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Irak sigue pagando las consecuencias de la operación Tormenta del Desierto 25 años después

Se cumplen 25 años del arranque de la operación Tormenta del Desierto, la ofensiva militar desplegada contra Saddam Hussein, y el desastroso responsable militar de que Irak se haya convertido a día de hoy en el escenario de caos y de violencia que es.
Aviones de combate estadounidenses vuelan sobre pozos de petróleo en Kuwait quemados por el ejército iraquí en retirada durante la Operación Tormenta del Desierto en 1991. (Imagen vía Wikimedia Commons)
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Hoy se cumplen 25 años desde que el presidente estadounidense George H.W Bush se dirigiera a su país desde el despacho oval de la Casa Blanca para anunciar el arranque de la llamada Operación Tormenta del Desierto. La desastrosa campaña militar fue diseñada para expulsar a las tropas iraquíes de Kuwait durante el transcurso de la primera guerra del Golfo Pérsico.

Siete meses antes del anuncio de Bush, las fuerzas iraquíes invadieron y anexionaron Kuwait, la pequeña monarquía petrolífera del Golfo Pérsico, que comparte frontera con Irak por el sudeste. Naciones Unidas dirigió un ultimátum contra el dictador iraquí Saddam Hussein en el que le ofrecía una fecha límite para que retirara a sus tropas de Irak tal día como el 15 de enero de 1991 — una fecha que se cumplió sin que sucediera nada.

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Kuwait es un país encajado entre Irak y Arabia Saudí, otra monarquía petrolífera que era — y que sigue siendo en 2016 — un importante aliado de Estados Unidos. A principios de los 90, Saddam Hussein se hizo popular a fuerza de proferir un discurso marcadamente anti occidental y de amenazar a Israel con emplear armas químicas. Saddam aplacó las preocupaciones de los saudíes, que estaban convencidos de que el dictador iraquí tenía el ojo puesto en su petróleo, tras avenirse a suscribir un pacto de no agresión.

Pese a todo, Irak y Kuwait llevaban décadas enzarzados en dirimir la titularidad de los suculentos campos petrolíferos instalados en la frontera de ambos países. Saddam se comprometió entonces a no invadir Kuwait ante el monarca saudí de la época Fahd bin Abdelaziz, quien presidió un encuentro en que comparecieron representantes de la diplomacia de ambos países. Apenas unos días después de la reunión, el ejército iraquí desplegó sus tropas en Kuwait.

Estados Unidos está haciendo promesas militares que no puede cumplir. Leer más aquí.

La invasión supuso una considerable amenaza para la economía mundial. En aquella época, la mayor parte de las reservas petrolíferas planetarias conocidas estaban localizadas en Kuwait y Arabia Saudí. En las semanas anteriores a la fecha límite del 15 de enero impuesta por Estados Unidos, una coalición liderada por las tropas de la administración Bush organizó el reclutamiento de un ejército de casi 1 millón de soldados en la zona. Una vez se cumplió el plazo límite sin que sucediera nada, las fuerzas de la coalición lanzaron la llamada operación Tormenta del Desierto, una colosal ofensiva militar que consistió en bombardear a las tropas iraquíes y desde posiciones controladas por aire y por mar. Al cabo de unas semanas, arrancó la invasión por tierra.

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Bush tuvo la osadía de pedirle a la gente de Irak que derrocara a Saddam, tras comparar al líder iraquí con Adolf Hitler. Bush hizo un llamamiento dirigido "a las tropas iraquíes y al pueblo iraquí para que se tomara la justicia por su mano y obligara a Saddam a dimitir". La llamada a la sublevación desató sendos alzamientos: uno kurdo en el norte de Irak, y otro chií en el sur del país. Ambos fueron desplegados sin el apoyo de Estados Unidos, y ambos fueron brutalmente reprimidos por las fuerzas de seguridad del gobierno de Saddam, de mayoría suní.

