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El Salvador más sangriento desde la salvaje Guerra Civil

La espiral de violencia se recrudece en El Salvador, el estado más peligroso del planeta. La lucha entre pandillas mata a 24 personas al día y este 2016 está siendo aún más sangriento que la Guerra Civil, que acabó en 1992.
Imagen por Roberto Escobar/EPA
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El Salvador no había registrado un arranque de año tan sangriento desde que terminó la salvaje guerra civil en 1992.

Los dos primeros meses de 2016 han alcanzado los 1.399 asesinatos, más del doble de las cifras registradas el año pasado. Lo más perturbador es que los números del año pasado habían sido los más elevados desde el final del conflicto armado, una estadística que ha convertido a El Salvador en el país más violento del mundo en supuestos tiempos de paz.

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La estadística alcanza ahora los 104 asesinatos por cada 100.000 habitantes, suficiente para arrebatarle a Honduras el dudoso honor de ocupar el máximo peldaño en el escalafón mundial. Ahora parece que las cosas se están poniendo peor en el pequeño país de 6,3 millones de habitantes, donde el promedio de asesinatos alcanzó la pavorosa cifra de 24 personas al día en enero, y de 22 en febrero.

El derramamiento de sangre provocó que los Cuerpos Pacificadores de Estados Unidos suspendieran a principios de enero su programa en El Salvador "debido a la precaria seguridad de su entorno".

La violencia en El Salvador — al igual que en Honduras — está vinculada a la salvaje rivalidad de sus pandillas locales, encabezadas por Mara Salvatrucha y Barrio 18.

El problema de las pandillas en Centroamérica se originó después de que Estados Unidos decidiera deportar a una masiva cifra de criminales que cumplían sentencias en sus celdas. La administración Bush decidió entonces, que después de saquear el país y de financiar su división, y en vista de que la guerra civil había terminado ya, era el momento de deshacerse de todos sus convictos centroamericanos. Sucedió que las debilitadas instituciones salvadoreñas no pudieron contener el desembarco, que ha desembocado en una guerra abierta de pandillas cuyas cifras luctuosas no le tienen nada que envidiar a los peores años de la guerra civil.

La interminable guerra contra las maras en El Salvador. Leer más aquí.

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El ejecutivo salvadoreño habría intentado solucionar el endémico problema de distintas maneras, aunque ninguna de ellas ha funcionado. El elevado nivel de corrupción de funcionarios y de policías complica la ecuación a niveles preocupantes.

Hasta la fecha, la única estrategia que ha conseguido rebajar el índice de asesinatos es la controvertida tregua sellada y financiada por el gobierno en 2012. Esta se sostuvo durante 15 meses. Sin embargo, una vez se resquebrajó, los asesinatos regresaron con más fuerza que nunca.

Algunos observadores han señalado que el estallido de violencia del año pasado, cuando los asesinatos crecieron en casi un 70 por ciento, se produjo como reacción a la decisión del gobierno de transferir a los miembros de las cúpulas directivas de las pandillas a prisiones de máxima seguridad, momento en que, presuntamente, su comunicación con sus efectivos en la calle, se habría interrumpido.

El presidente del país, Salvador Sánchez Cerén ha insistido en varias ocasiones que la única respuesta posible a la situación es intensificar la persecución de los delincuentes, una estrategia que muchos consideran contraproducente.

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