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Crisis del bolívar: muchos venezolanos que estudian en el extranjero en situación crítica

Los estudiantes del país sudamericano que estudian en el extranjero están padeciendo el embate de la inflación que atraviesa la economía venezolana. Cambiar el bolívar por cualquier otra divisa se ha convertido en una misión casi imposible.
Imagen vía Venezuelan Students Abroad
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Federico Albaharran Hidalgo estaba a punto de finalizar una licenciatura en Ottawa, Canadá, cuando, de repente, tuvo que plantearse seriamente renunciar. Se había quedado sin recursos para pagar su universidad pese a que, técnicamente, tenía el dinero.

El joven venezolano fue una víctima más del descalabro burocrático de su país, aún cuando se encontraba a miles de kilómetros de distancia.

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Los estudiantes del país sudamericano que estudian en el extranjero han padecido ya los estragos de la severa inflación del bolívar, la moneda local. La crisis ha provocado que a día de hoy cambiar el bolívar por cualquier otra divisa extranjera se haya convertido, prácticamente, en una misión imposible.

Las sucesivas transacciones de cambio de moneda canceladas y los retrasos a la hora de procesar todas las solicitudes — que serían unas 25.000 según la plataforma Estudiantes Venezolanos en el Exterior — han provocado que los estudiantes nacionales que estudian en más de 20 países extranjeros distintos, se hayan quedado abandonados a su suerte. Muchos de ellos se han visto obligados a abandonar sus estudios, a comprar dinero en el mercado negro, a trabajar ilegalmente o, incluso, a convertirse en vagabundos que viven en refugios públicos.

"No te podrías a llegar a imaginar la clase de cosas que los venezolanos tienen que hacer para sobrevivir en el extranjero", cuenta Carlos Moreno, presidente de Estudiantes Venezolanos en el Exterior, desde Salt Lake City. "Yo he visto a estudiantes pedir comida en cafeterías y dormir en restaurantes que están abiertos las 24 horas del día".

Los estudiantes venezolanos que deseen utilizar su dinero más allá de las fronteras del país — ya sea para pagarse la educación o para viajar — necesitan presentar una solicitud especial para hacerlo.

Los controles sobre la moneda fueron introducidos en 2003 por el fallecido ex presidente Hugo Chávez para detener la fuga de capitales. Hoy el país dispone de tres tipos de cambio — en realidad cuatro, contando con el mercado negro. Los estudiantes se han quedado a expensas de CENOCEX, la agencia estatal que controla el cambio de dinero, y son sometidos a un auténtico calvario burocrático para demostrar que están asistiendo realmente a clase. Lo peor de todo es que, cumplir con ambos requisitos, no les garantiza que vayan a obtener el dinero cuando lo necesitan.

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En 2012, solo aquellos que estudiaban carreras privilegiadas por el gobierno, como las ingenierías o ciencias agrícolas, podían cambiar dinero bajo el índice preferencial. Sin embargo, estudiantes como Hidalgo, dedicado a las marginadas Ciencias Políticas, no tuvieron tanta suerte.

El asunto cobró tal dimensión en Venezuela que, el pasado mes de abril, el defensor del Pueblo, Tarek William Saab, intentó aclarar el asunto. Saab se propuso terminar con las "contradicciones" que provocan los aprietos de los estudiantes en el extranjero y advirtió que su oficina ya había recibido 250 solicitudes que necesitaron de su revisión.

Según Saab hay 18.000 venezolanos estudiando en otros países. La mayoría de ellos, el 83 por ciento, están estudiando para aprender un idioma nuevo, el inglés en la mitad de los casos. Solo el restante 17 por ciento estudia licenciaturas universitarias. Saab asegura que entre 2013 y 2014 el 60 por ciento de los estudiantes que abandonaron el país, no regresaron.

