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ESPAÑA

Cómo actúan los que matan a sus mujeres 10 años después de la ley de violencia de género

Radiografía de los maltratadores que acaban con la vida de sus parejas o ex parejas a través de los hechos que recogen las sentencias que les condenan como agresores.
Imagen vía Flickr

En lo que va de año, nueve hombres han matado a sus parejas o ex parejas en España. En todo 2014 fueron 54, según las estadísticas del Ministerio de Sanidad Servicios Sociales e Igualdad.

Desde que en 2003 comenzó a contarse oficialmente el número de estos crímenes, 804 hombres han acabado con la vida de sus parejas o ex parejas. A pesar de estas cifras, la violencia machista aparece como un problema menor entre la sociedad, como demuestran las encuestas que cada mes realiza el Centro de Investigaciones Sociológicas español (CIS), y donde la violencia contra la mujer ocupa el puesto 31 — de un total de 37 — de los problemas que más preocupan a la ciudadanía, según el barómetro de marzo.

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Cuando se cumple una década de la entrada en vigor de la Ley Integral contra la Violencia de Género en España, una norma que ha permitido avanzar en la lucha contra esta lacra, las denuncias presentadas por familiares apenas representan el 1,6 por ciento del total aún cuando en muchos casos los hechos son conocidos en el entorno de la víctima.

Los maltratadores que se convierten en asesinos suelen tener entre 31 y 65 años, como vienen recogiendo los informes del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial relativos a las sentencias de homicidios y asesinatos sobre violencia machista. El último, publicado el pasado octubre, hace referencia a 44 fallos dictados en 2011, y en él se concluye que en un 41 por ciento de los casos existían agresiones físicas y verbales previas al homicidio. En la mayoría, — un 70 por ciento — la muerte de la víctima se produjo sin testigos. Cuatro de estas sentencias cuentan cómo son y cómo actúan los hombres que maltratan y matan a las mujeres.

'El día que vaya a por ti te voy a matar'

Celso había mantenido una relación de dos años con su víctima. "Desde el comienzo de la convivencia, el procesado fue sometiendo a su compañera sentimental a continuos malos tratos físicos y psíquicos, y constantes vejaciones", recoge la sentencia. Pasado ese tiempo, ella acabó con la relación y le denunció por primera vez pero "él la mantenía en un clima profundo de hostigamiento, sometimiento, y temor, al mantener constante comunicación con la misma, con reiteradas llamadas telefónicas", detalla el veredicto. Reanudaron la relación hasta que un año después, en agosto de 2008, ella rompió con él definitivamente.

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De nuevo, detalla la sentencia, Celso acosó a su víctima insistentemente. En uno de estos episodios, un mes antes de matarla, se acercó a ella mientras estaba en la playa de Nerja, le quitó el móvil y le borró todos los mensajes "intimidatorios" que ella recibía de él. Después, pasó "su mano por el cuello en tono intimidatorio".

Ella acudía siempre a la comisaría a denunciarle y en uno de los atestados policiales recogió el siguiente mensaje que Celso le había enviado: "Porque te has reído de mí, vas a pagar por eso, te voy a quitar la vida, me suda la polla la Policía que va contigo, el día que vaya a por ti te voy a matar, vas a pagar todo el daño que has hecho, te voy a mandar a tu país en un ataúd, sea cuando sea te mataré".

El día que la mató, él esperó a que el agente que siempre la acompañaba en sus desplazamientos la dejara en el bar donde trabajaba de camarera. Eran las nueve y media de la mañana. En cuanto el policía se fue, él entró en el local y le asestó 18 puñaladas. Celso fue condenado a 18 años y nueve meses de prisión por un delito de homicidio, malos tratos continuados, amenazas graves y malos tratos físicos.

Ella era 'rebelde'

Apenas tres meses después de empezar a salir, José Carlos y su víctima decidieron irse a vivir juntos. Dos años después se casaron y cuando él la mató tenían una hija de cuatro años. "En los últimos tiempos", detalla la sentencia, el agresor, en alguna ocasión en presencia de la menor, le había dicho a ella: "Eres una guarra", "vete a tomar por culo", "vete a la mierda".

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"Había cortado con unas tijeras ropa interior de su mujer. Controlaba las llamadas y mensajes de texto que recibía. En una ocasión y mientras se encontraban viendo la televisión en presencia del hermano [de ella] y con ocasión de ver una noticia relacionada con violencia de género, se dirigió a su mujer y le dijo "si tú me haces esto te mato"".

La madre de la mujer declaró en el juicio que ella "no lo denunció porque dijo que era el padre de su hija, que no quería hacerle daño. Él quería que le diera un teléfono y hasta que no le dio el número de pin no paró, eso me lo contó mi hija.

