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Italia

Hablamos con la primera entrenadora transgénero del fútbol italiano

Marina Rinaldi entrena al equipo de fútbol más antiguo de Salerno, en una zona aún llena de prejuicios y resistencias, y poco regulada desde el punto de vista normativo.
Foto via Facebook
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Marina Rinaldi, una mujer de 33 años nacida en la provincia campana de Salerno, tiene una historia muy particular: es la primera entrenadora transgénero de la historia del fútbol en Italia.

La historia de Rinaldi comenzó en febrero del año pasado cuando Michele Alfano y Giuseppe Greco — dos curas de las ciudades de Rufoli y Ogliara — la llamaron para entrenar el equipo de San Michele Rufoli, un club de la región de la Campania que milita en la Terza Categoria, una categoría inferior del Calcio Italiano.

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"La emoción fue muy grande, porque esta es mi casa", explicó Rinaldi a VICE News. "Tengo muchas ganas de ayudar a los chicos, sobre todo por que estamos hablando de una zona muy marginada de la ciudad".

Encontrar a atletas y entrenadores transgénero en clubes de élite en países habla hispana ciertamente complicado. El panorama en Italia es similar o peor aún; en el país transalpino, las historias de futbolistas que confiesan una identidad sexual distinta a la heterosexualidad son escasísimas. Abundan, en cambio, los ejemplos de intolerancia o silencio forzado.

Los casos de este tipo son muy numerosos y atañen a los más altos estamentos del fútbol italiano. Marcello Lippi, el seleccionador que en 2006 llevó a Italia a la victoria en el Mundial de Alemaniaaseguró en 2009 que en sus 40 años de carrera que jamás había conocido a un jugador gay. Antonio Cassano, ex delantero de la AS Roma y del Real Madrid, se hizo tristemente famoso tras una rueda de prensa de la selección italiana en la que realizó una declaración absolutamente lamentable: "¿Maricas en el fútbol? ¡Espero que no!".

La experiencia de Rinaldi en el San Michele, por el contrario, no parece haber encontrado muchos obstáculos hasta la fecha. "No he tenido ningún tipo de problema", confirma la entrenadora a VICE News. "La federación de Salerno no solamente me ha aceptado, sino que literalmente ha dado la bienvenida con los brazos abiertos. Desde el principio me me han tratado como un entrenador corriente, como todos los demás, tanto dentro como fuera del campo. No tengo ninguna discriminación que lamentar, todo lo contrario: solo mucha gente a quien dar las gracias".

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(Marina Rinaldi antes de un entrenamiento del San Michele Rufoli. (Imagen vía Facebook)

Rinaldi se acercó al futbol de pequeña. Entonces tenía otro nombre — que hoy no quiere pronunciar — y estaba entre los mejores guardameta de su ciudad. A los 24 años se marchó de Salerno por desacuerdos con su padre: regresó únicamente cuando tuvo la certeza de que su progenitor, que también había sido futbolista, había llegado a entender sus decisiones.

"El 11 de julio 2013 es el día en que Marina nació, y yo desde entonces tengo dos cumpleaños que celebrar. Por dentro siempre he sido mujer: mi cuerpo ha cambiado, es verdad, pero yo no. Tener un cuerpo que representase como yo me sentía de verdad era el sueño de mi vida. Agradezco a mi familia y al Señor el habérmelo permitido", cuenta Rinaldi.

'Puedo decir que la fe me salvó en los años más difíciles: en lo demás, me ha salvado el fútbol'

El final de su carrera entre los tres palos coincidió con las primeras tomas de hormonas, pero también significó el inicio de su vida como entrenadora. Hoy, tras menos de un año de actividad, ya ha firmado su segundo contrato. Hasta hace pocos meses dirigía al Ogliarese, el club más antiguo de la ciudad de Salerno. Es el mismo equipo en el que Rinaldi pateó una pelota por primera vez.

"Cada uno de nosotros es lo que elige de ser", asegura Rinaldi. "Siempre he vivido mi vida de manera tranquila, y con la misma actitud he vivido mi cambio físico. Hay situaciones y situaciones, eso está claro, y por desgracia los prejuicios hace parte de la naturaleza humana: pero si lo haces todo con la cabeza alta, antes o después tomarás la dirección correcta".

