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A los migrantes no les da miedo el muro de Trump: por tierra o mar van a seguir cruzando

VICE News recogió las opiniones de mexicanos y centroamericanos refugiados en el albergue La Sagrada Familia. Piensan cruzar a Estados Unidos antes de una posible victoria electoral del candidato republicano.
Imagen por Mike Nelson/EPA
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Los ojos de Sergio González están inyectados en sangre. Tiene la piel castigada por las inclemencias del tiempo: nadie diría que tiene 20 años. Esta es la quinta vez en tres años que este hondureño está atravesando México en su intento por llegar a Estados Unidos.

"Si me quedo en mi país, terminaré obligado a entrar en alguna pandilla y me matarán". Así es como explica la constancia con que, cada año, invariablemente, abandona su hogar en la capital de Honduras, Tegucigalpa, para escapar a su destino: "si no me uno a una pandilla, me matarán igualmente".

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El jovencísimo migrante se esconde bajo una marquesina de la llamada Sagrada Familia — un refugio para migrantes al final de un callejón de la céntrica ciudad mexicana de Apizaco [Tlaxcala] . Las lluvias y el granizo intempestivos soplan de manera intermitente. Sergio se protege del vendaval de frío con su camiseta, que estira hasta cubrirse el rostro.

En la puerta de al lado, una docena de migrantes están hacinados en un dormitorio plagado de literas. Se les permite pasar dos noches en el refugio. Luego se tienen que ir. La siguiente parada consistirá en subirse al infame tren de mercancías que viaja rumbo al norte.

Sergio cuenta la de veces que ha visto a gente caerse del tren en marcha. Muchos pierden las piernas. Sergio también habla de la miseria y de la extrema pobreza hondureña. Y, cómo no, habla de las violentísimas pandillas que están devastando el país.

'Si me quedo en mi país, terminaré obligado a entrar en alguna pandilla y me matarán. Y si no lo hago… me matarán igual'.

Sergio también se refiere a la insultante promesa de Donald Trump, a su promesa de levantar un muro entre México y Estados Unidos si sale elegido presidente de Estados Unidos en las elecciones que se celebrarán el próximo 8 de noviembre.

"¿A cuántos más de nosotros habrá que enterrar? Imagínate esto si levantan un muro", reflexiona González. Al joven hondureño le preocupa que el peligroso viaje hasta el norte, se convierta en algo todavía más peligroso. "A mí me parece una locura lo que quiere hacer este hombre. Esperemos que no gane".

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Los migrantes aprovechan que ha parado de llover para comer un almuerzo gratuito en el patio del refugio la Sagrada Familia. (Imagen por Nathaniel Janowitz/VICE News).

Es evidente que las repetidas alusiones xenófobas de Donald Trump, quien ha tachado a los migrantes de delincuentes y de violadores, no han sentado bien. Por no hablar de la insistencia del monstruoso líder republicano en recordar que "México tendrá que pagar el muro".

A pesar de que inicialmente estaban temerosos de pronunciarse, en las últimas semanas, los políticos han empezado a mostrar su rechazo sin tapujos a la iniciativa del racista candidato republicano.

En realidad el debate sobre el muro arrancó después de que Felipe Calderón, presidente mexicano entre 2006 y 2012 proclamara que "México no pagaría un miserable centavo por un estúpido muro". El antecesor de Calderón al frente del ejecutivo mexicano, Vicente Fox describió recientemente a Trump como a un "loco" en una entrevista emitida en inglés por el canal de noticias Fox. El expresidente sentenció: "yo no voy a pagar por este jodido muro".

Por su parte, el actual presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, tampoco ha querido quedarse a la zaga, aunque, como es habitual, ha sido el último en reaccionar. Peña Nieto ha comparado la campaña de Trump, con el ascenso de otros dos tristemente legendarios fascistas, dos individuos que, además, orquestaron toda suerte de crímenes de guerra: Hitler y Mussolini.

Trump ha ofrecido varias cifras sobre el precio que podría costar el muro y ha propuesto distintas maneras en que México podría pagarlo. Esta semana comentó que podría forzar a los mexicanos a hacer un pago de entre 5 mil y 10 mil millones de dólares en virtud de la legislación antiterrorista. Una aplicación poco transparente de la misma, le permitiría cortar por lo sano la asignación de dinero, las llamadas remesas. Se trata de la asignación económica que regula la ley estadounidense y que permite que cada migrante mexicano que reside en Estados Unidos pueda mandar dinero a su familia.

