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Mutilación Genital Femenina, corrupción y silencio

Acabar con la Mutilación Genital Femenina es la lucha diaria de organizaciones, activistas y políticos, pero sin embargo los esfuerzos no están siendo efectivos. Una de las causas del fracaso es la corrupción.
Imagen por James Akena/Reuters

"Me seccionaron el clítoris con una cuchilla que fui a comprar yo misma", relata Asha Ismail, mujer somalí que fue sometida a la Mutilación Genital Femenina en Dadaab, al noreste de Kenia, cuando tenía cinco años.

"Aquella mañana mi madre me explicó que me iban a purificar, el ambiente era festivo, confiaba completamente en ella y esperaba que sucediera algo bueno".

Cuarenta años después la historia de Asha sigue siendo cotidiana en el Noreste de Kenia, donde la población es de mayoría somalí, a pesar de que la Mutilación Genital Femenina es ilegal en el país desde el 2011.

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"La ilegalización se vivió como algo muy positivo, como un avance para los derechos de las mujeres, sin embargo lo único que ha cambiado es que ahora la mutilación debe practicarse clandestinamente, sin medios sanitarios y sin la posibilidad de acudir a un médico si algo sale mal. La Mutilación Genital Femenina no se ha reducido en el Noreste de Kenia, se ha escondido; el 98 por ciento de las mujeres somalíes han sido mutiladas," explica Assad Mohamoud, ginecólogo Somalí residente en Toronto.

"Una mujer me separó las piernas y me inmovilizó, fue entonces cuando sentí cómo me cortaban con la cuchilla, el dolor era insoportable y no podía entender qué estaba pasando".

La Mutilación que sufrió Asha es conocida como infibulación; consiste en estrechar la apertura de la vagina sellando los labios menores y mayores además de seccionar el clítoris. "Es el tipo más agresivo de Mutilación Genital Femenina", explica Ehab Lamey, ginécologo del Coptic Hospital de Nairobi. "Es además la más común entre la población Somalí".

"Puedo purificar a quince niñas en un día", cuenta una mujer que se dedica a mutilar en Garissa desde hace más de medio siglo. "Desde hace unos años el gobierno ha puesto problemas, así que los padres traen a sus hijas cuando estas tienen vacaciones, en los meses de Agosto y Diciembre." El riesgo de contagio de enfermedades como el sida es muy alto en esta época, cuando las mutilaciones se llevan a cabo en grupos y se utiliza la misma cuchilla, pero además las consecuencias de la mutilación van desde infecciones urinarias recurrentes, hasta la esterilidad, septicemia y muerte.

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Una vez sellados los labios, se atan las piernas de la niña desde la cadera hasta los dedos de los pies para evitar que separen los muslos. Permanece tumbada en una cama entre siete y diez días hasta que le limpian por primera vez la herida.

"Para hacer pis te ponen de lado y te ponen un plástico debajo", relata Asha. "En mi caso la apertura que me dejaron era tan pequeña que la orina me salía gota a gota, así que pasé mucho tiempo haciéndome pis en la cama, ya que no tenía paciencia para esperar a que saliera todo."

La cura de la herida se realiza utilizando un emplaste casero llamado "malmal" que puede encontrarse fácilmente en las tiendas locales de la zona y consiste en una mezcla de resina, leche, hojas de té y carbón; tiene la textura de un pegamento y sirve para que la herida cicatrice bien. "Se utiliza también en caso de hemorragia, para que la sangre no salga", cuenta Asha.

La Mutilación Genital Femenina en la cultura somalí es motivo de orgullo. Fatuma tiene veinte años, estudia Economía en una conocida universidad de Nairobi y asegura que si es madre hará todo lo posible para que sus hijas cumplan con la tradición, según la cual la Mutilación Genital Femenina es un modo de asegurar que las chicas lleguen vírgenes al matrimonio y así probar el honor de la familia.

"En el caso de la infibulación es muy común que sea necesaria una intervención para permitir el coito antes de la noche de bodas", explica Assad Mohamoud, ginecólogo. "En el peor de los casos es una de las mujeres de la familia del marido la que se encarga de cortar la apertura vaginal, sin ninguna medida de higiene y sin modo de aliviar el dolor."

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No hay un registro real de las muertes causadas por la Mutilación Genital Femenina en la zona del Noreste de Kenia. "No todas las niñas cuentan con un certificado de nacimiento, así que no hay partes de defunción", aclara Ibrahim Yussuf, policía keniano-somalí. "La mayoría de las muertes se producen en los hogares, no en los hospitales, ya que la muerte por Mutilación Genital Femenina es un delito y por lo tanto está penado", añade.

La pena puede ir desde los tres hasta los ocho años de prisión, sin embargo es muy difícil que los casos sean denunciados, ya que dentro de la sociedad la práctica se justifica y se defiende, por lo tanto es casi imposible encontrar denuncias y testigos. "Todos sabemos qué niñas han muerto en la aldea a causa de la Mutilación y todos hemos escuchado que 'Allah lo ha querido así', puntualiza Asha.

Acabar con la Mutilación Genital Femenina es la lucha diaria de organizaciones, activistas y políticos, pero sin embargo los esfuerzos no están siendo efectivos. Una de las causas del fracaso es la corrupción; es muy fácil comprar el silencio de la policía en Kenia, uno de los países más corruptos del mundo según Transparency International. Las ONGs, como Save a Girl Save a Generation, fundada por Asha Ismail con el objetivo de concienciar sobre esta práctica que atenta contra los derechos de las mujeres, se centran en la necesidad de educar.

"Ni siquiera la ley puede parar la Mutilación, lo único que nos queda es la educación, empezar a cambiar la realidad concienciando a las nuevas generaciones", proponen desde esta Organización. Sin embargo acceder a estas áreas rurales es complicado, y hay quién se pregunta si tratar de abolir tradiciones que se remontan a siglos de antigüedad es tan siquiera viable.

"No es tradición", zanja Asha. "Llamémoslo aberración. Llamémoslo crimen."