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‘Sabía que debía huir corriendo’, los perturbadores testimonios de los ataques en París

Hablamos con una mujer que estaba dentro de uno de los restaurantes asaltados por los yihadistas. Nos comenta cómo se vivieron los instantes posteriores a los atentados del viernes por la noche.
Foto di Etienne Rouillon
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Son cerca de las 9 y media de la noche. Dos amigas se sientan junto a la ventana delantera de la brasserie Le Petit Cambodge, en el distrito X de París. En realidad, no deberían de estar aquí — sin embargo ambas han decidido ir al restaurante en el último minuto.

De pronto, una ráfaga de disparos derriba la cristalera, y las esquirlas de cristal vuelan hasta sus rostros. Ambas reaccionan de manera fulminante y se esconden debajo de la mesa. No llegarán a ver a los asesinos.

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Lo que sí escucharon fue el sonido de las armas al ser cargadas. Una de ellas cuenta a VICE News que los disparos iban dirigidos a ella y al resto de comensales. Una mujer sentada a su lado cayó en redondo al suelo tras ser disparada. Un charco de sangre las anegó enseguida. Más tarde, se llevarían a la mujer abatida de allí en una ambulancia.

Ellas dos decidieron levantarse y correr pocos instantes después del tiroteo. Fueron las primeras en hacerlo.

"Fue puro instinto", cuenta a VICE News la joven, que prefiere no dar su nombre. "Fue el tipo de situación en que nadie puede ayudar a nadie. No sabía qué hacer. Solo sabía una cosa, me dije, 'levántate y corre'".

Llegó a casa sana y salva. Durmió una hora. "Me tomé algunos analgésicos. Tuve la adrenalina disparada durante toda la noche", cuenta. Hoy se siente más ausente que otra cosa. Y siente, también, que cada vez que cuenta la historia más se distancia de ella. "Me entristece no estar triste ahora mismo. Estoy confundida. Siento la devastación".

El día siguiente a los ataques un silencio sepulcral se desplegó sobre la mayoría de los barrios de la ciudad.

Anonymous declara la guerra a Estado Islámico por los ataques de París. Leer más aquí. 

Frente a Notre-Dame, en la torre Eiffel o cerca del Louvre, los turistas se sacaban los selfies de siempre, mientras los soldados les envolvían y se aseguraban de protegerles. Sin embargo, en el resto de la ciudad, las calles estaban vacías y el poco tráfico que había, avanzaba inadvertidamente. Nadie recuerda cuándo fue la última vez que París estaba así en sábado por la tarde.

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El domingo por la mañana, en la plaza Vendôme, cerca del Louvre, parece que los negocios funcionen como cualquier otro día. Las calles están llenas, los niños pasan en bicicleta y hay mucha gente afuera bebiendo café.

'Era una de esas situaciones en que nadie puede ayudar a nadie. No sabía qué hacer. Excepto por levantarme y correr'.

"Aquí no queda nada para nosotros", confiesa a VICE News un turista suizo. Ayer por la noche un amigo le advirtió de los ataques. Entonces él y su mujer se quedaron encerrados en el hotel. Ahora solo quieren volver a casa en el primer avión.

En los escenarios de los salvajes asesinatos del viernes reinaba el silencio — excepto en las inmediaciones del Bataclan, donde medios llegados de todo el mundo se habían instalado para filmar en directo. Lo que ayer era un restaurante o una sala de conciertos, se han convertido, al amanecer, en la escena de un crimen. Desde ayer, todos son escenarios del duelo parisino. Algunos lloran, otros llevan flores y encienden velas. Los orificios de bala en las cristaleras de las cafeterías siguen susurrando la memoria de las atrocidades perpetradas de manera coordinada y milimétrica.

Flotas de furgones policiales atraviesan una París detenida. Muchas tiendas están cerradas. Solo algunas han osado abrir, pero prácticamente nadie se ha metido dentro. Las autoridades han prohibido las concentraciones y las manifestaciones de ningún tipo por razones de seguridad — y pese a todo algunos parisinos se concentraban en la plaza de République, el mismo escenario donde el pasado 7 de enero los parisinos se reunieron para rendir tributo a las víctimas del ataque terrorista perpetrado contra Charlie Hebdo. En este nuevo escenario que ya está cargado de simbolismo, ciudadanos anónimos han escrito en la pared la leyenda Fluctuat nec mergiturTocados pero no hundidos.

