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Defensa y seguridad

En imágenes: los búnkeres antinucleares de Suiza, un refugio para el apocalipsis

VICE News ha visitado Suiza para conocer los búnkeres que cada edificio debe tener obligatoriamente por si sucede algún tipo de guerra o desastre. En la actualidad, algunos de ellos sirven de hogar para miles de refugiados y migrantes.
Foto di Luigi Mastrodonato/VICE News.
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El pasado 3 de febrero sonaron las sirenas de emergencia en Suiza. Un sonido suave y modulado comenzó a escucharse a las 13.30h y durante casi un minuto. Poco después, se transformó en doce sonidos graves, separados en secuencias de 20 segundos e intervalos de 10.

Sin ninguna guerra a la vista en la que pueda verse entrometido el pequeño país neutral, simplemente se trató de un simulacro anual para probar el buen funcionamiento de las sirenas y la capacidad de reacción de las personas ante una emergencia, práctica que se realiza el primer miércoles de cada febrero. En Suiza la seguridad pública es un asunto importante.

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Tanto las ciudades como los valles suizos disponen de un total de 5 mil sirenas fijas y 2.800 móviles, operadas por la Departamento Federal de Defensa, Protección de la Población y Deportes (DDPD).

Y este despliegue es sólo una muy pequeña porción del gran aparato de defensa civil del país. Puentes que alojan dinamita para ser destruidos en caso de invasión extranjera armada; autopistas diseñadas de tal forma que pueden transformarse en pistas de despegue y aterrizaje para aviones de guerra; espacios blindados debajo de los hospitales para continuar con las actividades de salud en situaciones de crisis. Y búnkeres antinucleares.

Hay miles de ellos en Suiza: solo en la comuna de Lugano hay 13, gestionados por el DDPD y las autoridades federales. Un mosaico de ciudadelas subterráneas, diseñado para dar cabida a cientos de personas y estructurado para ser autosuficientes durante largos períodos, desde todos los puntos de vista — alimentos, energía y agua.

"No hay correos electrónicos seguros", dice el director de la CIA, tras haber sido hackeado. Leer más aquí.

Además de estos puntos públicos de acogida, existen muchos otros privados. Exactamente, uno por cada edificio. Son los llamados refugios domésticos: búnkeres subterráneos donde esconderse en caso de bombardeo, ataque químico, terremoto u otros desastres apocalípticos.

Una ley suiza, aprobada en los años sesenta y revisada a lo largo de las décadas, hace obligatoria la construcción de un búnker debajo de cada edificio. Como se indica en el artículo 46 de la Ley federal sobre la protección de la población y la protección civil, quien "construye un edificio residencial debe incluir un refugio y equiparlo" y los "municipios se asegurarán de que las áreas en las que el número de lugares de protección sea insuficiente cuenten con refugios públicos lo suficientemente equipados".

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En 2006, en Suiza había 300.000 refugios en hogares, escuelas y hospitales, y más de 5 mil refugios públicos al servicio de una población de 8,6 millones de habitantes, lo que representa una cobertura del 114 por ciento. En la práctica, 1,4 plazas por cada habitante.

VICE News visitó algunos búnkeres en el cantón de Tesino, tanto públicos como privados.

Uno de los aspectos que más sorprende de los búnkeres públicos es la forma en la que se mezclan con el entorno urbano. Una trivial rampa a pocos metros del estadio del equipo de fútbol de Lugano se confunde fácilmente con un simple acceso a un garaje o parking, pero es en realidad el acceso a una estructura subterránea de cientos de metros cuadrados, incluyendo dormitorios, salas comunes, cocinas y oficinas de comando.

Todo está estrictamente protegido por varias puertas blindadas, e incluye conductos de aire protegidos así como también máscaras antigas y las paredes contienen marcas con pintura fosforescente para poder orientar a sus ocupantes en caso de apagón total.

Matteo Belloni, director de los centros de Lugano, y con años de trayectoria en la protección civil local nos acompaña. Según explica a VICE News, cada una de estas instalaciones tiene capacidad para un centenar de personas, con picos de hasta doscientas en caso de emergencia extrema.

"En los años ochenta se creía que Suiza podía recibir ataques, por lo tanto, se crearon estos lugares de protección. Si algo sucede, la población se esconderá dentro".

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Décadas de inactividad condujeron a una reconversión de estas áreas, que en algunos casos se alquilan a estudiantes e incluso a turistas. Pero la verdadera novedad se introdujo hace unos meses en respuesta al inusitado flujo de migrantes en curso, que también está afectando a Suiza. Se procedió a la transformación de búnkeres en centros de acogida.

Este es el caso de algunas instalaciones públicas, repartidas entre las ciudades y distintos puntos de montaña, donde se alojan actualmente alrededor de 3.000 mil refugiados.

"Gracias a nuestros búnkeres podemos acoger hasta 50.000", dijo recientemente el ministro de Defensa suizo, lo que provocó reacciones tanto de organizaciones de derechos humanos como de los propios migrantes. Las quejas apuntan a las deplorables condiciones de vida implícitas en el encierro en sótanos sin ventanas y sin ningún tipo de privacidad. Pero, sobre todo, por el sentimiento de aislamiento del mundo exterior, lo que torna inviable la integración.

Un ejemplo es el búnker en el Paso de Lukmanier, a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, donde hay unos cincuenta migrantes.

