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Así es como México se prepara para recibir a un grupo de jóvenes refugiados sirios

Después de la experiencia de Essa Hassán, primer refugiado sirio acogido en territorio mexicano, el país latinoamericano se prepara para acoger al menos a cuatro jóvenes estudiantes sirios que podrían llegar el próximo mes de abril.
Refugiados sirios en Grecia. (Imagen por Orestis Panagiotou/EPA)
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Tamer abu Manssour aprendió por sí mismo a trabajar en stop motion, una técnica de animación que se ha vuelto muy popular. Sus personajes están hechos de plastilina y su proyecto — que espera convertir algún día en película — pretende parodiar un programa de entrevistas de televisión, en el que el presentador, que se llamará Wahid, tendrá encuentros cómicos con presidentes y otros políticos.

No es la guerra que está arrojando al abismo a Siria, su país. Ni tampoco la represión que han sufrido los estudiantes, como él, ni los bombardeos, ni los asesinatos. Tamer percibe que la clave del sangriento embrollo que ya devora a gran parte de Oriente Medio está en el juego político, y hacer humor sobre los jugadores puede ayudar a la gente a reír y a entender qué pasa.

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Aunque, como pintan las cosas, las primeras carcajadas no las provocará en Siria, sino en México. Después de la experiencia de Essa Hassán, primer refugiado sirio acogido en territorio mexicano, Tamer forma parte del grupo de cuatro jóvenes estudiantes sirios que — tal vez tan pronto como en abril — arribarán al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en ruta hacia Aguascalientes, una población bastante más tranquila y probablemente, más adecuada para acoger a quienes vienen escapando del más grave conflicto militar de estos días.

Incluso para un país como México, acostumbrado a los superlativos tanto por sus dimensiones geográficas y demográficas como por la profundidad de su crisis de violencia, los números de la guerra en Siria al cumplir cinco años resultan alucinantes.

Los 470 mil muertos son equivalentes a la población total de Toluca, capital del Estado de México.

Los 1,9 millones de personas heridas —que incluye a mutilados, enceguecidos, ensordecidos y tullidos de por vida — es similar a los habitantes de la ciudades de Guadalajara y Durango juntas.

Sumadas, estas cifras arrojan 2,37 millones de personas, que representan el es 10,7 por ciento de los 22 millones de sirios.

Chile podría acoger a familias de origen sirio — y no sería la primera vez. Leer más aquí.

Tamer, Essa y los demás jóvenes que serán acogidos aquí, forman parte de quienes han tenido que abandonar sus hogares por el conflicto, ya sea trasladándose a otra región de Siria o buscando refugio fuera del país. Estos desplazados alcanzan a ser el 45 por ciento de la población, es decir, casi la mitad de los sirios.

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Para tener una mejor idea del tamaño del caos, es útil acudir a las imágenes de los satélites: según la NASA, al comparar las luces en la noche que se detectaban antes de la guerra, con las de ahora, se observa que han desaparecido en un 85 por ciento del territorio que ocupaban: prácticamente sólo las ciudades más grandes tienen electricidad, y en ellas, sólo algunos barrios y de manera intermitente.

Todos de la misma tribu

Adrián Meléndez dedicó años a la ayuda humanitaria en algunas de las zonas más peligrosas del planeta: Afganistán — incluida la durísima provincia sureña de Helmand, bastión de los talibán—, Líbano e Irak. En este último país, donde colaboró en los campos de refugiados del Kurdistán iraquí, conoció a "muchos sirios que estaban muy bien educados, hablaban excelente inglés y le echaban muchas ganas". Meléndez cuenta a VICE News que "los invitaba a trabajar con nosotros porque de otra forma, se veían obligados a pasar todos los días ahí, en sus tiendas de campaña, sin hacer nada, con la vida pasándoles frente a los ojos".

Fue entonces que este joven mexicano y sus amigos concibieron un plan para apoyar a sirios que hubieran interrumpido sus estudios y los quisieran continuar. Fue así que se conformó el Proyecto Habesha — término que para los etíopes borra las diferencias entre tribus — que en septiembre de 2015, después de dos años de esfuerzo, logró traer a Essa Hassán y colocarlo en la Universidad Panamericana, ubicada en la ciudad de origen de Adrián, Aguascalientes.

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Ahí cursa un programa de preparación que ayuda a Tamer a aprender castellano y adaptarse al país. Ahora este sirio, de 28 años y licenciado en biblioteconomía, "está muy contento tocando en un grupo de música y dando charlas sobre lo que pasa en Siria, y ya tiene la meta de ir a Ciudad de México a estudiar una maestría del área de comunicación en la Universidad Iberoamericana", explica Adrián Menéndez. Allí recibirá una beca de matrícula, como parte de un convenio de la institución con Habesha.

No todo salió bien. "Aprendimos muchas cosas" continúa Adrián, "porque cometimos errores, como exponer a Essa a muchísimas entrevistas. Ahora ya hemos redactado unos lineamientos de qué hacer a la llegada de los que vienen, qué enseñarles en el camino, cómo moverlos".

