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Elecciones 2016

Un periodista de VICE News explica cómo consiguió los emails de Hillary Clinton

Hace dos años, la investigación de un periodista de VICE News resultó determinante en el escándalo de los emails de Hillary Clinton. Jason Leopold explica en este artículo como consiguió la información y las repercusiones que tuvo su investigación.
Hillary Clinton durante el segundo debate presidencial. (Imagen por Jim Bourg/EPA)

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Todo empezó de manera bastante inocente.

El 4 de noviembre de 2014, hace exactamente dos años, presenté una solicitud ante el departamento de Estado de Estados Unidos amparada en la Ley de Libertad de Información (FOIA en sus siglas inglesas). Mi intención era acceder a los correos electrónicos de Hillary Clinton durante sus 4 años de mandato como secretaria de Estado.

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Tal y como le expliqué a mi editor, rellené la solicitud porque estaba claro que Hillary se estaba preparando para acometer su campaña a la presidencia del país. Entonces entendí que la mejor manera de que la gente supiera qué clase de presidenta sería Clinton no era otra que revelar información sobre cómo había ejercido su mandato como secretaria de Estado.

El calvario de Hillary: sus emails muestran su reacción a las filtraciones de WikiLeaks. Leer más aquí.

Por aquel entonces no tenía la menor idea de lo que Hillary había hecho. Es decir, que ignoraba que hubiese utilizado exclusivamente una cuenta de correo privada y no segura proveniente de un servidor ubicado en su residencia en Chappaqua, Nueva York, para conducir acuerdos y negocios oficiales.

Hillary era entonces la diplomática de mayor altura del país — y la revelación no vería la luz hasta el cabo de unos meses. Así pues, no tenía la menor idea de que mi petición terminaría alimentando una escándalo que se ha convertido en el implacable talón de Aquiles de la campaña presidencial de la candidata demócrata durante un año y medio.

Los intérpretes de la FOIA del departamento de Estado respondieron a mi petición en sendas ocasiones. La primera fue el 20 de noviembre de 2014; la segunda, el 8 de enero de 2015. Entonces me informaron de que mi solicitud era "demasiado amplia", "imposible de gestionar", y que "tardaría años en ser completada". Me exigieron que concretara mi petición y que me limitara "a un solo objeto de interés y a un marco temporal concreto".

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Decliné obedecer sus recomendaciones.

* * *

Cuando tuve claro que no conseguiría que el departamento de Estado me concediera los emails de Hillary sin interponer una lucha feroz, denuncié al departamento ante un tribunal del distrito de Washington DC. La demanda escrita por mi abogado, Ryan James, expresaba meridianamente mis motivaciones.

"La manera en que un secretario de gabinete ejerce su trabajo es siempre un motivo de interés público", escribió James. "Y esto es particularmente veraz en el caso de la secretaria Clinton, habida cuenta de la extendida rumorología que apunta a que concurrirá la presidencia de Estados Unidos en las elecciones de 2016 como candidata demócrata".

Por todo ello, defendió el letrado, "la manera en que Hillary ha gestionado la política internacional, en la que ha priorizado objetivos y negociado intereses tanto domésticos como internacionales durante su mandato, es de interés incuestionable para el público estadounidense".

Prácticamente cinco semanas después, el 2 de marzo de 2015, el gobierno respondió a mi denuncia a la FOIA. Claro que entonces, lo único que me comunicaban era que habían recibido mi demanda. James me contó que el siguiente paso tenía que consistir en trazar una cronología para conseguir que los correos electrónicos se fueran publicando de manera paulatina.

Aquella noche yo conducía por el bulevar Santa Mónica, en West Hollywood, rumbo a un concierto de la banda griega de punk Barb Wire Dolls, cuando me detuve en un semáforo en rojo y comprobé mi teléfono (lo digo en serio). Entonces fue cuando descubrí una noticia de última hora en el New York Times.

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"Me cago en Dios", acerté a murmullar.

El Times informaba de que Clinton había empleado su cuenta de correo electrónico privada para gestionar asuntos de su cargo como secretaria de Estado durante los cuatro años que había estado en el cargo.

Los abogados del Clinton habían decidido por su cuenta durante los meses anteriores, qué emails de la secretaria tenían que ver con la gestión de su trabajo en el departamento de Estado. Habían borrado todo lo demás —alrededor de 30.000 correos electrónicos— bajo el pretexto de que eran mensajes personales.

