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Terrorista para el mundo, héroe en su casa: el legado del líder de Hezbollah asesinado

El máximo responsable de la cúpula militar de Hezbollah fue asesinado en Siria la semana pasada. Deja tras de sí un reguero interminable de cadáveres — y a muchos acérrimos seguidores entre los chiíes del Líbano.
Membri di Hezbollah reggono un cartellone raffigurante il comandante Mustafa Badreddine. Foto di Nabil Mounzer/EPA
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En la segunda planta de una pequeña tienda de aspecto inofensivo de Dahiyeh, en el extrarradio de Beirut, un comandante de Hezbollah acapara el protagonismo envuelto en cajas de zumos de frutas y sacos de arroz. Los teléfonos móviles están prohibidos y todas las bolsas son registradas antes de entrar a la tienda. Los soldados apostados a la entrada vigilan ojo avizor.

El comandante es alto, de complexión fuerte, y de ojos tan duros e impenetrables como el granito. Bebe sorbos de un café negro, espeso, en una tacita de porcelana. No quiere que se difunda su nombre: hoy en día ser un comandante de Hezbollah es una ocupación peligrosa. Su jefe, sin ir más lejos, fue asesinado la semana pasada.

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"Siempre es duro perder a alguien que se ha mostrado tan entregado a la causa: era un devoto", asegura su sucesor. "Debería de erigirse una estatua de oro en honor de Haj Murtada. Llevaba trabajando para nosotros de incógnito desde los años 80. Su familia y sus amigos solo podían verle de manera secreta; su vida, de hecho, era un secreto. ¿No les parece un enorme sacrificio?", se pregunta el anónimo discípulo.

Para el resto del mundo, Mustafá Badreddine (también conocido como Haj Murtada, Sami Issa, Zul Fikar, Elias Fouad Saab y Safi Badr) era un terrorista. Pero para los vecinos de Dahiyeh, el vecindario chií en el que creció, era muchas cosas más: un héroe de guerra, un combatiente, un amigo, un vecino y un familiar. Y al igual que muchos de los jóvenes de Dahiyeh de hoy, Badreddine se convirtió en mártir en Siria la semana pasada, después de ser abatido.

El responsable del ala militar de Hezbollah fue asesinado en una de las bases que su organización tiene cerca del aeropuerto internacional de Damasco, en el corazón del país. Allí, la guerrilla libanesa, siempre respaldada por la república de Irán, ha combatido durante tres años junto a las fuerzas del dictador sirio Bashar al-Assad.

La muerte de Badreddine ha sido tan misteriosa como su vida, que ya ha asumido una dimensión mitológica entre la población chií de Dahiyeh. Las primeras informaciones y los comunicados emitidos por los miembros de Hezbollah apuntaron, en un primer momento, a que la responsabilidad del asesinato era de Israel, el archienemigo de la guerrilla libanesa. Sin embargo, después de emprender una investigación, Hezbollah anunció oficialmente que Badreddine había sucumbido durante un bombardeo orquestado por una facción suní contraria a Assad, a pesar de que las informaciones apuntaban a que no se habría producido bombardeo alguno en la zona durante más de una semana.

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Algunos miembros de Hezbollah y el ministro de la cúpula libanesa Hussein Hajj Hassa (en el centro, a la derecha), y Anán, el hermano de Mustafá Badreddine (en el centro), cargan el féretro de Badreddine durante su funeral, celebrado en el suburbio sur de Beirut el pásado 13 de mayo. Todas las imágenes por Nabil Mounzer/EPA

Claro que, ¿quién era realmente Mustafá Badreddine? Ni siquiera sus más allegados parecen saberlo. Y es que Badreddine tuvo tantas identidades como sobrenombres. Algunos dicen que era un seductor empedernido, un conquistador que acumulaba decenas de amantes a su paso. Otros aseguran que era un devoto que vivía consagrado a la causa. Y, ¿será verdad, como apuntan algunos, que Badreddine pasó de ser terrorista a convertirse en soldado? ¿Y qué sucederá a su muerte? ¿Acaso alentará la lucha de los combatientes libaneses y de sus aliados?, ¿O acaso les disuadirá de seguir luchando una guerra que quizá nunca vaya a vencer?