"Estamos hablando de moneda venezolana enviada al extranjero para que los estudiantes se formen allí. Y para que luego regresen a su país con unos conocimientos que puedan ser aplicados. Así que teniendo en cuenta eso, la prioridad sería para aquellos estudiantes que cursen especializaciones", comenta. "En cuanto a posgrados, másters y doctorados, que sería lo que más nos interesaría como República… Solo representan al 20 por ciento de los estudiantes venezolanos en el extranjero.

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A Hidalgo se le impidió formar parte del proceso de solicitud de cambio de moneda desde el principio. Sus padres tuvieron que comprar dólares en el mercado negro para pagar su matrícula. Muchos padres de muchos estudiantes se ven, muy a su pesar, obligados a hacerlo.

Este mes, un dólar cuesta alrededor de 800 bolívares en el mercado negro. Se trata de una cantidad astronómicamente más cara que las cifras de cambio legal, que se pagan a 6,3, 12 y 199 bolívares en las importaciones prioritarias.

"Estamos hablando de una cantidad de dinero obscena. Y eso es lo que tienen que pagar los padres por cada semestre", explica Hidalgo, que actualmente trabaja en el Foro Canadiense Venezolano por la Democracia, a la espera de solicitar la residencia permanente en Canadá y terminar con sus estudios.

Según cuenta, las leyes venezolanas en la materia se revisan varias veces al año, lo cual complica todavía más cómo organizar el presupuesto para cada estudiante.

"[Los estudiantes] llegaron aquí con un plan. Sin embargo, a medida que el gobierno empezó a regular el proceso y cambiaron sus dólares, descubrieron que el valor de lo que tenían había bajado tanto que ya no podían costearse lo que inicialmente creían que se podían costear".

Los padres de Hidalgo son abogados y a veces trabajan fuera de Venezuela, lo que les ha permitido pagar la educación de su hijo en dólares, aunque sea a costa de pagar en el mercado negro cifras tan abusivas. Sin embargo, hacia el final de su tercer año, la financiación pasó a ser insostenible. En lugar de abandonar sus estudios, Hidalgo prefirió intercambiar la licenciatura de 4 años por un graduado de 3. Se considera afortunado.

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Federico Hidalgo

"A pesar de mi gran suerte, el imparable aumento del cambio en el mercado negro provocó que mis padres ya no me pudiera seguir pagando. Fue entonces cuando decidí cambiar mi licenciatura por un graduado", explica. "Así que ya no tuvieron que volver a pagar nada".

Incluso cuando las solicitudes de los estudiantes no son rechazadas directamente, los retrasos en la gestión de las mismas en el interminable proceso burocrático provoca que, a menudo, los estudiantes se queden sin dinero. A veces durante meses.

Una rápida búsqueda en Twitter de #EstudiantesOlvidados revela los cientos de casos de estudiantes venezolanos que siguen esperando a que se les permita cambiar de moneda. Muchos, de hecho, todavía esperan a la resolución del CENCOEX. Una estudiante denuncia llevar esperando 10 meses para recibir su beca. Otra cuenta que en seis meses el CENCOEX todavía no le ha comunicado nada.

Kevin Prato había conseguido la financiación y los documentos necesarios y estaba ilusionado con estudiar diseño gráfico en 3D en Vancouver. Lo último que se esperaba es que los problemas le iban a llegar al intentar cambiar de divisa.

Prato, cuya familia no tiene la solvencia necesaria para comprar dólares en el mercado negro, tuvo que pasar por los canales oficiales. La pesadilla — y lo absurdo de la situación — arrancó antes de que se fuera de Venezuela. En primer lugar el gobierno le exigió que probara que había reservado plaza en una escuela para poder cambiar el dinero que ya le había concedido. Sin embargo, Prato cuenta que la escuela le comentó que no podía probar que estudiaba allí hasta que hubiese pagado la matrícula correspondiente. Y, obviamente, eso era algo que no podía hacer hasta conseguir cambiar su dinero.

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"Era un círculo vicioso interminable", cuenta.

