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Las raves clandestinas de Buenos Aires en auge gracias a Facebook y Whatsapp

El gobierno porteño prohibió las raves tras la muerte de 5 jóvenes en abril que consumieron éxtasis adulterado. Aunque que la sistémica corrupción argentina y la nula fiscalización de las redes sociales, han permitido que se sigan celebrando...
Imagen vía Shutterstock

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Este artículo fue publicado originalmente en Motherboard.

A mediados de este año el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidió prohibir las fiestas electrónicas después de que cinco jóvenes fallecieran en una de ellas tras haber consumido pastillas de éxtasis adulteradas.

Desde entonces, las raves clandestinas celebradas en la periferia de la gigantesca capital se han disparado. Allá uno puede acudir cargado de drogas y de alcohol, por no hablar de las armas que le plazcan, ya sean de fuego o sean blancas. Nadie les va a registrar.

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Los organizadores se embolsan buenos fajos de pesos libres de impuestos gracias a embutir a miles de jóvenes en quintas repartidas por todo el extrarradio. De momento, parece que las fuerzas de seguridad argentinas siguen siendo incapaces de encontrar la manera de interceptar la actividad clandestina que circula por las dos redes sociales más populares del país.

La cosa funciona así. Primero te enteras a través de Facebook, donde se explicitan con pelos y señales detalles como el día, la hora y la naturaleza del evento. O sea, todo menos el lugar. En realidad, tal es la clave: el lugar nunca se revela. Lo que se hace es convocar a los asistentes, a menudo menores y adultos recién estrenados de entre 15 y 18 años, en un lugar vía WhatsApp donde se les recogerá para desplazarles hasta la fiesta gracias a un servicio de autobuses.

Una de las fiestas secretas, Proyecto XXX, terminó siendo objeto de una desaforada atención mediática hace solo unas semanas, después de que un joven de 19 años fuera abatido mortalmente por una bala perdida durante su celebración. El proyectil había sido disparado por los miembros de sendas pandillas rivales. Claro que la violencia es uno de los reclamos de estas fiestas. En los panfletos promocionales, se aconseja a los asistentes que acudan provistos de drogas, bebida y del arma que prefieran.

El alcalde de Moreno, el municipio en que se celebró la fiesta Project XXX, tuvo que admitir a regañadientes a posteriori que sus fuerzas de seguridad no habían sido capaces de anticiparse al evento debido a la precariedad de su infraestructura tecnológica.

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"La dirección no salía en Facebook", comentó el alcalde en rueda de prensa.

Los amigos preocupados de la gente que aún no aparece por La PROYECTO XXX EN MORENO — Fakuu_Gomez (@14Fakuu)21 de septiembre de 2016

Juan Tanos, el secretario de comunicación pública de la intendencia de Moreno, ha confirmado a Motherboard que la policía local no está equipada con los dispositivos necesarios para fiscalizar la actividad en las redes sociales.

"Eso sería competencia de la unidad de inteligencia que funciona a nivel nacional", comenta. "Sin embargo, actualmente las misiones de inteligencia están concentradas en objetivos políticos". Se entiende que se refiere a la proverbial corrupción estatal que recorre las venas de la política argentina desde la noche de los tiempos.

La pregunta es: ¿acaso un mayor control de la actividad en las redes sociales no ayudaría a prevenir muertes como la de Moreno?

Claudio Izaguirre, presidente de la Asociación Antidroga de Argentina confiesa a Motherboard que él no lo cree así.

Según Izaguirre, los políticos locales hacen la vista gorda cuando se enteran de fiestas como esta, porque no quieren arriesgarse a perder los votos de la juventud. En Argentina votar es un derecho que se puede ejercer a partir de los 16 años, y que se convierte en obligatorio a partir de los 18.

"El alcalde de Moreno se encuentra entre la espada y la pared. Normalmente, la municipalidad no quiere intervenir en esas fiestas, claro que tampoco les conviene tener las manos manchadas de sangre", explica.

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Izaguirre relata que las fiestas electrónicas clandestinas acostumbran a caer en una de esas dos categorías, dependiendo de la procedencia socioeconómica de sus asistentes. Por un lado están las raves como Proyecto XXX donde se consumen drogas más baratas, como marihuana o paco [base de coca] (y donde, en consecuencia, es más probable que se produzcan episodios de violencia por uso de arma tanto blanca como de fuego); y por otro están las fiestas más chetas [pijas], donde se pueden conseguir drogas de diseño y cocaína. Estas últimas logran burlar la ley gracias a acuerdos secretos entre los promotores y las autoridades locales, asegura Izaguirre.

"Puedes apostar que en ese tipo de fiestas, al menos uno de los promotores tiene algún contacto en el poder judicial o en la administración local, de manera que no le cuesta nada eludir las supuestas prohibiciones", relata.

De manera, que habría que esperar que fiestas proscritas como Proyecto XXX, no dejen de producirse por toda la periferia bonaerense, gracias a la "impunidad" de las redes sociales, y a la endémica corrupción de la administración argentina, ya sea local, nacional, federal o de barrio.

Las fiestas electrónicas fueron prohibidas en Buenos Aires el pasado mes de abril después de que cinco jóvenes de entre 20 y 25 años y de familias pudientes fallecieran en la fiesta Time Warp celebrada en el municipio de Costa Salguero. Los cinco habían consumido pastillas de éxtasis comercializadas como Superman. Desde entonces, muchas salas de fiestas de todo el país están siendo clausuradas por no cumplir con las nuevas regulaciones de seguridad promulgadas por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

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