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Donald Trump ha insinuado que podría alterar la normativa que estipula la cantidad de dinero que se permite mandar, si le da la gana. Solo el año pasado, las remesas enviadas a México desde Estados Unidos ascendieron a 25 mil millones de dólares.

Hablamos con una guatemalteca escondida en una iglesia de EEUU para evitar que la deporten. Leer más aquí.

"Es un profeta de mentira, un profeta que promete hundir a un gran país como Estados Unidos en las profundidades del océano, que pretende hacerlo naufragar hasta lo más hondo de las costas de la ignorancia, el racismo, el ansia y el desasosiego", escribió el expresidente Fox en alusión al maquiavélico plan de Trump en un artículo publicado por el rotativo británico The Guardian.

Según Salvador Hernández, quien ha trabajado como voluntario en el refugio para migrantes llamado la Sagrada Familia durante los últimos cuatro años, el muro será derrumbado.

"Donald Trump se ha hecho famoso por su racismo", cuenta. "Pero pase lo que pase, la gente seguirá emigrando, no dejarán de buscar hasta encontrar el lugar por el que infiltrarse".

Hernández cuenta que el refugio ha observado un aumento de los migrantes llegados de Centroamérica y de México en los últimos meses.

Según relata, alrededor de 300 de los migrantes que desfilan por el refugio cada mes llegan de Honduras, mientras que el resto lo hacen de El Salvador, Guatemala y de México. En la costa pacífica mexicana es más habitual encontrarse con migrantes salvadoreños y guatemaltecos.

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'De una forma o de otro la gente va a continuar emigrando, no dejarán de buscar hasta encontrar el lugar por el que infiltrarse'.

Honduras, El Salvador y Guatemala son conocidos como el Triángulo Norte de Centroamérica. Se trata de tres estados castigados por la intensidad de la violencia pandillera, que ha provocado que muchos de sus ciudadanos, especialmente los más jóvenes, estén luchando por eludir la fatalidad de su destino, un destino que les condena a una muerte temprana y violenta.

"Las cifras son sobrecogedoras", ha comentado esta semana en rueda de prensa Adrian Edwards, portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas de Ayuda al Refugiado (ACNUR). "El número de personas que están huyendo de la violencia en Centroamérica, especialmente de la violencia de las pandillas, ha alcanzado unos niveles que no se registraban desde los años 80, la época en que la zona fue devastada por las guerras civiles".

El discurso xenófobo de Trump surge de la crisis migratoria que se registró en Estados Unidos en 2014. Entonces, la extrema violencia que se vivía en Centroamérica llevó a muchas familias a embarcar a sus hijos menores en solitario rumbo a Estados Unidos. El peligroso periplo provocó un aumento de las mafias de traficantes de personas, de la delincuencia, los asesinatos y del número de migrantes en general, que desbordó por completo a los funcionarios de aduanas estadounidenses..

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El presidente Barack Obama describió entonces la situación como una "crisis humanitaria". Más adelante su gobierno se apoyó en México para intentar solucionar la situación o, al menos, para ocultársela subrepticiamente al pueblo estadounidense.

El gobierno mexicano arrancó entonces, con el apoyo económico y político de la administración Obama, un programa para intensificar la intercepción de migrantes que atravesaban México rumbo a Estados Unidos. El plan no era otro que deportarlos de manera fulminante.

En 2013, los funcionarios mexicanos deportaron a un total de 78.733 migrantes centroamericanos. En 2015 la cifra, prácticamente, se dobló: entonces alcanzó los 151.510.

Las fuertes medidas auspiciadas por Obama provocaron que el número de migrantes que alcanzaba la frontera estadounidense cayera en picado. Claro que los índices volvieron a subir enseguida. Entre octubre de 2015 y febrero de 2016 el número de aprehensiones de migrantes menores se ha disparado un 89 por ciento en comparación con las cifras registradas el año anterior. Igualmente, el número de aprehensiones de familias ha ascendido en un 149 por ciento.

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Si bien los niveles todavía no han rebasado los de la "crisis" de 2014 — que vivió su momento de máximo apogeo entre abril y julio de aquel año — lo cierto es que no están demasiado lejos.

