FYI.

This story is over 5 years old.

ESPAÑA

Un día en el puerto de Barcelona buscando cocaína, falsificaciones y material radioactivo

VICE News accede al puerto de Barcelona de la mano de un agente de aduanas que nos explica cómo trabajan y qué tipo de mercancías encuentran escondidas entre contenedores y en viajantes.
Imagen de escáner de un todoterreno Hummer importado de Panamá con fardos de cocaína apilados que llegan hasta el techo. (Imagen por Quique Badia/VICE News)
Síguenos en Facebook para saber qué pasa en el mundo.

Los grandes puertos son, sin duda alguna, los puntos de entrada y salida aduaneros más complejos de España. Así lo confirma a VICE News Carlos Gavilanes, jefe de Vigilancia Aduanera de la Agencia Estatal de Administración Tributaria (AEAT) en Cataluña. Él está a cargo de todos los puertos de la comunidad autónoma española, y entre ellos destaca el de Barcelona.

Sólo durante el mes de abril transitaron cerca de 700.000 contenedores por esta vía, de acuerdo a los datos aportados por la Autoridad Portuaria de Barcelona (APB). Inspeccionar un volumen de mercancía de esta dimensión no es nada fácil.

Publicidad

Pasamos un día con Gavilanes en el puerto de Barcelona para ver qué herramientas y protocolos utilizan para atrapar a los criminales, pero antes hay que ponerse en situación.

Para empezar, la ley de puertos otorga cierta autonomía a las autoridades portuarias como la APB, que bajo el auspicio del Ministerio de Fomento y pagando unas tasas comunes, intentan generar ingresos de la forma que éstas crean más adecuada. Hasta disponen de una policía propia con atribuciones parecidas a las de un cuerpo municipal.

La policía portuaria vigila actividades comerciales y tiene capacidad de emitir sanciones administrativas, pero no investiga. Son la Guardia Civil y la AEAT con sus Unidades de Vigilancia Aduanera, como cuerpo policial, quienes llevan a cabo estas tareas.

"Nosotros no solamente gestionamos la declaración de la renta", bromea Gavilanes, quien recuerda que su institución participa del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO).

Carlos Gavilanes muestra un falso tablón de un barco que contenía cocaína. (Imagen por Quique Badia/VICE News)

Algo más de dos docenas de agentes de la AEAT llevan a cabo tareas de prevención y reprensión en la unidad de análisis de riesgos y en el área de investigación para enfrentar un volumen de entradas de contenedores y pasajeros como el mencionado.

Los efectivos bajo el mando de Carlos Gavilanes también judicializan sus pesquisas: tienen la potestad de llevar a cabo intervenciones telefónicas o las medidas que un juez estime oportunas para que una investigación llegue a buen puerto. Su gente puede abrir los contenedores que crea convenientes con la autorización del Administrador de Aduanas, aunque la presión de la empresa transportista o el consignatario es habitual, pues sus clientes quieren recibir las mercancías cuanto antes.

Publicidad

Aún así, Gavilanes asegura que no han cometido casi errores. "Sólo tuvimos que pagar una cama", afirma.

Tabaco, falsificaciones y estupefacientes como cocaína o, en menor medida, heroína, son los elementos que más se aprehenden en el puerto. Ha habido algún animal exótico, disecado o vivo, entre las incautaciones, los llamados CITES (siglas en inglés de la Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas de Fauna y Flora), y alguna que otra arma, pero estaríamos ante fenómenos muy localizados.

Con el tiempo las técnicas de entrada se sofistican, al mismo ritmo que las herramientas de análisis.

Algo tan sencillo como dejar el producto ilegal a la vista ha pasado a mejor vida. La droga o lo que sea que se quiera esconder está ahora oculto en segundas o terceras filas. Un indicio para los agentes de AEAT es que las cajas estén metidas de cualquier manera y sin etiquetas, por ejemplo. Aún así, el apoyo de las unidades de investigación es crucial.

Ni tabaco ni alcohol: ¿Qué es lo que más se traen los españoles de Andorra?. Leer más aquí.

