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¿Por qué algunas personas están cubriendo los Alpes con mantas?

Durante los últimos 8 años los vecinos del está glaciar suizo del Ródano se han dedicado a proteger el hielo con mantas. Éstas sirven para contener los rayos del sol y evitar así que penetren en la corteza helada del glaciar durante los meses de verano.
Image via Lysippos / Wikimedia Commons

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La expectativa de vida de un glaciar es de centenares de años. Sin embargo, la velocidad de su crepúsculo puede ser inusualmente veloz. Tal es el caso del glaciar del Ródano, en Suiza. Se estima que hacia final de siglo apenas quedará un 10 por ciento de su volumen. Algunos vecinos de la zona, alarmados por su derretimiento, se han aventurado a incorporar su propio tratamiento paliativo.

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El glaciar del Ródano está integrado en una cueva de hielo desde 1870. A lo largo de los últimos 8 años los vecinos de la tierra en que está el glaciar se han dedicado a proteger el hielo con mantas. Estas sirven para contener los rayos del sol y evitar así que penetren en la corteza helada del glaciar durante los meses de verano. David Volken, un glaciólogo que trabaja en el ministerio suizo de Medioambiente estima que la medida improvisada por los vecinos ha contenido el derretimiento del glaciar entre un 50 y un 70 por ciento.

"Es una buena medida para preservar la cueva pero no puede detener el derretimiento", asegura Volken. "No se puede cubrir el glaciar entero de mantas".

El glaciar del Ródano, situado cerca de la aldea de Gletsch, se ha convertido en un centro de atención turística. Muchos de los curiosos se acercan durante los meses de verano para caminar a través de su etéreo silencio azul. Se deslizan por la gruta esculpida con el esfuerzo de los vecinos desde 1870. Sin embargo, cuanto más pasa el tiempo mayor es la sensación de que descender hasta el interior del glaciar es cada vez más parecido a sumergirse en un organismo rápidamente deteriorado.

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Observar las fotografías del glaciar del año pasado y compararlas con las del año 2007 resulta dramático. Lo que antes fue una espesa masa de hielo abundante y en expansión parece ahora un esqueleto raquítico. La materia también ha cambiado de forma: allí donde antes había un glaciar ahora hay un lago.

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"Esperamos que, hacia final de siglo, haya entre quinientos y seiscientos lagos", declaró Volken. Según el científico, el impacto de esos lagos podría desencadenar lo que se ha convenido en llamar el efecto Coca-cola. "El hielo se derrite antes en Coca-cola que en sí mismo, de la misma manera que el hielo se derrite antes en el agua que en el aire".

Samuel Nussbaumer, un científico que trabaja para la Estación de Control de los Glaciares del Mundo (WGMS, en sus siglas en inglés), en la Universidad de Zurich, asegura que los glaciares del mundo se están derritiendo hoy dos o tres veces más deprisa que durante el siglo XX.

La WGMS integrada por investigadores de 30 países distintos publicó sus hallazgos el pasado mes de agosto en el Journal of Glaciology. Los resultados estaban extraídos de la información recabada a lo largo de los últimos 120 años. De tal manera podría compararse la velocidad de derretimiento del hielo entre los siglos 20 y 21. La conclusión — que el índice de derretimiento actual no tiene precedentes a nivel global — está basada en informaciones cuantificadas numéricamente, además de en documentos escritos e ilustrados históricamente. La primera causa del incremento del derretimiento es el calentamiento global. Si bien un aumento de entre un cuarto y medio grado puede no tener unas consecuencias tangibles ni detectables a nivel humano, lo cierto es que los glaciares son extremadamente sensibles a esos cambios.

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"Quizá no lo sintamos, pero la lengua del glaciar si lo hace", comenta Nussbaumer. A su juicio, los cambios anuales en la masa de los glaciares son "un síntoma directo del cambio climático".

Si bien la masa es una de las formas de medir la pérdida de un glaciar, su tamaño es otro. La longitud de un glaciar, a diferencia de los cambios en su masa, es más lenta a la hora de responder a los cambios medioambientales. Mientras que un verano caluroso tiene un efecto inmediato en la masa, aquello que afecta a la longitud del glaciar tarda más en manifestarse. "Hay entre veinte y treinta años de retraso", dijo Nussbaumer. Dicho sencillamente, eso significa que las longitudes de los glaciares actuales son un espejo de lo que sucedía hace 30 años; lo que estamos haciendo ahora será nuestro legado para la próxima generación.

"La única cosa que podemos hacer es limitar las emisiones y disminuir las temperaturas", declaró Nussbaumer. En términos de supervivencia de los glaciares, las opciones son entre malas y peores. "Dependiendo de lo que hagamos ahora, en 150 años tendremos quedará entre el 0 y el 10 por ciento de la masa del glaciar".

Si bien las mantas podrían ser una solución efectiva entre la vecindad inmediata y a corto plazo, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF en inglés) ha criticado la práctica por no plantear una solución a largo plazo. Así lo cuenta Pierrette Rey, portavoz de la sucursal suiza. "Ignoramos qué efectos tendrán tales medidas en el ecosistema a nivel general".

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Rey recuerda la abismal diferencia que separa a los glaciares suizos de hoy de los que conoció de pequeña. Entonces salía a caminar con sus padres. "Ahora, cada vez que vuelvo puedo notar las diferencias", explica. "No han desaparecido, pero se han encogido muchísimo".

Los glaciares, debido a su sensibilidad a las fluctuaciones de la temperatura tanto a corto como a largo plazo, son un buen indicador de tendencias más amplias en el cambio climático", relata Nussbaumer. "Todo el mundo puede observar los cambios".

Más allá del impacto a nivel local, de la disminución del turismo y de la pérdida de un fenómeno natural que se ha convertido en patrimonio nacional y en símbolo de la identidad de Suiza, el derretimiento de los glaciares también tendrá un impacto práctico en el país. Nussbaumer señaló que las consecuencias podrían ser la disminución del agua fresca utilizad para irrigar, para beber y para las centrales hidroeléctricas, además del desequilibrio de la tierra que dejan atrás, que puede desembocar en la erosión y en el flujo de vertidos. A nivel global, el derretimiento de los glaciares contribuye al incremento del nivel del mar.

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En 1817 los autores románticos Mary Shelley y Percy Bysshe Shelley publicaron un diario de viajes sobre su periplo por Francia, Suiza, Alemania y Holanda. En el texto se describen poéticamente los glaciares suizos y se refieren a lo mucho que creen que duraran.

"Todos coinciden en que la nieve en la cumbre del Mont Blanc y de las montañas vecinas aumentará perpetuamente y que el hielo, en forma de glaciar, subsiste sin necesidad de derretirse en el valle de Chamonix durante su efímero y variable verano", escribieron. "Si la nieve que produce este glaciar aumentara y el calor de este valle no es obstáculo para la existencia perpetua de tales masas de hielo como las que se han derretido hasta ahora, las consecuencias son evidentes: los glaciares no solo sobrevivirán sino que aumentarán de tamaño. Al menos, hasta que inunden este valle".

Sin embargo las palabras de Shelley no se han cumplido y el calor del valle se ha convertido en un obstáculo. Por no hablar de la imposibilidad de su perpetua existencia. "La muerte de esta cueva de hielo se puede anticipar", asegura Nussbaumer en alusión a su adorado — por muy cubierto de mantas que esté — pedazo del glaciar del Ródano. "Es solo una cuestión de tiempo".