La caída y el posterior aumento, ha sido achacado a un periodo de tiempo en el que los migrantes y los traficantes de personas han empezado a escurrirse por caminos alternativos, rutas mucho menos monitorizadas.

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El reciente aumento podría vaticinar la proximidad de otra crisis, ya que los meses de primavera y verano son, proverbialmente, los que conocen los índices de migración más elevados. El aumento también podría explicarse por la urgencia de los migrantes por llegar a la frontera, antes de una posible y desastrosa victoria electoral de Trump.

Los migrantes saltan y suben al tren que pasa justo por encima de la Sagrada Familia, en Apizaco, Tlaxcala. (Imagen por Nathaniel Janowitz/VICE News).

Sea como sea, la idea de construir un muro no es nueva. Alrededor de un tercio de los más de 30.000 kilómetros por los que se extiende la frontera entre México y Estados Unidos, está vallado.

La patrulla fronteriza de Estados Unidos arrancó con su faraónico proyecto de levantar una barrera de tres metros de altura, a la que se conoció como "la valla principal", en 1990. El tramo, que iba de San Diego hasta Tijuana y que cubría los primeros 22 kilómetros de frontera — una frontera que arranca en el océano Pacífico —, se completó en tres años.

En 1996 se empezó a construir una nueva valla paralela a la primera. A esta se la describió como a la "valla de doble capa". Después de nueve años de trabajos, solo lograron completarse 15 kilómetros de su trazado, debido a la creciente preocupación por que el presupuesto se fuera a disparar de manera estratosférica, y por el temor a incumplir las necesarias garantías medioambientales en los kilómetros restantes.

Claro que el entonces presidente estadounidense, el ultraconservador y beligerante George W.Bush, lejos de permitir que nada le impidiera construir el muro, firmó la ley de la Valla Segura en octubre de 2006, en el crepúsculo de su aberrante mandato. La ley disponía que debían de levantarse otros 1.050 kilómetros de valla de doble capa — el mismo sistema que se había intentado implantar entre San Diego y Tijuana.

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Para el año 2011, después de una faraónica inversión de 2,9 mil millones de dólares, según lo cifró un informe de la oficina de Fomento del gobierno de Estados Unidos, los 1.050 kilómetros de valla habían sido ya erigidos. Sin embargo, solo 55 kilómetros de la misma, eran de doble capa. De tal manera, a día de hoy, más de la mitad de la valla es de una sola capa y los restantes 500 kilómetros están diseñados para interceptar a automóviles, un espacio por el que se puede deslizar caminando con facilidad cualquier persona.

'A día de hoy tenemos vallas, barreras portátiles y muros, ineficaces y perjudiciales que no cumplen con el propósito al que se habían consagrado'.

La ley de la Valla también contemplaba la construcción de un muro virtual — una red de videocámaras, sensores terrestres y radares — diseñados para monitorizar las incursiones fronterizas. Después de una inversión estimada en alrededor de mil millones de dólares, sólo se lograron levantar 80 kilómetros de trazado virtual. El presidente Barack Obama decidió fulminar el desastroso proyecto en 2011.

Los activistas pusieron el grito en el cielo durante años para denunciar la antigua valla, no solo por su elevado coste, sino por su absoluta ineficacia y por su temerario impacto medioambiental.

"La mayor parte de la valla fronteriza fue construida sin contemplar sus consecuencias medioambientales, ni su impacto en la salud pública", explica Dan Mills, el organizador de la iniciativa Borderlands Campaign, un organismo que trabaja para la organización conservacionista Sierra Club.

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Según comenta Mills, para conseguir que se levantara la anterior construcción, la administración Bush violó 37 leyes ambientales, tales como la Ley de Aire Puro, la Ley de Agua Potable y la Ley de Especies en peligro de extinción.

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"A día de hoy tenemos vallas, barreras portátiles y muros, un batiburrillo de infraestructuras caras, ineficaces y perjudiciales que ni funcionan ni cumplen con el propósito al que se habían consagrado".

Según relata Mills, existen una amplia variedad de especies que están amenazadas por la valla actual.

