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guerras y conflictos

Por qué ser encarcelado en Siria equivale a una muerte casi segura

Amnistía Internacional recoge en un informe varios testimonios que documentan las terribles condiciones de las cárceles bajo control gubernamental. Torturas, violaciones y todo tipo de abusos son el pan de cada día en estos penales.
Un dibujo retrata las terribles condiciones de las cárceles sirias. (Imagen vía Amnistía Internacional)

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En las guerras las leyes más fundamentales se desvanecen. La posibilidad de infligir dolor sin consecuencias ni acciones legales por parte de las instituciones que han de garantizar el respeto por lo más básico aflora en el fragor de la violencia hasta alcanzar cotas de horror insospechadas. Y en la prisión, ya de por sí opaca en tiempos de paz, esto se manifiesta con mayor brutalidad.

Las prisiones gubernamentales de Siria no son una excepción. Más bien todo lo contrario: es un ejemplo paradigmático de cómo un penal puede devenir un centro de exterminio, de acuerdo a los datos aportados por el último informe de Amnistía Internacional (AI), 'It breaks the human': Torture, disease and death in Syria's prisons.

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'Vi la sangre; era como un río'

El espeluznante periplo carcelario ya se inicia en el propio traslado. Antes de entrar bajo custodia del centro penitenciario ya sufrían abusos, relatan los testimonios recogidos por AI. Los funcionarios de los centros de detención, parada previa al penal, organizan a los recién llegados las llamadas "fiestas de bienvenida", en las que los reos reciben brutales palizas con barras de silicona o metal y con cables eléctricos u otros objetos contundentes.

"Nos trataban como a animales. Querían que la gente fuera lo más inhumana posible […] Vi la sangre; era como un río […] Nunca imaginé que la humanidad pudiera caer tan bajo […] no tenían ningún problema en matarnos allí mismo", rememora Samer, abogado detenido cerca de Hama citado en el informe.

Las torturas son el pan de cada día en los servicios de inteligencia militar. El dulab, una técnica que consiste en obligar a la víctima a permanecer con el cuerpo contorsionado dentro de un neumático, junto a la falaqa, en la que se azota las plantas de los pies del torturado, se alterna con descargas eléctricas, uñas arrancadas, pieles escaldadas con agua hirviendo o con cigarrillos, además de violencia sexual.

Las "fiestas de bienvenida" también acababan en violaciones contra las mujeres bajo custodia de los servicios. El hacinamiento, la falta de comida y de higiene y la brutalidad de los guardias se cobraban vidas a diario. Y todo eso antes de entrar en una prisión.

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Criba en la cárcel

"En [los centros de los servicios de inteligencia] la tortura y las palizas eran para hacernos 'confesar'. En Saydnaya parecía que la finalidad era la muerte, alguna forma de selección natural, para librarse de los débiles en cuanto llegaban", relata Omar, uno de los supervivientes referidos por la ONG del penal de Saydnaya, considerado de los peores del país.

Omar asegura que en una ocasión un guardia había obligado a dos hombres a desnudarse para que uno violara al otro, amenazándole con la muerte si no lo hacía.

La dieta de la cárcel en algunos momentos es a base de cáscaras de naranja y huesos de aceituna, pues los reclusos están privados de alimentos y cualquier bocado es bueno para no morir de hambre. Tienen terminantemente prohibido mirar los guardias a los ojos, que se sienten totalmente impunes.

Salam, abogado de Alepo citado en el documento, recuerda el caso de un profesor de Kung Fu asesinado por haber enseñado artes marciales a sus compañeros de celda. "Mataron en seguida a golpes al entrenador y a otros 5, y luego continuaron con los otros 14. Murieron todos en menos de una semana. Vi la sangre salir de la celda", explica el letrado.

Desde que estallara la guerra, han muerto casi 18.000 personas bajo custodia, según AI. Unas 300 personas al mes.

"La naturaleza deliberada y sistemática de la tortura y otros malos tratos en la prisión de Saydnaya representa la forma más elemental de crueldad y una falta despiadada de humanidad", afirma tajante Philip Luther, director del Programa de Amnistía Internacional para Oriente Medio y el Norte de África de AI.

La organización humanitaria ha iniciado una campaña de recogida de firmas para exigir a la comunidad internacional para dar garantías a los supervivientes de las cárceles para que reciban tratamiento médico y psicológico y apoyo social para su rehabilitación.

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