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VICE World News

Cuatro años sin Gadafi, o cuatro años sin paz en Libia

En el aniversario de la caída de Gadafi, Libia está sumida en la inestabilidad política, la violencia de las milicias y la acción de grupos islamistas radicales.
Imagen por Sergei Grits/AP
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El martes se cumplieron cuatro años del día en que los rebeldes libios capturaron al dictador Muamar el Gadafi. Sucedió el 20 de octubre de 2011 en su ciudad natal, Sirte. Y sucedió muchos meses después del estallido de la Primavera Árabe, que desembocó en una encarnizada guerra civil en el país del dictador asesinado. Poco después apareció un vídeo en el que se veía a un Gadafi visiblemente asustado y ensangrentado, rodeado por un grupo de hombres que se dedicaban a pegarle y a patearle.

El jefe de la patología libia anunció que el asediado dictador había fallecido de un disparo en la cabeza. Así terminaron sus casi 42 años de dictadura en el país norteafricano.

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La caída de Gadafi fue recibida con entusiasmo durante un breve lapso de tiempo. Muchos creían que la muerte del dictador sería la promesa de un cambio positivo. Sin embargo, cuatro años después, el país está sumido en el caos. La inestabilidad política, la violencia de las milicias y los grupos islamistas radicales han dejado un escenario convulso y desesperanzado. El país ha sido descuartizado por las luchas entre los partidos que se reparten las dos cámaras del ejecutivo. Por un lado ha quedado el Congreso General de la Nación (CGN), de ascendencia islamista y con base en Trípoli. Y por el otro está la Cámara de los Representantes (CDR), cuya sede está en Tobruk. Esta última conquistó el reconocimiento internacional tras las elecciones de 2014.

"No es de extrañar que en un país con una experiencia tan nimia en el gobierno de sus propios asuntos de manera amplia haya caído en el peor de los estrépitos", explica el académico David Mack, antiguo diplomático con experiencia en Libia y actual miembro del instituto de Oriente Medio. Según Mack, antes de la ascensiónd e Gadafi al poder, en 1969, el legado del colonialismo italiano había dejado al país con las instituciones muy debilitadas, sino directamente inexistentes.

La nación está sumida en el caso cuatro años después de la muerte de Gadafi. Y buen ejemplo de ello es que el aniversario de la muerte del dictador coincide ahora con los bombardeos desplegados contra la resistencia de Estado Islámico (EI) en el país. Por si fuera poco, el parlamento del país, reconocido internacionalmente, ha rechazado aceptar el gobierno de unidad que le ha propuesto Naciones Unidas.

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Los testigos han informado que el lunes se llevaron a cabo bombardeos contra la ciudad de Sirte. Desde la caída del dictador, el que fuera hogar de Gadafi se ha convertido en el bastión de la resistencia de la facción libia de Estado Islámico (EI). La organización yihadista, que empezó a hacerse con notables franjas de terreno en Irak y en Siria en 2014 antes de autoproclamar su Califato, se ha aprovechado de la incertidumbre política que reina en el país, para atrincherarse en su interior. Sirte ya había sido objeto de los bombardeos del gobierno. El ejecutivo, apoyado internacionalmente, pretende combatir la presencia de los yihadistas.

Claro que el control de EI no solo se reduce a Sirte, sino que también se despliega hasta la ciudad costera de Derna. Se cree, además, que los terroristas estarían también presentes en Benghazi. Los ataques de EI han provocado decenas de muertes en los dos bandos enfrentados en Libia. El grupo también ha reivindicado la autoría en los ataques a varios asentamientos extranjeros en el país, como el hotel de lujo Corinthia, en Trípoli, y la embajada de Corea del Sur.

Tanto el gobierno como el grupo de insurgentes Amanecer Libio, que apoya al parlamento del GNC, siguen combatiendo a Estado Islámico. Y no solo eso. Ambos también han participado en las truncadas negociaciones por establecer un gobierno de unidad en el país. La esperanza de que dichas conversaciones pudiesen acarrear una temprana solución política al país quedó descartada el pasado lunes. Entonces la Cámara de los Representantes rechazó el acuerdo más reciente, que había sido especialmente propuesto por el destacado de Naciones Unidas en Libia, Bernardino León.

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Al parecer, siempre según la opinión de la Cámara de Representantes, el acuerdo contenía varias enmiendas que habrían sido introducidas por el Congreso General de la Nación sin consultarlas con la cámara vecina. El primer escollo lo constituía una provisión destinada a fortalecer la unidad del gobierno. Esta contemplaba la posibilidad de despedir a los funcionarios que no hubiesen sido aceptados de manera unánime por los nuevos legisladores — lo cual se percibió como una amenaza para la continuidad del jefe del ejército de la CDR, el general Khalifa Hifter.

El acuerdo también contemplaba a una serie de individuos a quienes se elegiría como candidatos para prestar sus servicios en la nueva administración. Sin embargo, la publicación de dicha lista se convirtió en un objeto de discordia entre los dos bandos. Así lo cuenta Claudia Gazzini, experta analista en Libia para el International Crisis Group.

"La mayoría de los libios desean un gobierno de unidad nacional", cuenta Gazzini. Según ella, la comunidad internacional debería permitir la revisión de esos nombres y de otros asuntos para seguir adelante.

Grazzini está convencida de que ambas parte, tanto el GNC como la CDR están dispuestas a retomar las conversaciones. Encontrar una solución política es la clave para aliviar el resto de conflictos que azotan el país, que van desde una corrupción sistémica a una economía devastada. La producción de petróleo del país, sin ir más lejos, ha pasado de los 1.6 millones de barriles diarios a los estimados 400.000 que se producen en la actualidad. Grazzini considera que no son suficientes para sacar ayudar al país a salir de los números rojos.

Además de algunos asuntos económicos de carácter general, Mack advierte que las infraestructuras están igualmente castigadas y que ciertas industrias, como las telecomunicaciones, han sido abandonadas. Se trata de problemas estructurales que requieren una reparación urgente, mientras los partidos en guerra tratan de resolver sus diferencias políticas.

"La legitimidad no se obtiene únicamente con ser elegido. Y mucho menos es conquistada por el mero hecho de ser elegido", explica Mack. "La legitimidad se alcanza cuando uno es capaz de prestar servicios a su pueblo".

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Sigue a Kayla Ruble en Twitter: @RubleKB