De lo que no cabe duda es de que Hezbollah le echará de menos. Y mucho. Al igual que su primo, su cuñado y predecesor, Imad Mughiniyeh, Badreddine era un reputado comandante militar. Él fue quién lideró a Hezbollah en la guerra de Siria, y él, conjuntamente con una tropa de solados de entre 1.000 y 1.400 miembros, es uno de los máximos artífices de que el régimen de Assad siga todavía en el poder, de que no haya sucumbido. Mughinyeh fue asesinado, presuntamente tras una acción coordinada entre la CIA y el Mossad, en 2008. Al igual de lo que sucedía con Badreddine, había mucha gente que había puesto precio a su cabeza. Y es que a ambos dirigentes les precedía un rastro de cadáveres más bien obsceno.

'Alguien como Carlos, el Chacal tiene peor reputación, pero esta a la misma altura que Badreddine'.

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Badreddine ha sido implicado en un sinfín de atentados, al igual que sucedió con Mughniyeh y el resto de la Organización Islámica de la Yihad — el nombre empleado para reivindicar sus sangrientos atentados. Entre ellos se contarían, por ejemplo, los ataques bomba contra las barracas de la Marina estadounidense en Beirut, y el atentado contra la embajada francesa en Kuwait, ambos acaecidos en 1983.

Tras ser apresado en Kuwait, Baddredine fue encarcelado y sentenciado a la pena de muerte. Mughniyeh no tardaría en empezar a secuestrar a ciudadanos occidentales para presionar a Estados Unidos. También movería hilos y se dirigiría a sus contactos en Kuwait para liberar a su mejor amigo y mano derecha, algo que, en cualquier caso, terminó sucediendo cuando a Saddam Hussein se le ocurrió invadir Kuwait y vaciar sus prisiones. Después de su liberación, se cree que Badreddine habría participado en el atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires en 1992, y en el asesinato del primer ministro libanés Rafik Hariri, por mucho que Hezbollah niega haber participado en el mismo.

"Alguien como Carlos, el Chacal, tendría peor fama, pero está a la misma altura que Badreddine", asegura Bruce Hoffman, director del Centro de Estudios en Seguridad de la universidad de Georgetown. "Él fue quien preparó la solución de gasolina y explosivos en el atentado contra las barracas de la Marina estadounidense en Kuwait. Lo hizo con el único propósito de incrementar la deflagración, y para conseguir que la detonación de los camiones se multiplicara, para así derribar también el edificio". Aquella sanguinaria explosión se cobró la vida de 241 marines, y tiene el dudoso honor de ser el segundo ataque terrorista más letal perpetrado contra Estados Unidos. Obviamente, los atentados del 11-S ocuparían el primer lugar.

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Badreddine "fue también uno de los primeros arquitectos o de los primeros pioneros de los atentados suicidas simultáneos, como los perpetrados en Kuwait en 1993", opina Hoffman. "Es una figura legendaria en el Líbano. Pero lo cierto es que más allá de la comunidad chií, y de los israelíes, no había mucha más gente que supiera de su existencia. Nadie le prestó nunca demasiada atención, así que tampoco parece que nadie haya valorado tampoco la importancia de su muerte".

Para todos aquellos que batallaron a su lado en Siria, y para todos los que combatieron a junto a él, Badreddine era más que un líder — era una inspiración, su referencia.

"Estuve días luchando a su lado en Qusayr [un pueblo en la frontera siriolibanesa]", asegura con orgullo el comandante de Hezbollah. "Qusayr fue liberado gracias a él y a la sangre de los muchachos que combatieron a su lado".

Pero, ni siquiera él llegó jamás a conocer al auténtico Badreddine: "era una persona muy educada, nunca te aburrías cuando estabas junto a él. Era un hombre elegante y afilado", asegura el comandante. "Pero nadie le conocía muy bien, excepto por aquellos que formaban parte de su círculo más íntimo. Tenía múltiples personalidades, no solo una".

