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opinión y análisis

España clama por una nueva política pero no encuentra quien la dirija

Los partidos tradicionales carecen de plan b y lo fían todo a que las nuevas formaciones surgidas del movimiento ‘indignado’ no pasen de ser un simple artista invitado.
Imagen vía Facebook

'Aún queda partido'. A pesar de verse obligado a pactar para gobernar, el uno, y de haber visto cómo se esfumaban 17 de sus escaños, el otro, lo que Partido Socialista Español y Partido Popular han sacado en claro de las pasadas elecciones autonómicas andaluzas de marzo es que aún les queda partido por jugar.

Pese a la irrupción de Podemos, el partido que mejor ha sabido unificar el movimiento 'indignado' y al enorme salto dado por Ciudadanos, la formación que quiere representar la tercera vía española, lo cierto es que el mapa provincial de Andalucía sigue conformándose con representantes socialistas y populares.

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No hay representantes de Podemos ni de Ciudadanos que valgan. Y menos aún de UPyD, el partido que se define como transversal y federalista que, desde su fundación en 2007, lleva intentando sin éxito ser el partido bisagra en el panorama nacional.

El primer envite del 'superaño electoral' español que albergará no menos de tres citas electorales se antojaba como el del final del bipartidismo con el que PP y PSOE se han alternado en el Gobierno desde la Transición hace más de tres décadas. Y no ha sido así, de momento.

Podemos y Ciudadanos han logrado unos resultados más que positivos, pero se esperaba más de ellos. Sobre todo de los primeros si se revisan las encuestas de los últimos meses que le catalogan como el fenómeno político del año, y está por ver si de la década.

Para ello siguen aplicando las mismas técnicas aprendidas de la historia reciente de Bolivia , Ecuador o Venezuela como el concepto populista de 'hegemonía' del vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, y de las enseñanzas del teórico político argentino, Ernesto Laclau, y del filósofo marxista italiano, Antonio Gramsci: aportar luz y presentarse como alternativa política para muchos jóvenes — y no tan jóvenes — que no se sienten reflejados por el actual sistema político español viciado por cohechos, prevaricaciones, nepotismos, corrupción y servilismo como dan buena cuenta los procesos judiciales que realiza el Juzgado nº 5 de la Audiencia Nacional española.

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Nadie pone en duda el énfasis aplicado a la movilización ciudadana a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Siempre con la promesa del cambio. La misma que aparece en casi todos sus actos de campaña.

Pero la ausencia de una verdadera batalla de las ideas está convirtiendo el camino hacia a las elecciones generales de finales de 2015 en una carrera de fondo. Una maratón en la que los partidos emergentes arrancaron sacando varios cuerpos a sus rivales, pero a quienes la travesía les está resultando demasiado larga.

El cabreo — del votante — por sí mismo no vale. Sí que ayuda a sacar a un buen puñado de electores desencantados de sus casas dispuestos a votar por una alternativa. Pero para ganar, arrasar y cambiar el sistema, como defienden sus líderes hace falta más. Especialmente más relato.

Tanto el líder de Podemos, Pablo Iglesias, como el de Ciudadanos, Albert Rivera, e incluso el líder de Izquierda Unida (IU), Alberto Garzón, llevan meses alternándose en las tertulias televisivas de ámbito nacional. Aparecen en ellas periódicamente tratando de no coincidir entre ellos para no neutralizarse a sabiendas de que los verdaderos contrincantes son el PP y PSOE. Pero en lo que no pueden evitar solaparse es en su argumentario.

¿Significa que Podemos, Ciudadanos e IU son lo mismo? De ninguna manera. Sin embargo sus tres líderes han decidido apostar por presentar un proyecto político que cabría en un tuit. "Honestidad, cambio de modelo y recuperación de lo público". Incluso les sobran 83 caracteres.

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Cualquier debate que trascienda su compromiso por la 'responsabilidad política y la tolerancia cero ante la corrupción', la necesidad de 'reorganizar el modelo productivo del país' y la convicción de 'crecer socialmente a lomos de los servicios públicos' ha sido eludido sistemáticamente.

