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VICE World News

Aung San Suu Kyi y las incómodas políticas por la paz

Cuando el presidente Obama se reúna esta semana con Aung San Suu Kyi en Myanmar, se encontrará con un político calculador, no un campeón inocente de la democracia.
Imagen vía Khin Maung Win/AP

Dos ganadores del Premio Nobel de la Paz se reunirán esta semana en Birmania (Myanmar). Por un lado, el presidente estadounidense Barack Obama, a menudo criticado por su uso de la fuerza y la violencia desde la Bahía de Guantánamo hasta Oriente Medio. Por otro lado, Aung San Suu Kyi, considerada un icono de los derechos humanos por parte de los gobiernos occidentales — y rara vez criticada por los mismos debido a su firme tolerancia ante la fuerza y la violencia en su propio país.

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¿Debido al hecho de ser mujer? ¿Por ser budista, tal vez? ¿O por ser la gran esperanza de Occidente hacia una verdadera democracia en Birmania?

Ciertamente, una combinación de las tres. Tras su repentino emerger como célebre defensora de la democracia en Birmania, Suu Kyi fue sometida a arresto domiciliario por la junta militar birmana en 1989. Pasó gran parte de las siguientes dos décadas privada de su libertad — y en 1991 fue galardonada con el Premio de la Paz — hasta que finalmente fue liberada en noviembre de 2010. En ese momento, Suu Kyi manifestó su intención de retomar su actividad política en el país.

Occidente, firmemente convencido de que las democracias deben estar más cerca de la paz, sustentó rápidamente sus esperanzas para la democratización de Birmania en Suu Kyi — optando por ignorar su campaña política en el proceso de transición. Hablando sobre el reto de la "buena gobernabilidad" y la reforma con acento británico de Oxford, la mujer popularmente conocida como "La Dama" era la luz al final de décadas de dictadura militar en Birmania, a quien líderes mundiales y filántropos millonarios por igual acudían en reuniones y sesiones fotográficas.

Ex-Guardia: El lema de 'Seguro, Humano, Legal y Transparente' sobre Guantánamo simplemente no es cierto.  Leer más aquí.

Pero el peculiar modelo democrático de La Dama parece estar más centrado en un cambio de régimen — y su ascenso al poder — que en el principio de empoderar democráticamente a múltiples voces. "El partido de Aung Sung Suu Kyi podría, de hecho, permitir menos diversidad de opiniones que la propia junta militar contra la que luchó", según afirma Sumana Rajarethnam, un analista birmano de la prestigiosa revista británica The Economist. "Ella habla para el partido".

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En otras palabras, Obama no va a reunirse simplemente con una manifestante por la paz — su encuentro será con una influyente política. Y como cualquier buen político haría, Suu Kyi probablemente trate de desviar la atención de Obama lejos del derramamiento de sangre que está teniendo lugar en su país y más hacia los bloques constitucionales que le impiden postularse a la presidencia. (Birmania no permite que nadie con parientes extranjeros se presente como candidato a la presidencia del país; Suu Kyi se casó con el profesor británico Michael Aris, de quien tiene dos hijos). Puede que La Dama incluso se atreva a dar alguna suave lección a Obama por no entender las complejidades de su país, como ha hecho anteriormente con otros líderes mundiales.

Suu Kyi cree que el gobierno de Birmania debería incluir a más voces — aunque no necesariamente a todas las voces.

Suu Kyi es budista, practicante de una religión erróneamente considerada por muchos como intrínsecamente pacífica, al igual que se califica erróneamente al Islam de ser inherentemente violento. Como bien han demostrado los monjes de Birmania, Tailandia y Sri Lanka en los últimos años, cualquier religión proyectada sobre una agenda política, puede alentar a la violencia.

