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VICE World News

Por qué el sector privado se ha vuelto ‘neomedieval’ en las crisis internacionales

De la lucha contra incendios forestales o la desactivación de minas terrestres a rescatar a los migrantes en el Mediterráneo, el sector privado a menudo se ocupa de cuestiones internacionales de seguridad mejor que los gobiernos.
Imagen por Carmelo Imbesi/AP

La piratería somalí ha irritado a la comunidad internacional durante años. Su irrupción provocó pérdidas de millones de dólares anuales y obligó a varios países a gastar miles de millones más para posicionar sus flotas de barcos multinacionales lejos del cuerno de África. Sin embargo, los grandes navíos demostraron ser inadecuados para perseguir a las pequeñas lanchas de los piratas a través de vastas extensiones de océano. Por no hablar de lo desalentadoras que resultaron las complejidades legales para procesar a los pocos piratas capturados. A consecuencia de ello, el impacto de las flotas navales fue — y sigue siendo — sorprendentemente limitado.

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La frustración fue tal entre algunas empresas de embarcaciones que varias de ellas decidieron transformarse en compañías privadas de seguridad para defender a los barcos que abarrotaban las aguas de Somalia — y las compañías privadas de seguridad han demostrado una efectividad del 100 por ciento a la hora de proteger a los cargueros y a sus tripulaciones. Las empresas privadas no llenan sus barcos necesariamente de soldados altamente entrenados; en realidad, no parece importar demasiado que los barcos estén protegidos por marines estadounidenses o por campesinos de Bangladesh armados hasta los dientes. Enseñar las armas y hacer algunos disparos de advertencia parece ser suficiente para convencer a los piratas de que mejor se dediquen a perseguir barcos que no disponen de la protección de las empresas privadas.

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El sector privado tiene unos antecedentes inmejorables a la hora de enfrentarse a los asuntos más delicados de la seguridad internacional y de la ayuda humanitaria. Los ha sabido abordar con innovación, velocidad y solvencia. Así que no es de extrañar que su creciente papel como actor decisivo en política internacional coincida con el declive de la supremacía histórica que habían ejercido hasta ahora los estados soberanos. Desde organizaciones de ayuda humanitaria, como Amnistía Internacional o Human Rights Watch (HRW), hasta empresas como Disney o Fox, las entidades privadas cada vez asumen mayor y mayor protagonismo en la gestación de los grandes acontecimientos mundiales. Pero no se trata, ni de lejos, de idea nueva alguna: en 1970 el politólogo Hedley Bull acuñó la teoría del "neomedievalismo", un término que explica la irrupción de actores no estatales en el escenario de la política internacional, y cómo su autoridad se solapa con la de los gobiernos.

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Cada vez más se observa cómo grupos transnacionales responsabilizan a los gobiernos cuando no consiguen alcanzar sus objetivos democráticos ni evitar las violaciones de derechos humanos. A diferencia de los gobiernos, estas organizaciones denuncian sin contemplaciones las infracciones y, a menudo, se pueden permitir ignorar la etiqueta diplomática. Son las organizaciones internacionales y no los gobiernos las que trabajan duro por una seguridad legítima y por una capacidad de respuesta ante los desastres. El Programa Mundial de Alimentos (PMA), Cruz Roja Internacional y un sinfín de organizaciones no gubernamentales (ONG'S) son a menudo las primeras en aportar recursos in situ y asesoramiento para enfrentarse a asuntos como los movimientos de refugiados y las catástrofes naturales. Los gobiernos, ciertamente, siguen desempeñando su papel — pero se trata cada vez más de una mera función de soporte basada en la financiación.

A pesar de que se creía que la intervención formaba partido del ámbito gubernamental, cada vez se convoca a más entidades del sector privado para desempeñar todo tipo de variadas, complejas y, a menudo, peligrosas, tareas. A día de hoy, las restricciones internacionales son menores y las empresas de seguridad privadas son capaces de ofrecer una respuesta inmediata con una flota de expertos y de infraestructuras que empequeñece las capacidades de la mayoría de estados soberanos; a pesar de que tenemos a firmas de helicópteros ucranianas apagando incendios en Portugal; a especialistas mozambiqueños que ayudan a desactivar minas terrestres en Bosnia, y a contratistas de numerosos países construyendo instalaciones médicas para combatir la crisis del ébola en Liberia.

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El año pasado, Nigeria estaba perdiendo su guerra contra los guerrilleros terroristas de Boko Haram en el noroeste del país; el enorme, aunque corrupto y abandonado ejército nigeriano, parecía desvalido. El entonces presidente, Goodluck Jonathan, se dirigió entonces a STTEP, una empresa sudafricana integrada por antiguos soldados. En cuestión de semanas, entrenaron a varios centenares de soldados nigerianos y les acompañaron en una ofensiva que se saldó con el rescate de numerosos pueblos y de aldeas que parecían estar bajo el dominio de un adversario imbatible.

Solo este año, más de 2.000 personas han muerto en el desgarrador periplo por mar que separa África de Europa, mientras muchos se siguen hacinando en desvencijadas y atestadas embarcaciones. La respuesta de la Unión Europea ha resultado ser, por algún motivo, incoherente y precariamente efectiva. Así lo han probado sus esfuerzos por combatir el contrabando, que han forzado a muchos migrantes a intentar surcar rutas nuevas y mucho más arriesgadas, y su inadecuado despliegue de patrullas marinas.

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Así las cosas, el empresario Chris Catrambone y su mujer, Regina, han invertido 8 millones de dólares para equipar a un barco que cuenta con drones de reconocimiento para detectar las embarcaciones de migrantes y asistirlas. Su Centro de Ayuda a los Migrantes en Alta Mar (MOAS) ya ha ayudado a miles de migrantes — mira el vídeo de VICE NEWS sobre MOAS arriba — y es probable que también haya salvado vidas de varios funcionarios. Ha demostrado ser una manera sencilla y extremadamente barata de combatir uno de los aspectos de la crisis de migrantes que más quebraderos de cabeza ha generado en las más altas instancias de muchos gobiernos.

Esfuerzos como este no socavan los nobles objetivos de los gobiernos. Si no que emplean las mejores virtudes del sector privado para alcanzar unos resultados de manera más rápida y económica con los que ningún gobierno podría soñar. El sector privado plantea problemas muy discutidos a nivel de legitimidad — los escándalos de financiación y enriquecimiento, cuestiones de responsabilidad en zonas de conflicto, lo mucho que les cobran a sus clientes, los gobiernos — pero si avanzamos rumbo a un mundo neomedieval, el sector privado será un actor fundamental, ayudando a los gobiernos a combatir algunas de las peores lacras de la humanidad.

Doug Brooks es consultor y fundador de la International Stability Operation Association (ISOA), en Washington DC. Síguele en Twitter: @Hoosier84