Aquellas revelaciones fueron el detonante del escándalo de los emails de Hillary. Claro que había una pregunta evidente que el artículo del Times dejaba sin respuesta.

¿Cuál era el contenido de los emails?

* * *

Tres días después de que el New York Times publicara la noticia, Clinton escribió en su perfil de Twitter que: "Quiero que el público lea mis emails. He pedido al departamento de Estado que los publique. Dicen que los revisarán para que sean publicados tan pronto como sea posible".

I want the public to see my email. I asked State to release them. They said they will review them for release as soon as possible.

— Hillary Clinton (@HillaryClinton)March 5, 2015

El departamento de Estado convino publicar los emails e informó que se acogería a los procedimientos de la FOIA para hacerlo. Es decir, que revisaría la correspondencia de Hillary en busca de información que pudiera ser comprometedora, confidencial o clasificada, la redactaría, y acto seguido procedería a su publicación.

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A mí me preocupaba cómo iba a afectar todo lo ocurrido a mi demanda. A fin de cuentas, sucedió que el uso de los correos electrónicos de Clinton se convirtió en un intento de frustrar las solicitudes ante la FOIA como la mía.

A la luz de la ley federal, sus correos electrónicos de trabajo serían considerados como archivos gubernamentales, lo cual significaba que tendrían que ser preservados en los servidores del departamento de Estado, tal y como estipula la Ley de Registros Federales. Ello permitiría que periodistas, historiadores y que el público en general accediera a los correos gracias a la FOIA.

En una audiencia celebrada el 27 de marzo, los abogados del Estado expresaron que mi solicitud era "extraordinariamente aparatosa" y "amplia" y proponían una solución alternativa.

Querían que me esperara a que terminara de revisar las 52.000 páginas de emails que el Estado planeaba publicar en una web consagrada a la elección de los correos en cuestión. Entonces, una vez los correos fueran publicados, me correspondería examinarlos y decidir si me satisfacían.

Mi abogado, Ryan James, decidió rechazar en mi nombre la propuesta porque entendía que la misma no incluiría todo aquello que habíamos solicitado; además de los emails, yo también había solicitado un amplio abanico de otra clase de documentos, como los registros de las reuniones a las que tanto Clinton como sus más estrechos colaboradores, habrían acudido.

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Por encima de todo, significaría que yo no tendría la oportunidad de contravenir el redactado, ni de preguntar al departamento de Estado que explicara cuáles eran los documentos que estaba reteniendo y por qué lo estaba haciendo — y, entonces, por supuesto, intentar a toda costa que esa información se publicara de todas formas.

El FBI concluye que Hillary Clinton no debería ser imputada por el escándalo de los emails. Leer más aquí.

Unas semanas después, el juez Rudolph Contreras amonestó al departamento de Estado por no haber sido capaz de ofrecer una fecha concreta que contemplara cuándo estaría completada la revisión de los correos de Hillary. Y calificaba la propuesta del departamento de Estado de "insostenible". A mí aquello me gustó.

Contreras dispuso que el departamento de Estado propusiera una fecha límite para publicar todos los correos electrónicos de Clinton. Algo que sucedería durante una audiencia celebrada el 19 de mayo de 2016, dos semanas antes de las primarias de New Hampshire y de la designación de candidatos en Iowa.

En una declaración de 13 páginas, John Hackett, responsable de la FOIA en el departamento de Estado, aseguró que la "agotadora y mastodóntica tarea de examinar los correos electrónicos de Hillary no sería completada hasta finales de año.

Además, por primera vez, el gobierno había revelado que los correos de Clinton habían sido entregados al departamento de Estado en forma de "papel contenido en 12 cajas", más o menos un mes después de que yo hubiese interpuesto mi demanda ante la FOIA.

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Hackett aseguró que la revisión de los correos electrónicos exigiría que el equipo responsable del proyecto Clinton gestionara manualmente y escaneara las 52.000 páginas, "para asegurarse de que toda la información fuera capturada durante el proceso de escaneo". Todo ello implicaría llevar a cabo pasos que "son agotadores y exigen una dedicación intensiva".

"El departamento de Estado se ha demorado cinco semanas en llevar a cabo el procedimiento de escaneo, que solo ha sido completado recientemente, en mayo", declaró entonces Hackett. "En adelante, el trabajo consistirá en subir toda esta información a una base de datos, una tarea que esperamos haber completado hacia mediados de junio".

