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El proceso de paz de Colombia da un gran paso adelante

El gobierno colombiano y las FARC han suscrito un acuerdo en el que se detalla cómo reconocer y compensar a las víctimas del largo y violento conflicto armado.
Imagen por Ramon Espinosa/AP
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El gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) han suscrito un delicadísimo acuerdo para compensar a las miles de víctimas de la violencia generada por los más de 50 años de lucha entre ambos bandos en el estado latinoamericano.

El acuerdo— suscrito durante una solemne ceremonia celebrada en La Habana, Cuba, ayer martes — parece haber impulsado al proceso de paz hacia su recta final.

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"Después de seis millones de victimas, cualquier discusión sobre quién arrancó el conflicto es irrelevante", ha declarado el negociador del gobierno Humberto de la Calle tras firmar el acuerdo.

Se refería a los civiles desplazados por un conflicto que se ha cobrado alrededor de 220.000 víctimas y que ha dejado una cifra de 45.000 personas desaparecidas.

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"Nuestro mayor deseo es que todos aquellos que hayan padecido el conflicto en sus carnes se sientan identificados con el acuerdo y lo consideren también suyo", ha proclamado Iván Márquez, el portavoz y responsable de las negociaciones de las FARC, Iván Márquez.

El sangriento e indiscriminado conflicto colombiano no es patrimonio exclusivo de la rivalidad entre las FARC y el gobierno. A lo largo de los años, varios pequeños grupos rebeldes y formaciones paramilitares auspiciadas por la propia administración han entrado también en combate. Las atrocidades han sido muchas y se han cometido desde todos los bandos.

De tal forma, uno de los grandes escollos de las conversaciones de paz, que arrancaron en 2012, ha consistido en discutir cómo resolver la situación de las víctimas.

El acuerdo de ayer promete compensar a las víctimas y crear un "Sistema Integral de Justicia, Reparación y No Repetición", cuyo objetivo debería de procurar un marco para la implementación de tales medidas, y de preservar las que ya se tomaron con anterioridad. Estas contemplan un acuerdo para crear una comisión de la verdad para determinar quienes son los responsables de las atrocidades, la creación de tribunales especiales para deparar un trato más indulgente a los que decidan confesar, y un juramento en el que ambos bandos se comprometan a localizar a los desaparecidos.

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El acuerdo también incorpora un epígrafe en que tanto el gobierno como las guerrillas se comprometen a no volver a consentir el rebrote de la violencia.

"Finalmente han conseguido salvar el punto más delicado de su agenda", afirma Adam Isacson, experto en políticas de seguridad en la oficina de Washington de América Latina. "Todo lo que queda por delante es mucho más sencillo. Llegados a este punto tendría que suceder algo increíblemente catastrófico para que el acuerdo no sea consumado. El 90 por ciento del proceso de paz está resuelto".

Han sido tres años en los que ha pasado de todo, incluidos muchos momentos en que parecía que todo se iba al traste. Sin duda, el mayor logro se produjo en septiembre cuando el presidente Juan Manuel Santos y el representante de mayor rango de las FARC, Rodrigo Londoño — más conocido como Timochencko — intercambiaron un apretón de manos y proclamaron haberse comprometido a tener un acuerdo firmado tal día como el 23 de marzo del 2016.

Sucedió después de que ambos líderes decidieran crear los tribunales especiales, una medida que recibió una oleada de críticas en su día por no ser lo suficientemente contundente a la hora de castigar las violaciones de los derechos humanos y los crímenes de guerra.

Ambos bandos han alcanzado también otros acuerdos en materia de restitución de tierras, participación política y tráfico de drogas — una de las fuentes de financiación más importantes de la insurgencia paramilitar.

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"La ceremonia de ayer resultó especialmente memorable por incluir a una delegación de 10 víctimas del conflicto, fotografiadas arriba. Judith Bedoya — una periodista que fue interceptada y violada por varios miembros de las guerrillas auspiciadas por el gobierno en 2000, y que en 2003 sería secuestrada por las FARC — leyó un comunicado en nombre de las víctimas reunidas.

"Estamos dejando nuestra fe en sus manos, queremos que el país crea en este acuerdo", expresó en alusión a los negociadores de los dos bandos. "Si no lo consiguen, le habrán fallado a la Historia".

El único punto que queda ahora por negociar es el llamado acuerdo de Final de Conflicto, que tiene que detallar la manera en que las FARC serán desmovilizadas, desarmadas y reintegradas en la sociedad colombiana.

Ambas partes consideran que se trata de un acuerdo sin precedentes en las conversaciones mantenidas hasta la fecha. En última instancia, cualquier acuerdo de paz tendrá que ser corroborado por el pueblo colombiano a través de un plebiscito. Y habida cuenta de la escasa aceptación popular de las guerrillas, nada invita a pensar que vaya a ser fácil conseguirlo.

El anunció ha merecido la cobertura absoluta de los medios de comunicación colombianos, muchos de los cuales no dudaron en calificarlo de "día histórico para las víctimas". Igualmente, las redes sociales se llenaron de comentarios positivos, a pesar de que los más críticos no dejaron pasar la oportunidad para criticar ferozmente lo que consideran un acto de indulgencia para con las FARC.

El presidente Santos, que ha apostado su futuro político a una sola carta, la de las conversaciones de paz, celebró el acuerdo a través de su perfil de Twitter. "Nunca habíamos estado tan cerca de una acuerdo definitivo", escribió.

[Colombia: cómo los medios han presentado a las FARC como el principal mal del país. Leer más aquí.](http://Colombia: cómo los medios han presentado a las FARC como el principal mal del país)

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