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En imágenes: así se recupera una parte de Mosul tras liberarse del Estado Islámico

Miles de civiles intentan recobrar sus vidas entre ruinas, cadáveres y escombros, después de que las Fuerzas Especiales del Ejército Iraquí arrebataran el este de Mosul a los terroristas. VICE News estuvo en al-Tamim para hablar con sus habitantes.
Imagen vía Thérèse di Campo/VICE News.
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***Todas las imágenes fueron tomadas por Thérèse di Campo.

"El ejército iraquí ha combatido a Estado Islámico (EI), ¡pero mira el estado en que quedó mi casa!", exclama Ahmed, de unos 70 años, mientras muestra los daños ocasionados por un hombre que se hizo estallar en su jardín. Rodeado de sus vecinos, este barbero de profesión fuma nerviosamente delante de los escombros sin techo. Sobre la ennegrecida hierba se posan restos de huesos humanos y un traje militar. En las ventanas ondean trozos de tela roja. Estamos en al-Tamim, un barrio al este de Mosul, en Iraq.

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Ahmed regresó a su hogar después de tres meses de ausencia. Como la mayor parte de los habitantes en el vecindario, huyó hacia Erbil con su familia para escapar de la violencia derivada de los combates entre las Fuerzas Especiales del Ejército Iraquí y los yihadistas de Estado Islámico. Hoy, a la entrada de su puerta tiene que taparse la nariz. "Estamos libres pero no hay agua potable, ni electricidad. en la ciudad faltan los servicios más elementales. El ejército se ha ido y Bagdad no hace nada. En Europa, ¿los terroristas también han dejado gente así, sin abrigo, con cadáveres?", pregunta el barbero, perplejo.

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Aquí, en la zona de al-Tamim, liberada del Estado Islámico a finales de diciembre, no hay ninguna presencia del ejército iraquí. El barrio residencial, que fue uno de los más difíciles de liberar, había atraído a televisoras de todo el mundo. Calle por calle, los combatientes de Estado Islámico se habían atrincherado en los hogares de los civiles para tomarlos como rehenes. "Durante la ofensiva, en estas calles, los yihadistas usaron más de 200 autos en sus atentados contra los habitantes y las fuerzas especiales", explica Hussein, que retira los desechos que están afuera de su puerta.

Después del alivio que trajo consigo la liberación, al-Tamim teme a las represalias. Saja, una madre de familia, dice vivir con un miedo constante: "Drones controlados por el EI sobrevuelan las casas y dejan caer granadas. Una mujer fue gravemente herida ayer en el barrio de al-Aden. No quiero vivir aquí", confiesa. Las otras heridas del conflicto, las que afectan la vida diaria, empiezan a sentirse. Las calles permanecen en un estado congelado apocalíptico y de escombros.

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Algunos comercios locales han reabierto, pero las carcazas de los autos carbonizados siguen estando en las calles. Gracias a las iniciativas populares, la vida se reorganiza. El sistema de tuberías está dañado, por lo que las personas han empezado a cavar pozos improvisados en el jardín de su casa. "Es como si el ataque hubiera sido ayer", concluye Ahmed.

Reunidos alrededor del barbero, los habitantes se presentan para contar su experiencia de viva voz, ya que la guerra ha dejado marcas más allá del aspecto urbano. Las historias son similares: prohibiciones, castigos, golpes sin razón propinados por los terroristas. "Me llamo Taha. Soy profesor. El 24 de noviembre, los soldados del EI vinieron a buscarme cuando estaba con mis hijos. Dijeron que no estaba bien vestido, ya que mi pantalón era demasiado grande y me quedaba mal entallado. Me encerraron en una iglesia durante 15 días con otros prisioneros. No hay nombre para llamar a esa época. Pero aún así logré escapar", nos cuenta con la mirada fija.

Sin embargo, el calvario no termina ahí. Taha se quita los guantes negros que cubren sus manos y muestra las cicatrices de sus palmas, hechas cuando escapaba por los muros cubiertos con púas. "Después de que el ejército liberó mi vecindario, me convertí en sospechoso a causa de mis cicatrices. Los soldados me llevaron y me golpearon. Me acusaron de haber tomado las armas, de ser combatiente del Estado Islámico, y querían que confesara todo". La ira invade el rostro de Taha. Sunitas en su mayor parte, los habitantes de Mosul viven bajo un gobierno chiita, instaurado después de la invasión estadounidense en 2003 y tras la caída de Saddam Hussein. Muchos de los habitantes de Mosul no confían en las fuerzas armadas, percibidas como una extensión de la mano hostil del poder central en Bagdad.

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El día de hoy, en medio de las ruinas, los habitantes de al-Tamim han dejado de lado el sonido de las bombas y disparos, pero como en otras partes, la sombra de la bandera negra pesa aún. En la esquina de una calle, un grupo de chicos desmantela con frenesí los restos de un motor de auto. Con algo de suerte, podrán revender la chatarra en el mercado. A 200 metros, junto a una piscina infantil de plástico, están dos cuerpos en descomposición bajo el sol, apenas cubiertos con una manta.

"Los soldados dejan así los cuerpos de los yihadistas, pudriéndose sobre el suelo para causar miedo entre la población. Es un mensaje dirigido a aquellos que aún apoyan a los combatientes", explica un transeúnte.

En el barrio de Zohor, no lejos de las orillas del Tigris, los tiros de los morteros resuenan a lo lejos. Después de siete semanas de combate, los vendedores de frutas y verduras comienzan a dar color nuevamente a una de las arterias comerciales de Mosul. Cargando dos sillas de plástico, dos viejos se instalan tranquilamente mientras hablan. Retoman una de sus actividades favoritas: fumar mientras miran a los paseantes. "Simplemente estoy feliz", dice un de ellos. "Vivo aquí desde hace 65 años, nunca he dejado mi casa. Nací en Mosul, moriré en Mosul".

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