Miembros heridos de Hezbollah alzan sus manos para saludar al líder de la organización, Hassan Nasrallah, que aparece en una pantalla gigante, durante la marcha del Día de la Resistencia Herida, celebrada en la periferia del Líbano, el 12 de mayo de 2016. Nasrallah se refirió abierta y críticamente a la situación de Siria, Irak, Yemen y del Líbano.

Uno de los amigos de infancia de Badreddine, un tipo al que llamaremos Ali le evoca mientras fuma una shisha en un café de la carretera de Corniche, en la costa de la capital, en Beirut. Tiene más de 60 años, la cabellera plateada, un talante sosegado y una sonrisa paciente.

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"Conozco a Mustafá desde hace muchos años", recuerda Ali bajo una espesa humareda de tabaco dulce, aromatizado. "Era un hombre sencillo, muy devoto… Ah, Mustafá, Alá le tenga en paz. Le recuerdo como a un niño muy normal. Era mi amigo. Antes de la invasión israelí del 82 trabajaba en la gasolinera de su padre y vivió una vida de lo más normal. Pero cuando Israel nos invadió le hirieron en un pie mientras luchaba junto a los chicos y le dejaron muy malherido". Yo creo que fue entonces cuando tuvo claro que iba a dedicar su vida a la Resistencia, asegura Ali.

Según Bilal Saab, miembro directivo del Atlantic Council, si bien Badreddine fue un valioso miembro de la cúpula de Hezbollah, su pérdida no afectará demasiado ni al comportamiento ni a los objetivos de la organización libanesa.

"Fue el cerebro detrás de grandes operaciones desplegadas en Siria y dirigió a las tropas sirias y a las tropas de Hezbollah que combatieron contra los rebeldes", explica Saab a través de un correo electrónico. "Pero a diferencia de lo que están diciendo la mayoría de analistas sobre su figura, lo cierto es que es tan reemplazable como lo fue Mughniyeh. A estas alturas ya sé que los comandantes más diestros y ejecutivos no crecen en los árboles, claro que también he aprendido que si existe alguna organización capaz de inyectar sangre nueva a sus hordas de manera constante, esa es Hezbollah. Y eso se explica, en gran medida, gracias al padrinazgo de los iraníes.

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Robert Baer, un agente retirado de la CIA que trabajaba en el Líbano cuando Badreddine emergió, opina lo mismo: la muerte de Badreddine no alterará el proyecto de Hezbollah en Siria.

"Van a seguir luchando", asegura Baer. "Lo que no permitirán bajo ningún concepto es que Estado Islámico atraviese la frontera, puesto que ese sería el final del Líbano. Porque si algo así sucediera, el país entero se arrojaría a una guerra civil; de manera que su alternativa es seguir batallando en Siria y seguir produciendo líderes. No podría decirte quién va a ganar, pero de lo que no me cabe duda es de que van a luchar hasta el final".

Claro que como explica uno de los vecinos de Badreddine, un hombre que es pariente lejano del legendario terrorista, en su restaurante, enclavado en el sur del país, no muy lejos de la frontera con Israel, el asesinato ha dejado un largo rastro de descontento.

"La mayoría de los miembros de Hezbollah y de sus familias están dispuestos a morir por la guerra en Siria porque creen en ella", asegura. "Pero los chiíes que no están tan cerca de Hezbollah piensan diferente. Ellos se preguntan por qué Hezbollah no sale a defenderlos si Estado Islámico se está dirigiendo al Líbano. Entonces, ¿por qué deberían de ir ellos a morir a Siria?" Ahora mismo existe una gran división. Así que cada vez que uno de sus líderes es asesinado ellos se preguntan qué será lo siguiente. Y se preguntan a sí mismos por cuándo terminará todo esto".

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El asesinato de Badreddine podría tener otras consecuencias para la guerra en Siria. Los rumores apuntan a que su muerte podría haber puesto al descubierto algunas fricciones entre la cúpula de Hezbollah y el régimen sirio. Algunos, de hecho, han señalado a uno de los miembros del régimen como responsable de la muerte de Badreddine.

