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ESPAÑA

El exnarco que testificó contra el clan de los Charlines: 'Estoy vivo porque ellos quieren'

Manuel Fernández Padín se convirtió en una de las primera personas protegidas por el Estado español. 26 años después de testificar contra uno de los mayores clanes gallegos del narcotráfico, los Charlines, vive sin protección y las ayudas comprometidas.
Manuel Fernández Padín después de la entrevista con VICE News. (Imagen por Fernando Bernal)

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Manuel Fernández Padín fue una de las primeras personas que obtuvo protección del Estado y su testimonio sirvió para sentar en el banquillo de los acusados a los miembros de una de las mayores organizaciones de narcotráfico de España, el clan gallego de los Charlines, para quien había trabajado.

La sentencia, que siguió a la operación Nécora, liderada por el entonces joven juez instructor de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, mandó a prisión a Alfredo Cordero, casado con una hija del patriarca. Manuel Charlín Gama, el capo di capi, caería cinco años después, en 1999.

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Miembro de la generación perdida de Vilanova de Arousa, un grupo de chicos de un equipo de fútbol que acabó consumido por las drogas, Fernando Padín es uno de los tres supervivientes de esa joven alineación. La mayoría, convertidos en toxicómanos, sufrieron enfermedades asociadas a su adicción como el SIDA o la hepatitis C y murieron.

La droga golpeó por partida triple a este exnarco arrepentido. Fernández Padín ya ha perdido una veintena de amigos de juventud, padece psicosis maníaco depresiva debido al consumo de LSD y tras integrarse en la organización de los Charlines para encontrar una salida económica en el contrabando de tabaco, se convirtió en descargador y distribuidor de droga. La mala conciencia le llevó a testificar contra Cordero y uno de los hijos de Charlín Gama.

Ahora vuelve a denunciar que, con el pretexto de la crisis, le retiraron las ayudas y los escoltas que le protegieron hasta 2011. "Si estoy vivo es porque los Charlines quieren, porque con su dinero y poder lo pueden todo".

*VICE News: ¿El clan de los Charlines sigue en el negocio del narcotráfico?*
Manuel Fernández Padín: Sólo hay que leer los periódicos. A finales de 2013, Yolanda Charlín, la sobrina del patriarca, fue detenida por su vinculación con el mayor laboratorio de heroína de la Unión Europea. Yo ya no tengo contacto con ellos, sólo te puedo decir que siguen teniendo poder, porque el poder se compra con dinero, y que yo sigo vivo porque ellos así lo quieren.

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¿Temes que algún día quieran vengarse por la declaración que realizaste contra ellos hace 26 años?
El miedo no me sirve de nada, pero tienes que pensar que el crimen organizado siempre va de la mano de la corrupción. Yo ya no tengo protección, me la quitaron en 2011 aduciendo que, con la crisis, ya no había dinero, así que cualquier día me puedo encontrar con una sorpresa. Sé que conocen a gente que trabaja en la administración pública, como un cargo del INEM en Galicia, por ejemplo, y que podrían encontrar mis datos y localizarme fácilmente. Tienes que pensar que la última vez que fui a mi pueblo uno de los grandes narcos de la zona estaba tomando algo con un grupo de policías municipales uniformados en la terraza de un bar, o que Sito Millán, el narco de Cambados, consiguió documentación falsa en una comisaría de la policía…

¿Cuándo y cómo lo pudo conseguir?
No importa el caso concreto, no te puedo hablar de ello porque no está acreditado, pero lo cierto es que los Charlines tienen cientos de millones de euros y acceso a todas las personas que quieran. A través de directores de bancos, personal hospitalario, cuarteles y políticos pueden llegar hasta ti.

¿Y qué hace un clan como el de los Charlines con cientos de millones de euros?
Los Charlines han comprado gasolineras, fábricas de conserva, cetáreas de marisco, han creado empresas inmobiliarias, adquirieron casas como el Pazo de Vista Real y hasta enterraban el dinero dentro de los lindes de sus propiedades o incluso en el monte, en lugares que sólo ellos sabían.

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'Los Charlines enterraban el dinero dentro de los lindes de sus propiedades o incluso en el monte, en lugares que sólo ellos sabían'

El clan familiar de los Jodorovich, entre el crimen y la vida pública. Leer más aquí.

¿Por qué te metiste en el negocio del narcotráfico?
Nunca fue mi intención. Todo empezó con una noche de marcha en Portonovo. Ese día me fui con unos amigos y me tomé tres dosis de LSD. Yo ya había probado la cocaína, las anfetaminas, la heroína, pero lo que más me gustaba eran los tripis. Esas tres dosis me destrozaron la vida para siempre. Estaba confuso, deprimido…Perdí el trabajo, luego mi mujer me dejó. Empecé un periplo por diferentes psiquiatras, porque no lograba recuperarme.