A la postre, la coalición dirigida por Estados Unidos invirtió apenas 100 horas en expulsar a las fuerzas iraquíes de Kuwait. Irak padeció bajas devastadoras entre su militar personal, y el monarca kuwaití en el exilio pudo regresar a su país. Saddam siguió al frente de Irak y sus detractores empezaron a ser masacarados en obscenas cantidades. Las fosas comunes descubiertas más de una década después, desenterraron los restos de miles de kurdos y de chiíes asesinados. Entonces la infantería estadounidense prefirió dar la espalda al conflicto y abstenerse de redoblar su intervención.

"Esta noche, en Irak, Saddam camina entre ruinas", declaró Bush tal día como el 6 de marzo de 1991. "Su maquinaria de guerra ha sido aplastado. Y su capacidad para seguir amenazando con armas de destrucción masiva ha sido destruida".

'Lo que vi en Irak pudo conmigo'. Leer más aquí.

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Sin embargo, la decisión de Bush de no seguir con la lucha y derrocar a Saddam ha seguido siendo controvertida. Lawrence Wright, autor de The looming tower, un libro sobre los orígenes de Al-Qaeda y sobre los atentados terroristas del 11-S, ha sugerido que la presencia de las tropas estadounidenses en Oriente Medio y el llamamiento de Bush a la rebelión son los responsables de haber desatado el actual caos que reina en la zona, y el odio cada vez más profundo contra la dominación geopolítica occidental.

Colin Powell — el militar estadounidense de mayor rango durante el despliegue de la operación — declaró a la CBS durante una entrevista emitida el viernes pasado que Bush se quedó profundamente contrariado después de que las tropas de la coalición fueran incapaces de derrocar a Saddam durante la primera guerra del Golfo. Powell sería designado años más tarde como secretario de Estado de George W.Bush, y fue una de las principales voces que promovieron la invasión de Irak en 2003.

"Diez años después, Saddam se había convertido en tamaño problema para el siguiente presidente, George W.Bush, que creímos necesario desplegar una ofensiva para derrocarle", ha contado Powell.

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Los atentados de Al-Qaeda que destruyeron el World Trace Center y que causaron serios desperfectos en el Pentágono en 2001 fueron orquestados por Osama Bin Laden desde Afganistán, entonces territorio talibán. Por aquel entonces, Estados Unidos ya había invadido Afganistán y estaba concentrado en la ocupación. Sin embargo, fue entonces cuando el joven Bush decidió que había que derrocar a Saddam porque estaba en posesión de armas de destrucción masiva. Una década después del final de la guerra del Golfo, Estados Unidos decidió invadir Irak tal día como el 20 de marzo de 2003, convencido de que repetiría la decisiva victoria obtenida con la Tormenta del Desierto .

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Sin embargo, la estrepitosa invasión desató una serie de catastróficos eventos que han arrojado desde entonces a Oriente Medio a una imparable clima de turbulencia que sigue con amenazando con atentar contra la seguridad estadounidense. Tras la desastrosa invasión se descubrió que las presuntas armas de destrucción masiva de las que hablaba Bush no existían, y muchos de los ex miembros del partido baazista con el que había conquistado el poder, lideraron una escisión que ha gestado la formación de Estado Islámico (EI), la organización yihadista que ahora controla largas franjas de Irak y de Siria. El grupo también es responsable de haber orquestado atentados terroristas por todo el mundo, desde la horrible masacre que golpeó París el pasado 13 de noviembre, hasta las explosiones que sacudieron Yakarta, la capital de Indonesia, hace solo cuatro días.

Irak está combatiendo ahora un brote de cólera además de a Estado Islámico. Leer más aquí.

Es imposible concluir hasta qué punto hubiera cambiado el curso de la historia si la coalición estadounidense hubiese derrocado a Saddam en 1991. En aquella época, el mayor de los Bush creyó que retirarse de aquel conflicto significaría un punto de inflexión que sería benéfico para el orden del universo.

"Ahora podemos contemplar la formación de una nueva era", proclamó entonces Bush, "en la que se insinúa un nuevo orden mundial".

Claro que 25 años después Irak sigue derrumbándose, atravesado por una insaciable guerra sectaria y por el terrorismo islamista. Es justo decir que el nuevo orden mundial no tiene nada que ver con el que vislumbró Bush durante la Tormenta del Desierto.

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Imagen vía Wikimedia Commons