la espera del gobernador habló con cinco reporteros, uno de ellos de la oficina de prensa oficial, el cual hacía preguntas a modo. "Después de esto siguen muchas cosas positivas para San Fernando", insistió varias veces luego de reconocer que la economía se había colapsado en los últimos tiempos, aunque jamás mencionó la palabra violencia, ni secuestro, ni guerra, mucho menos narco. Cuando platiqué con él y le confesé que pese a vivir en Monterrey, no sabía que San Fernando produjera camarón, el alcalde me respondió con amabilidad que el camarón de San Fernando tiene un alto prestigio entre los expertos camaroneros mexicanos, aunque sea un camarón muy poco conocido comercialmente. "Por eso ahora queremos que todo el mundo sepa del camarón de San Fernando y coma camarón de San Fernando", sentenció. El alcalde estaba entusiasmado con su idea de preparar el coctel de camarón Más Grande Del Mundo, y prometía que en los próximos años San Fernando se convertiría en una potencia energética del país. Por lo pronto, el alcalde explicaba con vehemencia que ya era el municipio más importante en cuanto al gas natural de la ríquisima Cuenca de Burgos, que atraviesa Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila.

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El alcalde de San Fernando y familia, posan junto a ciudadanos colombianos.

Fue el alcalde quien me dijo, considerándolo un gran triunfo, que entre los invitados especiales estaba Thomas Mittmasht, un hombre de barba de candado y sombrero de playa que miraba muy relajado la copa de cristal gigante antes de que vaciaran en ella los más de 17 mil pequeños crustáceos. Mittmasht es el cónsul de Estados Unidos en Matamoros, y ante las preguntas de los reporteros sobre si ahora sí su gobierno aconsejaba a los estadounidenses visitar Tamaulipas, él les pedía que por favor leyeran un comunicado que había en la página web del consulado. En dicho documento se les advierte a los ciudadanos estadounidenses que si acaso tienen necesidad de viajar por Tamaulipas, la recomendación es que lo hagan de día, evitando desplazarse y "evidenciar bienestar económico que pueda llamar la atención". Le pregunté a Mittmasht cuándo había sido la última vez que él había visitado San Fernando, y me respondió que un año atrás, sólo de paso, mientras regresaba del informe del gobernador en Ciudad Victoria. Supongo que ahora viene más relajado, le comenté mirando su atuendo playero. "Bueno, menos formal", respondió. Había hecho el viaje escoltado solamente por cuatro camionetas blindadas.

El cónsul de Estados Unidos.

Un día antes del Festival del Mar de San Fernando, había muerto el escritor Gabriel García Márquez, pero quedaba claro que el realismo mágico que le atribuyeron tardaría en desaparecer tanto en México como en Colombia. Viene a cuento porque un funcionario de la secretaría de Turismo de Tamaulipas me insistía en que entrevistara a dos hombres de pantalón y guayaberas completamente blancas y con sombrero vueltiao colombiano. Eran Arnold y Plácido Verera Murillo, dos restauranteros de Cartagena de Indias, dueños de la Ostrería del Mar Rojo, que aseguraban haber llegado a San Fernando atraídos por su buen camarón y que no habían tenido problema alguno de seguridad. En el boletín oficial que difundió posteriormente el gobierno de Tamaulipas se asegura que ambos declararon que "Cartagena de Indias es una ciudad hermosa, pero lo que hemos visto aquí no tiene sin igual [sic], es como un sueño, nunca me imaginé venir al Golfo de México y conocer la Laguna Madre, la reina del camarón". Además de equiparar a San Fernando con una de las ciudades consideradas entre las más bellas del mundo, el apartado del boletín oficial sobre los colombianos mencionaba que ambos celebraban "que el gobernador y el presidente municipal le estén dando vida a esta playa, porque en otras partes no es lo mismo, ya que las autoridades se olvidan del pueblo y aquí es diferente". Lo que nunca mencionó el boletín, aunque sí algunos periódicos colombianos, es que los hermanos Verera habían viajado con gastos pagados a México para aprender cómo se prepara el coctel de camarón Más Grande Del Mundo, ya que las autoridades de Cartagena de Indias planean realizar esta misma proeza dentro de unos años.Cuando me acerqué a hablar con ellos, los colombianos hablaban con Arturo Ponce Pérez, uno de los dos chefs que dirigieron la preparación del coctel. Aunque su semblante era sumamente serio, el chef Ponce decía estar muy motivado. Quizá estaba nervioso, porque no pudo recordar cuándo había preparado anteriormente un coctel de camarón pequeño. Aunque dijo que prefería la carne que los mariscos, aseguró que durante los quince días recientes no había hecho otra cosa más que tomar cursos para preparar el coctel Récord Guinness y que ya tenían todo listo para el evento: poco más de una tonelada de camarón congelado, 150 litros de salsa catsup y cien litros de clamato; ni limón ni aguacate son incluidos en las exigencias de la empresa Récord Guinness. Mientras el chef coordinaba a sus veinte cocineras en un costado del templete principal, unos jóvenes con maracas llegaron a un costado porque se anunciaba que en cualquier momento arribaría al fin el gobernador y ellos eran los encargados de armar alboroto de fiesta para recibirlo. Luego se les sumaron más chicos con tambores y cuando la porra oficial estaba lista, las cocineras recibieron un discurso de ánimo por parte del otro chef al mando de la misión. Las dos cocineras más emocionadas eran las que cargaban unas cucharas gigantes para menear la salsa de tomate en la copa del coctel. Todas estaban vestidas completamente de blanco, con pantalón, camisa y tapabocas. Parecían enfermeras a punto de ayudar en la elaboración de un platillo que tendrá proteínas de alta calidad, vitaminas, minerales, mucho colesterol y fósforo, que es lo que le da la prestigio como alimento afrodisíaco.

