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COLOMBIA

La muerte de 400 niños wayúu que tiene desolada a La Guajira colombiana

El abandono ancestral por parte del gobierno, ha permitido que el hambre y la sed arrebataran la vida a cientos de niños indígenas. VICE News viajó a esta zona desértica para conocer la historia de desnutrición e indolencia que viven estas familias.
La desértica Guajira colombiana. (Imagen por Soraya Mesa/VICE News).

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En la península de La Guajira colombiana el sol es el dios absoluto de una sequía que se ha ensañado con la tierra de los wayúu. Para los alijunas — como los indígenas llaman a quienes no pertenecen a su etnia — es imposible orientarse en las entrañas de este desierto donde hasta el GPS se pierde entre los miles de cactus que lo pueblan.

Aquí solo hay tierra. Sequía. Hambre y muerte infantil. Aquí 126 niños han perdido la vida en los últimos 32 meses por desnutrición.

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Para un adulto una diferencia de dos kilos no es nada. Para un menor de 5 años es la frontera que divide a la vida de la muerte. En esta delgada línea estaban Juan Manuel y Ángel Jusayú, dos mellizos indígenas de sonrisa mágica, que parecen alegres en un lugar en el que cualquiera pensaría que no hay espacio para la felicidad.

La ranchería en la que viven, llamada Piazapa, es un conjunto de chozas de barro con un pozo seco; y en la casa de "los mellos" — como llaman en la comunidad a estos niños de 5 años — están sus juguetes rotos y cubiertos de tierra.

'Los niños toman leche de chivo, fideos… pero no todos los días, sólo cuando hay'.

El calor aquí, como siempre, es infernal y el agua un bien escaso; por eso cuando el equipo médico al que acompañamos obsequia una bolsa de agua fría a la familia de "los mellos", el agradecimiento parece desbordado.

Juan Manuel y Ángel son más bajitos de lo que deberían para su edad, tienen descamaciones en la piel por la falta de alimentación adecuada. El primero de ellos pesaba 9,9 kilos y el segundo 10,6 cuando fueron encontrados por el equipo médico del Hospital de Uribia. Su peso ideal debía estar entre los 12 y los 12,6 kilogramos.

En La Guajira, una zona de más de 20.000 km2, compuesta por casi 2.000 comunidades, han muerto 40 menores de edad por desnutrición en lo que va de este 2016. En el año 2015 perdieron la vida 38 niños, y en 2014 hubo 48 decesos, según el Instituto Nacional de Salud, todos menores de 5 años.

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Los niños de estas escuelas de Colombia estudian entre las balas del ejército, la policía y la guerrilla. Leer más aquí.

En las rancherías de La Guajira, como Piazapa y Guayabal, las familias wayúu viven en chozas de barro. (Imagen por Soraya Mesa/VICE News).

Estamos ahora en la ranchería Guayabal, cercana a la frontera con Venezuela. Aquí nació Óscar Ipuana, un niño de 4 años que ha sufrido la desnutrición más severa de la zona. Cuando fue detectado pesaba 8,3 kilos. Al finalizar el mes de tratamiento llegó a los 9,6, aunque sigue estando muy lejos de los 12 kilos que es lo que necesita para tener un desarrollo óptimo.

En esta zona la magia y bondad de la gente, parecen atenuar el castigo de más de dos años de sequía. A Óscar lo ha adoptado Luis Ipuala, el enfermero del equipo con el que viajamos, y después de los trámites reglamentarios, ha conseguido que el pequeño sea parte de su familia y de la del Hospital de Uribia. "Óscar ya es del grupo" nos dice Claudia Padilla, la trabajadora social del equipo médico. Hoy Óscar está mucho mejor y poco a poco recupera todos los gramos que necesita para poder ser un niño sano y activo.

Pulowi, la diosa de la sequía y de la muerte

Los wayúu viven en comunidades muy alejadas unas de otras. Su concepto de "ahí cerquita" significa mínimo hora y media de camino a pie. La sequía extrema ha agravado un tema que ya antes era preocupante: la falta de oportunidades, de alimentos, de agua y de gobierno en un zona que durante mucho tiempo fue territorio de grupos armados ilegales.

"Históricamente el wayúu es una persona verraca, luchadora, que saca su hogar adelante" nos cuenta desolada Erminia Martínez Epieyú, una líder que no sabe cómo ayudar a los suyos a salir de esta situación extrema. "El Estado sí tiene algunos proyectos buenos, unos pozos profundos en las comunidades, pero no es suficiente, porque las comunidades son dispersas; son muchas comunidades y muchos habitantes". La Gran Nación Wayúu está conformada por unos 600.000 indígenas de Colombia y Venezuela.

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Erminia quiere dejar de depender de proyectos asistencialistas, como afirma que propone el gobierno de Juan Manuel Santos, y desea tener las herramientas necesarias para cultivar su tierra, que es donde ella dice que está la riqueza. Anhela dar de comer a sus hijos, "como toda madre quiere hacerlo".

