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De repente Turquía recuerda que es miembro de la OTAN y frena la compra de armas a China

Un acuerdo por miles de millones de dólares que hubiese colocado a China en un lugar estelar dentro del mercado de armas mundial se cancela en el último minuto. Claro que eso no alterará la amistad entre China y Turquía.
Lanzamisiles chinos FD-2000 en un desfile en 2009. (Imagen vía Wikimedia Commons)
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Turquía es una de las potencias militares mundiales, con un ejército de más de 400.000 soldados y unas fuerzas aéreas de notable envergadura. Claro que las Fuerzas Armadas de Erdogan están desprovistas de defensas aéreas de largo alcance — una carencia de lo más alarmante para un país enclavado en un vecindario geográfico tan peligroso. Turquía linda con la guerra civil ucraniana por su frontera del norte y con los poderosos barriles de crudo de Oriente Medio por su frontera del sur. Todo lo cual explica que el país otomano se haya quedado a un centímetro de cerrar un acuerdo valorado en 3.400 millones de dólares con una firma china, para hacerse con el sistema de defensa en cuestión. Sin embargo, la administración de Erdogan suspendió la transacción en el último minuto, en lo que ha supesto un giro de lo más inesperado. Lo peor de todo es que el líder turco no tuvo mejor ocurrencia que comunicar la noticia mientras hacía las veces de anfitrión del presidente chino, Xi Jinping, durante la cumbre del G20 celebrada la semana pasada en Anatolia.

El acuerdo hubiese significado un inmenso impulso para Pekín — una transacción multimillonaria que hubiese multiplicado su frígida economía regional, nada menos, que con un país miembro de la OTAN, lo cual hubiese significado algo parecido a saludar la llegada del gigante asiático en el mercado mundial de las armas como uno de sus jugadores más poderosos. Sin embargo, todo apunta a que China todavía no está preparada para sentarse en la mesa con los gigantes de la exportación de armamento — Estados Unidos, Rusia y un puñado de selectos países europeos — y compartir un pastel valorado en 76 .000 mil millones de dólares.

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En 2013, Ankara eligió provisionalmente un modelo de defensa chino, el FD-2000 — también conocido como HQ-9 — como núcleo de la flota aérea turca de largo alcance. También optó por los misiles Missile Defense Systemm o T-Loramids. La empresa china Precision Machinery Import-Export Corp. (CPMIEC) ha diseñado un misil de largo alcance que se ha convertido en el arma antiaérea más avanzada del mercado, al margen de los modelos estadounidenses. El modelo chino es una versión del sistema ruso S-3000 y hay quienes creen, de hecho, que sus prestaciones son incluso mejores que las de las empresas que abastecen proverbialmente al régimen turco: la estadounidense Raytheon y la constructora de misiles europea Eurosam.

El caso es que el acuerdo cerrado con CPMIEC en septiembre de 2013 resultó ser políticamente controvertido desde el comienzo. En lugar de hacer lo que se esperaba e inclinarse por el sistema producido por sus aliados europeos o estadounidenses, Ankara prefirió entonces optar por una firma china. Y no por una cualquiera, sino por una firma boicoteada por Estados Unidos tras haber violado la Ley estadounidense de No Proliferación, un listado de empresas y países sancionados por su política armamentística, que incluye a Corea del Norte, Siria e Irán. Optar por China en lugar de hacerlo por sus aliados en al OTAN no pareció ser un movimiento diplomáticamente muy atinado. Y como era de esperar, desató una oleada de críticas.

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"La prudencia económica, además de una planificación militar seria sugieren que Ankara debería de haberse inclinado por los misiles Patriot estadounidenses o por los Aster-30 europeos", escribió en su blog en 2013 el doctor Aaron Stein, miembro del Consejo Atlántico.

Los misiles chinos fueron también una elección bizarra en cuanto a su funcionalidad tecnológica. Si bien el precio del sistema de misiles chino era más bajo, lo cierto es que es compatible con los sistemas de la OTAN. Si a Turquía se le concedía acceso a los sistemas y a los datos de la OTAN era, entre otras razones, para incentivar que continuara invirtiendo en armas de facturación estadounidense o franco-italiana. El Sistema de Identificación de radares Amigos y Enemigos (IFF en sus siglas inglesas) de la OTAN, que permite identificar a los aviones amigos, no está incorporado en los misiles de defensa chinos, obviamente. De tal forma, haber suscrito el acuerdo con China hubiese multiplicado poderosamente las posibilidades de que se produzcan accidentes derivados del fuego amigo.

