FYI.

This story is over 5 years old.

ESPAÑA

La Barcelona marginal que persiste: los chatarreros africanos que malviven ocupando

La Barcelona de los migrantes africanos que viven de la chatarra y pernoctan en espacios ocupados e insalubres es una realidad tozuda. Tras masivos desalojos y la intervención de la administración, son muchos los que siguen malviviendo fuera del...
Migrantes africanos en una nave 'okupada' de Barcelona en el 2013. (Imagen por Manu Fernández)

"Esto es el fin del mundo, lo más bajo del mundo", asegura Mustapha a VICE News mientras se afeita la barba sentado en una silla vetusta y con un barreño de agua a sus pies al lado de la barraca improvisada que hoy es su hogar.

Este marroquí de 62 años convive con una treintena más de personas que, al igual que él, se construyeron una chabola dentro de una nave industrial abandonada del barrio de Poblenou de Barcelona y subsisten, principalmente, de la venta de chatarra.

Publicidad

Aquí no hay lavabo, ni agua, pero el asentamiento "infectado" de ratas, se lamentan sus habitantes, es lo único que tienen.

En la orgullosa ciudad española que vive del capital turístico de su imagen cosmopolita, la marginalidad de este insalubre rincón no es ninguna excepción. Esta es sólo la estampa de una de las comunidades de inmigrantes extracomunitarios que malvive fuera del sistema, con un contacto casi testimonial con las redes asistenciales públicas.

Pero no son invisibles. En Barcelona, la imagen de hombres mayoritariamente de origen africano, empujando un carro de la compra con chatarra continua siendo habitual. La inmensa mayoría de ellos entraron en España irregularmente [sólo en 2014 más de 12.500 inmigrantes llegaron al país clandestinamente], y siguen sin haber podido legalizar su situación. Otros, consiguieron regularizarla pero la crisis económica les apartó del sistema de protección y perdieron sus derechos y una ínfima parte de ellos conserva los papeles pero no cuenta con suficientes recursos para vivir dignamente.

Un joven marroquí aparece muerto en una maleta cuando cruzaba en ferry a España. Leer más aquí.

En este contexto, una de las mejores opciones consiste en ocupar espacios abandonados en condiciones muy precarias que, a menudo, comparten de forma colectiva y vivir de la recolecta de piezas de cobre, latón, hierro y aluminio desechado para venderlo en el mercado negro [la recogida de chatarra en la vía pública es ilegal]. Aunque, cualquier objeto que pueda reutilizarse, es parte de su acopio diario que, con suerte, puede tener un valor de unos 15 euros.

Publicidad

Aunque no hay cifras fidedignas sobre la dimensión de este fenómeno porque debido a su condición de marginalidad resulta muy difícil de contabilizar, esta realidad captó la atención de los medios de comunicación en 2013 cuando agentes de los Mossos d'Esquadra [la policía de la comunidad autónoma de Catalunya, España] desalojaron una nave industrial situada en la calle Puigcerdà del barrio barcelonés del Poblenou, donde vivían unas 300 personas en situación irregular.

Una zona de la ciudad, la misma donde está el paupérrimo cobijo de Mustapha, que esta experimentando un acelerado proceso de desindustrialización con la proliferación de hoteles y modernos edificios que albergan grandes multinacionales de la comunicación y del sector tecnológico.

Uno de los inmigrantes en una de las naves ocupadas en Poblenou. (Imagen por Quique Badia/VICE News)

Sin embargo, ese desalojo, salvo por sus dimensiones, fue uno entre una decena. Desde 2011 y hasta principios de 2015, las fuerzas de seguridad han desalojado al menos 10 espacios okupados por este colectivo que acogían a un total aproximado de unas 600 personas. Ante este drama, los afectados con el apoyo de plataformas como la Asamblea Solidaria contra los Desalojos y la Red de Apoyo a los Asentamientos pidieron al gobierno municipal un techo, papeles y una salida digna.

Hoy, la problemática, que se concentraba en estos asentamientos de Poblenou debido a la multitud de solares y naves abandonados que agonizaban ante la construcción de nuevos rascacielos, persiste aunque adquiera nuevas formas y esté mudando la piel. Carlota Falgueras, miembro de la Asamblea Solidaria contra los Desalojos, asegura a VICE News que la esencia del problema, inmigrantes extracomunitarios que malviven fuera del sistema y sobreviven 'okupando' y vendiendo chatarra, sigue existiendo.

Publicidad

Lo que sucede, explica, es que hoy es menos visible porque no se concentran tantos casos en un mismo lugar. En este sentido, asegura que, la mayor parte de los que han sido desalojados "optaron por volver a ocupar algunas de las pocas naves del barrio que siguen en pie y que son accesibles, la mayoría mucho más pequeñas — como la de Mustapha —, otros ocuparon pisos o locales aquí o fuera de Barcelona, también los hay que viven en la calle, mientras que la minoría se alojan en pensiones o albergues que ofreció el gobierno municipal en diferentes puntos de Barcelona".

Bastan cinco minutos de recorrido a pie para comprobarlo. Al lado de la plaza de las Glorias, también en el Poblenou, otras 20 personas comparten unos bajos de un viejo edificio. En este desvencijado local trabajan, duermen y comen. Alebadara, un joven senegalés de 30 años que fue uno de los desalojados de la nave de Puigcerdà, vive aquí.

"Cuando nos echaron de la nave, nos prometieron muchas cosas pero, al final, nada, yo sigo sin papeles, ni trabajo", asegura a VICE News. A su lado, un grupo de hombres de origen subsahariano, escucha atentamente sus explicaciones. Algunos hace tan sólo unos meses que llegaron a Barcelona y sólo conocen la historia de los desalojos a través de algunos de sus compañeros.

