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¿Estás pensando en invertir en Corea del Norte? Antes léete esto

Un pequeño número de empresarios occidentales están convencidos de que las inversiones en Corea del Norte no solo son buenas para los negocios, sino que también son moralmente reivindicables.
Kim Jong-un, a la derecha, con el alto cargo chino Liu Yunshan en Pyongyang. (Imagen vía KCNA/EPA)

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Las etiquetas rezan "hecho en China", pero no cuentan toda la verdad. Hace un mes unas comprometedoras fotografías publicadas online y que habían sido disparadas en un fábrica de tejidos de Corea del Norte, descubrían el escándalo. Entonces la marca de equipamiento atlético Rip Curl, de origen australiano, se vio obligada a reconocer que 4.000 de sus chaquetas han sido elaboradas, nada menos, que en el Reino del Ermitaño.

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Rip Curl ha comunicado que su pedido habría sido secretamente desviado hasta una fábrica de Corea del Norte por su proveedor chino, el presunto productor de la embarazosa remesa. La empresa australiana ha ofrecido a sus clientes reembolsarles el dinero y donar todos los beneficios que consiga con la venta de las chaquetas a causas benéficas. La compañía también ha asegurado haber fulminado sus relaciones con el proveedor chino.

"Nos entristece informar que Rip Curl ha violado la confianza de sus clientes", ha declarado la empresa a través de un comunicado de prensa, "y nos disculpamos de todo corazón por haber permitido que algo así haya sucedido".

Claro que Felix Abt, no piensa que la empresa tenga nada por lo que disculparse.

Abt, nacido en Suiza, y un hombre que trabajó en Pyongyang entre 2002 y 2009, es uno de los pocos empresarios occidentales que alienta a los suyos a que suscriban transacciones con la dictadura norcoreana; es más, se reconoce partidario de las mismas. Este año, la revista The Economist ha publicado un artículo en el que sentencia que Corea del Norte es el peor sitio del mundo en el que invertir. Claro que, obviamente, eso no es lo que piensan ni Abt ni el resto de empresarios occidentales que tienen negocios por allí. Estos de hecho, consideran que Corea del Norte es un lugar en el que se pueden cerrar grandes negocios. Y lo más inquietante, consideran que hacerlo es moralmente reivindicable.

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Resulta difícil trazar un retrato completo de cuáles serían los inversores occidentales en Corea del Norte. Salvo contadas excepciones, estos serían completamente reticentes a discutir cuáles son sus intereses en el Reino del Ermitaño. Si se trata de algo que se explique por una cuestión de miedo a generar mala publicidad, o si es producto del miedo a las represalias del régimen, eso es también otro misterio. Lo que está claro es que invertir en un lugar como Corea "es algo reservado exclusivamente para aquellos que disfrutan asumiendo riesgos. Y si lo hacen es, en gran medida, porque no pueden participar en mercados más competitivos", comenta un abogado de Washington DC que trabaja con inversores de los llamados mercados fronterizos y que prefiere no ser identificado por miedo a que ello ponga en peligro a sus contactos. "Por lo general se trata de gente de lo más flexible a nivel moral", señala.

El encarecimiento de los precios en China "han convertido a Corea del Norte en un destino excelente para la subcontratación", comenta Abt, quien ha escrito un libro titulado Un capitalista en Corea del Norte, y que ya ha representado los intereses de un puñado de empresas extranjeras en el país totalitario. Según relata el empresario suizo la mano de obra norcoreana "trabaja generalmente más duro que la mano de obra de otros sitios". Además, según Abt, las leyes en materia de negocios y de inversión extranjera se han ido haciendo más amistosas con el paso de los años. Los flamantes parques industriales recién construidos también han disminuido algunos de los problemas proverbiales del país — como los cortes del suministro eléctrico o la escasez de combustible — provocados por la precariedad de las infraestructuras del régimen del Norte.

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Turismo y dibujos animados son sólo algunas de las cosas que Corea del Norte puede ofrecerte. Leer más aquí.

Además, Abt comenta dicharachero que uno de las mayores ventajas es que que, en tanto y en cuanto menos del 50 por ciento de tu producción sea producido en Corea del Norte, entonces "todavía se puede suscribir que ha sido fabricado en otro país, como China. La estrategia que permite semejante artimaña es conocida como China Plus One en la industria de la fabricación, y a menudo se traduce en enviar las partes de la producción más costosas y que exigen una mayor mano de obra a Corea del Norte, donde los trabajadores que mejor cobran en las fábricas del régimen, apenas alcanzan un salario de 75 dólares al mes. En cambio, en China el salario mínimo estaría alrededor de los 270 dólares al mes.

Abt, que a día de hoy reside en Vietnam, pero que todavía mantiene varios intereses empresariales en activo en Corea del Norte, es un tipo controvertido. Su postura respecto a hacer negocios en el Régimen del Ermitaño ha merecido toda suerte de descalificativos que van desde "carroñero submarino" a "la aportación más vergonzosa de Suiza a la humanidad desde el economista del Tercer Reich François Genoud".

