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Después de Carolina del Sur, la pregunta está clara: ¿Quién va a detener a Donald Trump?

Después de la última victoria de Donald Trump, parece que la plana mayor del establishment del Partido Republicano se ha alineado para apoyar a Marco Rubio, la última esperanza para batir a la obscena fuerza de Donald Trump.
Photo par Richard Ellis/EPA
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La situación actual en la carrera para la nominación del candidato a la presidencia de Estados Unidos quedó ayer plasmada en una conversación escuchada en el vestíbulo del hotel Marriot de Columbia, en Carolina del Sur.

Ahora nos referimos al tiempo de nuestra época como A.T o D.T, le decía un político estadounidense a dos colegas británicos: "Antes de Trump o Después de Trump".

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Los resultados de las primarias celebradas en la madrugada del sábado al domingo en Carolina del Sur han servido para corroborar un hecho inquietante: que la era D.T no parece tener visos de terminar a corto plazo. Trump ganó sin despeinarse con el 33 por ciento de los votos. Se impuso de calle a sus dos inmediatos perseguidores, Ted Cruz, que cosechó el 22.5 por ciento de los votos, y Marco Rubio, que se quedó con el 22.3. Es como si estos dos últimos compitieran en una división inferior. La que mira a Trump desde la distancia insalvable.

"Somos un movimiento increíble hecho de gente increíble", proclamó Trump exultante ante una multitud rendida a sus pies, en la fiesta posterior a la victoria en Carolina del Sur. "Llevo tiempo diciendo que Estados Unidos vuelve a ser grande otra vez, y va a ser todavía más grande de lo que era antes. Ahora mismo, tal es nuestro potencial: ser más grandes de lo que fuimos".

La victoria de Trump en Carolina del Sur resulta especialmente premonitoria debido a que parecía que el candidato republicano estuviera haciendo todo lo posible por perder el estado deliberadamente. La semana pasada Trump soltó que el 11-S había sido responsabilidad de George W.Bush y criticó abiertamente a su administración por invadir Irak. Parecía que Trump hubiese decidido sacrificar un estado proverbialmente paramilitar, donde el ex presidente sigue siendo un ídolo local. Trump no se quedó allí. También aprovechó la semana para elogiar a la controvertida ONG Planned Parenthood, consagrada a la investigación reproductiva y a la educación sexual, que contempla el aborto como una de sus alternativas asistenciales. Y, por si no fuera suficiente, Trump aprovechó los días previos a su inesperada victoria para pelearse nada menos que con el Papa, otra institución en Carolina del Sur.

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De acuerdo con la lógica A.T, tales precedentes hubiesen significado un suicidio para cualquiera que pretendiera conseguir la victoria en un estado donde casi el 75 por ciento de los votantes son cristianos evangélicos. Claro que en tiempos de A.T. parece que la omnipotencia del candidato es tal, que incluso después de arremeter contra todos los referentes sagrados del estado, el xenófobo multimillonario ha conseguido apabullar al resto de candidatos y conseguir el máximo margen de votos entre los evangélicos.

La victoria de Trump ha sido tan obscena que ha provocado la renuncia de un candidato que se las prometía felices aquí, Jeb Bush, nada menos que el hijo del venerado George H. W. Bush. Tras su triste cuarta posición, Bush tuvo claro que no tiene nada que hacer en estas elecciones y se ha retirado.

"La gente de Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur ha hablado", proclamó entre lágrimas el hijo de George padre y hermano de George hijo en el evento que celebró tras la votación. "Hoy, mi campaña llega a su fin".

Jeb Bush había sido gobernador de Florida y muchos apostaban por él como uno de los máximos favoritos a conquistar las primarias republicanas. Tenía los apellidos y el dinero, muchos más dólares que ningún otro candidato. Sin embargo, Jeb ha sido incapaz de alzarse con un solo pódium en las primarias celebradas hasta la fecha, un síntoma inequívoco de que sus aspiraciones son nulas, o inexistentes.

