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VICE World News

La increíble historia de John Gallagher, el canadiense que cayó contra Estado Islámico

Los restos mortales de John Robert Gallagher siguen de camino a Irak desde suelo sirio, donde el joven fue abatido en combate. Los guerrilleros rebeldes a los que se unió escoltan su cadáver antes de que vuele hacia su último destino: Canadá.
Imagen por Maclean's video.
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Valerie Carder está en Ontario. El sonido del teléfono rompe en mitad del anochecer. Es otro periodista que le pide que le hable de su hijo. Ni siquiera ha pasado una semana desde su muerte, pero ella se la ha pasado respondiendo entrevistas casi a diario, atendiendo las peticiones en tromba de los medios de comunicación. Es una losa que ninguna madre debería de soportar en pleno duelo y mucho menos una anónima profesora de inglés que vive sola en el campo. Ella preferiría quedarse con su privacidad antes que con su perfil en Facebook.

Sin embargo, Valerie habla durante casi hora y media sobre John Robert Gallagher. Su cuerpo todavía está en vías de ser repatriado de Siria a Irak, hacia donde viaja escoltado por los mismos guerrilleros rebeldes a los que se unió como voluntario . Después de esa escala, su destino final es Canadá. Valerie habla porque quiere que el mundo sepa quien fue su hijo — el primer combatiente canadiense voluntario en perder su vida en la guerra contra Estado Islámico (EI) — y que comprenda cuáles fueron sus motivaciones.

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Uno puede interponer un montón de etiquetas simplistas para explicar la muerte de John. Dependerá de cuál sea la complejidad de sus prejuicios. John murió el miércoles pasado. Tenía 32 años. ¿Fue un guerrillero reflexivo?, ¿un idealista engañado?, ¿un aventurero?… ¿O acaso fue el activista definitivo?

Más allá de todas esas consideraciones, más valdría la pena recordarle como a un joven con un potencial extraordinario. Un joven que se sintió obligado a tomar la decisión moral que iba a costarle la vida.

John Gallagher creció en el campo al sur de Ontario. Fue criado por una madre soltera y destacó intelectualmente desde muy temprano. Adoraba la ciencia. Le encantaba leer a los niños libros sobre dinosaurios, y tenía una tabla periódica colgada de la pared de su habitación. Quería convertirse en físico y se pasó los veranos de su infancia leyendo libros de texto sobre física.

John Robert, que era como se le conocía, se unió a los cadetes aéreos cuando cursaba primaria y a los 12 años proclamó que de mayor quería ser oficial militar. Para cuando llegó al instituto se hacía llamar J.R y tenía muy claro que quería ser un soldado de infantería.

Su familia — su madre, Valerie, sus dos hermanas, su padrastro y su hermanastro — tenía ideología política, aunque más a nivel de causas y de convicciones que de afiliación conocida. Valerie se acuerda de cómo les contaba a sus hijos el porqué del boicot de su familia a las gasolineras Shell. Nunca irían a una gasolinera de esa marca por la controvertida política de la empresa en Nigeria.

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De tal forma, no es extraño que J.R. manifestara su vocación política desde adolescente. Enseguida invirtió su inteligencia y su curiosidad en desentrañar y aprender sobre los asuntos que gobernaban el mundo, sobre la sociedad y su historia. Al cumplir los 18 años J.R. decidió que en adelante se llamaría solo John a secas, y que se uniría al ejército del Canadá.

John fue destinado a Bosnia, donde se pasó tres años trabajando en la unidad Princesa Patricia de la infantería del Canadá, al cabo de los cuales, abandonó el ejército. Entonces se sacó una doble titulación en la universidad de York: estudió Ciencias Políticas y estudios de Género. Y luego cursó un máster en políticas. Estuvo cerca de matricularse para hacer un doctorado. Pero aquel proyecto se disolvió como tantos otros de su vida adulta, durante la que nunca dejó de buscar una dedicación. En 2010 se presentó a unas oposiciones para trabajar en el ayuntamiento de Toronto. Luego se fue a Australia, donde estuvo trabajando. El año pasado vivió algunos meses en Calgary, donde intentó establecer una red de contactos políticos mientras trabajaba como repartidor de pizzas.

Es posible que joven brillante y educado como él hubiese podido aspirar a otras dedicaciones. Pero así era John, quería ser distinto. Lo que más le preocupaba era ser fiel a su país tanto como a sus principios.

"Creo que describirle como "serio" es hacerle un flaco favor", cuenta Valerie. "Pero lo que sí es cierto es tenía fuertes convicciones, discernía rotundamente lo que estaba bien de lo que estaba mal, fue una persona comprometida ética y moralmente. Y se pasó toda su vida luchando por hacer lo que él creía, firmemente, que era lo correcto".

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Dos españoles que regresaban de luchar contra Estado Islámico están retenidos en Erbil. Leer más aquí.

Sería injusto explicar la ideología política de John con términos tan reduccionistas como teocracia o fundamentalismo. Sin embargo ambos eran dos de los conceptos que más le apasionaban y uno de los motivos incuestionables que le llevaron a Oriente Medio. John se puso a buscar online hace meses qué opciones tenía para sumarse como voluntario a la lucha contra Estado Islámico. Una vez se puso en contacto con la gente adecuada, todo sucedió muy deprisa. Se despidió de su madre en el aeropuerto O'Hare de Chicago en abril de este años.