Otro funcionario se acercó para decirme que el camarón de San Fernando era único en el mundo, y que su sabor exquisito era algo realmente difícil de hallar. Después empezó a decirme que gracias al camarón y al gas natural su pueblo se volvería una potencia económica. Habló de los 18 millones de metros cúbicos de gas natural que salen de aquí a Reynosa y van a Estados Unidos, y con voz baja, como para que no lo escuchara mucha gente, me dijo que habían encontrado ya otros dos grandes yacimientos: el Trión 1 y el Trión 2. Luego empezó a quejarse de que Pemex no hubiera cooperado con nada de dinero para la celebración del coctel ni tampoco ninguna de las otras 28 empresas energéticas que tienen algún tipo de presencia en la región, salvo Geokinetics, que sí aportó una cantidad que el funcionario no quiso especificar. Las autoridades de Tamaulipas pagaron 20 mil dólares a la empresa Récord Guinness sólo por usar su logotipo en las campañas de publicidad. Se ahorraron, esos sí, los gastos de representación y traslado de la comitiva de la empresa internacional, debido a que ninguno de los empleados de Guinness aceptó viajar a San Fernando, ante el alto riesgo que representa Tamaulipas. El funcionario lamentó esto y dijo que sólo era cuestión de mala imagen, "por culpa de esos 72 indocumentados muertos que estaban allá por los límites con Matamoros, pero que nos los vinieron a echar acá a nosotros, y pos ni modo". Cuando le pregunté sobre las diversas fosas clandestinas y balaceras registradas en los años recientes, se quedó callado y retomó su conversación sobre el sabor exquisito de los camarones de San Fernando. "En serio que son los mejores del mundo. Yo los he probado en San Francisco y en Europa, y para nada le llegan".Debimos interrumpir la conversación porque la actividad se intensificó en el área del templete principal. El helicóptero del gobernador ya había aterrizado. Uno de los escoltas se daba tiempo para bromear con otro escolta que ayudaba al hombre disfrazado de camarón a acomodarse en su lugar. Cuando pasaron frente a él, decía: "Órale, no me arrime el camarón".[1] En tanto, el jefe de logística del gobernador peleaba con dos jóvenes organizadores: "Al gobernador le van a servir su coctel allá arriba. El gobernador no va a ir a ninguna hielera a recogerlo", puntualizaba. De forma sorpresiva, el gobernador decidió arribar al foro caminando entre el público, saludando de vez en cuando con la mano a los asistentes. En cuanto llegó a la fila en donde estaban los dos colombianos se detuvo para recibir unos regalos que le habían traído de su tierra y luego se tomaron una foto juntos. En la primera fila lo esperaban los alcaldes de Méndez, Valle Hermoso, Burgos y otros pueblos de la región vestidos con camisas color naranja camarón, así como el coronel y el capitán a cargo del destacamento militar de San Fernando. El gobernador, que también llevaba su camisa color naranja