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Francia se compromete a construir un nuevo campamento para refugiados

Cerca de 2.500 personas malviven embarradas en una situación precaria en Grande-Synthe, una zona a las afueras de Dunkirk. Francia planea acabar con esta situación con la construcción de un campamento para refugiados.
Imagen por Pierre-Louis Caron/VICE News
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Las autoridades de la prefectura Norte, el distrito administrativo situado más al norte de Francia, han aprobado un plan para construir un campamento semi-permanente para refugiados y migrantes en la comuna de Grande-Synthe, un suburbio de la ciudad de Dunkerque. El nuevo campamento ofrecerá techo para las 2.500 personas que viven actualmente en una deprimida barriada pantanosa situada en la periferia de la ciudad.

A lo largo del fin de semana VICE News ha visitado el improvisado campamento de Grande-Synthe para comprobar de primera mano cómo los distintos colectivos de ayuda humanitaria y las autoridades trabajan conjuntamente para detener la crisis.

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Levantarse para enfrentarse a un nuevo día es casi una tortura para aquellos que viven en el denigrado asentamiento deGrande-Synthe. Hace solo unas días, los fuertes vendavales se llevaron por delante el techo de la minúscula escuela erguida por un grupo de voluntarios. Enormes lodazales surcan los senderos inundados de un campamento donde, los más tempraneros, amanecen cubiertos de barro hasta las rodillas.

Un puñado de tiendas de campaña precariamente remendadas se despliegan sobre un pequeño montículo. De momento, están a salvo. Otras muchas están prácticamente hundidas en esta insondable ciénaga cuajada de grandes socavones de barro.

Las tiendas del interior del campamento están rodeadas de barro. (Todas las imágenes por Pierre-Louis Caron/VICE News)

"Hay montones de tiendas que descansan sobre capas de tela, cartón y de sacos de dormir usados", relata Arthur, un voluntario veinteañero nacido en el sudeste de Francia. Arthur se describe a sí mismo como un "voluntario independiente" y cuenta que llegó a Grande-Synthe hace una semana para ayudar "a arreglar el campamento, gestionar la escuela y prestar ayuda".

Alrededor de 2.500 personas — muchas de ellas kurdas e iraquíes, aunque también iraníes, kuwaitíes y vietnamitas — viven actualmente en condiciones de lo más precarias en el interior del campamento. "Siempre hay algo que hacer", dice Arthur.

El campamento está construido sobre una superficie pantanosa, y está encajado entre una zona residencial y la autopista A16, la ruta que conecta Dunkerque y Calais. Los traficantes de personas que operan entre el puerto de Dunkerque y un área de servicio cercana, lo consideran como un enclave estratégico. El campamento fue levantado en 2006 y hasta el otoño pasado había acogido a un máximo de 80 personas.

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Un pequeño y fangoso estanque se ha formado naturalmente en mitad del campamento.

Durante las últimas semanas tres furgones policiales han permanecido estacionados a la salida del campamento. Se dedican a comprobar quien entra y quien sale del descampado. El pasado mes de octubre, los vecinos de la zona denunciaron a las autoridades haber escuchado disparos de arma de fuego en la zona. Poco después, varios residentes de los aledaños interpusieron una petición al alcalde de Grande-Synthe para que llevara a cabo una "intervención urgente". Estaban muy alterados.

"Aunque el campamento sirva de ayuda para muchos, lo cierto es que sigue siendo muy molesto", explica un joven de 32 años que prefiere ser identificado como Mehdi, un nombre falso. Mehdi vive a cuatro calles de aquí. Está cansado de la constante presencia de la policía y de los medios de comunicación. De hecho, la mayoría de los vecinos llegan a casa cuando cae la noche y lo hacen a la carrera, para eludir así el acoso de los reporteros.

"Intentamos ayudar", comenta una mujer que se llama Maryam que vive junto a la barriada, "pero estamos completamente sobrepasados por todo esto".

A primera hora de la mañana, la luz rebaña el enorme lodazal en que se ha convertido el campamento.

"Llegas pronto. La mayoría de las familias todavía no se han levantado", explica Mohammed, un fotógrafo que trabaja para la organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF). Mohammed es un refugiado sirio. Nació en Damasco y hoy es responsable del perfil de Facebook Voices from the road, una plataforma que permite a los migrantes "compartir imágenes de sus vidas y de sus odiseas". Mohammed clava su trípode en el barro y dirige su objetivo hacia el estanque que se ha formado en mitad del campamento.

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"Esta semana es peor", advierte.

