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guerras y conflictos

En imágenes: el infierno centroafricano cumple tres años

Tres años después de que estallara la violencia entre las milicias seleka y anti balaka en la República Centroafricana, los grupos armados siguen aterrorizando a la población y 2,3 millones de personas necesitan ayuda humanitaria urgente.
En el campo de desplazados de Batangafo familias y niños no acompañados han construidos sus refugios huyendo de la violencia. (Pablo Tosco/Oxfam Intermón)
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Hace justo tres años, el 5 de diciembre de 2013, una brutal espiral de violencia entre milicias Seleka y Anti Balaka dejó miles de muertes y causó el desplazamiento de casi un millón de personas, que aún siguen fuera de sus casas, en la República Centroafricana.

A pesar de las elecciones presidenciales de este año, una cierta normalidad política y los intentos por estabilizar el país, el sufrimiento y la violencia siguen y la gente se ve obligada a desplazarse una y otra vez, en una espiral que parece no tener fin.

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Al menos 21 muertos por altercados en República Centroafricana a un mes de los comicios. Leer más aquí.

Los grupos armados siguen aterrorizando a la gente, 400.000 personas siguen sin casa y 2,3 millones de personas, más de la mitad de la población del país, necesitan acceder a asistencia humanitaria básica: agua, comida y cobijo. Con todo, esta es una de las crisis humanitarias más olvidadas y menos financiadas.

A un mes de acabar el año, el país centroafricano solo ha recibido el 34 por ciento del dinero que Naciones Unidas pidió a la comunidad Internacional en su llamamiento para tratar de paliar las necesidades más urgentes de la población.

En Batafango, un pueblo enclavado en medio de la selva en el noroeste de República Centroafricana, armas quedan casas en pie. La inmensa mayoría de sus 29.000 habitantes malviven hacinados y en condiciones nefastas al lado de sus antiguas viviendas, en el segundo mayor campo de desplazados del país, para evitar ser objeto de nuevos saqueos y agresiones. El primero sigue siendo Castor.

Malamokoyen junto a sus hijas en el campo de desplazados de Castor. El campamento recibió a unas 10.000 al inicio de la crisis. Oxfam Intermón provee de agua y letrinas a las familias que viven en este asentamiento. (Pablo Tosco/Oxfam Intermón)

Monique recoge agua de un punto de distribución instalado por Oxfam Intermón en el barrio de Castor, en Bangui, arrasado por las milicias Seleka en 2013. Lleva 2 años viviendo en este asentamiento. (Pablo Tosco/Oxfam Intermón)

Más de 24.000 personas que perdieron sus casas en Batafango, familiares y todo lo que tenían malviven tres años después en lonas y chozas de paja esperando soluciones que no llegan. (Pablo Tosco/Oxfam Intermón)

Georgine junto a sus hijos lleva dos años viviendo en una chabola de paja en el campo de desplazados de Batangafo. (Pablo Tosco/Oxfam Intermón)

Sadia B. 40 años. Tiene 4 hijos. Cuando la milicia Seleka entró en Bria provocó matanzas y persecuciones, saquearon y quemaron viviendas. Sadia junto a sus hijos y marido herido huyeron hacia Bangui en busca de un lugar seguro. En Bangui, su marido murió. (Pablo Tosco/Oxfam Intermón)

Olga Y., tiene 3 hijos, huyo del barrio de Yambasse cuando la milicia Seleka empezó a matar y saquear a las familias cristianas. Asesinaron a su marido fue asesinado y ella busco refugio en el Aeropuerto de M'poko. (Pablo Tosco/Oxfam Intermón)

Faustin Guessi regresa a las ruinas de su casa destruida durante la crisis de 2015 en el barrio de Bloc Sara, Bangui. Cuando la seguridad lo permite vuelve a su antiguo hogar para limpiar las malesas. (Pablo Tosco/Oxfam Intermón)

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