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Lo que sabemos del cerebro de los ataques de París. Leer más aquí. 

La joven de 24 años que huyó de Le Petit Cambodge ha vivido en París durante los últimos 18 meses y estaba aquí durante los ataques a la redacción de Charlie Hebdo. Se pensaba que algo así no volvería a suceder. Nunca se imaginó que podría vivir con miedo en París. "Parece una macabra coincidencia, como si esto no me estuviera pasando a mí", confiesa. "Estoy en estado de shock".

Y también dice esta vez París no es la misma que era después de Charlie Hebdo.

"Esta vez la inquietud es mayor", cuenta. "Ahora la gente ya sabe lo que significa la amenaza de una forma que quizá, antes, no se supiera. Esta vez es distinto".

Todas las imágenes por Etienne Rouillon

La policía patrulla la rue Bichat, la calle donde se encuentran Le Petit Cambodge y el bar Le Carillon. Ambos fueron alcanzados el viernes por la noche. Las muestras de duelo no han dejado de repetirse. Más de diez personas murieron aquí.

En la rue Bichat, frente a Le Carrillon, la tierra cubre las manchas de la sangre derramada.

Un hombre se arrodilla y besa el suelo después de derramar agua sobre ella, justo en frente de improvisado monumento a los caídos que se ha erguido delante de Le Petit Cambodge.

Los orificios de bala del bar Carrillon delatan la violencia de los terroristas, que emplearon armas automáticas.

Los parisinos han desfilado en señal de duelo frente a Le Petit Cambodge. Sus expresiones son tan sombrías como profundo es el silencio.. Algunos rompen en sollozos cuando visualizan en lugar en que perdieron a sus seres queridos.

Una joven deja un ramo de flores frente a Le Petit Cambodge, situado en una zona de París llena de restaurantes y de bares, lugares muy concurridos durante el fin de semana.

Un puñado de velas frente a la fachada de Le Petit Cambodge.

El exterior del Bataclan también se ha convertido en un escenario improvisado del luto parisino. Allí la gente recorre colas para dejar flores, escribir algunas palabras y prender velas. Más de 80 personas murieron en esta sala de conciertos.

El sábado el vecindario donde se encuentra la sala de conciertos Bataclan fue precintado. Los investigadores trabajan mientras la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se mete en el automóvil cariacontecida.

Medios de comunicación de todo el mundo han desplegado sus unidades móviles frente al Bataclan. Presentadores rusos, alemanes y japoneses informan desde el escenario más sangriento de la masacre.

Las banda de rock estadounidense Eagles of Death Metal se encontraba en el escenario cuando los terroristas yihadistas abrieron fuego. El Bataclan es una legendaria sala de conciertos que lleva abierta desde 1865.

En frente del bar Belle Équipe, en la calle de Charonne, decenas de personas hacen fila para ofrecer sus flores. Aquí murieron casi 20 personas. Jóvenes y viejos se ofrecen los hombros para llorar. Otros sacan sus teléfonos móviles y hacen foto de los orificios de bala que atraviesan la fachada de la panadería que queda junto al bar.

Un guía turístico entretiene a unos cuantos turistas japoneses en Notre-Dame.

En el corazón de París, los turistas se fotografían frente a uno de los símbolos de la ciudad: la catederal de Notre-Dame.

Tropas del ejército de Francia patrullan las inmediaciones de Notre-Dame, donde se concentran cientos de turistas.

Un gendarme francés patrulla frente a la Torre Eiffel, que ha sido cerrada al público, la igual que el resto de museos de París. Pese a todo, se permite que los turistas se acerquen y hagan fotografías, mientras los soldados patrullan los alrededroes de Champs de Mars.

En la plaza de Rêpublique, que se convirtió en un símbolo nacional tras los ataques de Charlie Hebdo, ciudadanos parisinos han escrito una leyenda en latín sobre sus paredes. Reza; Fluctuat net mergitur — "Tocados per no hundidos"

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