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Siete historias detrás de la oleada de suicidios de jóvenes indígenas en Canadá

Un nuevo informe elaborado por el defensor de los niños y de los jóvenes del estado canadiense de Alberta, ha sido publicado en mitad del desconcierto popular ante la plaga que está castigando a la juventud aborigen del país.
Jóvenes caminando en Attawapiskat, Ontario. (Imagen por Nathan Denette/The Canadian Press)
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Cedar y Sage crecieron en una casa de una reserva federal indígena de Alberta. Era un lugar plagado de violencia y de drogas y estaba completamente abandonado por las autoridades. Cedar y Sage eran hermanos y tenían hobbies con los que abstraerse de la miseria de la vida del barrio. Cedar era el mediano de cinco hermanos, y le encantaba patinar en skate y practicar el snowboarding, Sage era el más pequeño y le encantaba la música. Su sueño era convertirse algún día en un célebre violinista aborigen. Y más, adelante, en estrella del rap.

Los dos hermanos fueron evacuados de su hogar familiar por los servicios sociales cuando eran muy jóvenes y se pasaron años dando tumbos, viviendo repartidos entre las casas de varios familiares distintos y de varias familias adoptivas de la reserva. Allí fue cuando Cedar empezó a maltratar a Sage.

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Entonces, la asistencia de un trabajador social ayudó a mejorar las cosas entre los chicos, que conforme iban creciendo se fueron implicando en distintas esferas de la vida cultural de la reserva: a Cedar le gustaba cazar y pescar, mientras que Sage disfrutaba de la danza tradicional. Claro que eso no iba a durar demasiado.

Al poco tiempo ambos dejaron de asistir al colegio y empezaron a abusar de los estupefacientes. Después de pasarse algún tiempo en un hogar social, Sage empezó a desarrollar un cuadro de ansiedad y a beber con intensidad. Le empezaron a sobrevenir efusiones de rabia durante las cuales se dedicaba a soltar puñetazos contra la pared con tanta fuerza que dejaba agujeros.

El cadáver de Sage fue hallado poco después de su 15 cumpleaños en su domicilio familiar. Cedar se sintió responsable. La culpa le abrasó las entrañas. Cuatro meses después, a sus 18 años, Cedar decidió emular los pasos de su hermano.

Los chicos, cuyos nombres han sido alterados para proteger su privacidad son dos de los 7 jóvenes indígenas de entre 14 y 18 años que se suicidaron en Alberta entre los años 2013 y 2014. Todos ellos son los protagonistas de un informe publicado el pasado lunes por Del Graff, el Defensor del Joven de la provincia. El estudio pormenoriza en los motivos que explican por qué el índice de suicidios ha ascendido tanto entre los jóvenes aborígenes.

El informe ha sido publicado en mitad del clamor popular ante el escalofriante aumento del número de suicidios y de los intentos fallidos protagonizados por varios adolescentes que viven repartidos por distintas reservas federales indígenas del Canadá. Algunos activistas han proclamado que es momento de declarar el estado de emergencia.

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Las preocupación se disparó después de que se descubriera que más de 100 personas de la remota reserva de Attawapiskat se habrían intentado suicidar desde septiembre. 30 de esos casos se registraron durante este mes de marzo.

Una comunidad indígena en Canadá pide ayuda tras 11 intentos de suicidio en un día. Leer más aquí.

El suicidio es la causa de más de un tercio de las muertes de los jóvenes indígenas, según concluye el estudio. Y se estima, igualmente, que los jóvenes aborígenes que viven en las reservas tienen entre cinco y seis veces más posibilidades de suicidarse que el resto de la población joven del país cuando tienen entre 10 y 19 años. Se trata de un fenómeno fagocitado por siglos de maltratamiento y de destrucción, por la manera abusiva y deleznable con que se ha comportado la población canadiense con sus comunidades indígenas desde la noche de los tiempos.

"Hace ya mucho tiempo que deberían de haberse tomado las medidas adecuadas", escribe Graff en el informe de 85 páginas titulado Hacia un mañana mejor: cómo combatir los suicidios de los jóvenes indígenas. Sus muertes por suicidio son sobrecogedoras y delatan algo que solo puede ser descrito como una terrible tragedia, una tragedia que están padeciendo los jóvenes indígenas de este país".

El suicida más temprano que aparece en el informe es Asinay, un niño de 14 años de herencia indígena y Métis, que fue descrito como un "educado gigante". Era sensible, respetuoso, hablaba con propiedad, parecía tener confianza en sí mismo y era amistoso. Claro que, al igual que Cedar y Sage tenía una relación tortuosa con sus progenitores, alcohólicos y politoxicómanos.

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Según señala el informe, Asinay empezó a obsesionarse con la muerte. Al principio se autolesionaba — se infligía cortes en los brazos — hasta que un día se asestó una puñalada en el pecho, una herida que no le mató. La intervención de un asistente social infantil ayudó a introducir algunos cambios positivos, alentadores incluso. Claro que, en última instancia, tampoco funcionaron. Asinay se suicidó después de discutir con su madre y con su abuela.

Morley, por su parte, vivía en una zona urbana de Alberta, lejos de la reserva. Tenía 15 años cuando se suicidó. El informe asegura que Morely era muy coqueta, que le gustaba cuidar su imagen, que se preocupaba enormemente por su hermano pequeño y que suspiraba por que llegara el día en que pudiera vivir con su madre y sus hermanos. Ella también tuvo una infancia difícil.

Empezó a beber a los 13, después de verse involucrada en una relación sentimental donde marcada por los maltratos. Más o menos por aquel entonces su madre dio a luz a un bebé, a quien Morley tenía que alimentar con agua esterilizada, pues la familia no tenía ninguna solución láctea con que alimentar al pequeño. Morley empezó a autoagredirse. La asistente social que la trató recuerda que Morley decía que se cortaba "porque le hacía sentir bien".