Aunque políticamente la capital de La Guajira es Riohacha, la capital indígena de la zona [también es considerada la capital indígena de Colombia] es Uribia, donde muy pocas son las familias que no pertenecen a la etnia wayúu. Está ubicada en lo que se llama Media Guajira, donde los índices de desnutrición infantil son altos, pero no tanto como los son en zonas como la Alta Guajira. El equipo al que VICE News acompañó pertenece al hospital de esta ciudad, y desde hace unos meses trabaja en un proyecto articulado con el Ministerio de Salud y Unicef en el que se está haciendo detección y seguimiento a la desnutrición, considerada una enfermedad por el ministerio desde hace apenas un año.

Tenía sólo 17 años y pertenecía a las FARC, cuando fue obligado a ejecutar a ocho amigos. Leer más aquí.

Juan Manuel y Ángel Jusayú, son dos mellizos indígenas de la zona de Piazapa que están siendo atendidos por desnutrición. (Imagen por Soraya Mesa/VICE News).

Cuando el equipo que trabaja en las comunidades wayúu del departamento encontró a "los mellos", su padre Enrique Jusayú, les contó que siempre habían sido "flaquiticos". Ellos "toman leche de chivo, fideos,… pero no todos los días, sólo cuando hay" nos cuenta el propio Enrique, que ha estado muy pendiente del progreso de sus hijos.

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Normalmente los pequeños no tienen más de dos comidas al día en estas comunidades, y en muchos lugares únicamente se les puede ofrecer una toma de alimentos. No hay dinero. No hay variedad ni cantidad. No hay nada para ofrecer. Cuando la doctora Mayra Mendoza le recuerda a Enrique que "los mellos" deben tomarse los suplementos alimenticios para mejorar su salud, él asiente. Sabe lo que debe hacer. El problema es que no tiene cómo.

'Quiero dar de comer a mi hijos… como toda madre quiere hacerlo',

A los niños con problemas de deficiencia alimentaria se les suministra una fórmula terapéutica lista para consumir que contiene todos los micronutrientes necesarios para el desarrollo óptimo: calcio, hierro, sodio y potasio. Este tratamiento sólo puede darse durante un mes, porque es un suplemento, no es una rutina alimenticia que deba prolongarse en el tiempo.

La desnutrición es una patología provocada por una dieta incorrecta, baja en calorías y en proteínas. Los dos tipos más comunes en esta zona son el marasmo que es cuando se pierde drásticamente tejido adiposo y vemos trágicas fotos de niños raquíticos; y el kwashiorkor que se caracteriza por el abombamiento abdominal, coloración rojiza del cabello y despigmentación de la piel. Este tipo de desnutrición devastó el África de los años 80. Ambas están provocadas por la ausencia de nutrientes, el retiro prematuro de la leche materna y su reemplazo por alimentos con un alto contenido de carbohidratos, y por la ausencia de proteínas en las ingestas.

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En el Departamento de La Guajira 126 niños han perdido la vida en los últimos 32 meses por desnutrición. (Imagen por Soraya Mesa/VICE News).

Elianis Iguarán, nutricionista de la estrategia de atención integral en Salud y Nutrición del Hospital de Uribia, nos cuenta que el 90% de los niños desnutridos que han tratado se han recuperado en su hogar, y que han sido pocos los que han tenido que ser trasladados al hospital.

El año pasado asistieron a 728 menores de 5 años. Iguarán nos cuenta que la alimentación de las comunidades se basa en la chicha, que es maíz fermentado, por lo que es alta en carbohidratos, pero mínima en proteínas, vegetales y minerales. "Muchas veces almuerzan sólo arroz porque no tienen nada más".

— ¿Y cómo es el trato con las comunidades? ¿Es fácil trabajar con ellos? —preguntamos a la doctora.

— A un wayúu se le debe saber llegar. No les gusta que les impongan las cosas, que llegue alguien a invadir sin haber socializado con ellos antes. Hay que ganarse su confianza. Y eso es lógico — responde.

Dicen los ancianos indígenas que la desnutrición ni es nueva, ni es una enfermedad. Es Pulowi, un espíritu o un mal de ojo, que ahora mismo está azotando con más fuerza a sus familias, y que ha llegado para quedarse.

Según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), entre el 2008 y el 2013, en La Guajira murieron 278 niños por falta de comida, pero 4.151 perdieron la vida por enfermedades asociadas a la desnutrición como diabetes, anemia y raquitismo. Además otros 1.202 no alcanzaron a nacer por falta de controles prenatales.

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Pulowi ha tenido que llevarse la vida de cerca de 400 niños, para que el Gobierno nacional colocara en su agenda a La Guajira, hace apenas un año.

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Actualmente se lleva a cabo un proyecto articulado con el Ministerio de Salud y Unicef para intentar solucionar años de abandono (Imagen por Soraya Mesa/VICE News).