Pese a todo, Abt sostiene que "las actividades económicas" con el régimen también benefician a los trabajadores ordinarios del país. Según Abt, tanto él como sus socios habrían instruido a sus homólogos norcoreanos en las técnicas de administración y dirección empresarial occidentales, y les habrían descubierto, entre otras cosas, el concepto de la responsabilidad social corporativa.

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"Cuando volví a visitar las fábricas observé cambios muy positivos — había nuevas cantinas, duchas para los trabajadores — y todo gracias a nuestras iniciativas", comenta.

Lo cierto es que con duchas o sin ellas, las condiciones de trabajo de las fábricas de Corea del Norte "quizá no sean exactamente las mismas que las que padecieron los esclavos afroamericanos en Estados Unidos hasta hace menos de 100 años, pero no cabe duda de que se trata de una explotación indiscriminada de la mano de obra", opina Curtis Melvin, un analista en el instituto británico coreano de la prestigiosa universidad John Hopkins.

Melvin, economista de formación, considera que, en última instancia, la inversión en Corea del Norte tiene, al menos, el potencial de generar un cambio. Claro, por razones mercantiles y de moral, no cree que sea un buen momento para invertir. No, a corto plazo. "Hay un vacío de información. Se trata de un vacío manipulado por la corrupción que reina en el país. En Corea del Norte los contratos se incumplen todo el tiempo", apunta. "Es un país totalitarista, una amenaza contra la seguridad, un violador aberrante de los derechos humanos. De manera que hasta que no deje de ser todas esas cosas, la inversión allí estará llena de inconvenientes".

Y sí, los inconvenientes están a la orden del día. En 2012 Xiyang Group, una firma minera china, describió los cinco años que pasó en Corea del Norte como "una pesadilla". Después de invertir más de 37 millones de dólares para arrancar una andadura empresarial conjunta con el Partido de los Trabajadores de Corea — la formación que lidera el pequeño dictador Kim Jong-un — los oficiales norcoreanos empezaron a exigir a sus socios que revisaran varias cláusulas de un contrato que ya había sido suscrito y cerrado. Cuando los chinos se negaron a revisar nada, el régimen les cortó los suministros de agua, luz y de teléfono, embarcó a sus 100 trabajadores en varios autobuses, les condujo hasta la frontera china y les expulsó del país.

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El año pasado, una inversión electrónica conjunta entre varios inversores europeos y el departamento comercial del ministerio de Cultura del Reino del Ermitaño terminó de manera igualmente desastrosa. "Como consecuencia de las diferencias irreconciliables entre la junta de accionistas de Phoenix y la administración local de Phoenix Commercial Ventures Ltd, hemos decidido rescindir de manera fulminante nuestra asociación con Hana Electronics JVC", leía el comunicado que sellaba el final de la aventura. El director de la empresa Phoenix, el británico Nigel Cowie, ha preferido abstenerse de hablar con VICE News oficialmente.

Dos meses después del anuncio de Phoenix, un expediente regulador de Orascom, la compañía de telecomunicaciones egipcia que instaló la primera red de telefonía móvil en Corea del Norte, descubría que la compañía había "perdido el control" de su iniciativa empresarial conjunta, una aventura de la que poseía el 75 por ciento. El régimen de Kim Jong-un impidió que la compañía egipcia accediera a cobrar los 600 millones de dólares que le correspondían en beneficios y exigió que, en su lugar, los invirtiera en la construcción de obras de mejora en los alrededores de Pyongyang. Más o menos entonces el régimen decidió lanzar su propia compañía de telefonía móvil.

Orascom todavía no ha comunicado si se quedará en Corea del Norte, pero parece bastante probable que si decide hacerlo, lo hará con las manos vacías.

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Además de los peligros económicos que entraña negociar con el fascismo, existe también el conflicto moral generado por lo que Melvin conviene en llamar como "una mano de obra altamente explotada". En 2014, una comisión de Naciones Unidas concluyó que el gobierno norcoreano estaba "entre los gobiernos más represores de los derechos humanos de todo el mundo" y que en su feudo totalitario se aplican medidas draconianas como "los castigos colectivos por presuntos delitos contra el estado, un pretexto que sirve para esclavizar de manera efectiva a miles de ciudadanos, niños incluidos, en campos de concentración y en otra suerte de instalaciones reclusivas, donde los condenados se enfrentan a condiciones de vida y de salud deplorables y son obligados a trabajar sin descanso".

Claro que Abt no es el único que se dedica a promover la inversión extranjera en Corea del Norte. Paul Tija, un consultor holandés, que suministra servicios de deslocalización a compañías extranjeras en el Reino del Ermitaño, también cree ciegamente en los beneficios de hacer negocios allí. Así se refería Tija a sus potenciales inversores en un correo electrónico que escribió en enero: "Habida cuenta de que las tensiones de la Guerra Fría siguen coleando es importante encontrar nuevas maneras de comprometerse".

