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Tecnologia

Te contamos por qué aún no se puede votar online en países como EE. UU.

Uno puede hacer la compra, transferencias bancarias, comprarse armas y drogas online, pero todavía estamos a años luz de tener la ingeniería informática necesaria para votar a distancia.
Captura de pantalla de Galois/Vimeo

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Votar online sigue sonando como un sueño: al 64 por ciento de los ciudadanos que poseen teléfonos inteligentes y al 84 por ciento de los adultos estadounidenses con acceso a internet les basta con desenfundar sus aparatos para emitir su voto. Y en Estonia llevan votando online desde 2005.

Pero basta con preguntar a expertos en ciberseguridad para que te cuenten que la idea de instituir el voto online es poco menos que un infierno.

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No estamos ni remotamente cerca de disponer de un sistema de votación todo los seguro que haría falta. Ron Rivest, catedrático del Instituto Tecnológico de Massachussets, un tipo con antecedentes en seguridad informática y miembro de la junta directiva de Verified Voting (la organización que se encarga del escrutinio de los votos electorales en Estados Unidos) considera que pensar en el voto online es completamente naif.

Uno de los argumentos más persuasivos para instalar el voto online es que se cree que dispararía la participación electoral. En Estados Unidos, por ejemplo, en 2012 solo votaron el 61,2 por ciento de los ciudadanos con derecho a voto. En España en 2015 fueron más del 70 por ciento de los votantes.

"El voto es demasiado importante para hacerlo online"

Sin embargo, Rivest considera que no existe ninguna "evidencia contundente" que demuestre que el voto online vaya a disparar la participación. E incluso, aún cuando se aceptara que así fuera, se sigue planteando un dilema todavía mayor.

"Cada día leemos sobre nuevas vulnerabilidades de nuestro sistema informático", explica Rivers. "Queda claro que simplemente se trata de un escenario que no nos conviene todavía. Votar es demasiado importante como para hacerlo online — todavía no tenemos las herramientas necesarias para garantizar una votación segura. Quizá algún día las tengamos, pero no a corto plazo".

En 2010 el distrito de la Junta Electoral y Ética de Columbia llevó a cabo un proyecto piloto. Se trataba de diseñar un sistema de votación online para el extranjero y para los votantes militares, en un intento por acelerar el proceso de votación.

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El sistema era sencillo: los votantes se registrarían, recibirían su papeleta, la imprimirían, emitirían su voto y subirían su papeleta online. En las semanas previas a las elecciones generales, se celebró un ensayo público para comprobar si era posible infiltrarse en el sistema.

J. Alex Halderman, un catedrático en ingeniería informática en la universidad de Michigan saludó la iniciativa e intentó meterse legalmente en el software del gobierno junto a sus estudiantes. Pasadas 36 horas descubrieron un pequeño error que les confirió el control total del sistema.

"Encontramos una imprecisión menor, pero la explotamos — es un error detectado en cientos de miles de líneas de programación en código fuente. Sucedió que en una línea en particular, el programador había usado dos comillas en lugar de una, y eso fue suficiente para que nosotros pudiéramos alterar el resultado de la votación remotamente", comentó Halderman.

Para pasárselo bien durante un rato, Halderman y sus estudiantes no denunciaron sus averiguaciones ante los responsables. Se dedicaron a hacer pequeñas intervenciones piratas sin avisar. Así, por ejemplo, programaron que el himno de la universidad de Michigan sonara después de cada voto emitido.

Los responsables del sistema tardaron dos días en percatarse de que habían sido hackeados; lo cual descubre otro de los preocupantes elementos de la votación online: un sistema puede ser pirateado sin que nadie se entere de que lo ha sido.

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Mientras que la idea de ser pirateado debilita las votaciones online, el hecho de que el votante conozca la vulnerabilidad del sistema es otro lastre. A menudo los malwares más sofisticados no son detectables; otras veces, sin embargo, se pueden rastrear.

Según Vyas Sekar, catedrático de ingeniera informática y eléctrica en la universidad de Carnegie Mellon "parte del problema consiste en crear la consciencia ciudadana adecuada y la correcta usabilidad de la web". Hasta que los usuarios sepan cómo detectar la vulnerabilidad de un interfaz, el sistema será manipulable por cualquiera de afuera.

"Ha habido muchos estudios que muestran que los usuarios no son muy buenos a la hora de usar los indicadores necesarios para denunciar que una web segura ha dejado de serlo. Es muy fácil engañar a cualquiera", explica Sekar. "Tenemos que averiguar la mejor manera para educar y concienciar a los usuarios — y desarrollar los indicadores adecuados para que la gente pueda identificar un sistema corrupto".

'Hasta que los usuarios sepan cómo detectar la vulnerabilidad de un interfaz, el sistema será manipulable por cualquiera de afuera'.

Y obviamente también existen problemas logísticos. Rivest defiende que un buen sistema electoral no solo debería de producir un resultado preciso, sino probar que ha funcionado correctamente.

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"Las computadoras facilitan que los resultados sean correctos; lo complicado es que esas computadoras sean fidedignas a la hora de probar que esos son los resultados verdaderos", considera.

La confidencialidad del votante y la autentificación del voto son dos de los obstáculos que se plantean, según Sekar. Así, es necesario que exista un sistema en el que el votante no reciba enlaces de datos una vez ha votado. Y para las autoridades, cualquier votación online tiene que tener una manera de autentificar la identidad del votante para así aseguran de que el voto no ha sido duplicado o emitido por un tercero.

"La combinación de todos estos factores hacen que la votación online sea un sistema extremadamente complejo en materia de seguridad", concluye Halderman.

"El hecho de que sea una exigencia a dos bandas hace que sea un proceso más complejo a la actividad online del día a día, como gestionar nuestra cuenta bancaria o comprar cosas", añade.

La mera idea de concebir un futuro en que el mundo vote online habrá que resolver cuestiones de seguridad que a día de hoy parecen completamente fuera de nuestro alcance.

"Yo creo que van a pasar décadas hasta que lo logremos", concluye Halderman.

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