"Hezbollah siempre lo anuncia todo abiertamente cuando se trata de Israel", dice ahora el familiar de Badreddine sigilosamente, recorriendo con la vista cada rincón de su restaurante. "Claro que esta vez se están tomando su tiempo y están investigando, y ahora aseguran que han sido los terroristas rebeldes sirios, pero yo no creo que sea verdad. Yo creo que el responsable de su muerte ha sido alguien de dentro".

"Tiene que haber sido alguien del régimen sirio", abunda. "Israel estaba dispuesta a pagar millones por el asesinato de Mustafá…. Claro que si los combatientes de Hezbollah en Siria se enteraran de algo así, entonces su moral caería en picado. Entonces su lucha contra los rebeldes en nombre del régimen se iría al traste. Y provocaría que dejen de confiar en los sirios. Hezbollah no hablará de todo esto por la televisión, pero no me cabe duda de que lo están investigando. Es muy probable, de hecho, que ya sepan quién es el asesino y que le tengan bajo custodia ahora mismo".

'Hay mucha ansiedad en Siria… Algunos oficiales sirios que luchan con Hezbollah no están del todo cómodos con la presencia de los libaneses'.

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Ali también se refiere a las tensiones entre Hezbollah y algunos de los miembros del régimen, a pesar de que está a punto de sugerir que uno de los enemigos de Badreddine en Damasco habría participado en su ejecución.

"Ahora mismo hay mucha ansiedad en Siria", asegura Ali. "Algunos oficiales sirios que están combatiendo con Hezbollah no están tan cómodos con la presencia de los libaneses… Los mandamases que toman las decisiones en Siria son pro-resistencia, pero existen otras personas que están en escalafones más bajos, que también son escépticos".

Así pues, la pregunta es: ¿murió como un soldado luchando en una guerra, luchando por apoyar la soberanía de un gobierno? ¿O acaso dejó este mundo como un avieso terrorista?

"Yo creo que se convirtió en otra cosa", asegura Baer. "La evolución de Hezbollah es una cuestión muy delicada, casi tan delicada como la evolución de Badreddine. Él empezó a luchar puramente como un revolucionario. Y luego, al igual que sucedió con Mughniyeh, pues creció, se hizo mayor. O igual no se hizo mayor, quizá lo que sucedió es que la guerra cambió. Y que con ella cambiaron también los objetivos".

Pero Hoffman se muestra inflexible. Él está convencido de que Badreddine murió convertido en un cerebro del terrorismo, que es exactamente lo que había sido al principio de su carrera.

"La gente está intentando alterar el discurso de la trayectoria de Hezbollah y convertirlo en la estela de un solo individuo", opina. "Yo creo que tanto para Hezbollah, como para su patrón, Irán, el terrorismo es un instrumento de estado, una herramienta más en su aparato de política exterior. Es una herramienta que se emplea cuando va servir de algo. Y que se emplea cuando no. Hezbollah puede repetir hasta la saciedad que se ha transformado en otra cosa, pero lo cierto es que el terrorismo es parte de su ADN".

El comandante prorrumpe en una sonora carcajada en el interior de su tienda cuando se le pregunta por el papel de Badreddine en los atentados terroristas. "Si nos ponemos a contar las masacres de Estados Unidos y de Israel no terminaríamos nunca", asegura en un tono burlesco, una respuesta que reproduce de manera bastante aproximada una forma de pensar que en esta parte del mundo comparten muchos. "Nos haría falta un mes para hablarlo bien. Claro que la pregunta es… ¿Era realmente un terrorista?".

Los ojos del comandante brillan como minerales en extinción en la penumbra de la tienda.

"Su pérdida ha provocado una enorme movilización de todos nosotros contra el takfiri", comenta. Y lo hace empleando la palabra árabe que describe a los islamistas radicales. "Nosotros no tenemos a guerrilleros que no contemplen la muerte como destino. Hezbollah siempre ha estado fortalecida por su sangre".

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