"La vida salvaje ha sido bloqueada por muros que se interponen en sus hábitos migratorios. Sus hábitats se han visto seccionados y fragmentados", comenta. Y acto seguido menciona el interminable listado de especies amenazadas, como pequeños pájaros y serpientes. Mills considera que construir un nuevo muro sería definitivamente nefasto para la vida silvestre.

El muro de Trump también ha despertado el desdén espiritual del Papa Francisco. "Una persona que solo piensa en levantar muros, sin importarle donde quiera levantarlos, y que se olvida de tender puentes, no es una persona cristiana", comentó a los reporteros al final de su visita a México el pasado mes de febrero. Trump, que presume de ser presbiteriano, reaccionó diciendo que el gobierno mexicano estaba utilizando al Papa como "arma arrojadiza".

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Josh Stallings, un misionero luterano de 21 años procedente de Texas, trabaja como voluntario en el refugio de la Sagrada Familia. Stallings cuenta que él también contempla el muro en términos ascéticos.

"Para muchos cristianos, la definición de pecado es la de todo aquello que separa a la gente, es todo lo que nos aleja de la creación y de Dios", relata de pie, sobre el patio de cemento del refugio.

"Estar en la frontera y ver este muro… es uno de los más evidentes y siniestros ejemplos de lo que es un pecado, una simple y aparentemente trivial separación de gente".

Una valla que separa Juárez de El Paso. Sobre el dique se lee la leyenda en grandes letras que reza: "Berlin Wall". (Imagen por Nathaniel Janowitz/VICE News).

Stallings añade que, a pesar de haber crecido a escasas tres horas de la frontera, tan solo se da cuenta del enorme flujo de migrantes que surca la misma cuando pasa horas trabajando en el refugio.

El conocido activista pro derechos humanos mexicano Rubén Figueroa ha ayudado a cientos de migrantes a recorrer el trecho mexicano de la frontera. Figueroa ha estudiado lo ineficaz que resulta la valla para detener tanto a los migrantes como a los narcotraficantes. Figueroa vive en el sur de México, donde las cacerías policiales para apresar a centroamericanos han sido más intensas. Allí, de hecho, la persecuciones han obligado a los migrantes a considerar rutas alternativas, trayectos infinitamente más peligrosos y mucho más caros.

'Estar en la frontera y ver este muro… Es uno de los más evidentes y siniestros ejemplos de lo que es un pecado, una simple y aparentemente trivial separación de gente'.

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Figueroa considera que el muro que ha prometido Trump es básicamente un muro de oportunismo político, y está convencido de que nunca será construido. Para el activista, si el muro termina siendo levantado algún día, solo entrañará más riesgos para los migrantes. Y poco más.

"La migración no se detiene, solo que hoy en día es mucho más cara. Los traficantes de personas hacen cada vez más dinero", cuenta Figueroa. "Y lo mismo va a suceder si Trump levanta el muro".

De vuelta en la Sagrada Familia, Lucio Lara, un migrante mexicano del estado de Oaxaca, explica que el continuará intentando entrar en Estados Unidos, con o sin muro.

"Los migrantes nunca dejarán de intentarlo. Vienen de lugares donde no hay futuro, donde no existe la manera de progresar", cuenta. "Cada migrante busca un futuro para su familia, una vida mejor. No pretenden hacer daño a nadie".

Sergio González y Lucio Lara se han conocido en la Sagrada Familia. Ambos planean llegar a Estados Unidos con muro o sin el. (Imagen por Nathaniel Janowitz/VICE News).

Lara llegó a vivir hace tres años y medio a New Jersey. Trabajaba con la intención de poder llevar a sus dos hijos a Estados Unidos. Según cuenta, la última vez que fue deportado lo hizo bajo una acusación falsa de acoso sexual. Dice que le denunció una mujer con la que solo había hablado una vez. Y también denuncia que los policías le golpearon y que le encarcelaron y le deportaron sin que mediara una investigación de por medio.

"Se puede detener a la gente que llega por tierra… ¿pero qué pasa con la que lo hace por mar? Van a remar los océanos, van construir túneles submarinos", cuenta en nombre de la determinación inquebrantable de los migrantes, que como él, van a seguir avanzando. "Si Trump consigue levantar su muro, lo único que traerá será muerte, destrucción y caos. Porque los migrantes no se van a detener".

Sigue a Nathaniel Janowitz en Twitter: @ngjanowitz

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