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VICE World News

Del caos a la calma: 24 horas con los migrantes y los refugiados en Macedonia

La situación en la frontera sur de Macedonia recordó, durante un rato, a una guerra de baja intensidad, mientras la policía intentó contener la avalancha.
Photo par Andrew Connelly

Después de pasarse la noche empapados bajo la lluvia, los miles de migrantes y refugiados abandonados en la tierra de nadie que separa Grecia de Macedonia, pudieron saborear, momentáneamente, la libertad. Sucedió el sábado, después de que la policía perdiera el control sobre la muchedumbre y decidiera permitirles cruzar la frontera. Sin embargo, solo algunas horas antes, el lugar parecía una zona de guerra desesperada.

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Sucedió alrededor del mediodía del sábado. Entonces la paciencia de la multitud se terminó. El jueves el gobierno macedonio cerró su frontera del sur tras entrar en estado de pánico. El aumento del número de migrantes que transitan a diario por el pequeño país — 3.000 al día — provocó la reacción. Se destinó a las fuerzas del ejército hasta el lugar para que reforzaran la frontera. La gente se empezó a apelotonar en masa tras la alambrada. Era una escena que Europa llevaba sin presenciar desde el genocidio en Yugoslavia de los años 90. Muchos refugiados y migrantes exhaustos y exasperados, muchos de los cuales llevaban niños consigo, decidieron romper el cordón y correr rumbo a los campos.

La línea de ferrocarril que discurre entre la frontera bloqueada de Macedonia hasta la estación de Gevgelija se convirtió en el escenario de una procesión de heridos. Algunos caminaban lesionados por los golpes que les había asestado la policía de Macedonia, otros arrastraban dolores musculares tras su épico periplo a pie; y, algunos, incluso, llegaron con heridas padecidas en los conflictos que siguen sacudiendo sus respectivos países de origen.

Khalid y Ali están sentados sobre las vías del tren. Están casi sin aliento. Devoran las uvas que han agarrado de una granja cercana. Ali es de Deir-Ez-Zor, una ciudad siria que ha padecido los coléricos bombardeos de las fuerzas del gobierno a lo largo de los últimos cuatro años, y que actualmente está gobernada por los guerrilleros yihadistas de Estado Islámico (EI). El humo de las granadas aturdidoras flota en el aire más allá de las copas de los árboles. Y Ali susurra: "¡Guerra en Siria y guerra aquí!"

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Macedonia: gases lacrimógenos y granadas ensordecedoras contra migrantes en la frontera. Leer más aquí.

Refugiados cruzan a Macedonia procedentes de Grecia. (Imagen por Andrew Connelly)

Algunos metros más atrás de la vía del ferrocarril, Ola, de Damasco, avanza junto a otros compañeros de viaje. Le preocupa que su familia siga atrapada en la barricada en el lado griego de la frontera.

"Nos hemos pasado uno o dos días atrapados aquí, y ahora estamos en este lado y nuestra familia sigue en el otro", explicó a VICE News. "Nadie sabe qué hacer, esto es un enorme descontrol. La policía está golpeando a la gente — nunca me imaginé que vería granadas en Europa".

En primera línea, rodeados por soldados y por vehículos blindados de transporte de personal, Mohammed, de 15 años, y sus dos hermanos pequeños miran ansiosamente a su alrededor. Intentan localizar a sus padres. Llevan la ropa todavía húmeda de la lluvia caída en la noche anterior. Su padre, Fawaz, asustado por la integridad de sus hijos, los elevó, uno a uno, por encima de la alambrada. Los depositó en territorio macedonio gracias a la ayuda de un periodista bosnio. Acto seguido se perdió entre la multitud junto a su mujer. Las mujeres agarran a sus pequeños enfermos y agotados y gritan: "¡doctor!".

La policía está golpeando a la gente — nunca me imaginé que vería granadas en Europa'

Dos horas más tarde, los Fawaz se reúnen finalmente con sus hijos. "Empezaron a dejar pasar a algunas familias por la puerta principal, pero la gente empezó a empujar y temí que mi hijo fuese aplastado. Mira lo pequeño que es", comenta a VICE News, acariciándole la cabeza. "Cuando vi a los soldados corriendo, al otro lado, agarré a mis hijos uno a uno y los lancé al otro lado".

