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VICE World News

Asesinatos, maldiciones y joyas robadas: el caso 'diamante azul' 25 años después

Un robo plagado de errores ocurrido en 1989 sigue alterando las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí y Tailandia a día de hoy. El episodio ha sido fuente de intrigas, injurias y de acusaciones encontradas.
Photo par Martial Trezzini/EPA
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Hace 25 años un modesto jardinero tailandés terminó trabajando en un gran palacio de Arabia Saudí, en la otra punta del mundo. Kriangkrai Techamong se ocupaba fundamentalmente de los exuberantes jardines del palacio. Claro que, de vez en cuando era reclutado para ejercer labores de conserjería. No estaba cobrando un sueldo astronómico, pero sí se ganaba la vida mejor de lo que lo hubiera hecho en su país, y hasta podía mandar modestas cantidades de dinero a su familia. En aquella época su caso no tenía nada de excepcional: en 1989 más de 200.000 tailandeses trabajaban en Arabia Saudí y millones de dólares eran cableados anualmente al país del sureste asiático.

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Sin embargo, Kriangkrai no estaba ahorrando demasiado. Así que, en un momento de locura o de conspiración chapucera, decidió sacar el máximo partido a su situación. Una noche, trepó hasta la ventana de la segunda planta, se deslizó hasta el interior de uno de los dormitorios del palacio, sustrajo el contenido de una caja fuerte abierta y se llevó alrededor de 90 kilos de joyas valorados en 20 millones de dólares. En aquel botín había, presuntamente, un collar de diamantes de 50 quilates extremadamente caro.

Lo que siguió a continuación es una chapucera historia de asesinatos, corrupción y de acritud diplomática que sigue viva a día de hoy, y a la que se conoce, sencillamente, como "el caso del diamante azul". La semana pasada, Abdula Mohamed A. Alsheaiby, renunció silenciosamente a su cargo diplomático en Bangkok. Alsheaiby llevaba un año denunciando lo que los saudíes habían considerado como la última injusticia derivada de aquel remoto golpe. Casi 26 años después de la intervención enajenada de Krungkrai, parece que el caso sigue estando lejos de estar resuelto.

De vuelta a Palacio, Kriangkrai embutió sus flamantes nuevas posesiones en la bolsa de una aspiradora y mandó los bienes al norte de Tailandia vía DHL. Al poco tiempo, él también se fue.

'Los saudíes advirtieron que la mayoría de las piedras preciosas eran falsas y que el diamante azul de 50 quilates ni siquiera se encontraba entre ellas'.

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Como se puede imaginar, al príncipe no le llevó demasiado detectar que le faltaba algo. Y después de atar cabos, las autoridades tailandesas fueron informadas del delito. Para entonces Kriangkrai ya estaba de vuelta en su casa, en la provincia de Lampang, haciendo todo lo posible por vender su botín al mejor postor. Un joyero local, Santhi Sithanakan, detectó el valor de la increíble colección, contactó a Kriangkrai y adquirió el lote de bienes ilegítimos por una milésima parte de su auténtico valor.

Poco después Kriangkrai fue detenido. Y tras él, también el joyero Santhi. El teniente general Chalor Kerdthes, que había liderado la investigación, dirigió una delegación rumbo a Arabia Saudí para devolver los bienes robados. Entonces pareció que la historia de un robo ridículo y precariamente ejecutado, había alcanzado su presumible final.

Sin embargo, durante la inspección de las joyas devueltas, los saudíes advirtieron que la mayoría de las piedras preciosas eran falsas y que el diamante azul de 50 quilates ni siquiera se encontraba entre ellas'.

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Mientras tanto, en Tailandia, los rumores empezaron a propagarse. La prensa local difundió las imágenes de una gala de beneficencia donde las esposas de un puñado de burócratas lucían collares de diamantes. Las piedras eran sospechosamente parecidas a las sustraídas en Arabia. Entonces, las autoridades saudíes empezaron a contemplar que la policía tailandesa hubiese malversado el botín.

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Riad actuó deprisa. Encargó la investigación a tres diplomáticos y a un empresario que tenía estrechos vínculos con la familia real saudí, Mohamed al-Ruwaili. El día 1 de febrero de 1990 los tres diplomáticos fueron asesinados en Bangkok. Solo unos días después, al-Ruwaili desapareció, presumiblemente asesinado.

A pesar de lo mucho que se había especulado sobre la conexión entre la investigación del robo de la joya y los asesinatos, todo cambió en 2010. Entonces se descubrió un cable estadounidense clasificado que había sido enviado desde Bangkok. En este se sugería que la muerte de los diplomáticos saudíes era "casi sin lugar a dudas…. Parte de una rencilla entre Arabia Saudí y Hezbolá".

