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Crónica de las manifestaciones paralelas contra la oleada de abusos sexuales en Colonia

Alemania sigue envuelta en un clima de tensión mientras sus habitantes se esfuerzan por desentrañar las consecuencias de la oleada de ataques contra mujeres la noche de fin de año. Los dedos acusadores señalan a la policía, a los migrantes y al...
Imagen por Sally Hayden/VICE News
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Ha pasado poco más de una semana desde que centenares de mujeres fuesen robadas, amenazadas y asaltadas sexualmente frente a la catedral de Colonia. Los perpetradores del abuso habían sido descritos como alrededor de 1.000 hombres "borrachos y agresivos de aspecto entre norteafricano y mesopotámico".

Las consecuencias del escabroso episodio han sido varias, entre ellas una cadena de represalias contra refugiados y migrantes — solo el año pasado, Alemania acogió a más de 1 millón de ellos.

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El viernes pasado el inspector jefe de la policía de Colonia se vio obligado a dimitir. Alemania informó que 22 de los 32 sospechosos del asalto son refugiados. El sábado, la canciller alemana, Angela Merkel anunció que las leyes bávaras van a ser duramente revisadas para que permitan facilitar la deportación de los migrantes que hayan violado la ley.

El sábado por la tarde se celebraron sendas manifestaciones. La mayor de ellas fue auspiciada por la formación antiislamista y ultraconservadora germánica Pegida, que apenas cuenta con un año de existencia. Sus portavoces anunciaron que la protesta se celebraba para denunciar los asaltos registrados en Nochevieja y para exigir controles y medidas más severos contra la migración.

La policía estimó que la protesta convocó a 1.700 personas. Otras 1.300 personas acudieron a la convocatoria de una manifestación en contra de la promovida por Pegida, celebrada a solo 100 metros de la primera. Entre los participantes de esta se contaban varios grupos que clamaban protestar contra los asaltos de Nochevieja y contra el discurso anti migratorio de la flamante organización ultranacionalista.

Cientos de policías se encargaron de asegurar eficazmente el perímetro y se vieron obligados a emplear la fuerza para evitar que los asistentes a ambas protestas coincidieran. Igualmente, se desplegaron registros de bolsas y enseres, mayormente en la manifestación promovida por Pegida, cuyo acceso estuvo monitorizado en todo momento. La policía también exigió ocasionalmente que los manifestantes acreditarán sus identidades.

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Un joven que participó en una violación grupal en India, liberado entre la indignación popular. Leer más aquí.

La mayoría de los asistentes a la manifestación de Pegida eran hombres, a pesar de que también se vio a madres acompañando a sus hijos. Entre las pancartas podían leerse proclamas como la que rezaba "los violadores no son bienvenidos"; o lo que leía "Wir sin das Wolk — "Somos el pueblo" — un lema legendario entonado en su día por los alemanes del este que exigían la reunificación del país.

Alexander tiene 21 años, es de Essen y ha sido uno de los organizadores de la convocatoria de Pegida. El sábado compareció en el escenario detrás de su padre y se dirigió a la multitud a través de los altavoces en varias ocasiones. Según él, uno de los grandes cambios que ha advertido en el país durante los últimos años es que la gente "ha empezado a verbalizar sus problemas con los refugiados. Era algo que, por culpa de los políticos, no se podía hacer antes". Alexander reconoce que le han tachado de nazi y de fascista, pero que los insultos no van a disuadirle. "Tenemos muchas cosas que hacer", asegura.

La policía alemana desplegada frente a la manifestación antifascista celebrada el sábado en Colonia. (Todas las imágenes por Sally Hayden/VICE News)

Alexander también proclama que él no es racista — su madre emigró desde Macedonia y todavía no habla el alemán con fluidez —, "a pesar de que sus raíces son alemanas", advierte él.

"Los países quieren acoger cada vez a más personas. El problema es que se olvidan de las suyas. Y tal es un comportamiento criminal que tenemos que detener", advierte.

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Isabelle Coppt tiene 29 años, nació en Frankfurt y es licenciada universitaria. Isabelle relata a VICE News que ha acudido a la protesta para apoyar a las víctimas de los asaltos de la noche de fin de año.

"He venido a apoyar a mi país, a mi cultura. No me importa la procedencia los asaltantes, yo he venido aquí a apoyar a las mujeres", cuenta. "Sé pocas cosas sobre el Islam y no tengo nada en contra. Todo el mundo es libre de practicar la religión que considere, pero no apoyo a los países en que las mujeres son degradadas". Según Isabelle, el maltrato a la mujer no es "un auténtico problema en la cultura alemana".