"China no tiene lugar en este decisivo sistema. No nos gustaría encontrarnos con un virus en un sistema complejo", declaró una fuente anónima de la OTAN al Hurriyet Daily News tras el anuncio de 2013.

Y comoquiera que los conflictos de interoperabilidad han seguido infestando la discusión sobre los misiles T-Loramid, y que los acuerdos sobre transferencia tecnológica se han convertido en un difícil escollo para las negociaciones con los chinos, el acuerdo parecía completamente inestable mucho antes del anuncio de la semana pasada. En marzo, los gobiernos emitieron comunicados contradictorios sobre si el sistema necesitaba incorporarse o no a la arquitectura de la OTAN. Y la contradicción provocó que algunos creyeran que Turquía estaba a punto de cambiar de opinión. En julio, los informes concluyeron que Turquía estaba considerando una renegociación del acuerdo.

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Según la doctora Bleda Kurtdarcan, profesora de derecho en la universidad de Galatasaray, los motivos por los que Turquía especuló con el acuerdo, tenían, probablemente, una doble dimensión. En primer lugar, parece que "el gobierno turco no consiguió que CPMIEC consintiera el intercambio tecnológico y las negociaciones llegaron a un punto muerto", cuenta a través de un email. Además, parece que dos de las previsiones políticas de Ankara a largo plazo, se han derrumbado. El gobierno "intentó utilizar la oferta entera y el proceso de negociación para sacar más partido de sus relaciones con Europa y Estados Unidos de manera aparentemente infructuosa", explica Kurtdarcan.

"Yo pensaba que los turcos estaban, básicamente, especulando", cuenta el doctor Barin Kayaoglu, un analista de asuntos internacionales independiente. "Yo creo que ellos sabían perfectamente que no pueden utilizar un sistema de armamento que no este certificado por la OTAN".

Quizá el proceso ha consistido en una estrategia de negociación errónea, puesto que a Ankara le ha salido el tiro por la culata. "Yo creo que tanto el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, como su primer ministro, Ahmet Davutoglu, estaban convencidos de que su maniobra especulativa les permitiría sacar provecho del sistema europeo o del estadounidense. Como si hubiesen intentado jugar la carta china para conseguir un precio más bajo o para obtener mayor información…", explica Kayoglu. Una interpretación que recuerda mucho a la de 2013. Entonces los expertos tuvieron muy claro que Turquía estaba puramente especulando con la idea de ofrecer el contrato de defensa aérea a China o a Rusia, para así lograr un precio más barato en la adquisición del PAC-3 Patrito, el sistema de defensa estadounidense; o del Aster 30 europeo.

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"En vista de la creciente resistencia en el seno de la OTAN, y una vez se ha encontrado desarbolada por conflictos mucho más serios (Siria y Estado Islámico, por mencionar dos), que requieren el apoyo de sus aliados, parece que el gobierno turco ha tenido que poner fin a su juego", concluye Kurtdarcan.

Ahora que China se ha quedado fuera de juego, Estados Unidos y Europa vuelven a ser los únicos candidatos para construir el sistema de defensa de misiles turco. Ankara ya ha informado que desea que el contrato sea doméstico, lo que significaría que, potencialmente, el proyecto podría ser completado por dos contratistas locales: Aselsan y Roketsan.

"Turquía lleva tiempo redoblando su confianza en su industria nacional para modernizar sus fuerzas armadas", cuenta Kurdtdarcan. Aselsan y Roketsan ya han formado una sociedad para desarrollar sus propios modelos de misiles superficie-aire, tanto de largo como de corto alcance, que han sido bautizados como Hisar-A y Hisar-O.

Las presiones provocadas por la situación actual ha provocado, sin lugar a dudas, que Turquía haya visto claro que necesita preservar su asociación con Estados Unidos y con Europa y corregir el hueco de su sistema de defensa con la adquisición de misiles de largo alcance.

Pero incluso después de que su acuerdo con China se haya quedado en la cuneta, su relación con el país asiático sigue abierta y en expansión. Durante la cumbre del G20, Erdogan se reunió con Xi, el presidente chino, y ambos suscribieron acuerdos para garantizar la integración de Turquía en el proyecto a largo plazo chino conocido como Silk Road. En virtud del mismo, China está intentando construir vínculos comerciales con Europa. Si bien la industria de defensa china se ha quedado a las puertas de Turquía, eso no significa que su proverbial influencia sobre Ankara esté disminuyendo. Ni mucho menos.

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Imagen vía Wikimedia Commons