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El cerebro de los ‘millennials’ cambia, y los métodos docentes deberían hacerlo también

Estudios académicos señalan las transformaciones que están sufriendo los cerebros de los pequeños. Un buen desarrollo de las aptitudes telemáticas puede multiplicar la competencia de los alumnos, pero no parece que la docencia esté por la labor.
Bambini in una scuola olandese, col loro tablet. (Foto via Carinus Van der Veen/EPA)
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"Hoy en día las escuelas de todo el mundo alfabetizado digitalmente están repletas de profesores del siglo XX que enseñan con herramientas del siglo XIX a niños del siglo XXI". Esta versión libre de una conocida afirmación cuya autoría no se puede determinar con certeza, refleja uno de los mayores retos que el sistema docente actual debe enfrentar.

Los hábitos de aprendizaje cambian, el acceso a la información es mayor, el abanico de herramientas se extiende y los cerebros de los niños están sujetos a transformaciones. Hay un amplio consenso en el mundo docente sobre la necesidad de incrementar la presencia de lo digital en las aulas, pero no parece que esto, por sí solo, sea una solución a nada.

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Un estudio del University College of London mostraba las dificultades de adolescentes ante la lectura y escritura de textos largos, algo que contrastaba con sus aptitudes en la búsqueda en internet, en la que eran seis veces más eficaces que sus mayores.

Aunque, ojo: que los árboles no nos impidan ver el bosque.

A principios del 2000 se acuñó el término "nativos digitales": señalaba la posibilidad de una grieta generacional entre aquellos que desde el momento de nacer habrían tomado contacto con el entorno digital y los que habían nacido en un mundo prácticamente analógico. Pero es que el de nativo digital es un término que estudios posteriores han problematizado.

El British Journal of Educational Technology publicó en 2008 un artículo que sentenciaba que no hay pruebas de que el simple hecho de vivir inmersos en un ambiente más digital que el de nuestros padres sea una garantía de adquirir competencias telemáticas uniformes.

El Berkman Center for Internet and Society de la Universidad de Harvard insistía en esta idea: "Aquellos que no han 'nacido digitales' pueden estar tan conectados, si no más, que sus contrapartes más jóvenes". Diversas investigaciones, de las que cabe destacar una australiana llevada a cabo en 2010, señalan que casi la mitad de los adolescentes evaluados disponen de una alfabetización digital "rudimentaria".

Y en el mismo enlace, un estudio en el marco de la Unión Europea (UE) de 2014 se refería al nivel de estas competencias como "inadecuadas" entre jóvenes y pequeños.

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La Universidad Abierta del Reino Unido remata: "A pesar de que hay claras diferencias en el uso de las tecnologías de gente mayor y más joven, no hay pruebas claras de un cisma entre dos grupos poblacionales separados". Pero sí: "hay claras diferencias".

Los inputs que recibimos del ambiente modifican nuestro cerebro, y esto es algo que no solamente se da bajo el paraguas de lo digital. Un estudio de cinco años señalaba que las capacidades memorísticas y a la hora de calcular la ruta más corta de un punto a otro de los taxistas londinenses estaban muy por encima de la del resto de mortales. Era precisamente su actividad profesional lo que les había conferido este "súperpoder".

Estar pendiente del móvil y tener dos docenas de pestañas abiertas en tu navegador necesariamente ha de moldear tu cerebro.

¿Te pasas todo el día en Twitter y actualizando webs sin parar? Probablemente estés enfermo. Leer más aquí.

El cerebro de los 'millennials' cambia, y los métodos docentes deberían hacerlo también

Una escuela holandesa participa en una iniciativa educativa lanzada por Apple. (Imagen por Carinus Van der Veen/EPA)

"El fenómeno más interesante que estamos viviendo hoy no es la guerra semántica entre quienes dicen que todo es lo mismo, que por otra parte se dan cada vez menos dentro de las escuelas, sino en la irrelevancia de esta discusión, que pasa por alto fenómenos mucho más interesantes, como la pregunta de cómo se modifica el cerebro juvenil frente a las experiencias de complejidad creciente, de aceleración de los procesos, de aprendizaje a través de la acción en los espacios makers, etcétera". Habla a VICE News por correo Alejandro Piscitelli, filósofo argentino especializado en los nuevos medios.

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Piscitelli cita una entrevista de la investigadora titular del Departamento de Investigaciones Educativas del mexicano Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (DIE-CINVESTAV), Inés Dussel.

Para ella no es suficiente disponer computadoras en el aula. "Lo que hay que tener claro es para qué tenemos estas herramientas y cómo las queremos utilizar", afirma Dussel en la entrevista. "Hay que darles [a los niños] criterios, debemos promover trabajos de búsqueda que promuevan la discusión para que aprendan a distinguir, comparar y verificar. Que investiguen. Y que la forma no se coma el contenido", añade.

Valora positivamente el empleo de videojuegos o la proyección de películas, pero cree que un profesor ha de valorar también el rigor con el que estos productos tratan una temática determinada. Ejemplifica esta afirmación con el pase del film Gladiator en clase para hablar del Imperio Romano, pues no destaca por su precisión histórica.

La investigadora de origen argentino entiende que una herramienta como internet merece una nueva aproximación. No es suficiente tratar a la red como a un libro o una película.

"Si [los alumnos] van a sacar información, que expliquen de dónde lo han hecho y porqué, que puedan criticar y sopesar la fuente. En internet todo cambia muy deprisa, y lo que antes eran sitios confiables ahora no lo son. Eso también hay que explicarlo", señala.

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