camarón, llegó sin su esposa al evento, aunque lo acompañó su padre, Egidio Torre López, quien también se sentó en primera fila y recibió una amplia bienvenida por el alcalde de San Fernando, quien de inmediato tomó la palabra para anunciar que dentro de poco: "Seremos noticia como ejemplo de perseverancia. Hablarán de gente ordinaria que hizo una cosa extraordinaria". Posteriormente, el edil agradecería lo mismo a la Madre Naturaleza que al gobernador por hacer posible que San Fernando estuviera a punto de preparar el coctel de camarón Más Grande Del Mundo.Una vez terminada su participación, el maestro de ceremonias, con su inconfundible voz engolada anunció que se proyectaría un video enviado por la directiva del Récord Guinness desde Londres. Se hizo un silencio total y en una pantalla gigante apareció la imagen de una rubia muy sonriente y con un ligero escote entre chiflidos de admiración del público masculino. En un español pocho, la joven mujer agradeció antes que nada al gobernador, Egidio Torre (cuando pronunció la doble erre de Torre lo hizo con sumo cuidado de no equivocarse), y mientras enlistaba los nombres de otros funcionarios con su esmerado español, un par de camionetas con cajas refrigeradoras se acercaban por detrás de la pantalla y los dos chefs, auxiliados por sus cocineras impolutas vestidas de blanco, comenzaron a sacar de los contenedores paquetes de aproximadamente 25 kilogramos de camarón. Cuando las cocineras lanzaron la caja número 22, el coctel de San Fernando llegó a los 540 kilogramos y oficialmente superó el récord anterior que tenía Mazatlán, Sinaloa. Un grito de euforia recorrió el foro y esta vez el maestro de ceremonias se mantuvo en silencio. Aunque el momento de mayor clímax fue cuando la copa llegó a los mil 045 kilogramos y apareció la actriz Mariana Seoane, dirigiéndose a su lugar separado en la primera fila. Los gritos de emoción retumbaron en La Carbonera y el maestro de ceremonias no se pudo aguantar y con su voz demencialmente difícil de olvidar gritó: "Nivel superior de prestigio turístico del mundoooo". Apenas se sentó en la primera fila, Seoane fue exhortada por miembros del público a que se parara para mostrar su cuerpo: "Te queremos ver, Mariana", le gritaban una y otra vez. Y ella se paraba, se daba la vuelta y decía: "Qué buen público". Después Seoane subió al templete para acompañar al gobernador a que probara un sorbo de la copa. Al ver con mejor ángulo el cuerpo bien torneado de la actriz, el público explotó en una euforia aún superior. También el alcalde y su esposa subieron al templete para posar junto a los chefs, Seoane y el gobernador, al lado del coctel de camarón Más Grande Del Mundo. En medio de una agitada celebración, el político dio un discurso que duró menos de dos minutos y que acabó diciendo: "Este es nuestro Tamaulipas. Todos los días trabajamos y en nuestros días de descanso, ¿qué hacemos? Rompemos récords mundiales".