Ella no trabajaba porque él no quería". Su hermana vio una vez cómo José Luis tenía inmovilizada a su víctima en el suelo "agarrándola por los brazos" para le diera la clave de acceso a su móvil. Cuando él vio a su cuñada la soltó. El agresor reconoció en el juicio que ella era "rebelde", lo que demuestra, según se recoge en la sentencia, "su concepción sobre la mujer".

Cuando ya no vivía en la casa, José Luis acudió un día a la vivienda para colgarle unos cuadros a su víctima. En un momento dado, "se dirigió a la cocina, cogió un cuchillo con el ánimo de acabar con la vida de su esposa, se abalanzó sobre ella por detrás, la inmovilizó y cortó el cuello". Él tenía 37 años y con 39 fue condenado a 21 años y nueve meses de cárcel por homicidio, violencia habitual, amenazas y maltrato.

Él 'solo' quería lesionarla

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Cuando Saturnino, de 67 años, mató a su pareja ambos vivían juntos desde "hacía varios años". El 1 de julio de 2009 los dos estaban junto a un canal del Bajo Guadalquivir. "En el curso de una discusión", él "golpeó con un cubo de zinc que portaba y que estaba parcialmente lleno de agua [a ella] en la cabeza varias veces con gran violencia, causándole lesiones".

Ella cayó al canal debido a las golpes, "donde falleció ahogada escaso tiempo después". En la sentencia se afirma que Saturnino la golpeó "con intención sólo de lesionarla".

Los forenses recogieron en su informe, presentado como prueba en el juicio, que "los golpes habrían producido un cuadro de conmoción cerebral, con alteración o pérdida de conciencia a la víctima y que tales lesiones podrían además haber determinado secundariamente, horas después del traumatismo, alteraciones cerebrales tardías, de no haber fallecido ahogada la víctima muy poco tiempo después".

Fue condenado a cuatros años y seis meses de prisión por un delito de lesiones en concurso por otro de homicidio imprudente.

'¿Qué? ¿Se ha muerto ya?'

Tras quedarse viudo, Justiniano, que por entonces tenía 57 años, volvió a casarse con la mujer a la que una década después acabaría matando. Al prejubilarse como conductor de autobuses, el matrimonio se trasladó de Las Palmas de Gran Canaria a Lanjarón (Granada). Él nunca permitía que ambos se sentara juntos a la mesa, ni cuando les visitaba la familia de ella.

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"Exigía que mientras él estuviera comiendo, su esposa le sirviera y le ayudara con los cubiertos", se detalla en la sentencia. Él logró que ella dejara de ver a su familia, y en los diez años que vivieron en Lanjarón solo viajó a Las Palmas en cinco ocasiones, "pues cada vez que proyectaba un viaje él decía que estaba enfermo y la reclamaba".

Seis meses antes de matarla, y tras un discusión durante una visita de la hermana de ella, Justiniano le pidió el divorcio. Siguieron viéndose porque él continuamente la llamaba para que fuera a limpiarle la casa y a cuidarle. "La situación de angustia" en que estaba ella hizo que un día acudiera a la Concejalía de Bienestar de su localidad diciendo "que no quería ser un número más, en clara referencia a la triste estadística anual de mujeres muertas a manos de sus parejas", recoge la sentencia.

Los que la atendieron, agentes y técnicos, señalaron en el juicio "el estado de miedo, de auténtico pánico que tenía a Justiniano por lo que pudiera hacer o por cómo podría reaccionar si llegaba a enterarse de las actuaciones que había emprendido".

Cuando había decidido denunciarle, él la reclamó una vez más para que le acompañara al hospital a operarse de cataratas. En el viaje de vuelta, golpeó a un camión tras un adelantamiento brusco. Ambos vehículos se pararon en el arcén de la autopista, momento en el que ella aprovechó para salir del vehículo y alejarse de él en dirección contraria mientras gritaba: "¡Este hombre está loco, me va a matar!".

Tras comprobar ambos conductores que no había daños para dar parte, Justiniano se montó en el coche y se dirigió "marcha atrás, primero lentamente" hacia su víctima, quien caminaba de espaldas al vehículo. Cuando se acercó a ella "aceleró bruscamente" y "la arrolló pasándole por encima".

Tras atropellarla, bajó del coche "y, despreocupado por la suerte de su ex esposa, que había quedado malherida sobre el pavimento, se puso a andar por el arcén". Los conductores que pararon comenzaron a realizarle maniobras de reanimación mientras llegaban los servicios de emergencia.

Él contemplaba "impasible" la escena y hasta en dos ocasiones llegó a preguntarles "de forma despreciativa: "¿Qué? ¿Se ha muerto ya?". Justiniano fue condenado a 24 años de prisión por asesinato, violencia familiar habitual y maltrato.

Sigue a patricia rafael en Twitter: @prafaellage