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medioambiente

Los hipopótamos de Pablo Escobar son máquinas de procrear y nadie sabe cómo detenerlos

Pablo Escobar dejó tras su muerte en 1994 un rastro de cadáveres, vehículos, mansiones, kilos de cocaína y un harén de 4 hipopótamos. Hoy son ya 50, siguen viviendo en las inmediaciones de su hacienda póstuma y nadie sabe bien qué va a pasar con ellos.
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Este artículo fue publicado originalmente en Motherboard.

Cuando el magnate del narcotráfico Pablo Escobar fue abatido a tiros por la policía nacional colombiana en 1993, dejó una legado tan sangriento como inabarcable. El responsable del cartel de Medellín sigue siendo considerado a día de hoy como uno de los delincuentes más prolíficos de la historia. Escobar ha pasado a la posteridad por haber construido un imperio de la cocaína que dejaría un reguero de miles de cadáveres a su paso.

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Claro que a el Patrón también se le recordará por sus 50 hipopótamos (hippopotamus amphibius) que a día de hoy siguen rugiendo en las inmediaciones de su palacio presidencial, al que se conoce como la Hacienda Nápoles. Escobar nunca pensó que sus hipopótamos cautivos llegarían algún día a poblar los ríos y los estuarios del norte de Colombia. Claro que desde la muerte del narcotraficante sus hipopótamos se han comportado como se comportan todos los animales: multiplicándose y reproduciéndose hasta establecerse sin prisa pero sin pausa como la especie invasora más grande del planeta, nada menos.

Hoy todo apunta a que su controvertido y desequilibrado reinado está más lejos que nunca de terminar, pues nadie sabe exactamente cómo detenerlo.

Hipopótamos nadan en la Hacienda Nápoles. Imagen vía Flickr/FICG.mx

En los casi 25 años que han pasado desde la muerte de Escobar, los paquidermos han traspasado en más de una ocasión el cerco que los contiene y se han introducido por corrientes de agua adyacentes, tales como el río Magdalena. El año pasado uno de los ejemplares fue detectado merodeando las inmediaciones de una escuela primaria. Y por mucho que los agentes de policía siguen asegurando que no ha habido ninguna víctima que lamentar, tanto los campesinos como los pescadores de Puerto Triunfo, a la vuelta de la Hacienda Nápoles, les evitan con horror.

Sin embargo los administradores privados que se encargan de gestionar la Hacienda Nápoles como un parque temático en la actualidad, no parecen dispuestos ni a contener ni a trasladar a los paquidermos. En 2009, un macho llamado Pepe fue abatido a tiros por los soldados del ejército colombiano. Su muerte avivó el debate entre las evidentes preocupaciones de los ecologistas, y entre aquellos otros que consideran que la pintoresca fauna legada por el narcotraficante es una atracción inofensiva. A los científicos que exploran los ríos de Sudamérica les preocupa que los hipopótamos terminen destruyendo el precario equilibrio de los ecosistemas locales.

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"Ahora mismo todo esto no es más que un negocio especulativo. Hay muchos ejemplos parecidos de animales llegados de África hace siglos, que terminaron alcanzando la orilla del Nuevo Mundo — como el ya extinguido león de las Américas, o como algunos parientes de los elefantes — claro que los hipopótamos jamás habían llegado hasta aquí", señala Douglas McCauley, un profesor de biología y experto investigador especializado en hipopótamos en la universidad de California.

"Estamos asistiendo a un inquietante experimento natural que descubrirá los daños que puede provocar el animal más invasivo del planeta en un entorno nuevo".

La entrada de la Hacienda Nápoles a día de hoy. Imagen vía Wikimmedia Commons.

Resguardada por las tierras bajas de Antioquia, a unas tres horas de Medellín, la Hacienda Nápoles sigue siendo un extravagante santuario de la vida excesiva y millonaria de Pablo Escobar. Se estima que en la cumbre de su éxito, su fortuna alcanzó los 30 mil millones de dólares, que, como no, invirtió en una vida inevitablemente estrafalaria. En 1978 Escobar adquirió un terreno en los tranquilos montes de Puerto Triunfo y construyó una faraónica mansión de estilo colonial que se convertiría en la residencia permanente de su familia. Las enormes instalaciones contaron en su día con entretenimientos tales como una plaza de toros, una pista para las carreras de Karts, un jardín consagrado a las esculturas, y hasta de su propio aeropuerto privado.

Pese a todo, Escobar se veía a sí mismo como un dictador benevolente y se las ingenió para convertirse en una suerte de héroe entre los residentes más pobres de Medellín, para quienes construyó barriadas enteras, en una de sus más tempranas y exitosas iniciativas de blanqueo de dinero y de populismo.

