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El ministro de Justicia, Alexandre de Moraes, viajará a Manaus para reunirse con el gobernador de Amazonas, José Melo Oliveira, y otros funcionarios de seguridad federal para discutir la revuelta, informó el ministerio.Pedro Florencio, secretario del sistema penitenciario de Amazonas, dijo que la masacre fue una "matanza por revancha".El motín, que comenzó en la tarde del domingo y fue controlado recién cerca de las 07.00 hora local (0900 GMT) del lunes, enfrentó al PCC con la Familia del Norte, un grupo de Manaos.Fontes dijo a los periodistas que muchos de los muertos habían sido decapitados y los cuerpos lanzados por encima de una muralla de la prisión. La mayoría de los fallecidos pertenecían a la banda Primer Comando de la Capital (PCC), la más poderosa de Brasil y que tiene su sede en Sao Paulo, agregó. Las autoridades habían estimado anteriormente la cifra de muertos en 60.
Un informe sobre las cárceles de Brasil evidencia un 'desastre en derechos humanos'. Leer más aquí.
En el momento en que comenzó la violencia en una unidad del complejo carcelario Anisio Jobim, decenas de reos en la segunda unidad comenzaron un escape masivo, que según las autoridades fue un esfuerzo coordinado para distraer a los guardias.
Un total de 184 prisioneros escapó durante los disturbios y 40 de ellos habían sido recapturados hasta la tarde del lunes. La sobrepoblación carcelaria es muy común en Brasil. El complejo Anisio Jobim alberga a 2.230 personas pese a tener capacidad para solamente 590.
Se presume que Familia del Norte atacó a los reos de PCC a instancias del Comando Rojo (CV, por sus siglas en portugués), de Río de Janeiro, la segunda mayor banda de narcotraficantes de Brasil.
Analistas de seguridad dijeron que una tregua de años entre el PCC y el CV se rompió en 2016, lo que llevó a enfrentamientos en las cárceles y generó temor a que el caos se extienda a otras prisiones.
Fontes puntualizó que 74 presos fueron tomados como rehenes, algunos de los cuales fueron ejecutados y otros liberados.
Los incidentes del domingo fueron los más graves en varios años. En 1992, una rebelión en el centro penitenciario Carandiru dejó un saldo de 111 reclusos muertos, casi todos a manos de la Policía Militar del estado de Sao Paulo durante la recuperación de la prisión.
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