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Solo algunos días antes, Fawaz había pagado a un traficante de humanos 6.000 dólares en el puerto turco de Izmur. La cantidad abonada posibilitó que su familia fuera embutida en una lancha hinchable junto a decenas de otros migrantes y refugiados, que partió rumbo a Grecia. Fawaz sonríe y se ríe de las granadas aturdidoras que estallan más allá. En Siria, comenta, ha visto cosas muchos peores que las pequeñas armas que emplea aquí la policía.

El periodista bosnio que ayudó a Fawaz le abraza y se acuerda de la guerra que destruyó su país en los noventa. "Yo sobreviví a la guerra y vi escenas exactamente idénticas a las de hoy, con los refugiados atrapados a un lado de la alambrada", explica. "La diferencia es que entonces les mataban. Al menos aquí no hacen eso. Así que te entiendo, amigo mío… Cuando he visto a tus hijos allí…"

El periodista se masajea la nariz y empieza a llorar.

Cientos de migrantes y de refugiados se concentran en la estación de ferrocarril de Gevgeija, en Macedonia. (Imagen por Andrew Connelly).

Algunas horas más tarde, empujado por la desesperación y por los días que llevan en Grecia, migrantes y refugiados empiezan a concentrarse en grandes cantidades junto a la hilera de árboles que recorre la frontera, a unos metros de la alambrada. VICE News contempla como la colérica y enajenada policía antidisturbios macedonia rebasa los límites de la frontera y afloja golpes y puñetazos contra mujeres ancianas y padres que llevan a niños encaramados a sus hombros. Desde ambos bandos se escuchan frases que dicen lo mismo: "tendría que daros vergüenza".

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Y entonces, cuando el sol empieza a ponerse, la policía renuncia a seguir conteniendo las embestidas. Algunos agentes, de hecho, comienzan a hacer signos con las manos en dirección a la multitud. Les piden que se acerquen. Las voces se propagan como la pólvora y enseguida empiezan a aparecer centenares de personas que vienen de la colina, algunas de ellas no se lo pueden creer, están entusiasmadas. Gritan "gracias" a los guardias que protegían las entradas, mientras avanzan rumbo a los campos.

El domingo por la mañana la situación ha cambiado drásticamente. La estación de trenes de Gevgelija, el mismo lugar en que se produjeron escenas dantescas el día antes, se yergue casi vacía, mientras se organizan unos pocos trenes y una flota de autobuses para transportar a la gente hasta Tabanovtse, la aldea más septentrional de Macedonia, en su frontera con Serbia. Desde allí los migrantes y los refugiados continuarán con su periplo rumbo al norte de Europa.

Migrantes han hecho 3500 intentos para entrar en el Eurotúnel en las últimas 48 horas. Leer más aquí.

Las fuerzas de seguridad macedonias observan mientras los refugiados cruzan la frontera. (Foto de Andrew Connelly)

Annete Groth, una parlamentaria del partido de la Izquierda alemán, acudió a Gevgelija y subrayó ante VICE News que la situación es "una catástrofe humanitaria y una vergüenza para Europa".

"Se sabía que esto iba a ocurrir", relató. "A partir de ahora deberíamos de facilitar el acceso legal a las embarcaciones de los refugiados sirios. O extenderles visados humanitarios sin necesidad de que se jueguen sus vidas. Los refugiados necesitan nuestra protección a toda costa".

Venimos huyendo de la muerte. Solo espero que no sea toda Europa la que nos cierre sus puertas'

Ahmad eleva su cuello por encima del pequeño grupo de personas que intenta comprar un billete en la estación de autobús. Ahmada es de Palmira, la ciudad oasis siria cuyas ruinas ancestrales llevan ocupadas desde mayo por los combatientes yihadistas de Estado Islámico. Ahmed huyó poco antes de rendir su examen final en la universidad, donde estudiaba Económicas. La semana pasada, la organización terrorista ejecutó al responsable de las antigüedades en la plaza principal.

"Antes nos visitaba todo el mundo. Era un lugar perfecto", recuerda Ahmed a VICE News. "Tuvimos que vivir dos meses en un refugio antiaéreo en nuestra casa. Y luego mi madre vendió todo su oro y me pidió que me fuera. Queremos vivir porque venimos huyendo de la muerte. Solo espero que no sea toda Europa la que nos cierre sus puertas".

Sigue a Andrew Connelly en Twitter: @connellyandrew