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Estados Unidos

Estados Unidos usa caballos en las prisiones como terapia para los reclusos

El programa está diseñado para que los internos entrenen a los animales, que posteriormente pueden llegar a formar parte de la Patrulla Fronteriza. Actualmente estas terapias se llevan a cabo en prisiones de Arizona, Colorado, Kansas y Nevada
Imagen vía Vassil Donev/EPA
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Antes de que el sol toque el polvo del patio de la prisión estatal de Arizona, cerca de 20 reclusos comienzan a preparar a los caballos.

Los hombres —muchos de ellos con un historial violento— colocan cuidadosamente las riendas en el hocico de los animales, aún poco acostumbrados al tacto humano, enseguida retiran el lodo endurecido de sus cascos y finalmente ajustan las sillas al vientre de los equinos, quienes hace apenas unas semanas corrían libres y ahora poco a poco han comenzado a obedecer las órdenes que se les dan.

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Estos caballos, al igual que los hombres que los entrenan, siguen aprendiendo a vivir tras las rejas.

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Los prisioneros que participan en el programa entrenan caballos de la raza Mustang, que eventualmente pasarán a formar parte de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos, sirviendo a los agentes como un medio de transporte poco costoso y ágil, mientras que brindan terapia y dan aliento a los reclusos.

Brian Tierce —de 49 años y una condena de 7 años por cargos de violencia doméstica y agresión— dice que los caballos le han enseñado "muchas cosas que no creía tener, como paciencia, perseverancia, gentileza y comprensión".

"Tengo que comprometerme con lo que hago, de otra forma nunca podría completar el trabajo", expresa Tierce.

Al menos un 80 por ciento de los equinos que están en los establos de la Policía Fronteriza se han graduado de los programas de entrenamiento en Arizona, Colorado, Kansas y Nevada. Los caballos son cruciales para andar entre los largos y accidentados caminos de la frontera mexicana.

Además, pagar un precio que oscila entre 500 y 800 dólares por un caballo domesticado, resulta bastante justo para las autoridades fronterizas.

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Se estima que hay cerca de 55.000 caballos Mustang libres en la zona oeste de Estados Unidos, explicó Jason Lutterman, vocero de la Oficina de Gestión del Territorio del país. Aquellos animales que no terminan en los programas de adopción enfrentan un destino incierto.

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En la prisión de Florence, un pueblo lleno de cactus a unos 225 kilómetros al norte de la frontera con México, los reclusos que participan del programa alistan a los caballos antes del amanecer y trabajan todo el día bajo la supervisión de Randy Helm, un ranchero por tradición y exagente de narcóticos que se proclama "predicador vaquero".

En un periodo de cuatro a seis meses, los hombres entrenan a los caballos —a los que ponen nombres como Billy, Rocky y Patches— para que toleren las riendas y la silla de montar, respondan a las órdenes de trote, galopen y realicen las maniobras necesarias cuando llegue momento de transitar por la frontera.

'Es una nueva manera de aprender a calmar nuestra ira'.

Helm, de 62 años, enseña a los reclusos a no someter a los caballos, sino a adiestrarlos. El método consiste en ir aumentando el número de órdenes y recompensar a los caballos por su buen comportamiento. Cualquier abuso o maltrato hacia los caballos significa la expulsión inmediata del programa.

"Se trata más de trabajar con los prisioneros que con los caballos", detalló Rick Kline de 32 años, quien ha cumplido ya cinco de los siete años de condena que le fueron dados por robo de autos. "Es una nueva manera de aprender a calmar nuestra ira".

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Kline espera poder aplicar esa misma calma cuando salga de prisión y se encuentre con sus dos hijos.

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Bret Karakey, quien está preso por intento de robo, recientemente se rompió la cadera cuando cayó de uno de los caballos. Pero una vez recuperado, regresó al programa sin pensarlo dos veces.

"Siento que es algo que necesito", expresó Karakey.

La mayoría de los prisioneros que han aplicado para participar del programa no tienen experiencia con caballos, una característica que valora Helm, ya que los seleccionados tienden a ser más amables con los animales.

La prisión de Florence comenzó su programa de entrenamiento en 2012, y aunque es muy pronto para poder medir los efectos a largo plazo, ninguno de los reclusos liberados que formaron parte de él ha vuelto a pisar la cárcel, explicó Helm. En Estados Unidos, el índice de reincidencia es de aproximadamente 68 por ciento después de tres años de libertad.

Helm dice que ha notado una transformación real en los prisioneros que permanecen en el programa.

"Muchos de ellos nunca han logrado crear vínculos con una persona, mucho menos con un animal", dijo el encargado del programa. "Ha sido muy interesante observar el cambio en la vida de estos hombres".

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Las adopciones de caballos por parte de la Patrulla Fronteriza son de suma importancia para actuar ante la creciente población de caballos Mustang en el país. Una ley federal aprobada en 1971 puso a la Oficina de Gestión del Territorio a cargo de las poblaciones de caballos y burros en la parte oeste del país, tanto para asegurar el bienestar de los animales, como que la vegetación y fuentes de agua no resultaran dañadas.

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Sin embargo, con el creciente costo del heno y el poco interés del público en los caballos, la Oficina de Gestión solamente puede poner en adopción 2.000 ejemplares cada año, por lo que muchos más continúan andando libremente por el desierto y las llanuras.

Hace 15 años, la misma oficina capturó más de 10.000 Mustangs y pudo conseguirle un nuevo hogar a unos 6.000.

'Siento que es algo que necesito'.

Hoy en día, la Patrulla Fronteriza es quien más caballos adopta del programa de adiestramiento en prisión.

Con ayuda de los caballos, los agentes pueden recorrer tramos sinuosos que los vehículos no pueden. Los equinos no temen cruzar suelo escarpado y rocoso.

"De verdad se siente como si fuera el viejo oeste cuando patrullamos", expresó Bobby Stine, supervisor de la Unidad de Patrulla a Caballo de San Diego. "No hay mucha presencia policial además de nosotros".

La unidad de San Diego cuenta con 28 caballos, mientras que la unidad en Tucson tiene más de 130. Entre 2014 y 2015, 15 caballos entrenados fueron adoptados de la prisión de Florence.

Algunas veces, el trabajo de los reclusos resulta algo irónico, ya que algunos son mexicanos detenidos por crímenes de droga. Pero a estos hombres no les importa, ellos están felices de que los caballos ya no sufran sed y hambre.

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