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Argentina gira hacia la derecha: Mauricio Macri gana las elecciones presidenciales

Punto de inflexión en la política argentina tras 12 años de kirchnerismo, que se interpreta como una advertencia para otros gobiernos latinoamericanos de izquierda que enfrentan dificultades económicas y una disminución de la popularidad.
Imagen por Ricardo Mazalan/AP

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El líder de la oposición conservadora, Mauricio Macri, será el nuevo presidente de Argentina, tras una ajustada victoria en las elecciones del domingo sobre el candidato respaldado por el gobierno, Daniel Scioli.

La victoria de Macri supone un importante punto de inflexión en la política argentina. Se pone fin a 12 años de kirchnerismo — los dos últimos mandatos bajo la presidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner, y el primer encabezado por su difunto esposo, Néstor Kirchner.

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La elección del domingo también se interpreta como una advertencia para varios gobiernos latinoamericanos de izquierda que, al igual que las administraciones de los Kirchner, han significado un gran giro a la izquierda en la región, el cual alcanzó su apogeo hace una década, y ahora comienzan a sangrar, enfrentando crisis económica y escándalos de corrupción.

"Con su voto hicieron posible lo imposible, lo que nadie creía", dijo Macri a la multitud que celebraba su victoria alcanzada con el 51,4 por ciento de los votos contra el 48,6 por ciento de su rival Scioli. "Era verdad que íbamos a cambiar la historia. Y lo hicimos".

La victoria de Macri tiene como raíces de su éxito la propia gestión de Fernandez de Kirchner: inflación crónica, un reclamo insatisfecho de mayor seguridad, un estilo político — tanto nacional como internacional — de confrontación, una serie de escándalos de corrupción, y un desgaste natural tras 12 años de gobierno kirhcnerista. No obstante, Fernández deja el poder con los más altos índices de aprobación para un presidente saliente en la Argentina desde el retorno de la democracia, en 1983.

La campaña de Scioli, por su parte, se había centrado en los temores de que la victoria de la oposición traería austeridad económica, devaluación de la moneda y endeudamiento desmedido.

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Macri, quien ha sido el jefe de gobierno [alcalde] de la capital, Buenos Aires, durante ocho años, proviene de una de las familias empresariales más destacadas de la Argentina y es visto con buenos ojos por los mercados internacionales. Esto contrasta notablemente con Fernández, quien regularmente alegó que los mercados castigaban a Argentina, y forjó alianzas internacionales vinculadas a los países emergentes, lejos de Europa Occidental y Estados Unidos.

Mientras los partidarios de Macri celebraban en el Obelisco, monumento emblema de la ciudad de Buenos Aires, el domingo por la noche, el estado de ánimo en el hotel que hacía de bunker de Scioli fue desolador cuando el candidato perdedor reconoció la derrota.

Según se informó, la presidenta Fernández llamó a Macri inmediatamente para establecer una reunión el martes y comenzar la transición antes de la toma de posesión el 10 de diciembre.

El optimismo desenfrenado de Macri el domingo — quién definió el momento que vive la Argentina como el comienzo de una nueva "etapa maravillosa" — parecía ignorar los muchos obstáculos que tendrá que enfrentar si quiere realizar los cambios radicales que ha prometido.

El escaso margen en su victoria y la falta de mayoría en el Congreso va a obligarlo a negociar con el movimiento peronista estatista, que pasa ahora a la oposición, pero seguirá dominando el Congreso. El partido y movimiento fundado por Juan Domingo Perón en la década de 1940, junto con su legendaria maquinaria o aparato, constituyen una determinante fuerza política a tener en cuenta, a pesar de que actualmente se encuentra dividido en dos grandes corrientes — el kirchnerismo y peronismo ortodoxo.

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Ya se respira la tensión en el aire desde las primeras horas del lunes cuando gente afín a Scioli insinúa que exigirán un recuento de votos, y desde el campamento de Macri han dicho que denunciarán prácticas electorales sucias por parte del aparato peronista.

Mientras tanto, cómo el equipo económico del nuevo presidente Macri se ocupará de los muchos y variados problemas económicos del país sigue estando poco claro. Sus propuestas originales, de claro corte liberal, de reducir los subsidios, privatizar empresas estatales, devaluar la moneda, y eliminar las restricciones a los dólares que salen del país fueron suavizadas sustancialmente cuando la campaña comenzó a calentarse.

Imagen por Gaston Cavanagh

De igual modo, es una incógnita qué decisión tomará el nuevo gobierno con respecto a la deuda en poder de los holdouts [los llamados "fondos buitre"] que no aceptaron la reestructuración liderada por los Kirchner en la deuda provocada tras la crisis argentina del 2001 y que presionan al Estado argentino por un cobro multimillonario.

Fernández se ha negado a cumplir con la sentencia del 2012 por parte de un juez en Nueva York que falló a favor de los fondos buitre y su gobierno ha negociado desde la confrontación. Si bien consiguió algunas victorias simbólicas como el reconocimiento por parte de la ONU de la necesidad internacional de un nuevo marco para la reestructuración de deudas soberanas, no pudo resolver una situación que también afectó la capacidad de Argentina para conseguir inversiones y avanzar en la solución de algunos de sus problemas.

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Si bien Macri en 2014 había afirmado que Argentina debía pagar a los fondos buitre, en los últimos meses, los miembros de su equipo económico han afirmado que su reputación favorable al mercado lo pondrá en una mejor posición para negociar el fin de la disputa. También han sugerido que esperan que los fondos buitre a acepten algún tipo de compromiso en función de cobrar.

Tampoco está claro qué hará la administración de Macri con los acuerdos que Fernández firmó con Rusia y China. Algunos de estos han sido duramente criticados por la oposición, como la estación espacial satelital china en la Patagonia, en el sur del país.

Muchas menos dudas despierta el mensaje que el terremoto político en la Argentina representa a nivel regional.

Los evidentes aliados latinoamericanos de Macri son el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y el presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien fue el primero en desearle "éxitos en su gestión" en un tweet.

Incluso antes de la jornada electoral, otros integrantes del bloque de izquierda regional ya mostraban su falta de entusiasmo ante una cada vez más probable victoria de Macri. Tanto la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, como el presidente de Bolivia, Evo Morales, expresaron abiertamente su apoyo al candidato respaldado por el gobierno. "Daniel es un amigo argentino y un hermano latinoamericano, pero sobre todo un revolucionario de la patria grande", dijo Morales la semana pasada.

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Macri utilizó su celebración para enviar un mensaje directo al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.

"A los hermanos latinoamericanos les decimos que queremos tener buenas relaciones con todos los países. El pueblo argentino tiene mucho para aportar al mundo. Esperamos encontrar una agenda de cooperación", expresó Macri en su discurso de victoria. Luego abrazó a Lilian Tintori, esposa del encarcelado líder de la oposición venezolana Leopoldo López, quien lo acompañaba en el escenario.

"Hoy venció la esperanza en Latinoamerica" tuiteó Tintori, junto a una fotografía de su celebración con Macri. "¡Su proximo destino es nuestra amada Venezuela!".

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