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Escobar decidió con el paso del tiempo convertir la Hacienda Nápoles en un zoológico público — un paraíso del contrabando en el que uno podía encontrarse fauna tan exótica como elefantes, jirafas y cebras. Entre los animales que los alumnos de las escuelas y los turistas viajaron a observar de cerca, se contaban cuatro enormes hipopótamos, tres hembras y un macho, que vivían en una laguna artificial que quedaba cerca de la entrada principal a la propiedad.

A la muerte de Escobar, la mayoría de los animales de la Hacienda Nápoles fueron capturados y trasladados hasta instalaciones cercanas, como el ya clausurado Zoo de la ciudad de Matecaña, en Pereira. Sucedió que nadie se quedó con el pequeño harén de hipopótamos, probablemente porque trasladar 5.000 toneladas en hipopótamos se puede convertir en una cuestión de vida o muerte. Así que habida cuenta de que no había ningún depredador conocido, y a la facilidad con que cualquier se adapta al clima tropical colombiano, los cuatro se convirtieron enseguida en 8. Y los ocho en 10, 20 y así hasta ahora.

Para científicos como McCauley, los hipopótamos abandonados de Escobar ilustran de manera agridulce lo que sucede cuando se permite que una especie se reproduzca sin inhibiciones. Hace más de mil años, distintas variedades de hipopótamos, muchas de las cuales están extinguidas a día de hoy, fueron descubiertas en algunas islas del Mediterráneo, en Egipto, e incluso en algunas partes de Europa, mucho más al norte de lo que nunca habían vivido. A día de hoy, el hipopótamo común se encuentra solo en África y es víctima de las cacerías ilegales, de la destrucción de su hábitat natural y de la caza furtiva de marfil. Los biólogos que estudian al animal y su entorno advierten que su población está cayendo en picado. Ahora mismo los investigadores estudian cómo sería un ecosistema en el que los hipopótamos tuvieran una participación menor.

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La avioneta Cessna con la que Escobar viajaba a Estados Unidos para introducir cocaína. Imagen por Wikimedia Commons.

Según concluye una encuesta, los hipopótamos de la Hacienda Nápoles seguirán creciendo a una velocidad anual del 6 por ciento. Así, se espera que cada hembra alumbre a un cachorro cada año. Los ejemplares empiezan a verse por zonas cada vez más lejanas al recinto del narco. El último paquidermo fue avistado casi a 150 kilómetros de la mansión.

Cuando se encuentran en su hábitat natural se podría decir que los hipopótamos se comportan como horticultores de la naturaleza. Se pasan la mayor parte del día sumergidos bajo el agua, lejos de los dañinos rayos ultravioletas del sol y, también muy posiblemente, lejos de la amenaza de los seres humanos. Sin embargo, durante la noche, los hipopótamos dejan atrás su guarida y se dedican a alimentarse de ingentes cantidades de hierba y a descargar la cena que habrían comido horas antes. Se estima que cada año millones de kilos de deyecciones de hipopótamo se hunden en el fondo de los ríos de África.

La aportación mineral de los excrementos es vital para preservar los nutrientes de los ríos y su sostenibilidad. Los científicos han empleado marcadores químicos para determinar hasta qué punto cientos de miles de insectos y de peces se alimentan de las heces de hipopótamo — una práctica a la que se conoce como coprofagia — lo que sugiere que el hipopótamo es una especie que juega un papel fundamental en la preservación de los ecosistemas acuáticos y terrestres de los lugares donde habita.

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Claro que un exceso de excrementos podría resultar tóxico. En los sistemas de ríos más contraídos, los hipopótamos pueden inundar el agua con un exceso de nutrientes, lo que deriva en la formación de algas tóxicas, que, a su vez, provocan la hambruna de los peces y de los invertebrados. Se trata de un proceso al que se conoce como eutrofización, una alteración que ya había sido relacionada anteriormente con los hipopótamos. Los ecologistas colombianos familiarizados con los ríos y las corrientes de agua de la zona creen ahora que las recientes muertes de peces en las inmediaciones de la Hacienda Nápoles podrían ser consecuencia de los nuevos e invasivos residentes.

"Los hipopótamos puedan perturbar los sedimentos que se forman naturalmente en ríos y en lagos, que provoca que los depósitos del fondo afluyan de nuevo a la superficie. Se trata de un fenómeno que tiene un poderoso efecto en la productividad del agua y que puede derivar en toda clase de consecuencias. Por mucho que su impacto sea el mismo o no que en África —"todo aquello con lo que conviven ha evolucionado con su presencia", relata Jonathan Shurin, un profesor de biología de la Universidad de California, que es especialista en todo lo relacionado con problemas de la calidad del agua en Colombia.

