FYI.

This story is over 5 years old.

Ecuador

Terremoto en Ecuador: los guardianes de la memoria

Visitamos Portoviejo para hablar con algunos de los afectados por el feroz terremoto del pasado abril. La situación que atraviesan es de emergencia y todo indica que falta mucho tiempo y dinero para la recuperación.
Uno de los trabajos de José Luis, fotógrafo de comuniones y bautizos y propietario de una tienda de fotografía convertida en ruinas. (Imagen por Pablo Tosco/Oxfam Intermón)
Síguenos en Facebook para saber qué pasa en el mundo.

Después del terremoto que el 16 de abril sacudió el noroeste de Ecuador, el centro de Portoviejo, donde antes se concentraba todo el bullicio, se ha convertido en una ciudad semidesértica. Apenas queda gente en sus calles. Solo edificios en ruinas rodeados de silencio. Muchos de sus habitantes han huido y se han instalado en la pista del aeropuerto, una zona segura según el gobierno ecuatoriano. O en las cunetas de las carreteras, donde es más fácil recibir ayuda.

Todos se han ido del centro, excepto unos pocos. De repente, se puede verse a un señor sentado en un sofá. Solo. Absorto. Se ha quedado vigilando su casa para que no le roben lo poco que había sobrevivido a la catástrofe. Su tele, ropa, una nevera.

Publicidad

Aunque el seísmo de Ecuador no ha tenido la magnitud que tuvieron otras catástrofes, como la de Nepal, ni por lo tanto la misma atención mediática, el drama personal es muy parecido. Más de 750.000 personas se aferran a lo único que les queda, con la esperanza de recuperar algún día su vida anterior.

La economía ecuatoriana entra en una crisis, tras el devastador terremoto que dejó más 654 muertos. Leer más aquí.

En medio de los escombros hay esparcidas varias fotos: una graduación, un cumpleaños infantil, una boda, varios retratos. Son los recuerdos de los vecinos de José Luis, fotógrafo de comuniones y bautizos y propietario de una tienda de fotografía convertida en ruinas.

Él se ha quedado sin casa — vivía encima de la tienda — y sin negocio. "El terremoto destruyó la cámaras, la impresora, el ordenador. Todo lo que necesito para trabajar. ¿Cómo voy a ganarme la vida ahora?", se lamenta mientras intenta recuperar el material que todavía no había entregado a sus clientes.

Se ha instalado justo enfrente de su tienda y desde aquí custodia lo poco que queda en pie. Con algunos vecinos, han juntado dinero para poder remover los escombros. Él ansía recuperar sus pertenencias más valiosas. Otros quieren encontrar los cuerpos de sus familiares para darles una sepultura digna.

Su mujer y sus hijos se han ido a vivir con unos familiares. "No querían ir a la pista de aterrizaje donde las condiciones son muy precarias", cuenta.

Publicidad

"Lo que más me duele es ver mi casita destruida. Era muy pequeñita, pero me duele", relata otro vecino llamado John, que, a pesar de todo, está agradecido porque una parte de su casa ha quedado intacta. "No podemos quedarnos a vivir aquí porque se nos puede caer encima", explica mientras nos muestra cómo se mueven algunas paredes. "Pero igual uno tiene que estar cuidando su casita, sus cositas, lo poco que quedó", asegura.

El resto de la familia se ha instalado en los alrededores de la pista de aterrizaje donde hay unas 1.500 personas. Con cuatro palos y un techo de plástico, la gente ha improvisado sencillos refugios. Unos colchones, una mesa y sillas distribuidas encima del suelo de tierra. Cuando llueve todo se moja y queda embarrado. Algo lamentablemente muy habitual en esta época del año. Las ONG distribuyen comida, agua y materiales para mejorar las viviendas. También han construido duchas y letrinas. "Al principio los aseos estaban a la intemperie y las mujeres y las niñas no querían ir porque era peligroso", cuenta John.

Durante el día, su esposa vuelve a la casa, comen juntos y piensan cómo van a superar esta situación. "Todavía estoy nervioso. Me he quedado traumado. Le pido a mi mujer que me acompañe a todos lados", cuenta con voz temblorosa. "No sé cómo voy a levantar esto de nuevo. Ahora aquí no hay trabajo, pero confío que pronto podré encontrar algo. Necesitamos el dinero para poder reparar los destrozos y volver a tener una vida normal. No será fácil. En este país, uno gana solo para la comida, y si quieres construir una pared tienes que dejar de comer".

Publicidad

John en el interior de lo que queda de su vivienda. (Imagen por Pablo Tosco/Oxfam Intermón)

A diferencia de John, Alba no tiene una casa a la que regresar. Su vivienda, que tardaron varios años en construir, no ha resistido el seísmo y le han comunicado que van a demoler lo poco que queda.

"Nunca pensé", repite varias veces con la mirada perdida. "Nunca pensé que esto pasaría en este país. Cuando construimos nuestra casa no pensamos que acabaría destruida. Nos hemos quedado sin nada", sentencia. "No paro de decirle a mi marido que no tendríamos que haber levantado un segundo piso, que la casa se derrumbó porque quisimos hacernos los agrandados", prosigue entre sollozos.

Su hogar desapareció en un segundo: "Fui a la cocina a coger una taza de leche y al minuto todo empezó a temblar. Al principio, no sabíamos qué hacer. Nos quedamos bloqueados", recuerda. Ya en la calle vieron cómo se derrumbaba todo delante de sus ojos.

En pleno estado de shock, y con los nervios todavía a flor de piel, se mudaron a la pista del aeropuerto. "Fuimos a pedir información. Nos enviaron a una carpa y nos dieron unos colchones", explica. "Aquí no podemos aguantar mucho más tiempo. Los niños empiezan a extrañar su casa. Necesitamos un lugar donde podamos estar tranquilos, seguros, más cómodos", describe visiblemente preocupada. "No sabemos cuánto tiempo estaremos aquí. Nos han dicho que van a construir casas para los más necesitados, pero pasan los días y no sabemos nada. Estamos desesperados porque no tenemos a dónde ir".

Publicidad

"Mi corazón está pequeño, pero sé que Dios nos ayudará", concluye.

Las 11 hijas que lloran a su padre en Ecuador: murió en su sillón favorito durante el sismo. Leer más aquí.

Alba y su marido miran la tele en una de las carpas de acogida colocadas por el gobierno en el aeropuerto. (Imagen por Pablo Tosco/Oxfam Intermón)

Texto por Laura Hurtado. Síguela en Twitter: @laurtado

Todas las imagen por Pablo Tosco/Oxfam Intermón. Síguelo en Twitter: @PavlobskiRoisen