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Marruecos

Marruecos: el único país del norte de África que no ha sido golpeado por Estado Islámico

La principal preocupación es la influencia que los combatientes marroquíes que están en Siria e Irak puedan ejercer sobre los jóvenes que continúa viviendo en Marruecos.
Imagen vía FEDERAL BUREAU OF INVESTIGATION/EPA

Policía y Ejército caminan en tríos uniformados, patrullando a la francesa: dos soldados armados hasta las cejas flanqueando a un policía. Están por todas partes: junto a las estaciones de tren, a las puertas del Parlamento de Rabat, en el aeropuerto…

Son parte de la "Operación Hadar" [Precaución] que ha puesto en marcha el gobierno marroquí desde el pasado mes de octubre, cuando la amenaza de los grupos yihadistas se hizo más evidente.

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Marruecos se ha librado hasta la fecha de la acción de Estado Islámico, que ya ha golpeado en la vecina Argelia, con el secuestro y asesinato de un rehén francés; en Túnez, con el ataque al museo Bardo y en Libia, que va camino de convertirse en un estado fallido.

Pero el reino alauí es consciente de que está bajo la mirada de los grupos terroristas, que ya han golpeado antes. En 2003 murieron 45 personas en los atentados de Casablanca y en 2011, una bomba colocada en el café Argana de Marrakech causó 17 muertos.

Según un reciente informe encargado por el Consejo de Seguridad de la ONU, Marruecos es uno de los mayores exportadores de combatientes extranjeros — junto con Túnez, Francia y Rusia — para alimentar el extremismo de grupos como Estado Islámico, Jabat al Nusra y Harakat Sham al Islam.

De los 25.000 jóvenes procedentes de todo el mundo que se han unido a sus filas, 1.355 son marroquíes.

Lo que preocupa a las autoridades, más que la posibilidad de que regresen, es la influencia que siguen ejerciendo en cientos de jóvenes que continúan viviendo en Marruecos.

La mayoría de los 1.355 jóvenes que dejaron su país para ir a combatir a Siria y a Irak se integraron, a lo largo de 2012 y 2013 en Harakat Sham al Islam (Movimiento Islámico del Levante), incluida desde el año pasado en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado.

Fue fundada en 2012 por los marroquíes Brahim Ben Shakran, Ahmed Alami — los dos muertos en combate en 2013, en Siria — y Mahmoud Mazouz, de quien no se tiene noticias.

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Los tres pasaron por prisiones americanas, como Guantánamo, tras su captura en Afganistán en 2004, cuando estaban enrolados en el Grupo Islámico Combatiente Marroquí, una rama de Al Qaeda.

Llegaron a tener a su cargo a unos 700 combatientes, marroquíes y españoles, pero con la muerte de los líderes, el grupo se dispersó.

Algunos se pasaron a Estado Islámico y otros a Jabaht Ansar al Din, una coalición independiente que se mantiene al margen de la lucha entre Estado Islámico y el Frente Al Nusra — la rama de Al Qaeda en Siria — por el control del territorio.

Los grupos, las alianzas y las filiaciones cambian continuamente, por eso es difícil saber quién se ha integrado en un grupo o en otro, pero tanto Harakat Sham Islam como Ansar al Din continúan activos y postean fotos y vídeos periódicamente en sus cuentas de Twitter — una de ellas con más de 21.500 seguidores — y de Youtube.

En ellas informan de los avances, las operaciones y los ataques en Siria y hasta del parte de bajas del día.

Cuanto más tiempo pasan en el frente, más habilidades adquieren, más experiencia y más formación que podría usarse para cometer atentados en suelo marroquí. Esa era la idea de Ben Shakran al fundar Harakat Sham al Islam: formar a un ejército de combatientes en Siria y devolverlos a Marruecos. Ahora el escenario parece haber cambiado.

'Ya hay establecidas redes criminales que se dedican a sacar de allí a los arrepentidos con documentación falsa, pero cuesta muy cara'.

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"La idea de reagruparse y volver a Marruecos para atentar es posible, pero el Servicio Secreto Interior marroquí (DGST) sabe perfectamente quiénes son; les tienen a todos identificados. Serían arrestados inmediatamente. Es la ventaja de ser un Estado policial", asegura un experto en seguridad que trabaja estrechamente con Marruecos que prefiere permanecer en el anonimato.

Además, vuelven pocos. Sólo 156, según las últimas cifras del gobierno marroquí, porque normalmente quien se va no regresa. O muere en combate o le matan por desertor.

"Ya hay establecidas redes criminales que se dedican a sacar de allí a los arrepentidos con documentación falsa, pero cuesta muy cara", explica este experto.

