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Millones toman las calles de Brasil para exigir la renuncia de la presidenta Dilma Rousseff

Autoridades estiman que más de tres millones de personas se unieron a la protestas en contra del gobierno en varias ciudades de Brasil. Los ciudadanos piden la renuncia por los casos de corrupción y la crisis económica
Imagen por Sebastiao Moreira/EPA
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Las protestas sin precedentes en todo Brasil han mostrado la dimensión del descontento entre la clase media de dicho país oprimida por la recesión y molesta por la corrupción masiva.

Más de 3,5 millones de personas, según las autoridades, se unieron a las concentraciones amarillas y verdes este domingo 13 de marzo en ciudades de todo Brasil exigiendo la renuncia de la presidenta Dilma Rousseff. Actualmente, la mandataria enfrenta un proceso en el congreso por delitos cometidos durante el desempeño de sus funciones por utilizar, supuestamente, las cuentas de la nación para financiar su reelección en 2014.

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También se pudieron apreciar consignas en contra del Partido de los Trabajadores, actualmente en el poder, y un consenso en apoyo a la operación "Lavado de autos" la cual ha revelado una masiva conspiración de sobornos dentro de la compañía de gas y petróleo perteneciente al estado, Petrobras.

La investigación ha llevado al arresto de varios políticos de alto perfil, banqueros, y empresarios, acusados de participar en la conspiración de sobornos multimillonarios mientras el país se hundía en la recesión. La economía se redujo en casi un cuatro por ciento el año pasado.

La protesta más grande se realizó en el centro de São Paulo. La respetada consultora Datafolha, estimó que había 500 mil personas en las calles de la ciudad. Esto sería mucho más que el movimiento Diretas Já en contra de la dictadura militar del país en 1984, la cual atrajo un estimado de 400 mil personas a las calles en apoyo de las elecciones presidenciales directas.

Algunos afirmaron que hubo un millón en la protesta de Río de Janeiro, la cual colmó la avenida junto a la playa en Copacabana. Cálculos más conservadores presentaron números entre los 100 mil y 200 mil personas.

"El coste de vida ha incrementado mucho", comentó María Anna Brandão, servidora pública retirada de Río. "La clase media sufre más porque los pobres siguen más pobres y los ricos más ricos."

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En Copacabana se vivió una atmósfera carnavalesca donde familias, parejas retiradas y celebridades convivieron en paz. Algunos llevaron muñecas inflables con la imagen de Rousseff y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, mejor conocido como Lula, junto con pancartas y playeras en apoyo del juez Sergio Moro, líder de la operación.

Lula fue directamente involucrado en el remolino de casos anticorrupción el 4 de marzo cuando la policía federal lo solicitó para cuestionarlo por su supuesta participación en el escándalo de Petrobras. Las semana pasada, los acusadores presentaron cargos en su contra por supuesto lavado de dinero de un caso separado.

Simone Soares de 52 años, empresaria de Copacabana, dijo que fue inspirada por su nieto para unirse a la protesta.

"Él tiene siete años y me preguntó, '¿Todos roban?'", comentó. "Necesitamos un mejor país para él. Esto a favor de las acusaciones, pero no sé si sean la solución."

De acuerdo con los economistas del banco Bradesco, la clase media en Brasil se expandió durante el mandato de Lula, en el cual los beneficios de la asistencia social familiar, llamada Bolsa Familia, sacó a millones de la pobreza. Pero desde 2014, unos 6,3 millones de brasileños han dejado de pertenecer a las primeras tres clases socioeconómicas.

Sin embargo, las investigaciones de Datafolha encontraron que mientras las protestas anticorrupción han incrementado en los últimos dos años, el perfil de aquellos que participan permanece sustancialmente de clase media, o media alta.

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Los investigadores concluyeron, después de más de 2.000 entrevistas en São Paulo, que tres cuartos de los manifestantes han alcanzado la educación superior, mientras que la mitad han tenido ingresos cinco o 20 veces mayores al salario mínimo de 880 reales, cerca de 245 dólares.

La semana pasada, en una teleconferencia con el gabinete estratégico Atlantic Council, con base en Estados Unidos, Pedro Dias Leite, editor político de la revista líder sobre política Veja, dijo que la movilización de protesta se ha convertido en algo cada vez menos espontáneo y directamente más en línea con las estrategias de la oposición política desde su inicio en 2013.

"Nunca habían estado tan cerca como lo están ahora", comentó. "Los líderes del movimiento civil, los manifestantes, están muy cerca de los políticos en estos momentos".

Sin embargo, mientras los líderes de la oposición, entre ellos Aecio Neves quien perdió la elección presidencial en 2014 ante Rousseff, asistieron a las protestas, el público se resistió a los intentos por convertir los eventos del día en una plataforma de partidos políticos.

Y aunque hubo pequeñas protestas en otros lugares en apoyo de Rousseff, Lula y el Partido de los Trabajadores, no hubo señales de violencia o conflictos entre ambas partes.

En un comunicado publicado la noche del domingo, la oficina de prensa presidencial trató de poner un giro positivo sobre el masivo espectáculo de descontento.

"La naturaleza pacífica de las manifestaciones que tomaron lugar el domingo, muestran la madurez de un país que sabe vivir con opiniones divergentes y sabe asegurar el respeto hacia sus leyes e instituciones."

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