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Cómo es que Rusia se convirtió en el nuevo líder mundial en la lucha contra las drogas

El papel conservador del Kremlin respecto a la guerra contra los estupefacientes, ha generado una crisis interna de casos de VIH, debido al alto número de consumidores de heroína que hay. La droga llega de Afganistán, el mayor productor mundial.
Agentes fronterizos rusos queman 1.000 kilogramos de heroína. (Imagen vía Reuters).
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Esta semana, los diplomáticos reunidos en las Naciones Unidas en Nueva York presentarán un documento que contiene las futuras políticas globales sobre drogas; texto que habría sido mejor recibido por los impulsores de esta iniciativa, si no fuese por un país: Rusia, que mantiene una postura menos flexible.

El ascenso de Moscú como el defensor más participativo de la guerra contra las drogas no sólo afecta el ritmo del cambio a nivel mundial, también ha creado una crisis doméstica de virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).

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El documento final de la Sesión Especial sobre Drogas de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGASS) fue redactado en Viena el mes pasado. Ahí, en la Comisión de Estupefacientes de la ONU, y entre el escrutinio de los medios, Rusia fue capaz de emplear una vez más su enorme influencia y habilidad.

VICE News habló con casi una docena de diplomáticos y mandatarios nacionales, y casi todos mencionaron ejemplos específicos de la intransigencia de Rusia durante las negociaciones, o aludieron a la cortina de humo en torno al proceso de selección basado en el consenso; una plan que le otorgó efectivamente el veto a Rusia en muchas áreas.

La insistencia de que la frase "reducción de daños" no fuera incluida en el documento fue central para las intervenciones de Rusia. Desde la última vez que la Asamblea General se reunió para una sesión especial sobre las drogas en 1998 — cuando los países la convocaron bajo el risible eslogan "Un mundo libre de drogas. Podemos hacerlo" — los métodos de reducción de daños, entre ellos programas de intercambio de agujas y terapias de sustitución de opioides como metadona, se han popularizado en muchas partes del mundo, respaldados por innumerables estudios que muestra su eficacia.

Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice "apoyar categóricamente la reducción de daños como un acercamiento basado en evidencias para la prevención del VIH, y el tratamiento y cuidado de las personas que se inyectan drogas".

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Uno de los mandatarios europeos, quien habló con la condición de permanecer en el anonimato, dijo que los rusos "aplazaron todas la negociaciones para los cambios en términos de tratamiento e intervención efectiva hasta el último minuto… Lo que tienes que hacer es sólo introducir una terapia de reemplazo. Intimidaron a todo el mundo".

Al final de cuentas, el documento final sí se refiere a varios aspectos de la reducción de daños, incluyendo el intercambio de agujas y terapia de sustitución, pero el término en sí, quedó fuera. Los países conservadores, entre ellos Rusia, presionaron para la inclusión del lenguaje que habla de "legislación nacional" — una frase que aparece 18 veces en el documento —, otorgándole a los Estados miembros la posibilidad de ignorar lo que el documento en sí sugiere.

Muchos países continuarán implementando los principios de la reducción de daños sin importar el lenguaje que los Estados miembros elijan. Pero para los rusos, la política de drogas rigorista de Moscú ya han tenido repercusiones mortales.

El consumo de drogas en Rusia incrementó después de la caída de la Unión Soviética, aunque la adicción a la heroína ya se había propagado entre los soldados rusos que regresaban de la desafortunada invasión de Afganistán, actualmente el productor más grande de opio en el mundo. Hoy en día, los mandatarios rusos calculan que hay más de un millón de consumidores de heroína, aunque los expertos dicen que la cifra podría ser del doble. Los consumidores de drogas son estigmatizados y muchas veces son rechazados en los hospitales.

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Luego de titubear con la despenalización de pequeñas cantidades de droga, los encargados de ejercer la ley rusa volvieron a encarcelar a los consumidores, hasta el punto de hacer redadas en clubes nocturnos y realizar pruebas de orina dentro de estos.

