Protestas en Teherán. (Imagen por Abedin Tahir Kenareh/EPA)
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Jugar las cartas anti chiíes y anti iraníes es solo un pretexto estratégico, inteligentemente calibrado por el gobierno saudí. Ello le ha permitido reprimir la disidencia doméstica, hacer un llamamiento a sus aliados internacionales para que tomen partido a su favor y en contra de Irán, y desviar la atención que debería recaer en su estrepitoso derrumbamiento geopolítico, militar y económico. De momento, es posible que la estrategia les esté funcionando. Sin embargo, intercambiar la estabilidad doméstica a corto plazo, por un periodo de inestabilidad indefinido, es una apuesta de lo más arriesgada. No existe ninguna garantía de se puedan llevar las riendas del sectarismo después de este haya sido liberado.'La respuesta de Irán violó una de las reglas no escritas que rigen el funcionamiento de las relaciones internacionales: no toques a las embajadas'.
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