Tija confía en las virtudes informáticas actuales de Corea del Norte, entre las que se contaría, según enumera, la producción de software de reconocimiento de huellas dactilares, además de producto de matriculación de vehículos y de los sofware de reconocimiento de voz y de identificación facial. Abt, por su parte, asegura que la producción de dentaduras postizas es particularmente lucrativa en Corea del Norte, donde los dientes pueden ser producidos por una cantidad infinitesimal de lo que se paga, pongamos por caso, en el barato mercado filipino. Por lo visto Filipinas es el país de Asia donde existe un mayor número de dentaduras postizas per cápita más elevado, de manera que la industria de la ortodoncia está en expansión.

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En Corea del Norte también existen "enormes" reservas de metales y de minerales, pero Abt asegura que la tecnología y los equipamientos necesarios para extraerlos son escasos. Lo cual podría resultar en una más que beneficiosa adquisición de productos extraídos de sus profundidades, puesto que estos no están prohibidos en el listado de sanciones de el Reino Unido".

Jim Rogers, un legendario "inversor temerario" que fundó la empresa Quantum Fund en los años 70 junto a George Soros, ha proclamado que, si pudiera, enterraría todo su fortuna en Corea del Norte.

Rogers afirma que la primera vez que consideró invertir en el régimen fue durante una visita al país en 2007, cuando advirtió la existencia masiva de "toda la propaganda a favor de la unificación, que no tiene nada que ver con lo que reza nuestra propaganda, la de Estados Unidos". Rogers empezó a considerar las posibilidades de invertir a fondo cuatro años después, "unos pocos meses después de que el niño Kim jong-un asumiera el poder".

Si bien las infames y constantes purgas del dictador han sido repetidamente denunciadas, Rogers señala que el tirano fue "educado" en Suiza y que sabe de sobras que existen otros mundos más allá del suyo". Kim asistió a un internado en Berna entre 1998 y 2000. Sus compañeros de clase le describieron entonces como a un tipo: "peligroso, impredecible, violento y con delirios de grandeza".

Como ciudadano estadounidense que es, Rogers dice que le ha resultado "casi imposible" invertir en Corea del Norte, y que las sanciones que pesan sobre el régimen han estimulado enormemente a los inversores chinos y rusos, quienes, por una vez, no tienen que competir con los yanquis. Rogers considera que las limitaciones a las inversiones estadounidenses son como una "vieja y deprimente película", y señala que los inversores estadounidenses han recibido memorables correctivos inversores en países como Birmania, Vietnam, Laos, Camboya, Sudáfrica, China, Irán, Rusia y Cuba.

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Todos ellos, no casualmente, son estados que han tenido o que siguen teniendo a día de hoy un manifiesto problema para respetar los derechos humanos.

Rogers opina que la Corea del Norte de hoy se parece mucho a la China de 1981, aunque considera que la dictadura de Kim cambiará mucho más deprisa que la China de los ochenta, debido a que "en unos años se fusionarán con Corea del Sur". Lo cierto es que hace ya varias décadas que muchos habían vaticinado la inminente reunificación de las dos Coreas, pero lo cierto también es que todos se equivocaban.

Si los chinos se han lanzado al mercado de Corea del Norte, será porque cuentan con poder sacar algún provecho económico", reconoce Matthew Reichel, director del proyecto Pyongyang, una ONG canadiense que organiza intercambios académicos con Corea del Norte. Claro que también advierte que "cualquiera que intente trazar alguna suerte de retrato floreado de Corea del Norte como el flamante paraíso de las inversiones del futuro, no está contando la verdad".

"Su localización geográfica es formidable, la gente es culta y muy trabajadora", reconoce. "Pero para hacer negocios ya es otra cosa, por no hablar de los conflictos morales, algo que nadie debería de ignorar".

El gobierno norcoreano no se derrumbará porque un puñado de sus fábricas están trabajando a día de hoy para clientes occidentales. Aún así, la economía de mercado es un tipo de concierto económico que al régimen no le interesa, pues le debilita. Reichel considera que cualquier iniciativa que pueda llevar algo de dinero en metálico a los bolsillos de los ciudadanos norcoreanos "es fundamentalmente positiva porque les mantiene informados de las cosas más allá de la dictadura informativa del régimen".

Por su parte, lo más probable es que Rip Curl, como empresa australiana que es, no haya violado ninguna ley con su presunto desliz en Corea del Norte. Claro que si lo mismo le hubiese sucedido a una empresa estadounidense, entonces las cosas se habrían complicado, puesto que las compañías de la administración Obama tienen prohibido emplear a subcontratistas que tengan vínculo alguno con el régimen, por mucho que el vínculo sea, presuntamente, involuntario. O accidental. En Estados Unidos no respetar el boicot está penado legalmente con hasta 1 millón de dólares y/o con 20 años de prisión.

Existen algunos tecnicismos o algunos vacíos legales que pueden maquillar esa sentencia, pero como dice el abogado de Washington DC Joshua Stanton, un hombre que también es analista en Corea del Norte, las sanciones contra cualquier asociación con el régimen dictatorial se han endurecido considerablemente después de que Kim Jong-un decidiera desobedecer por enésima vez a la comunidad internacional, y se decidiera a orquestar un ensayo nuclear y a lanzar un misil a principios de este mismo año.

"Hay que estar prácticamente loco", concluye, "para considerar una inversión o una asociación de cualquier tipo en o con Corea del Norte, a día de hoy".

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