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Las nuevas normas de la ONU para la reducción de emisiones de los aviones son una broma

Calificado por Boeing como un ambicioso acuerdo, las nuevas regulaciones están hechas a medida de la industria según activistas ya que no obligan a las compañías aéreas a hacer más de lo que ya lo están haciendo por meros intereses comerciales.
Aviones en el aeropuerto internacional de Suvarnabhumi en Bangkok, Tailandia, el 27 de enero de 2016. (Imagen por Barbara Walton/EPA)
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Las primeras regulaciones globales sobre las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector de la aviación han sido descritas por prominentes científicos del clima y grupos ecologistas como un favor para la industria y totalmente perjudicial para el medio ambiente.

El lunes, la Organización de Aviación Civil Internacional de la ONU (OACI) anunció un conjunto de normas para la reducción de emisiones por parte de los aviones. El resultado de seis años de negociaciones, anunciado por los fabricantes de aviones y la Casa Blanca, es que van a reducir significativamente las emisiones que están impulsando el cambio climático global.

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Pero los escépticos dicen que el anunciado como gran acuerdo "ecológico" es enormemente contaminante y aseguran que los nuevos estándares de emisiones no fuerzan a la industria a hacer los grandes recortes que tiene que hacer.

"Este es un truco que en ocasiones los gobiernos utilizan cuando quieren dar la impresión de estar haciendo algo, pero en realidad no están haciendo mucho", detalla Michael Oppenheimer, climatólogo de la Universidad de Princeton. "Si lo miras con atención, puedes percibir que la industria de la aviación ha tenido demasiada influencia en el acuerdo alcanzado".

'No se dejen engañar. Esta es una norma de protección hecha a medida de la industria y no nos acerca a las emisiones de carbono que necesitamos'.

El transporte aéreo representa entre el 2 y el 3 por ciento de las emisiones anuales de dióxido de carbono a nivel mundial, colocando el sector de la aviación a la par con las emisiones de Alemania y por delante del Reino Unido. Y los análisis de mercado de los gigantes de la fabricación como Boeing y Airbus prevén más aviones en el aire para el futuro próximo, vaticinando un incremento de los viajes internacionales en las próximas décadas.

Los nuevos estándares acordados fueron anunciados en Montreal por la OACI y requerirán nuevos planes que entren en vigor después de 2028 para reducir el consumo de combustible en un 4 por ciento de promedio en comparación con los niveles de 2015. La especificidad de las reducciones variará entre cero y el 11 por ciento en función del tipo y tamaño del avión. La transición a los flamantes requisitos está fijada para comenzar en 2023, pendiente de adopción por las 36 naciones que son parte en el trato.

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La Casa Blanca dijo que las nuevas normas reducirán las emisiones de dióxido de carbono en 650 millones de toneladas entre 2020 y 2040, equivalente a la eliminación de más de 140 millones de vehículos de las calles durante un año.

El gigante de la aviación con sede en Washington, Boeing, expresó que el acuerdo "representa un progreso real" y calificó a los nuevos estándares de "ambiciosos", incluso al tiempo que afirmaba que "nuestros nuevos aviones comerciales se han diseñado para cumplir e incluso superar los desafiantes requisitos de emisión".

Y por este motivo los ecologistas e ingenieros han descrito al acuerdo como un fracaso.

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El Consejo Internacional para el Transporte Limpio (ICCT, por sus siglas en inglés) explicó que la eficiencia en la reducción de emisiones por combustible de los nuevos aviones comerciales aumentó un promedio de 1,3 por ciento cada año entre 1968 y 2014. Las fuerzas del mercado por sí solas empujan a las empresas a buscar mayores ganancias, superando el 4 por ciento requerido por el nuevo trato. Así lo afirmó el director del ICCT, Dan Rutherford.

"El estándar, tal como lo conocemos, no requiere ningún esfuerzo adicional por parte de los fabricantes o las líneas aéreas para reducir las emisiones, por lo que no se puede decir que es de amplio interés ambiental", dijo Rutherford.

Mientras que las nuevas regulaciones exigen una absoluta reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y pueden servir para prevenir un decrecimiento por parte de la industria, algunos críticos afirman que no se puede acelerar el ritmo de la reducción de emisiones.

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El año pasado, el gobierno de Obama emitió un fallo que reconoce las emisiones de los aviones como motor del cambio climático y como una amenaza para la salud humana. Esto hace que algunos defensores del medio ambiente sean optimistas para que la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) pueda establecer normas más estrictas que las propuestas por el organismo de la ONU.

"Ellos entienden que tienen el deber, en virtud de la legislación nacional estadounidense, de presentar estándares significativos que reduzcan las emisiones en lugar de estas normas", detalla Vera Pardee, abogada del Centro para la Diversidad Biológica, que ganó una demanda que obligó a la EPA a establecer normas nacionales para reducir las emisiones de las aerolíneas.

Las aerolíneas se han defendido durante mucho tiempo contra las normas regionales, y la presión de la industria ha ayudado a bloquear un marco regulador propuesto por la Unión Europea en 2012. Estados Unidos es el mercado de transporte aéreo más grande del mundo, pero la EPA no ha indicado si modificará las nuevas normas internacionales. Pardee advierte del poder de presión de Boeing y Airbus, que en conjunto representan el 90 por ciento del mercado de aviones.

"No se dejen engañar. Esta es una norma de protección hecha a medida de la industria y no nos acerca a la reducción de emisiones de carbono que necesitamos", sentencia. "Es un desafortunado y lamentable lavado de cara con color verde".

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