Una imagen de escáner de dos cocodrilos hizo saltar las alarmas de los agentes de la aduana. Finalmente se trataba de cocodrilos de plástico. (Imagen por Quique Badia/VICE News)

Una vez oyeron en directo, mediante un pinchazo telefónico, que unos narcotraficantes iban tras la pista de un contenedor lleno de plátanos en el puerto de Tarragona que debía contener cocaína. Sabían qué producto había que rastrear, pero no sabían cómo lo habían escondido. Después de despellejar unas cuantas bananas encontraron la droga guardada en sobres pegados a las cajas. Un ejemplo de ingeniería criminal.

Publicidad

Con las falsificaciones ha pasado algo parecido: lo de enviar contenedores llenos de bolsos Louis Vuitton falsos ya no se lleva. Ahora los complementos que llegan son de marca blanca, y las etiquetas, adquiridas mediante correo postal, se pegan a posteriori.

Y su trabajo se complica con la práctica del gancho perdido o rip-off, en la que la organización criminal rompe el precinto en el puerto de origen e introduce la mercancía supuestamente a escondidas de la empresa transportista, y luego la sustrae a la llegada. Las más profesionales disponen de máquinas de producir precintos que les permiten generar duplicados.

No es fácil entrar al puerto y llevársela: para entrar en el área aduanera, dónde se guardan los contenedores, debes pasar el lector de matrículas, utilizar una tarjeta con chip o montártelo para que no te capten las cámaras térmicas distribuidas en el perímetro vallado. Y aún así, los hay que lo consiguen.

Después de varios años sin una sola interceptación de productos introducidos en España mediante este sistema, en lo que va de año ya han detectado tres casos de esta índole. El trabajo de los agentes es ponérselo lo más difícil que pueden. En algunos casos, cuando se detecta la mercancía, se deja que los criminales se acerquen para arrestarlos con las manos en la masa. Pero no siempre funciona ya que hay veces en las que la voz corre y les llega antes: siempre puede haber alguien manejando una grúa o un astillero que lo ve.

Publicidad

En este sentido, Gavilanes reconoce que las organizaciones criminales tienen gente en el puerto.

Ejemplo de un precinto para los contenedores. Las organizaciones criminales más avispadas producen duplicados con el mismo número. (Imagen por Quique Badia/VICE News)

A todo ello hay que añadir los problemas asociados a la ampliación de la Unión Europea (UE). A pesar de existir una coordinación continental, los accesos en países como Grecia, fuertemente aquejado por los recortes estructurales y desbordado por otras crisis, convierten en vías de riesgo rutas que no deberían serlo.

La vigilancia sobre mercancías venidas de países de la UE es menor, aunque haberla la hay. Hasta en las rutas nacionales como las de las Islas Baleares hay controles. De hecho, el tránsito mercantil y los cruceros también pueden ser vehículos de entrada de productos ilegales.

Y esta es, precisamente, la entrada más complicada de controlar, pues el derecho a la privacidad se erige como una barrera en las investigaciones de la AEAT. No se puede garantizar una vigilancia del 100 por cien sobre todo lo que entra y sale, pero hay productos en los que sí deben ser implacables: la entrada ilícita de material radioactivo con fines terroristas.

La amenaza terrorista obliga a ser especialmente cuidadosos. El puerto dispone de estructuras que analizan la radiación que proviene de un cargamento. Generalmente se trata de chatarra con restos de residuos radioactivos o incluso de algún conductor que ha sido analizado mediante un isótopo médico.

Por ahora todo han sido alarmas inocentes. Fuentes de uranio o plutonio dependen de la Agencia para la Energía Nuclear (AEN), y hasta hoy no ha habido ninguna aprehensión de materiales de este tipo en España. Hasta hoy. Por lo que procede extremar precauciones por lo significativo de la amenaza.

Sigue a Quique Badia en Twitter: @qbadiamasoni

Sigue a VICE News en español en Twitter: @VICENewsES