Uno de los asuntos más complicados de resolver, como siempre, es el económico: "el proyecto, que tiene como director al embajador Francisco Holguín, funciona a base de donaciones privadas. Con Essa, la verdad, no teníamos todo listo, fallaron algunas cosas y acabamos poniendo el dinero de nuestros bolsillos. Traer a alguien desde allá cuesta como 140.000 pesos (7.777 dólares), incluidos 40.000 pesos (2.222 dólares) de transporte aéreo que es muy caro porque no tienen visa para pasar por Estados Unidos y Europa, y hay que hacer un rodeo. Después, la manutención mensual es de 7.000 pesos (388 dólares)".

Gente ayudando a gente

Los padres de Tamer están en Zuwayda, una ciudad del sur de Siria que ha sufrido desde el inicio de la revolución, el 15 de marzo de 2011. Tamer estudiaba entonces en la Universidad de Damasco, capital del país, pero regresó a Suwayda para participar en las primeras manifestaciones pacíficas, y en una de ellas fue detenido.

Entrevistado en Estambul, la metrópolis turca a donde logró llegar después de salir de Siria por Líbano, Tamer prefiere no dar detalles de lo que le hicieron, y se limita a reconocer a VICE News: "Sí, nos lastimaron. Nos tuvieron en la cárcel durante una semana". Mientras espera el momento de partir, trabaja en su proyecto de animación y está tomando clases de español con Lorena Ríos, una periodista mexicana que vive allá y colabora con Habesha.

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"Estoy emocionado de ir a México", comparte. "Sé que hay muchos lugares históricos interesantes, como los de los aztecas, la naturaleza es increíble y creo que la gente es amistosa. Quisiera estudiar cinematografía".

En imágenes: el campamento griego de Idomeni, el purgatorio de 13.000 almas migrantes. Leer más aquí.

Adrián espera traerlo en el mismo vuelo con tres jóvenes más: Hassán, un kurdo de 22 años que está en Irak y quiere estudiar ingeniería; Zain Ali, también de 22 años y originario de la sufrida ciudad de Alepo, que espera en Beirut, Líbano; y Omar, que a sus 19 años viene de una zona rural cercana a Homs, donde todavía se encuentra: antes de ponerse en manos de Habesha, tiene que arreglárselas para salir de Siria hacia Turquía, pasando por Hama y Alepo, y cruzando líneas de fuego entre los diversos bandos en guerra.

Después, seguirán Nour, una chica cristiana de 18 años que habita en Damasco y quiere estudiar medicina; es la misma carrera que interesa a Sinda Hassán, de 20 años, y a otro joven que –como ella- se halla en el campo de refugiados de Dohuk, en el Kurdistán iraquí; y Amer, que se encuentra en Damasco.

Como habitantes de la zona bajo el dominio del régimen del presidente Bashar al-Assad, Nour y Amer tienen problemas para obtener la carta de recomendación que les pide el Proyecto Habesha, ya que, según explica Adrián, solicitarla "los metería en problemas porque el gobierno dice 'aquí estás bien, ¿por qué te quieres ir?' Oficialmente, ellos deben estar felices y contentos de estar en una zona segura controlada por el gobierno".

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Es un asunto a resolver porque "para tener candidatos más sólidos, con garantías de que se van a integrar, van a aprender el idioma y van realmente a estudiar, que no van a tirar todo e irse a Estados Unidos, cada candidato debe estar respaldado por una organización internacional, instituciones serias", destaca Adrián Meléndez.

Además, para los próximos invitados, Habesha está preparando un contrato que los comprometa a dar "clases de árabe, conferencias; que se dé un verdadero intercambio. Ellos son los primeros que lo quieren hacer, a nadie le gusta el estigma de los refugiados, débiles, que necesitan ayuda, sino por el contrario, tienen una actitud muy proactiva de querer participar, de querer aportar".

En septiembre, en plena crisis de los refugiados en Europa, la llegada del primero de ellos a México, Essa, fue ampliamente registrada por los medios. No faltaron cuestionamientos: ¿Por qué no ayudar en cambio a los mexicanos pobres o a los migrantes centroamericanos?

"Si alguien sale ganando es México", replica Adrián, "por el hecho de traer gente que tiene una cultura muy sólida, muy rica, con la cual nos enriquecemos, y porque la imagen de México cambia para bien: a través de una pequeña iniciativa, la gente en otros países se da cuenta de que México no es el infierno".

A fin de cuentas, insiste, "es gente ayudando a gente. ¿Por qué debes criticar que la gente ayude a la gente? Olvídate ya de la nacionalidad, de que están lejos o están cerca, de si son musulmanes o son cristianos: es gente ayudando a gente".

Finalmente, Adrián se remite a un discurso pronunciado por otro embajador mexicano que apoya el proyecto, Luis Ortiz Monasterio, en agosto de 2015: "Apoyando a un indígena preso — hay 8.000 — o a un perseguido de las infamias en Levante [donde se encuentra Siria], estamos construyendo y alimentando los valores que nos permitirán rescatar lo que hizo fuerte a nuestra gran nación. El apoyo a migrantes propios y ajenos tiene sentido; desde que nacemos, todos somos migrantes".

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