En la actualidad, gran parte de la heroína en Rusia proviene de Afganistán. Los mandatarios rusos han culpado en repetidas ocasiones a los Estados Unidos y a sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por desestabilizar a Afganistán, lo cual provocó una alza en la producción de amapola en el país.

"En los últimos 14 años, desde la inauguración de la llamada 'Operación de Libertad Duradera', la heroína afgana ha matado a más de un millón de personas en Eurasia, entre ellos, al menos, a medio millón de ciudadanos rusos", declaró el zar de narcóticos ruso Viktor Ivanov en 2014. El Kremlin ha culpado tanto al tráfico de drogas en el país, como al consumo de drogas por parte de los rusos.

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Como resultado del rechazo de Rusia para ofrecer programas de reducción de daños, dicha nación ahora experimenta una crisis de proporciones mayores de VIH y otras enfermedades transmisibles. En enero, Rusia rebasó una cifra preocupante, al registrar a su paciente un millón con VIH. La cifra verdadera es posiblemente al menos 50 por ciento más alta, de acuerdo con el renombrado experto en VIH del país, quien advirtió que 3 millones de personas — más del 2 por ciento de la población rusa — podrían estar infectadas en cinco años.

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De acuerdo con Andrey Rylkov Foundation, organización rusa a favor de los cambios en las políticas de drogas, hasta un 90 por ciento de consumidores de drogas inyectadas, están infectados con hepatitis C.

Vladim Pokrovsky, jefe del centro federal de SIDA en Rusia, informó que el 20 por ciento de los consumidores de drogas son VIH positivo, al igual que el 10 por ciento de los homosexuales. De acuerdo con la ONU, la mitad de los cien mil nuevos casos de VIH del año pasado incluyeron consumidores de drogas inyectadas. Conforme el índice aumenta, Pokrovsky advierte que el VIH podría evolucionar en una epidemia generalizada capaz de infectar todos los ámbitos de la sociedad rusa.

En comparación, los países europeos occidentales que emplean la reducción de daños, tampoco han logrado detener la transmisión de VIH entre consumidores de drogas, incluyendo aquellos que se inyectan substancias como la heroína, quienes tradicionalmente han estado en más riesgo. Pero Rusia permanece sólida en cuanto a su rechazo para utilizar tratamientos de sustitución como metadona o buprenorfina, ambas drogas consideradas "medicinas esenciales" por la OMS para el tratamiento de la adicción de opioides.

"Para los rusos, estos tratamientos sugieren implícitamente que puedes seguir consumiendo las drogas, así que es incompatible con un mundo sin drogas", dijo Michel Kazatchkine, el enviado especial de la ONU para temas de VIH/SIDA en Europa del Este y Asia Central.

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"Por supuesto, para mí la respuesta es que primero la salud debería ser la prioridad, del individuo y la pública", dijo Kazatchkine. "Incluso si sientes que estás un tanto en contradicción con algunas de las leyes y políticas internas, deberías revisar dichas políticas y leyes por las emergencias de salud pública, y no al revés. Pero en Rusia tenemos con una estrategia que no es una solución para la actual epidemia".

Daniel Wolfe, director del Harm Reduction Development Program de Open Society Foundations, dijo que "las posturas rusas sobre la dependencia de las drogas son contradictorias con todos los estándares científicos internacionales".

"Los especialistas rusos en narcóticos, han practicado este tipo de terapias tales como hipnotizar a sus pacientes y decirles que algo en dentro de sus cuerpos va a explotar si consumen drogas, o inducir comas en los pacientes y administrarles descargas eléctricas. No existe una base de evidencias o ciencia acreditada en ninguno de estos métodos", agregó.

Mikhail Golichenko, ex oficial legal de la Oficina de Drogas y Crimen de la ONU (UNODC) en Rusia, dice que la postura de Moscú refleja internacionalmente las políticas locales establecidas, enraizadas en la retórica nacionalista, y puestas sobre lo que es visto como una desviación hacia Occidente, al permitir un acceso a las drogas.

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