Horas después, Contreras rechazaría la propuesta del gobierno. Y, en su lugar, ofrecía al departamento de Estado una semana para proponer un nuevo plan para completar su revisión y publicar los correos de manera sucesiva.

Aquel fue el momento en que mi solicitud ante la FOIA iba a convertirse en el vehículo para la desclasificación pública de todos los correos electrónicos de Hillary Clinton. O de casi todos — alrededor de una docena de ellos serían considerados Top Secret; esto es no susceptibles de ser publicados.

Claro que yo lo quería todo, así que también batallé por conseguir los correos confidenciales. El departamento de Estado, sin embargo, no cedía; adujeron que tales correos eran altamente clasificados, de manera que compartirlos significaría un riesgo para la seguridad nacional.

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Así que hice un trato. James comunicó a los abogados del Estado que yo no iba a cuestionar la redacción de las 52.000 páginas de correos del estado si el Estado se comprometía a entregar el llamado índice Vaughn.

La idea era que el índice en cuestión describiera, en términos generales, el contenido de los correos electrónicos clasificados — como, por ejemplo, este correo correspondiente a una operación encubierta con drones; o este otro se refiere a movimientos de las tropas del ejército, y así, sucesivamente. Era un acuerdo que iba a ahorrar al departamento de Estado algo parecido a 5 años de trabajo.

Entonces le comunicamos al Estado que queríamos un índice completo antes de que se celebrara la Convención Nacional Demócrata. Y entonces nos informaron de que lo conseguiríamos el 22 de julio, tres días antes.

Cuando llegó, sin embargo, fue inmediatamente evidente de qué mala manera el departamento de Estado me había dado por el culo.

Mira el Vaughn Index de Jason Leopold por primera vez.

Sucedió que el índice Vaughn no contenía ninguna de las informaciones que el Estado había prometido — ni siquiera las fechas en que los correos habían sido enviados. A pesar de que yo había conseguido informar casi de manera exclusiva que Hillary Clinton habría intercambiado correos electrónicos clasificados con tres de sus más íntimos colaboradores en 2011 y 2012, no se me permitía decir nada al respecto.

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Minutos después de que el departamento de Estado me facilitara el índice Vaughn, Clinton anunció que iba a elegir como vicepresidente al senador de Virginia Tim Kaine.

Y poco después de aquello, James informó a los abogados del Estado que yo iba a dar luz verde al acuerdo.

* * *

Una semana después, los abogados del Estado anunciaron que el departamento de Estado podía empezar a publicar un número no divulgado de correos electrónicos en su página web para finales de junio, y que continuaría haciéndolo cada otro mes hasta el 31 de enero de 2016.

"No me parece que publicar los emails de manera sucesiva durante 60 días sea una frecuencia en absoluto suficiente para que el público pueda entrar a debatir plenamente sobre cuál es la naturaleza del liderazgo que propone la secretaria Clinton, ni las decisiones que tomó durante su mandato al frente de la secretaría del departamento de Estado", fue la respuesta oficial de James.

Mi respuesta no oficial fue que la propuesta del gobierno era una puta mierda. Así que entonces decidimos solicitar que los emails de Hillary fueran publicados cada dos semanas. Contreras optó por una decisión salomónica y falló que el gobierno publicara los correos de manera mensual.

A las nueve de la mañana del 30 de junio de 2015, la primera tanda de correos, que sumaban unas 3.000 páginas, fueron publicados en la página web del departamento de Estado. Finalmente, más de seis meses de papeleo, audiencias y negociaciones estaban dando su resultado.

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A las 9:02 de la noche del mismo día, la oficina de VICE News de Los Ángeles sufrió un apagón.

Mientras avanzaba a toda velocidad hacia la casa de mi editor, me dediqué a insultar a todo Dios. Desde al departamento de Estado hasta a la NSA — ¡igual habían sido ellos quienes habían cortado internet! — pasando por nuestro departamento de informática. Claro que una vez volvió el suministro me puse de nuevo manos a la obra.

El alijo de documentos alcanzaba al año 2009, el primero de Hillary como secretaria, y desfilaba por una serie de asuntos candentes a los que Clinton se enfrentó aquel año. Desde la guerra de Afganistán hasta los abusos de derechos humanos en Irán, pasando por situaciones relacionadas con la prisión de Guantánamo.