¿Qué te pasaba?
Me diagnosticaron psicosis maníaco depresiva, pero yo seguía sin estar bien. Tuve algún trabajo, incluso monté un pub pero no funcionó. Me marché, primero a Sidney y luego a Canarias, para rehacer mi vida, pero no me relacionaba con la gente, conseguía trabajos muy malos, dormía en la calle. Así que decidí volver y dedicarme al contrabando de tabaco. Todos los jóvenes de Vilanova de Arousa habían tocado el tema y Manolito Charlín, hijo del patriarca, había sido uno de los miembros de mi pandilla cuando era niño. Cuando regresé, le pedí trabajo.

¿Y empezaste con el contrabando?
No, eso es lo que yo creía. Primero me requirieron para cruzar la frontera con Portugal con sus coches porque, por aquel entonces, Manolito y su hermano Melchor, estaban en busca y captura. Ellos viajaban a América Latina desde Lisboa y me utilizaban para pasar sus vehículos [que la policía tenía fichados] por la frontera. Ellos cruzaban por el río Minho y yo les dejaba o les recogía según si iban o volvían en A Cañiza, al lado de la frontera. Siempre me paraban, me decían que ese coche era de los Charlines, me llevaban a comisaria porque sabían que algo raro había en un tipo como yo con un Mercedes de alta gama de los Charlines, pero no podían detenerme.

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¿Y luego?
Luego, un día, Melchor me llamó y me dijo "vístete con ropa oscura y estate a las 22h en casa, que pasaré a recogerte". Yo pensé que íbamos a descargar tabaco de contrabando pero no fue así. Fuimos a cenar al restaurante Los Abetos, en el pueblo de Nigrán, y allí tuvimos una reunión con las ocho personas con las que íbamos a hacer la descarga. Fue en un acantilado, un lugar muy complicado. Tuvimos que subir a cuestas paquetes de 25 kilos de hachís desde la lancha, en la que un señor de Cambados trajo la droga, hasta la furgoneta que estaba pasado el acantilado, en el monte.

Y te diste cuenta que era hachís…
Sí, había como unos 7.000 kilos. Esa noche fue horrible no sólo por eso sino también porque al subir el segundo paquete estaba exhausto. Yo, por aquel entonces, estaba muy gordo debido a la medicación, tomaba Tranxilium y Prozac, y llevaba tiempo sin hacer deporte alguno. Recuerdo que me quedé en un chalet que había en construcción, pasaba por ahí para acceder al monte y me quedé extenuado en una habitación llena de escombros. Dos días más tarde, incautaron 5.000 kilos de esa descarga en un camión holandés. Luego repartí por la zona el hachís que no lograron confiscar.

Narcolanchas: el impune espectáculo del tráfico de hachís en el estrecho de Gibraltar. Leer más aquí.

¿A quién?
A veces a conocidos, gente de allí que todo el mundo sabe que son narcotraficantes por su nivel de vida, porque tienen negocios que salen de la nada, otras a personas que no conocía de nada. Melchor me decía donde debía hacer la entrega, lo llevaba a cafeterías o lo entregaba detrás de un hotel, en un rincón del monte…

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También descargaste cocaína…
Sí, eso ya fue en agosto de 1989, unos tres meses después. Otra vez me llamó, me dijo que me vistiera de oscuro y que me pasaba a recoger. Pero en aquella ocasión fuimos cerca del Cabo Touriñán, en la Costa da Morte. Esperamos en la cocina de un ultramarino, que tenía tienda y bar. Pero la lancha no llegaba y se hizo demasiado tarde. Regresamos dos días después y descargamos 700 kilos de cocaína de la planeadora. La llevaba un paisano e iba acompañado de tres colombianos. Llenamos un Citroën BX con toda la droga. Estaba el conductor y todo el resto del habitáculo del coche, o sea el maletero, los asientos de detrás, los de delante, e incluso encima del conductor, todo estaba lleno de paquetes de un kilo de cocaína. No sé ni como el hombre que conducía podía ver la carretera.