Alrededor de las 10 de la mañana, el tintineo de las sartenes y el sonido de la tos de los niños despierte en las tiendas. Algunas de las pequeñas residencias de tela están reforzadas con posters de viejos conciertos. Una de ellas está remendada con el rostro de Justin Bieber. Los voluntarios corren por el campamento y reparten objetos de primera necesidad. Un hombre se dedica a distribuir lavamanos. A lo lejos, tres policías patrullan los empantanados senderos del descampado.

Un camión llega para repartir la anhelada leña.

Algunos migrantes y sus hijos ayudan a descargar los camiones.

Dos camiones con matrícula de Bélgica que van cargados de leña han recibido luz verde para entrar en el asentamiento. La leña es un instrumento de primera necesidad para los residentes del descampado, quienes la usan para cocinar y para combatir el frío. Los camiones son descargados casi tan deprisa como han llegado, y la leña es almacenada en bolsas y en carritos de la compra.

Un joven con los brazos cubiertos de troncos departe en inglés con los voluntarios británicos. Se llama K.M, tiene 25 años y es uno de los 30 iraníes que residen en el campamento.

"Llegamos hace unos 2 meses. Vivíamos al este de Irán y tuvimos que irnos porque la vida allí era insoportablemente dura para nosotros", afirma sombríamente. Algunos días después de llegar al campamento, él y siete de sus amigos fueron amenazados por un grupo de traficantes de personas. "Nos dijeron que si queríamos quedarnos aquí, teníamos que pagarles. Que si no lo hacíamos, nos echarían".

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Los traficantes de personas deambulan por los alrededores del descampado. La policía local ya se ha visto obligada a intervenir para detenerles en varias ocasiones. El pasado 30 de noviembre los agentes registraron sendos vehículos con matrículas británicas y descubrieron a un gran número de migrantes a bordo, además de ingentes cantidades de dinero.

A pesar de los trapicheos y del contrabando, el campamento sigue siendo el hogar de muchos migrantes y refugiados. "Hay una tienda comunal, dos puntos de distribución de suministros y una escuela que también hace las veces de sala de cine y de teatro", cuenta K.M. A la entrada del campamento varios voluntarios se dedican a gestionar las distintas instalaciones.

"Se trata de una solución a largo plazo", explica Michael Janssens, coordinador de MSF. Los migrantes, cuenta, lo estaban pasando muy mal para lidiar con el frío invernal. Janssens departe con VICE News a la salida del dispensario de MSF, gestionado a cuatro manos con la ayuda de la organización Doctores del Mundo. Janssens relata hasta qué punto el campamento se queda corto a la hora de cubrir las necesidades básicas de sus residentes.

"Tenemos apenas 20 letrinas para 2.000 personas — harían falta unas 200 más", señala.

Los niños juegan al escondite en el interior y en los alrededores de los 20 lavabos portátiles.

MSF lleva en el infame campamento de refugiados de Calais, al que se conoce como "la Jungla", desde septiembre de 2015. Poco después decidió extender su intervención hasta Grande-Synthe. "Venir aquí fue una cuestión de necesidad", comenta Janssens. "Se había declarado un brote de sarna y nos encontramos con muchos casos de diarrea y de infecciones respiratorias".

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Uno de los colegas de Janssens, advierte que sería necesario reemplazar urgentemente 20 de las tiendas. A lo largo de las últimas semanas los agentes apostados a la entrada del campamento han registrado sistemáticamente a todo aquel que pusiera un pie en el interior del asentamiento, periodistas y voluntarios incluidos. Las autoridades han prohibido a los visitantes que lleven tiendas o materiales de construcción — para impedir que cualquier recién llegado se puede instalar en el campamento a sus anchas.

El súbito incremento de la población del asentamiento se puede explicar por varios motivos.

"En Calais hay muchísimos problemas. La convivencia se ha vuelto muy complicada", confiesa Issa, una migrante kurda de 20 años que vive en el campamento con su madre y con sus cuatro hermanos. Situada 40 kilómetros al oeste de Grande-Synthe, la Jungla de Calais es tan insalubre como esto.

"Resulta más fácil cruzar a Gran Bretaña desde aquí que hacerlo desde Calais", relata K.M, quien cuenta que lleva siempre su pasaporte consigo guardado en un archivador de plástico. K.M confiesa en susurros que su plan es intentar llegar hasta el Reino Unido de noche "a bordo de un camión refrigerado que transporte verduras".

El iraní K.M. calienta sus manos junto al fuego, al lado de la tienda que comparte con otros seis migrantes.