Durante los próximos 10 meses, el departamento de Estado iba a publicar miles de páginas más que ofrecían una aproximación sin precedentes al funcionamiento interno del departamento de Estado, y que descubrían cómo se maneja Hillary en cuestiones de asuntos exteriores. Y lo mejor de todo es que los correos eran públicos, lo cual significaba no solo que VICE News podía acceder a ellos, sino que todo Dios podía hacerlo.

Uno de los correos sugería que Clinton estaba indecisa respecto a si debía o no aprobar un aumento del destacamento militar en Afganistán en 2009, y que solo habría respaldado la idea cuando su ex consejero político proclamó que sería un suicidio político votar en contra de aquel aumento.

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Otros emails descubrían que la gestión de Hillary había exigido miles de informes de "inteligencia", y de consejos no solicitados de su proverbial confidente Sidney Bluementhal, quien habría comunicado a Hillary a través de un correo que "eludiera ninguna provocación que la obligara a hacer declaraciones sobre nada que tuviera que ver con el programa de torturas de la CIA".

Los correos también mostraban que Hillary había sido una defensora a ultranza del cierre de Guantánamo, y que habría elogiado a todos sus colegas que habían trabajado en asegurar la liberación de Omar Khadr, uno de los presos de mayor calibre de la controvertida penitenciaría.

A menudo, lo pintoresco de sus intercambios se convirtió en noticia, como aquel en que Hillary le preguntaba a un asesor cómo se tecleaba un Smiley en una BlackBerry, o aquel otro en que le pedía instrucciones sobre cómo utilizar un Fax.

* * *

Los intentos de VICE News de proveer al público de información del trabajo de Clinton quedarían razonablemente ahogados por el estrépito que provocó el uso de un servidor de correo electrónico privado, y sus contradictorias explicaciones de los motivos por los que lo había usado: era conveniente, suprimía la necesidad de tener dos teléfonos, que le habían contado que podía hacerlo, que Colin Powell lo había hecho, y que era un error.

No mucho después de que el departamento de Estado publicara la primera remesa de correos electrónicos, el inspector general de la comunidad de inteligencia del departamento de Estado, sometió la llamada "sección 811" ante el FBI. En ella, determinaba que la información clasificada en materia de seguridad nacional descubierta en los correos electrónicos de Hillary podría haberse visto "comprometida" y compartida con "un poder extranjero o con un agente de un poder extranjero".

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En algunos informes recientemente publicados por el FBI, el organismo ha informado que su llamada investigación de la sección 811, concluía que no se había encontrado evidencia alguna que confirmara que ni las cuentas de correo de Hillary ni sus dispositivos móviles hubiesen sido comprometidos cibernéticamente".

Hace solo dos meses, el FBI entregó al departamento de Estado siete DVD que contenían correos electrónicos y otros materiales recuperados de los servidores de Hillary que no habían sido entregados inicialmente al departamento de Estado — los 30.000 correos borrados por su equipo después de que este hubiera considerado que se trataba de documentos de carácter personal.

Al menos uno de aquellos DVD contenía informaciones que habrían sido consideradas como clasificadas.

Aquellos emails empezaron a ser publicados a partir de octubre, por mucho que la mayoría de ellos eran duplicados de aquellos que el propio departamento de Estado había publicado previamente. La semana pasada el departamento de Estado publicó la última remesa de correos antes de las elecciones de mañana, una remesa de 1.250 páginas.

Estas son también cadenas de correos repetidos, por mucho que existan considerables correos individuales, entre los que se cuentan los primeros que revelaron detalles de la personalidad de Hillary.

Así pues, la saga de los correos electrónicos de Hillary Clinton está lejos de terminar. Tanto si la candidata demócrata se convierte en presidenta como si no, el gobierno tendrá la obligación legal de continuar facilitando los correos a VICE News durante, al menos, un año más.

Y si tengo que ser completamente honesto, tal es una idea que no me excita particularmente — mi objetivo original, la de suministrar a los votantes con más información sobre qué clase de presidenta podría ser Hillary Clinton, ya ha sido cumplida. Y por mucho que yo continuaré absolutamente comprometido con la misión de informar de este proceso hasta sus conclusión, tengo tantas ganas de pasar página y dejar los correos electrónicos atrás, como la propia Hillary.

Vaya. O casi.

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