Al lado del solar vallado donde antaño estaba la nave de la calle Puigcerdà, que fue derribada, vive un hombre de unos 60 años conocido con el sobrenombre de "el mecánico", él también fue uno de los ocupantes del enclave industrial desaparecido. Allí, en la calle, acompañado con un modesto arsenal de ajadas herramientas mata el tiempo enderezando un coche antiguo y maltrecho que, como él, pernocta en este desangelado rincón de la ciudad.

Publicidad

De todos aquellos que fueron "expulsados" en esa serie de desalojos, asegura a VICE News Andrés García Berrio, abogado de la Red de Apoyo a los Asentamientos, "sólo unos pocos pudieron salir" de esa situación de desamparo gracias a los recursos del Ayuntamiento de Barcelona.

La policía francesa desaloja a 400 inmigrantes del suburbio más grande de París. Leer más aquí.

Lo que hizo principalmente el gobierno municipal, considera este abogado, es aplicar "la mano dura", dejando a la calle a la mayoría de personas con el objetivo de "dispersar el problema". Lo que han conseguido, destaca, es que "ahora muchas de esas personas estén aún peor".

Los desalojos, que dependen de una orden judicial instada por la propiedad, que en la mayor parte de los casos estaba en manos privadas pero en otros era municipal, sirvieron para "limpiar la cara de la ciudad y no dañar la inversión internacional", critica Berrio.

Fuentes del Ayuntamiento de Barcelona han asegurado a VICE News que, a través del Plan Integral de Asentamientos Irregulares aprobado en 2012 para abordar esta problemática, un total de 66 personas han conseguido regularizar su situación y obtener contratos gracias a la realización de cursos de formación. Aunque la mayoría, explican, no pudieron conseguir los papeles debido a la negativa del gobierno español, que tiene la última palabra en la concesión de los permisos de residencia.

El gobierno municipal cifra, además, en 392 el total de afectados por los desalojos que se han hospedado en algunos de los albergues municipales o pensiones a cargo del Ayuntamiento desde que se puso en marcha este programa.

Publicidad

De acuerdo con Berrio y Falgueras el alojamiento ofrecido por el anterior ejecutivo [a finales de mayo de este año, Barcelona en Comú, un partido de signo progresista le arrebató el poder al anterior gobierno municipal, en manos conservadoras] fue sólo una solución temporal. "Viviendo en un albergue o en una pensión no podían continuar con su actividad [la recogida y venta de chatarra], y, por lo tanto, perdían el único sustento que tenían", explica Falgueras. Hubo voluntad de colaborar y se ofreció un techo para todos, relata, pero, "no se planteó ninguna solución real, eran parches que no resolvían el problema estructural".

La experiencia relatada por Alarimi e Ibrahima, que, como Alebadara y "el mecánico", vivieron en la nave de la calle Puigcerdà, coincide con la tesis de Berrio y Falgueras. Procedente de Sierra Leona, el joven Alarimi asegura que, aunque a él nunca le ofrecieron ningún tipo de ayuda, tiene compañeros que, tras la intervención policial, fueron realojados en albergues.

Alarimi recorre a diario las calles de Barcelona en busca de chatarra. (Imagen por Maria Altimira/VICE News)

"El problema en estos albergues es que, si cumples con los horarios de entrada, y allí no te permiten llegar más tarde de las 21h, no puedes dedicarte a la chatarra, porque por la noche es cuando encuentras más cosas ", asegura a VICE News. De los cursos de formación, asegura, no sabe nada.

Publicidad

De todos los afectados entrevistados, sólo Ibrahima, de origen senegalés, asegura haber tenido la oportunidad de acceder a este recurso, pero aún así sostiene que los cursos fueron un despropósito. "Ni tan sólo tuvieron en cuenta cosas tan básicas como los conocimientos u oficios previos de los alumnos" se lamenta. La mayoría sigue en la marginalidad, "recogiendo chatarra o vendiendo productos top manta", se lamenta.

Altercados en una ciudad española tras la muerte de un vecino de origen senegalés. Leer más aquí.

Lo único positivo que, de acuerdo con todas las fuentes consultadas, se ha impulsado en el marco del Plan Integral de Asentamientos Irregulares es Alencoop, una cooperativa de recogida de chatarra a domicilio que, desde finales del año pasado, emplea a 15 de las entorno a 600 personas que estaban en los asentamientos de Poblenou.

La iniciativa, según fuentes próximas al Ayuntamiento quiere ampliarse, aunque el nuevo ejecutivo municipal no ha querido manifestarse al respecto ni avanzar cuál será a partir de ahora su política en relación a la comunidad de afectados por los desalojos y a aquellos que siguen viviendo en espacios ocupados.

Mientras, la tozuda realidad se impone. Sólo hace falta asomarse a la barraca de Marouf El Aouni, el vecino y compatriota de Mustapha, invadida por la humedad y por la visita intempestiva de las ratas que plagan el lugar. Después de 14 años en España, le dije a mi mujer que se volviera porque "no quería que viviera en esta mierda", asegura este marroquí de 66 años mientras muestra un montón de bolsas repletas de platos, vasos, camisetas usadas y demás que acumula en los ocho metros cuadrados mal contados que confinan su inquebrantable esperanza.

Mira el documental de VICE News Europa o muere: cruzando la valla de Melilla (Episodio 1). 

Sigue a Maria Altimira en Twitter: @MariaAltimira