A día de hoy, lo cierto es que existe muy poca literatura sobre los efectos de las consecuencias de las invasiones producidas por hipopótamos. Básicamente porque no existe ningún antecedente. Shurin ha explicado que a menudo los investigadores se encuentran con toda clase de impedimentos para desarrollar su trabajo en Colombia. Y parece que los mamíferos de Escobar no están mereciendo la atención de la comunidad científica local. Pero más allá de eso, lo cierto es que el país se enfrenta a graves crisis ecológicas, como los vertidos ilegales, la deforestación o la contaminación de sus aguas. Así que, en semejante contexto… ¿hasta qué punto se puede considerar como una amenaza a los hipopótamos de Escobar?

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"Hay algo que a menudo sucede con las invasiones: hemos asistido a toda clases de destrucciones de los ecosistemas medioambientales. A menudo los sistemas se reorganizan para acoger al invasor, y cambian por completo su aspecto y su funcionamiento. Claro que tampoco hay ningún motivo para pensar que los hipopótamos merezcan un trato distintivo solo por ser carismáticos", explica McCauley.

Un joven residente transita por la Hacienda Nápoles. Wikimedia Commons.

Pese a todo, hay un problema: no existe ninguna manera efectiva de controlar a una población salvaje de hipopótamos. Según Michael Knight, un zoólogo sudafricano que trabajó como consultor del ministerio Medioambiental de Colombia en 2009, las únicas alternativas realistas para frenar la invasión son el sacrificio o la castración. En una entrevista con la publicación Colombia Reports, Knight recomendaba que los animales fueran sacrificados con rifles de largo alcance.

Pero como sucede con algunas especies invasivas, la gente se encariña con ellas. Muchos vecinos de la zona ya han expresado que cada vez están más contentos con sus paquidermos, sino completamente cautivados con su presencia. "Mi padre trajo uno pequeño a casa un día", contaba una niña en las páginas del rotativo El Colombiano. "Le bauticé como Luna porque era muy dulce — solo le dimos de comer leche".

Lo que es un misterio es cuál está siendo la gestión del gobierno colombiano para controlar o medir la población actual. Pero llegará un punto en que la castración y la contención tendrán que ser adoptadas como los únicos mecanismos viables para reducir la población de hipopótamos. La Cornare, la autoridad medioambiental colombiana habría encargado a los biólogos que construyeran barreras naturales para contener a los animales. La idea sería mantenerles en los confines de la Hacienda Nápoles. La Cornare es una iniciativa financiada anualmente con 135.000 dólares y está costeada íntegramente con el dinero incautado en las redadas antidroga.

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Según un informe aparecido en Fussion en 2014, el personal de la Hacienda Nápoles habría consultado a un vecino llamado James Torres para que se dedicara a la captura y la adopción de cachorros de hipopótamo en su granja, que no queda muy lejos de la zona. Según Torres, si se separa a tiempo a los cachorros de sus madres sería más fácil que estos pudieran ser transferidos a parques zoológicos.

Y respecto a la castración, si bien es una solución relativamente inofensiva, resulta altamente complicada para la mayoría de los responsables con mayor experiencia en poblaciones de fauna salvaje. Para empezar, los hipopótamos son sorprendentemente retraídos. Durante el día apenas se pueden ver sus ojos y sus orejas emergiendo por encima del agua. Igualmente se trata de animales que no son sexualmente dismórficos, lo cual significa que resulta bastante complicado distinguir a los machos de las hembras.

Resulta que los testículos del macho están escondidos por su abdomen, y solo resulta seguro distinguirlos con precisión cuando el animal está sedado. Claro que disparar dardos narcóticos a una criatura que pesa varias toneladas puede ser muy traicionero, cuenta McCauley. Por mucho que los sofisticados cocktails que barajan los veterinarios sean cada vez más efectivos, resulta exactamente imposible saber cómo reaccionará cada animal a la anestesia. A menudo, los hipopótamos sedados se asustan de tal manera que regresan al agua para protegerse, donde, muchas veces, se ahogan.

Hasta la fecha solo se ha conseguido castrar a cuatro machos.

"Lo que sucede con la mayoría de especies invasivas es que una vez se han propagado, ya no hay marcha atrás. Claro que los hipopótamos podrían ser una excepción. Si alguien se empeña realmente en desterrarlos, lo conseguirá. Sucede que se han convertido en una atracción turística y que cada vez tienen más valor económico. Así que de momento no existe ninguna intención de deshacerse de ellos", añade Shurin.

De momento, el futuro de los hipopótamos colombianos sigue siendo una enorme incógnita. De lo que no queda ninguna duda, es que incluso después de muerto, la presencia de Pablo Escobar sigue encontrando maneras de desplegarse como un fantasma por el interior de los campos de Medellín.

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