Por mucho que Morley hubiese intentado quitarse la vida varias veces, lo cierto es que no cumplía con el perfil de ninguna enfermedad mental conocida. Quienes la trataron le diagnosticaron un problema de ansiedad. De estrés. Apareció muerta una mañana en su dormitorio.

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Al igual que Morley, Kari tenía 15 años cuando se suicidó. Era una chica cariñosa y tranquila con "un sentido del humor maravilloso". Kari fue criada por su padre, un hombre que también había lidiado con sus propios pensamientos suicidas después de la muerte de un familiar. Kari pasó algún tiempo viviendo con una familia de acogida. Cuando cumplió los 11 años volvió a vivir al domicilio familiar. Entonces su padre intentó ahorcarse. Unos años después, después de unos años Kari le confesaría a una asistente social infantil que se quería morir.

Poco después de aquella confesión su padre descubrió su cuerpo en el sótano de su casa. Kari murió al día siguiente.

El autor del informe asegura que el departamento ha reunido estos casos para intentar comprender las motivaciones que subyacen bajo la multitud de suicidios que han asolado a las comunidades indígenas del Canadá.

'El racismo y el conservadurismo del gobierno y sus instituciones contra los aborígenes fueron constantes'.

"El informe servirá para denunciar la gravedad de la situación y para motivar a los gobiernos, a los vecinos y a todos los prestadores de servicios y de asistencia a tomar acciones reales. Es necesario prevenir los suicidios de los jóvenes indígenas y asegurar las seguridad y el bienestar de todos sus miembros, especialmente de aquellos más jóvenes", concluye el estudio.

El informe continúa y detalla también el caso de una joven de 15 años llamada Victoria. Era una chica tímida que sabía como expresar sus necesidades y sus deseos y que siempre se había mostrado extremadamente protectora para con sus hermanos y hermanas más jóvenes. Su madre era alcohólica y se había intentado suicidar en dos ocasiones. Los servicios sociales tuvieron que intervenir de manera sistemática durante su infancia. Finalmente tuvo que vivir con una familia de acogida durante varios años. Años más tarde, su madre murió de una sobredosis. Victoria fue adoptada por su tía, una mujer que también había intentado autolesionarse y que maltrataba tanto a Victoria como a su hermano.

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Entonces Victoria fue trasladada de nuevo a una familia de acogida. Hasta que, finalmente, volvió con su tía, que, por aquel entonces, había sido ingresada por ingestión de barbitúricos. Victoria empezó entonces a repartir su tiempo entre la casa de acogida y la casa de su tía y empezó a escribir un diario dirigido a su madre muerta. Quería ser adoptada. A Victoria la encontraron muerta en su casa de acogida.

Jacob es el mayor de todos los jóvenes que aparecen en el informe. Él era un joven respetuoso que idolatraba a su padre, señala el documento. Al igual que se ha visto en otros casos contemplados en el mismo dossier, su madre se suicidó cuando él era muy joven. Para cuando cumplió los 7 años, empezó a ser tratado por ansiedad y depresión. A los 15 ya había intentado suicidarse en dos ocasiones. Parecía que su vida empezaba a equilibrarse tras el nacimiento de su primer hijo. Sin embargo, un año más tarde volvió a ser víctima de una dura depresión y terminó perdiendo su casa. Vivía con su pareja y su hijo.

Poco antes de que cumpliera los 19 años su tío se suicidó. Jacob le emuló al cabo de muy poco.

El ciclo del suicidio y de la depresión está vinculado a una serie de factores, advierte el informe, pero subraya que los miembros de las familias de los jóvenes a los que alude el estudio, fueron víctimas de las atrocidades del sistema educativo canadiense desde el ya remoto siglo XIX. Entonces los niños aborígenes eran maltratados, violados y, a menudo, asesinados. Incluso las prácticas espirituales y tradicionales de sus comunidades habían sido prohibidas por la racista y ultraconservadora sociedad de la época.

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"La historia canadiense refleja hasta qué punto los indígenas han sido sometidos a toda clase de abusos y maltratos debido a su proximidad a destinos colonizados. El racismo y el clasicismo del gobierno y sus instituciones contra los aborígenes fueron constantes. Siempre intentaron absorberles sin importar su cultura".

"Incluso hoy en día, la injusticia y la exclusión social siguen siendo asuntos pendientes para los aborígenes en la moderna Canadá".

El informe plantea 12 recomendaciones, incluyendo una estrategia de prevención de suicidios financiada por la provincia, así como asistencia por parte de trabajadores sociales especializados para ayudar a las familias en conflicto, incluyendo a aquellos que han perdido a un ser querido por suicidio.

Qué violencias pudieron empujar a un menor transexual al suicidio y cómo afrontarlas. Leer más aquí.

Pero no está claro cuándo ni cómo se pondrán en práctica dichas recomendaciones. De acuerdo con la CBC, el gobierno provincial "reconoció la tragedia de suicidios juveniles aborígenes pero no ofreció ningún plan concreto o agenda para abordar la cuestión".

"Las historias de estos jóvenes son desgarradoras y son un reflejo de algunas realidades muy incómodas de nuestra sociedad", expresó Irfan Sabir, ministro de Servicios Humanos de Alberta, mediante un comunicado, al mismo tiempo que prometió poner en práctica las recomendaciones.

Graff concluye su informe diciendo que a pesar de que el suicidio es complejo, se puede prevenir.

"Lo que se requiere es voluntad para hacer de este tema una prioridad y dedicar los recursos necesarios para enfrentarlo de manera efectiva", sentencia.

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