Foto di Etienne Rouillon
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"Aquí no queda nada para nosotros", confiesa a VICE News un turista suizo. Ayer por la noche un amigo le advirtió de los ataques. Entonces él y su mujer se quedaron encerrados en el hotel. Ahora solo quieren volver a casa en el primer avión.En los escenarios de los salvajes asesinatos del viernes reinaba el silencio — excepto en las inmediaciones del Bataclan, donde medios llegados de todo el mundo se habían instalado para filmar en directo. Lo que ayer era un restaurante o una sala de conciertos, se han convertido, al amanecer, en la escena de un crimen. Desde ayer, todos son escenarios del duelo parisino. Algunos lloran, otros llevan flores y encienden velas. Los orificios de bala en las cristaleras de las cafeterías siguen susurrando la memoria de las atrocidades perpetradas de manera coordinada y milimétrica.Flotas de furgones policiales atraviesan una París detenida. Muchas tiendas están cerradas. Solo algunas han osado abrir, pero prácticamente nadie se ha metido dentro. Las autoridades han prohibido las concentraciones y las manifestaciones de ningún tipo por razones de seguridad — y pese a todo algunos parisinos se concentraban en la plaza de République, el mismo escenario donde el pasado 7 de enero los parisinos se reunieron para rendir tributo a las víctimas del ataque terrorista perpetrado contra Charlie Hebdo. En este nuevo escenario que ya está cargado de simbolismo, ciudadanos anónimos han escrito en la pared la leyenda Fluctuat nec mergitur — Tocados pero no hundidos.'Era una de esas situaciones en que nadie puede ayudar a nadie. No sabía qué hacer. Excepto por levantarme y correr'.
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