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Así que la retirada del último Bush no afecta en nada a la carrera republicana, que se seguirá dirimiendo entre los tres candidatos que vienen repartiéndose las posiciones de cabeza: Trump, Cruz y Rubio. Más allá del señalado tridente, Ben Carson y el gobernador de Ohio John Kasich, todavía podrían decir su última palabra. Cruz ganó las primarias de Iowa, un estado donde abanderó a los evangelistas, sin embargo, todavía tiene que demostrar si es capaz de seducir a un sector más amplio de su electorado en estados como Nevada y Ohio.

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Ahora mismo parece que el único candidato republicano capaz de hacerle sombra a Donald Trump es Marco Rubio, quien puede aprovechare más que nadie de la renuncia del irrelevante Bush. En la madrugada del sábado, Rubio arrebató muchos votantes con los que contaba Bush, entre ellos, todos aquellos republicanos de clase alta y estudios superiores que se identifican con el establishment del partido. Así lo demostró una encuesta auspiciada por el periódico Washington Post. Rubio se alzó con el 47 por ciento de los votos de aquellos que aseguran que su máxima preocupación no es otra que la victoria en las elecciones generales de noviembre. Claro que se trataría, únicamente, del 15 por ciento de los votantes. Rubio también se hizo con el favor del 36 por ciento de los electores que desean a un candidato con experiencia en la política, algo de lo que Trump carece.

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Todos ellos constituyen los votantes potenciales que Bush se había marcado como objetivo. Claro que para el pequeño de los Bush, las cosas empezaron a desplomarse a principios de la semana pasada. Entonces, Rubio consiguió hacerse con el apoyo de las dos voces más preciadas entre los republicanos de Carolina del Sur: la del senador Tim Scott y la del gobernador Nikki Haley. Sucedió poco después de que pusiera un pie en su nuevo feudo. Ambos le mostraron su apoyo en un abrir y cerrar de ojos, un apoyo que, según las encuestas, concluía que al 45 por ciento de los electores considera fundamental el respaldo de Haley.

Así, a los partidarios de Bush no les costó demasiado cambiar de chaqueta y ponerse la de Rubio, en su lugar. El senador de Nevada Dean Heller, que había proclamado previamente su apoyo a Bush, se decantó por Rubio el domingo por la mañana y anunció que prevé sumarse a su campaña en el próximo caucus, que se celebrará en Nevada mañana martes. El Huffington Post informó ayer que el ex candidato Mitt Romney, uno de los republicanos con mayor influencia en el electorado, también tiene previsto ofrecer su apoyo a Rubio.

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Pero por mucho que la plana mayor de los republicanos apoyen a Rubio, la pregunta del millón sigue siendo la misma: ¿podrá Rubio detener la imparable fuerza con la que está creciendo Trump? Tanto Rubio como sus aliados parecen estar trabajando sin descanso para que así sea. Conservative Solutions, el comité de acción política que apoya a Rubio, anunció el sábado por la noche que se dispone a desplegar una masiva campaña de financiación que arrancará mañana en Nevada, con el objetivo de convertir a Rubio en el candidato republicano número uno.

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Rubio es consciente de su papel como la gran apuesta republicana para detener a Trump.

"Hemos nominado a alguien que nos fortalecerá y nos unirá como partido, que nos hará crecer, que puede transmitir nuestro mensaje a los nuevos votantes. Y lo que es más importante, que puede ganar, que, de hecho, ganará en noviembre", declaró Rubio ayer en un programa de televisión. "Yo le propongo al partido la oportunidad de nominar a un candidato tan conservador como el resto en esta carrera".

Lo que parece claro es que Carolina del Sur no será suficiente como para encaramar a Donald Trump a los más alto de la nominación republicana. No hay que olvidar que hasta ahora, los primeros estados de las primarias han votado de manera proporcional a varios candidatos distintos, y que Trump todavía no dispone del apoyo de ninguna mayoría. Es posible que, hasta la fecha, hubiese obtenido un tercio de los votos de los estados a los que ha concurrido. Claro que eso también significa que, de momento, no cuenta con el favor del 70 por ciento de los republicanos. Resulta sencillo quedar primero cuando el resto del electorado está dividido entre otros 12 candidatos.

En realidad, los grandes ganadores de todos los estados no tendrán sus primarias generales hasta el 15 de marzo. Después de eso, descubriremos hasta qué punto la era A.T. seguirá su curso durante el definitivo mes de noviembre. O si no.

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