Después su anticlimática intervención, el gobernador dio una rueda de prensa informal con los escasos reporteros presentes. No hizo mención alguna a las marchas ciudadanas de mil personas exigiendo paz en Tampico ni tampoco a la petición de las Asociaciones de Padres de Familia, que sugerían interrumpir las clases después de vacaciones hasta que se confirmara que la situación estaba bajo control y se garantizara la integridad de los niños. Luego caminó unos minutos entre los asistentes al evento, se dejó tomar algunas fotos y en menos de una hora ya estaba saliendo de San Fernando. No se quedó a comer camarón. Por su parte, Seoane fue asediada en todo momento por sus fans mientras se dirigía hasta otro escenario en donde dio su show musical y se fue cuando todavía no eran ni las dos de la tarde. Mientras la actriz cantaba, cientos de sanfernandenses hacían colas para recoger su porción del coctel de camarón Más Grande Del Mundo. En el área de la playa, la fiesta estaba a todo lo que daba. Lo mismo disfrutaban desde familias que armaban sombreros gigantes hechos con las cajas de cartón de las cervezas Tecate hasta voleibolistas jugando apasionados partidos. También había improvisados salvavidas, vendedores de spray antimosquitos, padres de familia cargando cervezas y triciclos, vaqueros en shorts cantando canciones norteñas a todo pulmón y bandas de amigos con ropa de camuflaje tomando cerveza a toda velocidad, antes de que dieran las cuatro de la tarde, la hora en la que la Sonora Dinamita dejaría de tocar y se acabarían los festejos. Justo en ese momento regresé al templete principal. La copa del coctel de camarón Más Grande Del Mundo estaba completamente vacía. Los más de 17 mil pequeños crustáceos estaban alimentando en ese momento a unos cuatro mil estómagos humanos en la playa de La Carbonera.Esa misma tarde del viernes santo, después de pasar el día en la playa La Carbonera, volví al casco del pueblo, donde decenas de casas y negocios permanecían abandonados, algunos de ellos semisaqueados y en ruinas. Una noche antes de que San Fernando lograra la hazaña, un joven había sido secuestrado en su casa por uno de los grupos de guerra que siguen operando en la zona. Una semana antes había sido detenido un taquero por servir de espía para la mafia. Tres semanas antes la Marina había abatido a la hija de un pastor evangélico señalándola como sicaria. Un mes atrás había sucedido un tiroteo de casi una hora en un valle cercano. Dos meses atrás el sacerdote del pueblo, que en ocasiones excepcionales ha mediado en los secuestros, había sido golpeado tras acudir a entregar el dinero de un rescate. Tres meses antes, un grupo de jóvenes habían sido secuestrados y presuntamente llevados como esclavos por otro comando armado. Cuatro meses atrás habían sido secuestradas 20 personas en un lapso de una semana y liberadas a cambio de cantidades que oscilan entre los 500 mil y el millón de pesos. Ninguno de estos hechos se dio a conocer a la prensa en su momento y la sensación de las personas que hablaban era la de que en San Fernando aún no había pasado la peor sino de que lo peor seguía ocurriendo a cada momento. Algunos pobladores que entrevisté estaban molestos con el Récord Guinness. Si bien la llegada de la primavera les sacaba una sonrisa como a cualquier ser humano, y celebraban la recuperación de un espacio como la playa La Carbonera —aunque sólo fuera por unas horas— el miedo a ser secuestrados o asesinados prevalece entre los habitantes. La idea del coctel Más Grande Del Mundo que tuvieron el alcalde y el gobernador para restarle el olor a muerte al pueblo, más en su imagen exterior que en su realidad cotidiana, era vista con escepticismo. Para ellos se trataba de una cortina de humo menos ingenua que patética. "No se puede tapar la realidad de San Fernando con un coctel de camarón, por más grande que sea", me dijo uno de ellos. Luego otro completó: "Bueno, si tenemos un gobernador que no ha resuelto ni el crimen de su hermano, ¿cómo podemos creer que quiere atender de verdad los problemas de seguridad que tenemos todos los demás? Esto es una tierra de nadie".Cuando caía la tarde, en las calles del centro, una pequeña procesión por el viernes santo transcurría en silencio. Todos los fieles que la acompañaban iban de blanco y resultaba fácil imaginar que no estaban pidiendo que su gobierno buscara imponer un récord mundial gastronómico. A la mañana siguiente, sábado de gloria, mientras íbamos dejando atrás el valle de San Fernando, con sus pastizales verdes relucientes y sus hermosas praderas que se perdían en el horizonte malva del amanecer, costaba trabajo creer que mientras Tamaulipas es el pozo en el que se desvanece la democracia de México, sus autoridades pidan olvidar el horror con un coctel de camarón.

[1]Camarón es una de las tantísimas acepciones que se usan en México para referirse al miembro masculino.

* DIEGO ENRIQUE OSORNO* NOTICIAS* TAMAULIPAS* RECORD GUINES