John combatió junto a los kurdos. Primero lo hizo en Irak, junto a las milicias Peshmerga. Y más adelante cruzó a Siria, donde su sumó a las Unidades de Protección Popular (YPG), también kurdas. Se mantenía en contacto con su familia y con el universo a través de su perfil de Facebook. Sus comentarios eran sardónicos e ingeniosos, y era capaz de disolver su peligrosísima situación con humor negro y bromas infantiles.

"Tengo un buen culo", escribió bajo una foto en que se veía el trasero de un asno.

"El momento en que te das cuenta que tu Kalashnikov es tan viejo que hasta podría haber sido usado en Vietnam… Que fue, probablemente, la última vez en que alguien lo limpió #SyrianCivilWarProblems, lee otra de sus capturas.

El miércoles pasado, Valerie volvió a casa del trabajo y se encontró con que sus peores pesadillas se habían hecho realidad: John había caído en combate. Tuvo que pasar una semana para que averiguara las circunstancias de su muerte — John se desangró después de recibir un disparo cerca de su cadera.

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Claro que lo más importante no es cómo murió, sino por qué decidió arriesgar su vida.

Antes de partir rumbo a Irak, John escribió un ensayo titulado: Por qué es importante la guerra en el Kurdistán. Al principio lo colgó en Facebook. A día de hoy ha sido publicado en publicaciones de todo el mundo, en cabeceras como el Wall Street Journal y en el National Post del Canadá.

"En primer lugar, dejad que saque de encima la pregunta más obvia: no espero que nadie comparta que unirse como voluntario a la lucha contra Estado Islámico sea una decisión sabia", arranca. Acto seguido enumera las catastróficas consecuencias de las sucesivas intervenciones de Occidente en la zona de las últimas décadas.

John escribe sobre la evolución de en Occidente de valores como la justicia y los derechos humanos. Escribe sobre la proverbial forma en que ambos conceptos fueron proclamados y divulgados por ideologías como el comunismo y por el fascismo. Y ello es lo que conduce a la amenaza existencial que cuestiona actualmente nuestras creencias fundamentales: la teocracia.

"No hay nada exclusivamente islámico sobre la teocracia, excepto que da la casualidad que los exponentes más violentos de la misma son, a día de hoy, musulmanes. En el siglo XVI fueron los cristianos. Gracias a su dura lucha y a la valiente defensa de nuestros ideales, las fuerzas del secularismo lograron arrebatar el control de la sociedad europea de las manos de los teócratas. Desde entonces, hemos combatido contra todos los movimientos regresivos que han intentado imponer el viejo orden. El mundo musulmán lleva décadas dominado por la política de la teocracia, una guerra incontenible que se ha derramado hasta anegar el mundo entero".

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Hablamos con un español recién llegado de Siria donde ha luchado contra Estado Islámico. Leer más aquí.

El ensayo es inteligente, está bien documentado y mejor argumentado. Sea cual sea tu ideología política, no puedes negar que el autor es una persona brillante, analítica y apasionada. No es un chalado. John saca sus propias conclusiones, pero sus razonamientos están basados en sólidos conocimientos histórico. Su decisión de sumarse a la guerra, no respondió a ningún impulso temerario, ni fue tomada en nombre de una ideología juvenil que ignorara la realidad de este mundo.

"Estaba más feliz de lo que había estado en mucho tiempo", cuenta Valerie. "Lo notabas en los mensajes que nos escribía… Llevaba tiempo enfadado y frustrado, se sentía impotente ante la incapacidad de cambiar nada efectivamente, de modo que llegar hasta Oriente Medio y hacer lo que hizo, le llenaba de satisfacción. Y no es que quisiera morir. No viajó hasta allí para convertirse en un mártir… Su filosofía existencial no tenía nada que ver con lo de vive deprisa, ama intensamente y deja un cadáver bonito".

Valerie observa ahora cómo la gente intenta explicarse la historia de John de distintas maneras: política, filosófica o meramente triste.

No hay duda de que la muerte de un hombre joven, inteligente y apasionada es una pérdida terrible. Algunos incluso se atreverán a calificarlo de desperdicio.

Sin embargo, la historia de John Gallagher es mucho más que una simple tragedia. Es la historia de un hombre brillante que se educó a sí mismo. John Gallagher estudió hasta descubrir que el mundo es un lodazal en el que chapotean las fuerzas del bien y del mal, morales justas y morales amorales. John Gallagher convirtió su vida en una cruzada, en la búsqueda de cómo convertirse en una fuerza positiva para el bien. Así lo concibió. Y su determinación para lograrlo ha terminado por costarle la vida.

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"Estoy preparado para entregar mi vida a evitar el desastre al que nos abocamos aparatosamente como civilización", escribió John en su ensayo. "Cualquier internacionalista sabe que luchar por un Kurdistán libre es una buena causa. Pero nosotros tenemos la suerte de poder jugarnos el pellejo por la lucha más importante y más honrada a la que nos hemos enfrentado en generaciones. Solo con fuerza y a degüello podremos purgar la enfermedad que nos está abatiendo como sociedad, y unirnos para luchar juntos contra el último de sus males.

"Llevo toda mi vida luchando esta batalla de un modo o de otro. Espero tener éxito. Lo demás está en manos de los dioses".

Mira el documental de VICE News El Estado Islámico: 

Sigue a Taylor Lambert en Twitter: @TS_Lambert