Dentro de las fronteras de Birmania se encuentra el estado de Rakhine, el hogar de los Rohingya, una minoría étnica musulmana y apátrida que actualmente sigue siendo víctima de la intolerancia por parte de los budistas radicales. En 2013 tuvieron lugar brutales masacres, desplazamientos masivos y quejas de crímenes contra la humanidad, debido a la complicidad del gobierno y el ejército birmanos con los intentos de los budistas de acabar con la presencia de los Rohingya en el país. La posición política de Suu Kyi al respecto se puede leer en su silencio — quien dice no pronunciarse debido a que quiere mantener la neutralidad — y Occidente parece no tener interés en ver sangre en las manos de la Dama budista.

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Más allá de budismo, Suu Kyi se describe a sí misma como una persona influenciada por la actitud de la no-violencia de Mahatma Gandhi. Un modelo de resistencia pacífica, Gandhi creía en una India libre - pero no necesariamente en que todos los indios debieran ser totalmente libres. A pesar de haber imitado las protestas pacíficas de Gandhi, Suu Kyi ha sido una nacionalista birmana. Cree que el gobierno de Birmania debería incluir a más voces — aunque no necesariamente a todas las voces.

Durante el tiempo que estuvo bajo arresto domiciliario, Suu Kyi encarnó la creencia de que, fundamentalmente, las mujeres son más pacíficas que los hombres. Rápidamente se convirtió en un símbolo para el 'empoderamiento' de las mujeres en los países en vías de desarrollo, donde supuestamente la mayoría de las mujeres son victimizadas o vulnerables. "Creo que sólo una mujer puede llegar a entender las dificultades, los problemas y la discriminación a los que tienen que hacer frente otras mujeres", señaló en una ocasión. Pero según parece, La Dama piensa esto únicamente sobre ciertos problemas — o sobre ciertas mujeres.

Suu Kyi estuvo dispuesta a debatir con la primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, sobre cómo conseguir dotar a las mujeres de más pollos y vacas, pero ninguna de las dos abordó la violación sistemática de mujeres Rohingya en la frontera entre los dos países, ni tan siquiera los proyectos de ley que proponían que una mujer budista requiriese de un permiso antes de casarse con un hombre musulmán. Ambas presionaron para la inclusión de las mujeres en las instituciones formales del gobierno, no obstante, ninguna dio voz política a mujeres Rohingya para denunciar la discriminación continuada y, a veces incluso moral, a la que deben hacer frente diariamente.

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Como célebre y vehemente mujer, comprometida con los ideales democráticos, Suu Kyi es una evidente opción estratégica de apoyo para Estados Unidos en un país que está experimentando una larga y caótica transición democrática. Como tal, es perfectamente posible que EE.UU pase por alto sus transgresiones, como ya lo hace con otros valiosos aliados. Suu Kyi también sigue siendo teniendo una enorme popularidad en Birmania. Una mujer birmana encuestada por observadores electorales en una aldea rural dijo: "Puede que nuestro partido no tenga dinero ni recursos, pero eso no importa. Tenemos a La Dama". A pesar de ello, parece poco probable que la constitución sea modificada para su beneficio y, supuestamente, Obama no exigirá ni impulsará este cambio durante la inminente visita al país.

Altos Oficiales de Birmania son acusados de Crímenes de Guerra en Vísperas de la Visita de Obama. Leer más aquí.

Aún así, Suu Kyi podría acabar siendo vista como un paralelismo a la candidata a la presidencia de EE.UU de 2016 Hillary Clinton, (quien en una ocasión comparó a Suu Kyi con el también ganador del Premio Nobel de la Paz Nelson Mandela). De las dos mujeres, es más que probable que Occidente continúe adorando a la que habla con voz suave y pausada, y criticando a la que lleva un gran mazo.

Ya sea por su religión, género, estatus como icono de la democracia, o su ubicación en el mundo en desarrollo, Suu Kyi no debería ser protegida de las críticas. Y, como sea que los dos ganadores del Premio Nobel de la Paz se sentarán uno frente al otro esta semana, deberíamos tener en cuenta que la política de La Dama y la de Obama son, a fin de cuentas, igualmente complejas.

Nimmi Gowrinathan es investigadora y analista política. Síguela en Twitter: @nimmideviarchy