Uno de los oradores es Tommy Robinson, antiguo responsable de la Liga de Defensa Inglesa. Va acompañado de un traductor alemán. "Todo hombre tiene la obligación de proteger a su mujer", proclama Robinson, quien critica a los medios de comunicación británicos por haber descrito a Pegida como a una formación de "extrema derecha".

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"Apoyar a las víctimas de una violación no tiene nada de ultraderechista", asegura Robinson.

La multitud prorrumpe en sonoros vitores cuando el británico exclama que "esto es Alemania, no Afgnistán. El Islam es el cáncer y Pegida es su cura".

Al otro lado de la barrera policial, Lisa Loer, de 62 años asegura que lo sucedido en fin de año es "muy preocupante". Según ella, la respuesta al asalto es "complicada", pero que los derechos humanos — tanto los de las mujeres como los de los refugiados — tienen que ser respetados", comenta Loer.

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"Tenemos que averiguar qué sucedió. Todavía no lo sabemos", dice su amiga Angelika Hartzheim, de 64 años. Muchas de las personas que hablaron con VICE News mostraron su preocupación por no tener todavía una idea demasiado aproximada de lo sucedido.

Una manifestante antifascista es interceptado y esposado en las inmediaciones de la catedral de Colonia, después de destrozar la pancarta de otro manifestante.

Jasper Von Bulowkoln tiene 18 años y cursa su último año de instituto. "Deberíamos de acoger a todo el mundo. Nuestra economía es fuerte, es poderosa, de manera que es bueno que la compartamos". Según Jasper, Pegida es un movimiento "de mente cerrada".

Anton Birkenstock tiene 17 años y es compañero de clase de Jasper. Anton considera que "muchas cosas pueden cambiar en muy poco tiempo y si procuramos integrar a la gente, seremos capaces de cambiar sus valores culturales". Anton advierte que Alemania solo condenó penalmente la violación conyugal hace menos de 20 años, en 1997.

Varios manifestantes advirtieron también que la masiva presencia policial en las ambas manifestaciones era mucho mayor que el despliegue policial durante Nochevieja. Entonces, una filtración interna de un documento policial, evidenció hasta qué punto los agentes de policía estuvieron sobrepasados durante la última noche de 2015. Un policía explica a VICE News que no le está permitido a revelar el número de policías que han sido destacados para las manifestaciones. Lo que sí que confirma es que se trata de un número mucho mayor del que había en la plaza cuando se produjeron los ataques de Nochevieja.

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A la salida de la catedral — y lejos de las manifestaciones —, Tongo, un francés procedente de la región de Champagne, proclama orgulloso que ha viajado solo desde Francia. "En el día de mañana esto le podría pasar a mi mujer, a mi hija o a mi madre. Por eso estoy aquí. Es un acto preventivo", asegura.

'En el día de mañana esto le podría pasar a mi mujer, a mi hija o a mi madre. Por eso estoy aquí'.

Tongo lleva un rosario derramado entre sus dedos y asegura estar convencido de que los musulmanes han declarado la guerra a Europa. "Si tú me declaras la guerra, yo te mataré", exclama orgulloso. "Soy un hombre al que no le gustan los violadores".

Horas más tarde, se registrará un altercado muy cerquita de donde estaba Tongo. Un manifestante antifascista atacará a un hombre que sostenía una pancarta en la que se leía que está harto del multiculturalismo. El agresor, que destrozará en varios pedazos la pancarta, será derribado por la policía, que tras esposarlo, lo detendrá. Los pedazos arrancados de la pancarta se quedarán desparramados por las escaleras de la catedral.

"Todo el mundo tiene derecho a expresarse libremente", afirma Johann, de 62 años, tras haber presenciado como la policía reducía al antifascista. Johann es un hombre de complexión delgada que viste un anorak verde. Según él, Alemania ya ha llenado su cupo de refugiados. "Hay que cerrar las fronteras para detenerles", opina. "Ahora es momento de integrar a los que ya han entrado".

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Una imagen de la manifestación antifascista concentrada en la estación de ferrocarril de Colonia.

Brigid tiene 61 años y sostiene una pancarta que reza: "la violencia del hombre contra la mujer es mundial". Ella enumera ciudades como Berlín, Nueva Delhi y Nueva York, escenarios, a su juicio, donde la violencia machista es parte del día a día. "Me enfurece que esto pueda pasarle a cualquiera y que no hubiese nadie allí para proteger a las mujeres asaltadas", cuenta. "Pero me parece que es importante recordar que el sexismo es un fenómeno que sucede en todo el mundo, que no es algo que solo suceda aquí. Las mujeres de todo el mundo lo padecen. Y ya es suficiente, eso es lo que pienso".

