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crimen y drogas

Cómo la droga y la violencia mataron a 6 españoles en una cárcel del Perú

Joaquín M. sobrevivió a casi 5 años de prisión en Perú, pero seis de sus compatriotas murieron entre rejas. En las cárceles del país andino, dice, hasta sus funcionarios están en venta y la droga y la violencia son la moneda de cambio.
Imagen de Joaquín M. en su celda de la prisión peruana de Ancón II

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"Lo tengo todo apuntado. Sabía que algún día podría contar lo que pasó", asegura a VICE News Joaquín M.. En la historia de este pamplonés, que empieza con la crisis que sumió a millones de españoles al borde o dentro mismo del abismo, hay violencia, corrupción, drogas y muerte.

En su caso, el despeñadero estaba a casi 10.000 kilómetros de casa y tiene dos nombres Sarita Colonia y Ancón II. En estas dos prisiones peruanas, el entrevistado pasó casi 5 años de su vida tras ser detenido en el aeropuerto de Lima con cerca de 5 kilos de cocaína.

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Albañil de profesión, y propietario de un bar en el centro de la ciudad navarra, Joaquín vio como su negocio se ahogaba a medida que la recesión hacía mella en el bolsillo de los españoles. "Cada vez había menos gente en el bar y aunque intentaba compaginarlo con algunas chapucillas, no me daba para nada, así que un día un cliente me dijo si quería salir de apuros y viajar por el mundo. Yo tenía dos hijas que alimentar, así que accedí y me convertí en una mula", relata.

Por cada kilo de coca que Joaquín traía de Latinoamérica y entraba en España ganaba 6.000 euros. En total, hizo nueve viajes hasta que, en el último, todo se torció. Su destino era Bolivia, pero el tipo que debía esperarlo allí no estaba, así que tuvo que cambiar de planes e ir hasta Perú. "Pagué a dos policías de narcóticos que operan en el aeropuerto de Lima para que hicieran la vista gorda, como siempre hacía, ellos sabían a qué hora llegaba y debían facilitarme la salida", explica.

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Los policías habían cobrado 3.000 euros por cada kilo, pero no estaban donde debían estar cuando otro agente le preguntó en el mostrador de facturación si esa bolsa era suya. Allí estaba todo, dice. Sin embargo, lo acusaron por llevar tres kilos de coca y de los dos restantes nunca se supo más.

"Allí todos se benefician del negocio de la droga, desde que la coca sale de las plantaciones hasta que llega a España todas las personas que intervienen en la ruta se quedan con su parte, en mi caso se quedaron con mucho más". Lo que nunca hubiera imaginado, confiesa, es que la prisión peruana también funcionara con la misma lógica.

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'Muchos caen porque ante la desesperación, la violencia y las amenazas continuas, la droga les ayuda a evadirse'.

"Las cárceles de Perú son centros de intoxicación, en el presidio de Ancón II solo siete de las más de 300 personas que había en tres pabellones no se drogaban. Allí entra de todo: coca, crack, marihuana, navajas, armas de fuego, …".

Según Joaquín, los agentes del Instituto Nacional Penitenciarios (INPE) solo vigilan el perímetro y se mantienen al margen de lo que pasa dentro de la cárcel. "Allí mandan los 'taitas', los presos que lo deciden todo, se quedan con todo lo que entra en la prisión, manejan la droga, y pagan a los trabajadores, desde el agente raso hasta el alcaide reciben coimas", añade.

A los españoles, continua, los exprimen tanto como pueden, porque además de arrebatarles cualquier tipo de paga o dinero que se les envíe, cualquier paquete que les manden, los utilizan para chantajear a sus familias.

Así, explica el exreo, sin nada en el bolsillo, las víctimas se ven obligadas a pedir favores y caen en las manos de estas mafias. La droga, de acuerdo con la versión del entrevistado, es el peor compañero de viaje. "Muchos caen porque ante la desesperación, la violencia y las amenazas continuas, la droga les ayuda a evadirse y cuando están enganchados ya no pueden salir del círculo vicioso", sentencia.

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Joaquín asegura que desde junio de 2010, cuando fue apresado, hasta el 24 de octubre de 2014, cuando salió en libertad, murieron seis compañeros españoles con los que compartía cautiverio. De uno, ya anciano, se acuerda muy bien. "Se llamaba Marcelino Nuñez, estaba enfermo de cáncer y, por aquel entonces, ya era drogadicto. Me acuerdo que ese día me dijo que se iría al hospital del centro, se refugió allí para no consumir. Al día siguiente apareció muerto, con una pipa [para fumar la coca] en las manos. ¿Cómo mierdas pudo consumir en el hospital?".

A otro, un asturiano de 35 años llamado Jonathan Pérez, recuerda, lo mataron por una piedra de crack: "Empezaron a forcejear con él para quitársela y, al caer, se rompió el cuello". La violencia en esos sitios, dice, es peor que la pesadilla más horrible que nadie pueda imaginarse. "Las imágenes se te quedan en la cabeza. He presenciado muchas palizas. Recuerdo como a un tío le clavaron un machete cuatro veces en el cuerpo".

Pero lo peor, dice, es que no hay nadie que te ayude o te proteja, hasta a los doctores de las prisiones, que también están comprados, les importas menos que nada. "Cuando ves como un médico le da dos patadas a un tipo que esta en el suelo completamente drogado con los ojos en blanco, como si fuera un saco, y luego te suelta 'tranquilo, está vivo', no das crédito". "La atención médica es así, y si a ello le sumas la droga, la violencia y las condiciones higiénicas, tienes Ancón II o otras prisiones peruanas como Sarita Colonia".

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Javier Casado, presidente de la Fundación + 34, una ONG dedicada a asesorar y a apoyar a los presos españoles cautivos en el extranjero y a sus familias, coincide con Joaquín: "las condiciones en las prisiones no sólo peruanas, sino latinoamericanas, en general, suelen ser muy insalubres".

En una conversación telefónica con VICE News, Casado afirma que los españoles presos mueren por enfermedades comunes como el cáncer o otras dolencias para las que no son debidamente tratados, pero también por enfermedades como la tuberculosis. Además, añade, "están las peleas y la violencia".

Joaquín sobrevivió, no probó la cocaína en todos sus meses de reclusión y consiguió salir de la cárcel sano y salvo. Hoy, un total de 281 españoles siguen recluidos en presidios peruanos, la mayoría de ellos en la violenta prisión de Ancón II; son más de 1.700 en cárceles de todo el mundo.

De acuerdo con los últimos datos facilitados por el gobierno español, de los 62 españoles que murieron en cárceles extranjeras entre 2010 y 2014, 12 perdieron la vida en Perú.

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