"Estamos encerrados en habitaciones que parecen celdas, somos once en unos pocos metros cuadrados, en cuatro filas de literas. No hay aire, es sofocante", explica uno de los refugiados. De 9 a las 4 de la tarde pueden salir, luego de esa hora, se inicia el "toque de queda".

Algunas asociaciones suizas se han movilizado. Es el caso del colectivo Stop Bunkers y Bleiberecht , que durante meses han organizado manifestaciones para que se ponga fin a esta forma de acogida, definida por ellos de "inhumana".

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De hecho, al caminar por los túneles de uno de los búnkeres de Lugano, la sensación es la de un lugar amable, pero angustioso. Sin ventanas, por supuesto, el ambiente está marcado por las frías luces de LED. Los dormitorios, divididos por género, reciben un mínimo de 20 personas cada uno, y en algunos casos, alojan incluso a cincuenta.

Por lo demás, las estructuras parecen auténticas ciudadelas subterráneas autónomas, y su distribución tiene reminiscencias con la de un hotel. Hay enormes cocinas, salas de estar, grandes salas de baño — todas ellas equipadas con agua caliente gracias a una caldera interna. Luego está la sala de suministros, con todo tipo de material para cocinar y máquinas de café esparcidas por todos lados. También se ve una hoja con el "menú del día". En resumen, todo parece estar listo para el apocalipsis.

A pesar de su composición, los bunkers nunca fueron utilizados para la misión original de su construcción. En cambio, se han usado para dar hogar a unas pocas familias en situaciones de emergencias, como víctimas de incendios o de deslizamientos de tierra. Pero si mañana los suizos despertaran bajo una lluvia de bombas, no tendrán por qué preocuparse.

Como dice Belloni a VICE News, "puede pasar cualquier cosa, aquí estás a salvo de cualquier emergencia. Es un lugar totalmente hermético". Y no sólo por las gruesas puertas blindadas de varias decenas de centímetros: para hacer frente a cualquier eventualidad, los búnkeres están equipados con generadores internos así como con sistemas de filtrado del aire externo.

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"En caso de guerra, estos filtros se activan", explica Belloni sobre el funcionamiento de la sala de ventilación mientras señala la máquina que actúa como filtro mediante una sustancia creada específicamente para bombardeos y otros desastres similares, "una especie de carbón activo".

"En el caso de un ataque químico, todo el aire procedente del exterior es filtrado a través de estos dispositivos, que lo limpia y luego lo distribuye".

Incluso el agua y la electricidad están cubiertos. En cuanto al agua, la existencia de un depósito de 1.000 litros permite compensar cualquier falta de suministro de agua desde el exterior durante algún tiempo. En cuanto a la electricidad, el generador diesel de la habitación eléctrica permite una autonomía durante varias semanas en una situación de apagón externo. Si la luz también fallara en el interior, las paredes se convertirían en cuadros de pintura fosforescente verde, intercaladas con algunas antorchas de dinamo.

Otra sección importante en los búnkeres suizos es la zona de mando. Es un área inaccesible para la población alojada en el refugio, donde solo tiene acceso la élite de la gestión de emergencias.

"Aquí se ubicarían los tenientes y capitanes para discutir sobre la situación", afirma Belloni, mientras muestra una gran mesa circular en una sala, pantallas de proyección y pizarras. "Aquí es es donde realmente se hace frente a la crisis".

Además de la sala de reuniones, la sección se compone de dos habitaciones pequeñas. La primera es el centro de radiodifusión: una emisora de radio, teléfonos y pantallas digitales, utilizados para comunicarse con el exterior. Por último la habitación del comandante, la única habitación individual del búnker, compuesta por una mesa de trabajo, algunos mapas de Suiza, computadoras y una cama.

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La composición de los búnkeres privados es totalmente diferente. No hay cocinas ni puestos de mando, y también desde el punto de vista eléctrico, el agua y la ventilación, pues no están provistos de todos los dispositivos que caracterizan a los búnkeres públicos. Los llamados refugios privados se asemejan bastante a los sótanos y son utilizados a menudo como tales, aunque con grandes puertas blindadas, paredes muy gruesas y con suministros de alimentos de larga duración.

También existen situaciones en las que, por razones de espacio o de la planificación estructural, en algunos edificios no ha sido posible implementar un refugio privado obligatorio. En estos casos, la legislación suiza no prevé multas ni prisión, sino un impuesto anual de 676 euros, que garantiza un lugar en las instalaciones de emergencia públicos.

"Entre el mantenimiento y la construcción de nuevos sitios, se invierten varios millones de euros al año", afirma el responsable de protección civil al ser consultado por los presupuestos. El Ministerio reserva una cantidad fija anual para la gestión de los refugios, y en general, los gastos de defensa pueden significar hasta un 20 por ciento del presupuesto federal.

La sociedad civil suiza ha expresado preocupación por estos gastos. "En Suiza tenemos suerte", dice Belloni. "Por supuesto, para quien conoce nuestro país y la relación que tenemos con el resto del mundo, podría pensar que tenemos menos necesidades de tomar estas medidas que otros. Pero, lo bueno es que Suiza, sin embargo, tiene una filosofía muy diferente a la de otras naciones".

Todas las imágenes por Luigi Mastrodonato/VICE News.

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