Imagen por Christopher Gregory/VICE News
Repartidos por la frontera entre Haití y República Dominicana, existen una serie de pasos fronterizos que ofrecen una zona de libre comercio para la población de los dos países, en la isla La Española. Una vez por semana, las puertas se abren para dar lugar a una área de mercadeo común donde los bienes son intercambiados y vendidos.Una de las mencionadas es Dajabón, el paso fronterizo más grande entre los susodichos estados, y emplazamiento del raramente recordado genocidio contra 20.000 haitianos a manos del ejército dominicano. También es un pasaje habitual para los migrantes del primer país, que lo cruzan, camino a la República, para trabajar en los campos de azúcar o para encontrar una vida mejor en las ciudades de Santiago, Puerto Plata y Santo Domingo.Pero el viernes 19 de junio, dos días después de que acabara el plazo límite para que los migrantes haitianos y algunos dominico-haitianos pudiesen solicitar la residencia en la República Dominicana al amparo de una nueva ley de naturalización, muchos han cruzado al otro lado desde Haití, con todas sus pertenencias a cuestas en pequeños camiones de carga.Muchos de estos migrantes son personas que han estado viviendo en la República Dominicana durante años o décadas. Cada familia que ha decidido auto-deportarse hacia Haití lo ha hecho por diferentes motivos. Muchos pidieron el permiso de residencia pero no estaban seguros de conseguirlo. Otros trataron de solicitarlo y no lo consiguieron y a otros se les pasó el plazo límite. Otros ni se molestaron a hacer las largas colas en las oficinas gubernamentales y decidieron dejar el país antes de enfrentarse a las autoridades en materia de migración o a la policía.Josue Inelis, de 33 años, se dio por vencido después de intentar solicitar la residencia para él y su familia entre largas colas y gente timándole pidiéndole sobornos. Marcha hacia Haití, poniendo énfasis en que de lo que él huye es de la violencia discriminatoria en Santiago.Inelis y su mujer, Igamen Gistav, tienen un hijo que nació en la República Dominicana pero que ahora es apátrida de facto, después de viajar de vuelta a Haití, dónde tampoco tiene cobertura legal como residente.Inelis y su familia, junto con a su cuñado y la suya, llegan a Ouanaminthe, Haití, una pequeña ciudad que se encuentra justo al otro lado de la frontera. Una muchedumbre rodea su camión, al tanto de su situación y razón de su llegada, gritándoles que pueden llevarlos a un hotel o a la ciudad portuaria más cercana. Las dos familias se apresuran a coger un bus hacia Le Cap [Cabo Haitiano] para empezar una nueva vida después de 13 años en República Dominicana.Mientras tanto, las autoridades dominicanas están preparando cerca de Dajabón una base militar llamada Fort Beller para que devenga en un centro de detención — apodada "centro de bienvenida".Con informes que enseñan que estos centros de detención están siendo construidos por todo el país, VICE News entró en Fort Beller para ver, de primera mano, cómo son estas instalaciones. Las autoridades lo llaman "centro de acogida" y llevan a cabo una ruta guiada a otras tres personas.A pesar de las sorprendentes carencias en materia de seguridad en la puerta de entrada, los militares de la instalación se apresuran a prohibir las cámaras. Cuentan a VICE News que tienen órdenes estrictas de mantener estas instalaciones ocultas y que no están bajo su jurisdicción.En imágenes: enfados contra la fecha límite para la deportación en República Dominicana. Ver más aquí.Una vez a la semana las puertas se abren en Dajabón para que los haitianos puedan entrar en la República Dominicana a comprar bienes.Haití ha devenido el mercado más importante de bienes dominicanos después de los EEUU.
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