No quieren perder a nadie por el camino, por eso apenas han profundizado en los detalles de sus proyectos económicos ni han definido cómo piensan materializar sus propuestas. Han articulado un mensaje minimalista, despojado de ideología y apelando a los sentimientos. Lo justo para colocar al votante en la disyuntiva de votar a los de siempre 'que nos han llevado a la ruina' o votar por el cambio que 'nos devolverá los derechos suprimidos en connivencia con la Troika europea'.

Sin embargo el 'superaño electoral' es muy exigente y el electorado reclama más información a sabiendas de que, en algunos casos, van a acudir a las urnas hasta tres veces a lo largo de 2015. Así que el trabajo hecho hasta ahora ya no vale.

El adelanto de elecciones en Andalucía ha permitido a los partidos reagrupar sus fuerzas en un solo territorio.

Allá donde hacía falta proyectar un mensaje aparecían los primeros espadas. Pero, ¿qué va a ocurrir en mayo cuando se pongan en juego los ayuntamientos de España y todas las Comunidades Autónomas salvo Cataluña, País Vasco, Galicia y la consabida Andalucía?

O, ¿qué está ocurriendo ya en Andalucía durante la ronda de contactos del PSOE para garantizarse la investidura de Susana Díaz, la candidata socialista y vencedora de los comicios?

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A tenor de lo publicado en la prensa española, Pablo Iglesias ha desautorizado a su candidata en Andalucía, Teresa Rodríguez, durante las conversaciones postelectorales con Susana Díaz (PSOE). E incluso se comenta que Albert Rivera llamó al cabeza de cartel de Ciudadanos, Juan Marín, para cortar de raíz cualquier posible idea de cambiar apoyos por sillones en la Junta.

En efecto, lo consecución de hechos obliga a salir al campo a actores secundarios hasta ahora desconocidos. Y cuanto más decisivos sean estos actores, mayor acceso tendrán a cargos con las consecuentes responsabilidades y presencia mediática. Y esa presencia se traduce en más voces que controlar desde el aparato del partido.

Hasta aquí parece probado que los partidos emergentes tienen tarea por delante para solucionar sus problemas internos. Pero no son los únicos.

Del otro lado, en el bando del bipartidismo, PSOE y PP se han mostrado incapaces de entender, hasta ahora, qué está ocurriendo en el tablero español y por extensión, de trazar una estrategia adaptada a la situación actual.

Conforme iban viendo cómo bajaban posiciones en los sondeos confundieron la crisis de los partidos tradicionales, su propia crisis, con el apocalipsis general. No sólo se lo creyeron, sino que se lo quisieron hacer creer al electorado. 'O nos votáis, o el caos' han venido proclamando tanto Pedro Sánchez (PSOE) como Mariano Rajoy (PP).

Albert Rivera a Rajoy: 'En 2015 empieza un nuevo tiempo y este será el último debate del bipartidismo decadente' — Cs Profesionales (@CsProfesionales)abril 7, 2015

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Y en algún caso incluso han ido más allá para justificarse al autodenominarse objetivos de una supuesta estrategia transoceánica con base en Caracas. Como si la existencia de una conspiración en su contra les absolviera de asumir responsabilidades y tomar decisiones.

Los fantasmas de ambos partidos les colocan en la tesitura de tener que confiar en el otro para garantizarse su supervivencia. Pactar entre ellos para garantizarse ciertas presidencias autonómicas y Alcaldías sonaba a ciencia ficción hace justo un año. Pero ya no lo es tanto.

La prueba es que Pedro Arriola y José Enrique Serrano se han reunido en las últimas semanas. El sociólogo de 'gurú de cabecera' del PP y al 'abogado fontanero' del PSOE están sondeando la posibilidad de pactar una especie de segunda transición que permita futuros acuerdos de Estado entre las dos formaciones mayoritarias apoyando en cada caso al partido más votado.

¿A qué se deben las prisas? A que a día de hoy Podemos y Ciudadanos parecen lejos de querer entenderse y repartirse el botín.

Garzòn: 'Podemos no es mi enemigo'. Éste sigue sin enterarse de nada. — Tercera República (@Tercerarepblica)abril 7, 2015

¿Pero qué pasará si los partidos de Pablo Iglesias y Albert Rivera no han tocado techo y siguen devorando a mordiscos la hegemonía bipartidista? No hay respuesta porque ni PSOE ni PP han sabido trazar hasta ahora un 'plan b'.

Sigue a Asier Martiarena en Twitter: @asiermartiarena