La reciente evacuación del campamento vecino de Téteghem durante el pasado mes de noviembre, dejó a más de 250 migrantes a la deriva. Los efectos colaterales de aquella terrible situación se notan ahora aquí.

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MSF ha colaborado con las autoridades locales para construir un nuevo asentamiento que respete la normativa internacional. Es una de las pocas maneras de combatir el imparable deterioro de este lodazal. El flamante asentamiento ha sido auspiciado por Damien Carême, el alcalde de Grande-Synthe, y miembro del Partido de los Verdes. Hace poco más de un mes, Carême anunció que el nuevo campamento podrá ofrecer techo muy pronto a "unos 10.000 migrantes. Puede que 20.000".

"Nuestra propuesta consistía en construir un campamento humanitario que haga justicia a su nombre y donde haya, al menos, 500 tiendas", cuenta Janssens. Y luego especifica que MSF solo quería desempeñar un papel logístico y que no desea gestionar el recinto. Incluso en el caso de que un nuevo asentamiento sea construido, las autoridades tendrán que convencer a los migrantes de que se desplacen hasta allí. "Bajo ninguna circunstancia el campamento tiene que convertirse en una prisión", añade, "porque aquí, la gente, ya no se fía de las iniciativas gubernamentales — como, por ejemplo, que les tomen las huellas dactilares".

Es casi mediodía cuando Olivier Caremelle, el jefe de gabinete de Carême, abandona el asentamiento tras haberse reunido con distintas organizaciones humanitarias que trabajan para asistir a los vecinos. Caremelle luce un chaleco amarillo reflectante en el que puede leerse la frase "Ciudad de Grande-Synthe", escrita en francés, árabe, persa y vietnamita. Cuando se le pregunta si los trabajos por construir un nuevo campamento siguen su curso, Caremelle señala que se están haciendo "avances positivos" a tal efecto. Sin embargo, advierte, igualmente, que quedan muchos flecos por cerrar.

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"Todavía necesitamos saber quienes colaborarán en la financiación del campamento", explica. Se estima que el coste alcance, prácticamente, el millón de euros. Y eso sin contar los gastos de gestión del mismo.

A pesar de contar el respaldo de Bernard Cazeneuve, ministro del Interior galo, la iniciativa del alcalde no fue apoyada por todas las facciones. Así, la prefectura del Norte, sin ir más lejos, rechazó dar su visto bueno a la construcción del campamento por "cuestiones de seguridad". El lugar donde se ha previsto levantar el nuevo campamento, aducen, está demasiado cerca de la A16 y de las vías del ferrocarril.

El viceprefecto de Dunkerque, Henri Jean, también se mostró contrario a la iniciativa el pasado 4 de enero, tras reunirse con el alcalde de Grande-Synthe. Jean considera que el motivo por el que se ha levantado el campamento "no es otro que el de transportar ilegalmente a migrantes hasta el Reino Unido". Jean considera que tal es una razón de peso para que el campamento sea clausurado "lo antes posible".

K.M y uno de sus amigos se calientan las manos al abrigo del fuego.

Después de las negativas, se celebraron otras dos reuniones entre la prefectura del Norte, el ayuntamiento de Grande-Synthe, representantes del cuerpo de bomberos y de Médicos Sin Fronteras, para intentar llegar a alguna solución consensuada. Finalmente, las autoridades se avinieron a facilitar 300 camas para migrantes que necesiten ser alojados urgentemente.

Tras una nueva reunión celebrada ayer lunes, el gobierno dio finalmente luz verde para que se construyan una serie de tiendas provistas de calefacción alrededor de una serie de estructuras en las que también se incorporarán lavabos.

VICE News se puso en contacto ayer con la oficina del alcalde de Grande-Synthe, desde donde se confirmó que se ha dado luz verde al proyecto. Claro que, una vez más, repitieron el mismo argumento según el cual "quedan muchos flecos por cerrar".

Se espera que los trabajos de construcción del nuevo asentamiento se prolonguen durante cuatro o cinco semanas, informaron desde la oficina del alcalde.

Durante el año pasado, al menos 19 migrantes murieron en el norte de Francia — la mayoría de ellos en Calais y alrededores. El pasado 28 de diciembre se descubrió el cadáver de un migrante que viajaba en el interior de un tráiler de matrícula checoslovaca. El descubrimiento fue hecho en un área de servicio de Grande-Synthe.

Sigue a Pierre-Louis Caron en Twitter: @pierrelouis_c