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En Italia, el cambio de género está regulado por una ley de 1982. Como muchas veces suele pasar, los amplios espacios que la normativa dejaba vacíos fueron llenados por sentencias de tribunales que han sentado jurisprudencia; en el deporte, en cambio, estamos en el año cero.

Marina Rinaldi con sus jugadores antes de un partido. (Imagen via Facebook)

"El fútbol masculino y el femenino son dos disciplinas muy similares y a la vez muy distintas, pero las dos igual de auténticas", explica Rinaldi a VICE News. "Cada uno con su poesía, pero con diferencias sustanciales".

La cuestión de género en el fútbol — y en el deporte en general — no es sencilla. Algunos episodios han pasado a la historia; el eco de las primeras polémicas llega hasta los años treinta. El caso de Stella Walsh, una persona que según la leyenda fue capaz de enamorar a Adolf Hitler, es un buen ejemplo de ello: su sexualidad real no fue determinada ni siquiera después de su muerte. El médico que se encargó de su autopsia se vio obligado a admitir que no era capaz de definirla.

Años después, en 1943, la dos veces campeona de los 800 metros Zdenka Koubkova, de Checoslovaquia, perdió todos sus récords después de que los médicos determinaran que se trataba de "un ser pseudo hermafrodita masculino". Desde aquel entonces, cambió su nombre y decidió que le llamaran Zdenek. Aún más problemática fue la historia de las estrellas de la República Democrática de Alemania de los años 70 y 80: a Andreas Krieger, por ejemplo, se le inyectaron tantos esteroides para mejorar su rendimiento cuando era mujer que su posterior transición a hombre fue rápida.

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Entre suicidios evitados al límite y atletas que misteriosamente desaparecieron antes de la prueba de cromosomas — que el Comité olímpico Internacional estableció en 1964 —, hubo que esperar hasta 2003 para alcanzar una nueva reglamentación para los Juegos Olímpicos: un transexual — hombre o mujer reconocida jurídicamente — puede participar a los Juegos Olímpicos en la propia categoría siempre después de haber pasado dos años de tratamiento hormonal después de la operación.

Ni siquiera eso fue suficiente, sin embargo, para que los problemas acabasen. Un buen ejemplo es la historia de Caster Semenya: hace unos años el gobierno sudafricano se declaró listo para empezar la "tercera guerra mundial" (sic) para defender el derecho de su atleta a correr a pesar de que el nivel de la testosterona de su cuerpo fuese tres veces superior al promedio para una mujer.

Marina Rinaldi dando una charla motivacional pre-partido en el Ogliarese. (Imagen via Facebook)

El tema volvió al primer plano hace unas semanas, cuando varias jugadoras de la selección iraní de fútbol fueron acusadas de no haber terminado el proceso de cambio de sexo — de ser, en resumen, hombres con el rostro cubierto por un velo. Una situación análoga, aunque opuesta, a la que afrontó la selección de Samoa Americana en la fase de clasificación para el Mundial de 2014.

El equipo oceánico fue el primero en alinear a un futbolista Fa'afafine, una palabra que significa "en la forma de la mujer" en polineso y que define un tercer género entre el masculino y el femenino. El nombre de la entonces jugadora era Jaiyah Saelua, y oficialmente aún no era un hombre completo cuando disputó los partidos internacionales. Tras completar el tratamiento, hoy su nombre es Johnny Saelua.

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"Yo no creo que la diferencia entre el fútbol masculino y el femenino sea una cuestión de discriminación o de injusticia", explica Rinaldi. "Como ya he dicho, pienso que el fútbol jugado por mujeres es otra cosa respecto al de los hombres. Yo hago una distinción entre los dos deportes bajo un punto de vista sensorial. La cuestión problemática tiene más que ver con la normativa, con si uno debe registrarse para un equipo o para otro".

Cuando le preguntamos por el futuro de las personas transexuales en el deporte, Rinaldi es optimista: "Sólo puedo desear a las jugadoras y jugadores que acaben su recorrido: el premio compensa todo el proceso", concluye.

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Imagen vía Facebook.