La Guajira es el desierto del hambre por varias razones y ninguna es nueva. Los problemas de desnutrición infantil se han agravado en los últimos años y por eso los medios han puesto el foco en esta región olvidada históricamente por el Estado y por los agentes internacionales.

Una de ellas es la evidente brecha cultural que existe entre los alijunas y la cultura ancestral de este pueblo. Una brecha que no es insalvable, pero sí complicada.

Una buena parte de los wayúu habla únicamente su propia lengua, el wayuunaiki, sobre todo los que habitan en la Alta Guajira. Sólo algunos conocen ciertas palabras en español, lo que hace que la comunicación sea difícil. Para muchos es casi imposible hacer denuncias porque no hay quien traduzca, y las traducciones oficiales wayuunaiki-español son muy deficientes. Sigue existiendo un importante rechazo en el país a las prácticas y normas de vida wayúu, lo que dificulta aún más la relación entre alijunas y wayúu.

'A un wayúu se le debe saber llegar. No les gusta que les impongan las cosas'.

Otro de los problemas en la zona es el medioambiental. El fenómeno climático del Niño ha hecho subir mucho la temperatura en este parte del Caribe, y se han reducido drásticamente los niveles pluviométricos. No llueve. No hay agua. No hay plata para obtenerla. Hacer desalinizadoras es muy costoso para ellos y obtener agua del sustrato muchas veces es contraproducente.

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Muchos wayúu sacan el agua de los jawei, excavaciones que pueden ser naturales o hechas por el hombre y que albergan el agua de las exiguas lluvias. El problema principal es que muchas veces esa agua estancada sirve para beber, para lavarse y para que beban los animales, con lo que las infecciones son bastante frecuentes. Según el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), el consumo promedio diario de una persona en la Alta Guajira es de 0,7 litros de agua no tratada. No se puede vivir sin agua, pero tampoco cualquiera sirve.

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Muchos wayúu sacan el agua de los jawei, excavaciones que pueden ser naturales o hechas por el hombre. (Imagen por Soraya Mesa/VICE News).

Las niñas son las encargadas de conseguir el agua, y deben caminar horas y horas solas para abastecer a su comunidad. En esos largos trayectos muchas de ellas son violadas, refieren algunas mujeres wayúu, y nos dicen que no hay prácticamente denuncias por estos abusos; primero porque las familias no quieren, y segundo porque todo lo que significa desplazarse en La Guajira es una odisea.

El Niño ya está remitiendo, y en estos meses se prevé la llegada de La Niña, un fenómeno que es absolutamente opuesto. Los meteorólogos suponen que habrá inundaciones importantes en la zona después de dos años sin lluvias. Se pasará de una situación complicada a otra igualmente difícil.

Como suele suceder, la pobreza muchas veces está relacionada con la corrupción, y La Guajira no es la excepción. Según el DANE en el año 2015 la pobreza en La Guajira era de 53,3 por ciento y la pobreza extrema del 24,3; es decir casi 80 por ciento. El departamento se ubica por encima del 300% de la media nacional en desocupación.

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'Históricamente el wayúu es una persona verraca, luchadora, que saca su hogar adelante'.

La Guajira pobre ha sido el caldo de cultivo principal para guerrillas, paramilitares, narcotraficantes y comercio ilegal a pequeña escala, como el tráfico de gasolina, una fuente fundamental de ingresos para muchos guajiros que sufrió un importante revés durante el año que permaneció cerrada la frontera colombo-venezolana. El cierre de la frontera ordenado por el gobierno venezolano en septiembre de 2015 ha afectado muchísimo a la economía wayúu, porque muchas comunidades no tienen alimentos que antes conseguían en el país hermano. Muchos wayúu de la zona fronteriza tienen doble nacionalidad, pero ahora no pueden seguir comercializando, ya que la frontera es una zona muy tensa. Aún más, si cabe.

Los casos de corrupción en la zona han sido numerosos, y han llegado a los programas de alimentación escolares, la única vía que tienen muchos niños de la zona para tener una comida nutritiva al día. No ha sido hasta este año que el gobierno ha puesto en marcha la mayoría de los programas estatales focalizados en la prevención y tratamiento de las desnutrición en La Guajira. Y con ellos han llegado también los desfalcos.

"Todo el mundo está sacando rédito de esta situación. Los políticos, incluso algunos wayúu también están queriendo sacar provecho de los problemas de nuestro pueblo. Pero los wayúu somos valientes y queremos volver a nuestros orígenes" sentencia Erminia Martínez, con una mirada perdida, y con la certeza de que estaría más cómoda volviendo a su comunidad que contándonos las desdichas de los suyos.

Abandonamos La Guajira, y dejamos atrás a "los mellos", al pequeño Óscar y a miles de niños más con un futuro incierto y sólo una certeza: ese sol que se erige como dios absoluto, e infames pozos secos.

El video y las fotografías son de Soraya Mesa. Edición: Pablo Albri.

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