Mientras Brigit y yo estamos hablando, irrumpe un espontáneo. Este empieza a gritarle a Brigit muy enfadado la frase "Sie sind so dumb". "¡E

res tan tonta!"

Brigit le responde también a gritos que "nosotras somos las mujeres, no tú".

Luego relata que le parece innegociable plantearse que los refugiados dejen de llegar a Alemania. "Nos les hemos ayudado en sus propios países y ahora están desesperados. De otro modo… ¿por qué vienen si no?"

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A su lado está Almut, de Colonia, quien asegura llevar trabajando con las víctimas de la violencia sexual desde hace 20 años. Almut dice que no le sorprendió en absoluto enterare de los ataques. Según cuenta — a través de su trabajo como consejera — ya le habían llegado voces de lo que estaba sucediendo en Colonia. Se refiere a episodios de violencia machista registrados en el Carnaval de la ciudad, en grandes conciertos, y en la gran mayoría de acontecimientos que concentran a grandes cantidades de personas. Además, asegura, la violencia doméstica es un problema extremadamente serio.

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"Gran parte de la violencia sucede en privado, y ese es el gran problema. Me parece que se trata de un problema en general, no creo que se pueda circunscribir a un lugar en particular ni a un grupo específico de hombres".

Según ella los asaltos de fin de año han sido utilizados por los colectivos anti inmigración y por los grupos de extrema derecha, aunque lo que más la enfurece es el retrato dispensado por los medios de comunicación sobre lo sucedido; especialmente la manera en que las informaciones se han centrado en la procedencia de los perpetradores.

Un manifestante de la protesta organizada por Pegida es esposado por la policía.

A las 3:30 pm hora local, los manifestantes de Pegida se han desplazado del lugar en que había arrancado la protesta. A su paso queda un rastro de colillas, vasos de plástico y de alguna que otra lata de cerveza.

Algunos de los manifestantes han empezado a arrojar objetos contra la policía y han roto botellas de vidrio. La policía reacciona rociándoles de agua con ayuda de sus cañones. El intento de dispersar a los manifestantes es descrito por uno de los implicados como "una provocación previsible".

Conforme cae la tarde y se despliega el crepúsculo, los manifestantes antifascistas se alejan de la catedral y de los escenarios principales de la protesta, mientras que la muchedumbre concentrada para dar a Pegida es separada lentamente y escoltada en manada por la policía a través de la estación central de ferrocarriles de Colonia. Muchos comerciantes deciden cerrar sus negocios cuando les ven avanzar por las inmediaciones de sus negocios.

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Durante todas estas horas de discursos y de proclamas se ha echado en falta la voz de un colectivo: los migrantes y refugiados recién llegados. No es difícil encontrarles.

Dos chicas atraviesan la plaza que separa la catedral de Colonia y la estación de ferrocarriles, donde se registraron los asaltos durante la noche de fin de año.

Youseef es somalí y está sentado en zona de nadie, en el espacio que separa a una manifestación de la otra. Dice que lleva cuatro meses en Alemania, un país al que llegó tras huir de la violentísima guerra que azota a su país. Youseff bebe su segunda cerveza del día. Está sentado solo, en el suelo, recostado sobre una columna, e ignora por completo a los manifestantes y a la policía. Muchos de ellos casi se tropiezan con él. Lleva una camiseta verde y una chaqueta de cuero y dice que le acaban de robar.

"250 euros", asegura. Es un dinero con el que pretendía sobrevivir durante los próximos 26 días, hasta que reciba la siguiente prestación del gobierno alemán. Ahora no sabe muy bien qué hacer.

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Youseef pregunta a VICE News por el motivo de la concentración que, a estas alturas, le envuelve. También se pregunta por si ambas manifestaciones apoyan o no a las migrantes llegados a Alemania. A su derecha, apenas a diez metros de él, la concentración pro refugiados se agolpa frente al cordón policial. Los policías forman una hilera con los pies firmemente separados, los brazos pegados al cuerpo y las porras listas para ser blandidas en cualquier momento.

"Lo escucho pero no lo entiendo", comenta. Apenas ha oído nada sobre los asaltos de fin de año, pero, a su juicio, "seguro que los responsables no fueron africanos". Youseff cuenta que todavía no se le permite asistir a clases en Alemania, antes de darle otro trago a su cerveza. En un momento dado señala a su cabeza con el dedo para expresar que todavía tiene dificultades tanto para entender el alemán como para descifrar el comportamiento de sus flamantes paisanos.

"Decidlo fuerte, decidlo alto, aquí todos los refugiados son bienvenidos", corea la muchedumbre frente a él.

Sigue a Sally Hayden en Twitter: @sallyhayd

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