Para los saudíes la revelación supuso que contemplaran el vínculo con Hezbolá. Y no solo eso: entonces empezaron a considerar también que la policía tailandesa estuviese involucrada en los asesinatos. Lo primero que hizo Riad fue recortar drásticamente la presencia de tailandeses en su país. Se llevó a cabo una deportación en masa en toda regla que provocó que Arabia Saudí pasara de los 200.00 migrantes tailandeses de 1989 a tener solo 10.000 en 1991. Los saudíes también frenaron todos los acuerdos comerciales con Tailandia, rebajaron sus relaciones diplomáticas y retiraron a su embajador. A este lo reemplazaron por un diplomático contundente y resolutivo que hablaba sin embudos, Mohamed Said Khoja. Su misión: continuar con la investigación.

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'Arabia Saudí no ha esclarecido jamás las circunstancias en que murieron sus cuatro diplomáticos en Bangkok'

Khoja era un personaje carismático y arrebatador. Llegó con la idea inquebrantable de resolver el misterio de las joyas desaparecidas y los asesinatos de sus paisanos. Y lo hizo de la manera más provocadora y honesta. Proclamó que aquel que hubiese vendido ilegalmente el diamante azul quedaría maldecido. El vaticinio perturbó a muchos tailandeses, parte de cuya población venera los amuletos y comparte una noción aproximada en materia de hechizos y maldiciones.

Khoja tampoco vaciló a la hora de convocar a la policía nacional tailandesa. En una entrevista publicada en 1994 por el New York Times, el diplomático relataba que siempre llevaba su revólver, un Smith&Wesson de acero cromado del calibre .38, consigo. No lo llevaba para protegerse de Hezbolá. Ni siquiera de "los terroristas internacionales", sino de la policía tailandesa, que es "más grande que el gobierno".

A principios de aquel año, la mujer y el hijo de 14 años de Santhi, el joyero, fueron descubiertos repentinamente muertos en el interior de su automóvil. La policía declaró que habían sido víctimas de un accidente de tráfico. Claro que Khoja no se creyó su versión en ningún momento. "No fue un accidente", declaró al Washington Post. En realidad, Santhi confesó antes del fatal desenlace que su mujer y su hijo habían sido secuestrados y que había pago los casi 70.000 dólares que le habían exigido en bahts tailandeses.

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La policía tailandesa intensificó sus investigaciones de los asesinatos bajo presión de los saudíes. Finalmente se descubrió que el teniente general Chalor, que había dirigido inicialmente la investigación del robo, fue acusado de haber orquestado el secuestro y el asesinato a sangre fría de la mujer y del hijo. Una vez cobró el rescate pensó que lo más fácil sería asesinarles y pretender que había sido un accidente, antes que exponerse a ser identificado más adelante.

A pesar de todo, Chalor mantuvo su inocencia mientras estuvo en prisión. Allí, recluido, formó una banda musical con la que grabó canciones como una versión del Jailhouse Rock de Elvis Presley. Fue sentenciado a muerte en octubre de 2009. Sin embargo, cuatro años después fue absuelto silenciosamente.

Conforme pasaba el tiempo y se aproximaban los 20 años que tardan en prescribir los delitos según las leyes tailandesas, los investigadores empezaron a sentir que se jugaban el pellejo. En un último intento por resolver el misterio, el departamento de Investigaciones Especiales de Tailandia decidió reabrir el caso de la desaparición de al-Ruwaili en 2010. Y a solo un mes de que se cumpliera el plazo, se informó que el caso había dado un giro inesperado. Cinco policías fueron imputados entonces por el secuestro y el asesinato de al-Ruwaili.

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Así que cuando, en marzo del año pasado, fueron todos absueltos por falta de evidencias, la tensión se podía cortar con tijeras. "Las relaciones entre Arabia Saudí y Tailandia muy cerca de empeorar tras las absoluciones", rezaba un titular. Un miembro del comité de supervisión organizado desde Riad que escuchó el veredicto en directo declaró a la prensa que: "Arabia Saudí jamás ha esclarecido siquiera la muerte de los cuatro diplomáticos asesinados en Bangkok, ni mucho menos ha visto cómo se hacía justicia".

Después de contactar a la embajada saudí en Bangkok, alguien vetó las preguntas formuladas por VICE News. Después de varias llamadas, nadie contestó al teléfono para hacer declaración alguna. Mientras tanto, el ministerio de Asuntos Exteriores tailandés declaró a VICE News que no podía decirse nada, y que las relaciones entre ambos países "se habían acercado todavía más", aunque la situación seguía siendo "extremadamente delicada".

Tales precauciones y preocupaciones no sugieren la más amplia y amistosa de las relaciones. Aún así, la readmisión de Alsheaiby sí que apunta a que, al menos, las tensiones se han rebajado un poco. Mientras la economía tailandesa continúa maltrecha, cada acuerdo comercial extra supone una inyección de moral. Arabia Saudí fue el primer país del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG) que estableció relaciones diplomáticas plenas con Tailandia en 1975. A día de hoy sigue siendo un gran objetivo para Bangkok. Aún así, sin saber cuáles son los planes de los saudíes para el futuro, el nivel de "delicadeza" necesario para hablar del tema sugiere que esta saga de 25 años sigue siendo la cuerda floja que separa a las diplomacias de ambos países.

Sigue a Adam Ramsey en Twitter: @aporamsey