El verdadero desafío para las fuerzas de seguridad marroquíes está dentro de casa. En noviembre pasado, el autoproclamado califa de Estado Islámico, Abu Bakr el Baghdadi, se dirigió específicamente a los marroquíes en uno de sus discursos. Les pedía que no dieran tregua a "los laicos", que les impidieran ser felices, que los combatientes no abandonaran su país para hacer vivir a los infieles en un clima de inseguridad. Fue una llamada implícita a ejecutar una acción en territorio marroquí.

En los últimos dos años, Marruecos ha desmantelado decenas de células dedicadas a la captación y envío de combatientes a Siria e Irak, pero el perfil ha cambiado, como advertía a principios de marzo el informe 'Harakat Sham al Islam: el posible órdago de Estado Islámico' de la consultoría de inteligencia y seguridad AICS: "..la constitución de estas células llevaría implícita una clara intención de demostrar su capacidad de combate, por lo que un atentado es altamente posible", señala el documento.

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Unas semanas después, el 22 de marzo, la policía marroquí desmanteló una célula con miembros establecidos en nueve ciudades del país que planeaba cometer asesinatos de personalidades políticas, militares y civiles. Fueron incautadas armas de fuego y una gran cantidad de munición escondida en Agadir, al sur del país.

El 13 de abril se desarticuló otra célula con base en Nador, junto a Melilla, que preparaba ataques en Marruecos y en Holanda.

Mohammed Ben Aissa, presidente del Observatorio del Norte por los Derechos Humanos, con base en Tetuán, lleva meses estudiando los casos de jóvenes marroquíes que deciden abandonar su casa para empuñar un arma.

Una tercera parte de ellos, todos menores de 30 años, procede del norte del país, de la región de Tánger, Castillejos y Tetuán. El 67 por ciento tiene entre 15 y 24 años. La mitad vivía de empleos precarios y los procedentes de Castillejos, del contrabando en la frontera con Ceuta, enclave español en el extremo norte de Marruecos.

"Hay más casos en Castillejos por la violencia cotidiana de la frontera que han vivido toda su vida. Reproducen patrones de violencia, tienen poca formación y son como un papel en blanco donde cualquiera puede escribir lo que quiera. No saben nada del Islam", describe Ben Aissa a VICE News.

Sin embargo, no hay un perfil establecido del joven marroquí que se radicaliza, ni todo puede asociarse a la pobreza o la falta de educación. Los últimos casos que se conocen son el de un joven empresario de Martil, al norte del país, que la semana pasada partió hacia Siria y el de un funcionario del tribunal de Tetuán.

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Pero sí existe un denominador común: Marruecos es un país de pocas opciones para el desarrollo personal de los jóvenes y de pocas opciones de ocio, salvo sentarse en un café.

"Los jóvenes necesitan ocio, deporte, lugares de encuentro, polideportivos, asociaciones. El Estado dice que está invirtiendo en Castillejos para revitalizar la zona pero no han entendido que no se trata de poner farolas y plantar árboles. Además, ningún partido político trata el problema del extremismo en sus programas", se queja Ben Aissa, que en 2012 intentó convencer a las autoridades para hacer una encuesta sobre las necesidades de los jóvenes de la zona. No lo consiguió.

Son ellos mismos, — los que se van — quienes ejercen su influencia en los que se quedan.

Los jóvenes marroquíes que se fueron en 2012 no son los que se van ahora. El Observatorio distingue entre dos generaciones. Una muy influida por los grupos de corriente salafista, gente con una ideología clara y esta segunda, los que se han ido este año y el pasado, sin ninguna relación con estos grupos porque han sido reclutados a través de las redes sociales. "Facebook y Twitter son los nuevos imanes", ironiza Ben Aissa.

Marruecos forma a sus imanes y tiene perfectamente controlado el discurso en las mezquitas, pero poco importa eso para la nueva generación de yihadistas.

Son ellos mismos, — los que se van — quienes ejercen su influencia en los que se quedan. Postean fotos de villas con piscina, y de su nueva mujer y el bebé que han tenido, cuentan que les pagan el alquiler y el paraíso para muchos jóvenes marroquíes no son 70 vírgenes, sino precisamente eso: la posibilidad de formar una familia y vivir bien, algo que creen que el Estado marroquí no les ofrece.

Los tríos, entretanto, siguen patrullando las calles. Aún no se ha dado el caso de que uno de estos tríos de militares y policías haya detenido a alguien, porque el terrorismo — suelen decir los expertos en lucha anti terrorista — se combate con información.

Cumplen su función de escenificar la preocupación de las autoridades marroquíes y además, tranquilizan a la población. Aunque el enemigo, un joven en su casa con un ordenador, sigue siendo invisible.

Sigue a Elena González en Twitter: @ElenaGlez_