Prato tuvo que ir personalmente a Vancouver para pagar el depósito con una tarjeta de crédito, porque en su país no se puede comprar dinero online por valor superior a 300 dólares al año. Así que, en un intento por eludir la restricción y pagarse la matrícula, Prato exigió un "adelanto para viajar" que le conferiría el permiso necesario para gastar 2.500 dólares en el viaje, a condición de quedarse, al menos, una semana. Habida cuenta de que no disponía del dinero suficiente para pagarse siete noches de hotel, encontró un sofá gratuito en el que quedarse, pagó el depósito y regresó a Venezuela.

Fue solo el primero de una serie de interminables obstáculos que Prato tuvo que salvar para poder vivir en Canadá. El proceso estuvo cuajado de constantes e injustificados retrasos y por lo que él considera una clamorosa falta de ayuda por parte de la embajada venezolana. La dimensión del despropósito multiplicó su permanente estado de incertidumbre. La embajada venezolana en Toronto ha ignorado las repetidas peticiones de comentarios al respecto formuladas por VICE News.

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Hacia el final de su primer año en Canadá la situación se hizo completamente insostenible, recuerda Prato. Se suponía que el dinero destinado a cubrir sus gastos tenía que llegarle en tres transferencias. Sin embargo, la tercera llegó dos meses tarde y Prato solo pudo disfrutar de un tercio de la misma, puesto que su visado solo le cubría por otro mes más.

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"No te dan el dinero en metálico", explica Prato. "Te tienes que ir a un país extranjero sin dinero, abrir una cuenta en un banco y esperar a que te hagan una transferencia que siempre llega tarde".

"Por suerte yo tengo amigos aquí, pero lo que no me explico es cómo se supone que uno puede mudarse a un lugar nuevo y decir que pagará su alquiler con dos meses de retraso", se pregunta Preto. "Para [el gobierno] no hay problema alguno. Y si hay algún problema, entonces es que no te gusta el gobierno y que has vuelto un pretencioso y le exiges más a tu gobierno de lo que necesitas".

Moreno, que fundó Estudiantes Venezolanos en el Exterior hace dos años como reacción a la crisis, se ha convertido en la voz de muchos de los estudiantes. Sus gestiones para ayudarles incluyen localización de becas, organizar donaciones de alimentos, concienciar a sus compañeros de los peligros a los que se exponen y trabajar con organizaciones y comunidades para ayudar a aquellos que ni pueden permitirse estudiar en el extranjero ni regresar a Venezuela.

Por su parte, el gobierno canadiense señala que la mayoría de estudiantes con visado pueden trabajar dentro y fuera del campus sin que se les exija un permiso separado para hacerlo.

Mi solidaridad con miles de estudiantes en el exterior embaucados por la irresponsabilidad infinita de este gobierno! — RAMÓN MUCHACHO (@ramonmuchacho)October 3, 2015

Claro que, tal es una alternativa que tiene sus limitaciones. A los estudiantes internacionales solo se les permite trabajar hasta 20 horas a la semana fuera del campus; mientras que en los trabajos que puedan encontrar en el campus, tienen sus propias restricciones. . En ambos casos, se exige que el estudiante siga dedicándose a su carrera a jornada completa.

"En las situaciones en que los estudiantes internacionales no se pueden costear los gastos de estudiar en Canadá, las instituciones académicas les ofrecen algunas facilidades. En ocasiones se les amplía el margen para pagar la matrícula o los gastos de residencia", cuenta por correo electrónico Nancy Chan, de la oficina de Ciudadanía e Inmigración del Canadá.

"Sin embargo, en caso de que se descubra que los estudiantes trabajan ilegalmente, la Agencia de Fronteras del Canadá investigará el caso y tomará las medidas pertinentes de acuerdo con la ley. Estas pueden incluir la deportación del infractor".

Sigue a Tamara Khandaker en Twitter: @anima_tk