"Llenamos un Citroën BX con toda la droga. El maletero, los asientos de detrás, los de delante, e incluso encima del conductor, todo estaba lleno de paquetes de un kilo de cocaína. No sé ni como el hombre que conducía podía ver la carretera"

¿Te tocó repartir?
Sí, y también guardar cantidades de 10 kilos en casa. Pero empecé a arrepentirme, yo estaba mal por la droga y muchos de mis amigos habían muerto por eso. Así que decidí que debía contar lo que estaba pasando y me puse en contacto con un periodista de la televisión gallega. Expliqué, en una entrevista grabada, con la voz distorsionada y la silueta oscura que estaban entrado grandes cantidades de cocaína, pero tuve muy mala suerte…

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¿Por qué?
Porque cuando lo emitieron estaba en un bar del pueblo y el nieto del patriarca, un chico que se llamaba Francisco, me reconoció. Se acercó a mi y me dijo: "se ve que eres tú, tus rizos, la silueta, las pausas que utilizas cuando hablas…". Ya no había marcha atrás. Al cabo de nada, me detuvo la Guardia Civil. Fue después de una entrega frustrada en un centro comercial de Pontevedra, los clientes no aparecieron y yo tiré los 4 kilos de cocaína en los contenedores donde descargaban las mercancía y me fui. El problema fue que el guardia jurado del centro comercial, que me conocía, vio que entraba con una bolsa y salía con las manos vacías, me preguntó y me inventé una excusa pero llamó a la Guardia Civil y encontraron la droga. Me detuvieron poco después.

"Se acercó a mi [el nieto del patriarca tras ver la emisión televisiva de la entrevista donde Manuel los delataba con voz distorsionada y silueta oscura] y me dijo: 'se ve que eres tú, tus rizos, la silueta, las pausas que utilizas cuando hablas…'"

Y decidiste confesar…
No, inicialmente, no. Me decidí al ver que me dejaban colgado, que no me mandaban ningún abogado y que no me habían pagado lo que aún me debían. Eso fue en un cuartel en Pontevedra. Luego, pasé por diversas prisiones. En Carabanchel, por ejemplo, estuve con los presos más peligrosos en celdas de aislamiento por motivos de seguridad. En esa cárcel, pero en la galería número 5 también estaban los que yo había denunciado. A veces, los veía por la ventana. Entonces fue cuando me reclamó Baltasar Garzón, que era juez de instrucción de la Audiencia Nacional y ya contaba con el testimonio de otro arrepentido, Ricardo Portabales. Nuestros testimonios sirvieron para llevar a cabo la operación Nécora [la investigación que propició en los noventa el primer macrojuicio contra los clanes gallegos de la droga]. Garzón siempre quiso que acusara a Manolito Charlín.

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Sin embargo, no lo hiciste…
No, yo le dije que Manolito no me dio órdenes, que era Melchor, su hermano, pero Garzón insistía porque pensaba que Manolito mandaba más, que el otro no tenía tanto cerebro. Yo le conté lo mismo que había contado en el cuartel de Pontevedra a la Guardia Civil. Sin embargo, él me presionaba, me hizo declarar dos veces sin abogado y en una de ellas apareció Ricardo Portabales e intentó dirigir mi declaración, me decía "cuéntale esto, háblale de aquellos…". Yo confesé lo que quise confesar e impliqué a la gente que me dejó colgado. Impliqué a Melchor y a su cuñado Jorge Outón. Todo era verdad, pero no toda la verdad. Yo no quería meterme en fregados demasiado gordos, es un tema muy dedicado, tratas con gente muy importante que está en contacto con los colombianos, la cocaína venía de Colombia.

¿Te ofreció protección?
Eso fue más adelante, en 1990, cuando como procesado decidieron excarcelarme. Me vino a buscar la policía judicial de Canillas a Burgos, donde una amiga me acogió y me dijeron que si declaraba se harían cargo de mi vida para siempre, de todos mis gastos, que iba a tener protección, un sueldo, casa, trabajo… Que el Ministerio del Interior y Garzón se habían comprometido. Después, Garzón me lo confirmó.

¿Cómo fue el juicio?
El juicio duró 8 meses, se tuvo que acondicionar una sala en la Casa de Campo de Madrid, porque en la Audiencia Nacional no cabíamos. Éramos 40 y pico procesados, una cuarentena más de abogados, medios de comunicación. Fue tenso al principio, se habían creado muchas expectativas y Jorge Outón [el cuñado del patriarca Manual Charlín Gama] me amenazó, me hizo el gesto como si me fuera a degollar.

¿Alguien volvió a amenazarte después del juicio?
No directamente, pero una vecina me contó que unos suramericanos me fueron a buscar a un piso que tenía con mi pareja en ese momento en Madrid. En Galicia, cuando fui a visitar a mi familia, me quemaron el coche y una vez también hicieron pintadas en el pueblo donde ponía traidor, hijo de puta…

¿Volverías a confesar?
No lo sé, pero sí quise olvidar. Tiré a la basura todo el sumario del caso Nécora, eran unas 15 cajas repletas de documentos.

Anna Llarch ha colaborado en la elaboración de este artículo.

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